lunes, 10 de marzo de 2014

¿QUÉ HACEMOS CON MAISIE? * (8d10)

Pequeña joya a reivindicar que debería ser de visionado obligado a todas aquellas parejas que están a punto de tramitar una separación o, incluso ¡qué caray! a todas aquellas que están a punto de iniciarla, para que empiecen a pensar en las consecuencias de sus actos.
Susanna es una madura cantante de rock que no quiere renunciar a su vida artística. Beale es un hombre de negocios constantemente de viaje. No deberían tener nada en común, así que su relación está condenada al fracaso. Lo malo es que sí tienen una cosa en común: Maisie, una niña que será triste testigo de las cada vez más desagradables peleas entre sus padres y se convertirá en objeto de disputa cuando al fin llegue la inevitable separación. Pero ello no le dará tranquilidad ni estabilidad, ni mucho menos. Las disputas continúan en los tribunales por conseguir la custodia y, de paso, machacar al contrario. Sin embargo, en ningún momento se plantean ninguno de los dos egoístas padres qué es lo que la pequeña Maisie desea.
Dura y desgarradora por momentos (debido más a lo desgraciadamente cotidiana que es esa situación que a la propia dureza de sus escenas) aunque hábilmente aderezada con toques de humor y ternura que permiten visualizarla con una sonrisa en la cara y una imperiosa necesidad de acoger a Maisie, víctima de una sociedad egoísta y unos padres más dados a destruir que apoyar.
Con unos Steve Cogan y Julianne Moore tan geniales como odiables, completan la función Joanna Vanderham y Alexander Skargârd, interpretando la primera a Margo, la guapa niñera de Maisie que terminará teniendo una relación con el padre, y el segundo a Lincoln, el nuevo novio de la madre, dos personajes en apariencia ajenos a la vida de la niña y que terminarán siendo su vía de escape.
Scott McGehee y David Siegel demuestran saber cooperar más que los protagonistas de la película y dirigen a cuatro manos una historia sencilla y agria que puede apretar el corazón a más de uno y que lanza una alarma ante una situación demasiado recurrente en nuestros días.
Quizá el único pero es que en un intento de agradar más que dañar la película deriva en una resolución final que, por más que es la que el espectador desea desde que se plantean todas las subtramas, resulta demasiado forzada e irreal.

La vida, desgraciadamente, no es tan generosa. Aunque tampoco es malo imaginar que sí lo es, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario