Philomena es una intensa, sensible y conmovedora historia
basada en hechos reales que Stephen Frears , el genial director de dramas
imperecederos como Las Amistades
Peligrosas o The Queen y que
últimamente andaba algo perdido (casi desde la deliciosa Chéri), sabe conjugar con leves gotas de humor y una impagable
química entre los dos actores protagonistas, la siempre excelente Judi Dench
(en las antípodas de su papel firme y autoritario como la M de los últimos James Bond) y merecedora candidata al
Oscar y el menos aclamado pero no por ello peor actor Steve Coogan, ignorado
por la academia respecto a su talento interpretativo pero que opta a dos
estatuillas (que no creo que consiga) como productor y guionista de la
película.
Basada
en la novela escrita por el periodista Martin Sixsmith, Philomena narra la búsqueda por parte de una anciana del hijo al
que tuvo que renunciar casi cincuenta años atrás y su encuentro con un
periodista en horas bajas por culpa de una efímera y accidentada carrera
política que la ayudará en su propósito a la vez que iniciará un camino hacia
su propia redención espiritual.
Con
el drama de los niños separados de sus madres durante mediados del siglo pasado
por parte de diversos conventos religiosos (la historia se sitúa a caballo
entre Irlanda y los Estados Unidos, para conocer la visión española de esos
actos pueden remitirse a la miniserie llamada, precisamente, Niños Robados) como motor de arranque Philomena es, desde luego, una película
de denuncia, pero Frears no se contenta con plasmar unos hechos sino que
construye a dos personajes entrañables de sentimientos antagónicos cuya
relación es la verdadera base de la película, con dos puntos de vista
peculiares respecto no ya a la actuación de la iglesia en estos casos sino a la
propia Fe cristiana, con capacidad para la comprensión y el perdón por parte de
Philomena, la dolida madre, y un gran cinismo cargado de escepticismo por parte
del periodista Sixsmith.
Con
una hermosa composición musical de Alexandre Desplat (cuarta y última
nominación de Philomena), el gran
secreto del film es la capacidad de su director de plasmar una historia
dramática con unos diálogos tan brillantes y unos momentos cómicos
perfectamente calculados que permiten aliviar la seriedad de la historia sin
perderle por ello el respeto consiguiendo momentos incluso de intriga, cuando
lo fácil sería caer en el melodrama lacrimógeno más propio de la pequeña
pantalla.
Fears
probablemente no es un director especialmente virtuoso (lo cual no significa
que la película no posea una acertada ambientación sacando el máximo partido
tanto a los paisajes rústicos como a los eternos símbolos arquitectónicos
estadounidenses), pero el hecho de que el propio realizador sea plenamente
consciente de ello le permite centrar sus fuerzas en la dirección de actores y
en el ritmo narrativo, que nunca decae haciendo corta su hora y media de
duración.
Intensa,
emocionante, reflexiva e inteligente, el estreno de Philadelphia cierra el visionado de las películas candidatas al
Oscar (a la espera de Dallas Buyers Club,
que gracias a los distribuidores deberemos esperar a verla –al menos de manera
legal- hasta un par de semanas después de la ceremonia, con su protagonista –Matthew
McConaughey- casi con toda seguridad ya premiado), una película que gustará a todo
tipo de espectador, sin necesidad de estar especialmente preparado para ella
como podría ser el caso de Nebraska o
incluso Her, y en la que la Dench
está, sencillamente, insuperable.
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