Disparidad
de opiniones la que genera la última película de George Clooney como director
tras la magnífica Los Idus de marzo.
Desde mis amigos del CSI (cuanto los echaba de menos) que la pusieron a caer de
un burro en su paso por Cannes hasta los que fueron agraciados por pases de
prensa hace un par de semanas y la definían como obra maestra.
Sin
tener el punto de crítica reflexiva aquella tragicomedia política que tan
brillantemente interpretaron Ryan Gosling y el tristemente desaparecido Philip
Seymour Hoffman, creo que este episodio concreto de la II Guerra Mundial es un nuevo
acierto de Clooney que logra con brillantez intercalar momentos de comedia con
el drama que supuso el azote nazi y al amparo de talentosos intérpretes que
acompañan a la estrella de la función, Matt Damon, como miembros de una
coreografía, destacando a Bill Murray, John Goodman, Jean Dujardin y Bob
Balaban, sin olvidar a la gran dama de Hollywood que no es otra que Cate
Blanchett, por supuesto.
The Monuments Men cuenta la historia real –con las inevitables
licencias, doy por supuesto- de un grupo de soldados sin formación militar que
son enviados a la Francia ocupada, primero, y a la Alemania nazi después, en
las acaballas de la guerra para intentar evitar si es posible robos de obras de
arte por parte de los ejércitos de Hitler o, al menos, tratar de recuperar lo
ya desaparecido. A simple vista puede parecer una frivolidad dedicarse a
proteger unos cuadros cuando hay tantas muertes inocentes por medio, pero como
muy bien justifica el personaje de Clooney al comienzo del film: “Pueden
exterminar a toda una generación, arrasar sus casas, y aun así el pueblo se
repondría, pero si destruyen su historia, si destruyen sus logros, eso es como
si nunca hubieran existido”.
Quizá
el problema que ha tenido esta película con la crítica ha sido la suposición por
parte de algunos espectadores de que iban a encontrarse con un drama bélico al
estilo de El tren, aquella película
de John Frankenheimer con Burt Lancaster en su reparto, o con la acidez brutal
de los Malditos Bastardos de
Tarantino, pero si sólo se hubiesen molestado en visionar el tráiler se habrían
dado cuenta de que la historia que Clooney quiere plasmar es en realidad una
comedia sobre un grupo de personajes totalmente ajenos al mundo militar tanto
por conocimientos como, en algunos de los casos, por edad que casi recuerda más
a los Space Cowboys de Eastwood.
No hay escenas bélicas ni apenas tiroteos, aunque eso no implica que no haya momentos de tensión o que la película ignore el drama de lo que sucedió en la vieja Europa por culpa de un dictador demente y sus cegados seguidores. Sencillamente, Clooney opta por centrarse en las andanzas de sus hombres, teniendo la habilidad de bastarse de pequeñas sutilezas (la mención al destino del hermano del personaje que interpreta Blanchett, la casa vacía de una familia judía, el bidón lleno de dientes de oro) sin necesitar recurrir a planos de cadáveres o a famélicos judíos encerrados en sus campos para hacer justicia a los caídos
No hay escenas bélicas ni apenas tiroteos, aunque eso no implica que no haya momentos de tensión o que la película ignore el drama de lo que sucedió en la vieja Europa por culpa de un dictador demente y sus cegados seguidores. Sencillamente, Clooney opta por centrarse en las andanzas de sus hombres, teniendo la habilidad de bastarse de pequeñas sutilezas (la mención al destino del hermano del personaje que interpreta Blanchett, la casa vacía de una familia judía, el bidón lleno de dientes de oro) sin necesitar recurrir a planos de cadáveres o a famélicos judíos encerrados en sus campos para hacer justicia a los caídos
Así,
las propias obras de arte son una metáfora de las víctimas de la guerra, y los
cuadros ardiendo bajo el fuego nazi representan todo aquello que se perdió en
esa guerra. Y aun así, consigue hacernos sonreír, disfrutar con unos personajes
simpáticos y efectivos a los que quizá la coralidad de la historia impide que
se les saque todo el jugo posible, pero que funcionan en pantalla y transmiten
su energía y positividad, que junto con la acertada composición de Alexander
Desplat dan a la cinta un aire épico y emotivo.
Dirigida
con un clasicismo que recuerda al Hollywood dorado, The Monuments Men no es, al fin, una película bélica, lo que muchos
no han sabido perdonar a Clooney. Pero olvidan que al cine se va a disfrutar de
la película que un señor (llámese George Clooney o llámese Perico de los Palotes)
ha querido realizar, y no a ver lo que el propio espectador quiere ver. Nunca llueve
a gusto de todos pero decir que The
Monuments Men es una mala película es estar cegado por las fobias que
asaltan a muchos críticos de opereta.
No
es una obra maestra, pero tampoco se lo pedía.
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