Hace
apenas unos años el director David O. Russell era persona non grata en el
mundillo de Hollywood. Acabó a puñetazos con George Clooney en el rodaje de Tres Reyes, fracasó con su película Extrañas coincidencias pese a su
interesante reparto y dejó una película inacabada por sus desvaríos con el
presupuesto, estando a punto de llevar a la quiebra a una de las productoras
que participaban en ella.
Fue
entonces cuando su actor fetiche Mark Wahlberg le convenció para hacer The Fighter, una de esas películas que
nacen ya con los Oscars como punto de mira. Finalmente Mark se quedó con un
palmo de narices, pero los otros dos protagonistas de la historia, Christian
Bale y Amy Adams si se llevaron una estatuilla a casa y Russell aprendió el
arte de hacer amigos.
Su
siguiente película, El lado bueno de las
cosas, era interesante dentro del
género de las comedias románticas, pero ninguna obra maestra, pese a lo cual
tuvo un montón de nominaciones incluida la que ganó Jennifer Lawrence y algo
parecido puede pasarle con el estreno que nos ocupa.
Está
claro que en Hollywood es fundamental caer bien. Y por algún extraño motivo las
tornas se han girado y ahora David O. Russell cae bien. La gran estafa americana es la máxima favorita para llevarse un montón
de premios este año y su reparto está presente en las cuatro categorías
interpretativas de los Oscars. ¿Es para tanto la cosa? Desde luego que no.
Partiendo
de una temática real (unos estafadores que son obligados por el FBI a colaborar
para detener políticos corruptos), podríamos encontrar similitudes en cuanto a
los personajes con las recientes El lobo
de Wall Street o Sudor y dinero;
de nuevo un puñado de personajes actuando de forma bastante absurda, unos
perdedores que en pos de la justicia no merecerían dar un palo al agua (vale,
los tipos de la peli de Scorsese están forrados, pero quitando a Belfort el
resto no deja de ser un grupito de matados a los que la suerte les lleva a
ganar una millonada). Otro referente que nos puede venir a la mente son los Ocean’s de Sodelberg, con la que
comparte la espectacularidad del casting y la base de ladrones robando a
ladrones (o timadores timando a timadores para ser más exactos), pero ni
Russell tiene el nivel narrativo como cineasta de sus colegas Bay, Scorsese o
Sodelberg ni el guion está a la altura de las circunstancias.
El
reparto es interesante, sí, y todos lo hacen muy bien, desde Bradley Cooper
tratando de desencasillarse de sus Resacones
hasta un irreconocible Christian Bale, barrigudo y medio calvo, pasando por las
divas Amy Adams y Jennifer Lawrence y un episódico Jeremy Renner (el único que
se ha quedado sin nominación), pero tampoco creo que podamos hablar de
interpretaciones antológicas que queden gravadas en nuestras retinas para el
resto de nuestras vidas.
Además,
140 minutos para contar esta historia es algo excesiva, llegando a aburrir en
muchos momentos (el mismo arranque es tedioso) y resultando más interesante las
maquinaciones y traiciones entre ellos que la trama general de la estafa (que
sí, es americana, pero no tiene nada de grande), mientras que lo mejor son los
puntos más absurdos y surrealistas como la participación de Michael Peña haciéndose
pasar por jeque árabe o el cameo de Robert De Niro interpretando, cómo no, a un
mafioso.
Al
final, da la sensación de que Russell se ha obsesionado queriendo rendir
homenaje a la década de los setenta de tal manera que parece más centrado en
los adornos que en la historia en sí, cuidando más los detalles de maquillaje y
vestuario (los verdaderos protagonistas del film son los peinados de ellos y
los escotes infinitos de la Adams) y en la estupenda banda sonora repleta de
hits de la época que en hacer creíbles algunas situaciones y diálogos.
En
resumidas cuentas, mucho ruido y pocas nueces para una película correctita pero
que no va a ser, ni de lejos, de lo más destacado del año. Yo, probablemente,
el mes que viene me haya olvidado ya de ella.
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