Aunque
prácticamente desconocidos en España, Mr. Peabody y Sherman son unos personajes
de gran éxito en los Estados Unidos que con el paso al mundo del cine pretenden
conquistar las taquillas mundiales. Y argumentos no le faltan.
Mr.
Peabody es un perro muy especial. Extremadamente inteligente la carencia de un
lugar al que llamar hogar y unas personas a las que llamar familia ha dedicado
toda su infancia a cultivar su cuerpo y su mente. Así, ya adulto, no solo es un
perro capaz de hablar, sino que es ganador del premio nobel, brillante
científico, gran deportista y experto en
todas las artes posibles, incluyendo baile, cocina, etc. Es decir, que no
estamos ante un nerd inadaptado socialmente como podría ser el caso de un
Sheldon Cooper del mundo perruno. Pero todavía le falta conseguir algo: una
familia, y cuando se encuentra con un bebé humano abandonado en un callejón una
idea salta a su mente: si un niño puede adoptar un perro, ¿por qué un perro no
va a poder adoptar a un niño?
Dicho
y hecho. Sherman se convertirá en el hijo de Mr. Peabody y este tratará de
darle La infancia que él no pudo tener, llena de cariño, comprensión y
sabiduría, cultivándolo desde bien joven, llevándolo a otras épocas gracias a
su último invento, el Vueltatrás.
Pero para lo que no estaba preparado el pobre Peabody es para el primer día de
colegio de su retoño, su facilidad para ser influenciado para entrar en el
mundo de las travesuras y para su primer amor.
Con
un arranque algo lento, el ritmo se acelera con la participación de la niña
Penny y su incursión en momentos históricos del pasado. La principal virtud del
film es saber tratar a los niños con inteligencia, sin subestimarlos,
ofreciendo un producto agradable, divertido y muy alocado sin renunciar al
entretenimiento puro y duro que puede agradar también a los sufridos padres.
No
es una apuesta adulta como pudiera ser el primer Shrek o muchas de las apuestas de Pixar, pero sí encontramos
diversos momentos dedicados a los mayores, como la parodia del stop-motion al
estilo 300 de la batalla de Troya, la
aparición de Bill Clinton o las burlas hacia la Revolución Francesa.
No
voy a volverme loco ni definiré este film como una obra maestra, pero hay que
reconocer el mérito de un film que hará las delicias de los pequeños y robará
más de una carcajada a los mayores.
Y,
de paso, aprender un poquito de historia. No se puede pedir más.
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