Nueva
adaptación al cine del célebre personaje de Tom Clancy, aunque con una
importante salvedad: se trata de un guion escrito directamente para la gran
pantalla por David Koepp y Adam Cozad, sin partir de ninguna novela concreta.
Así, no hay que encuadrar esta película dentro de una hipotética saga de Jack
Ryan, como pueda suceder con James Bond o Ethan Hunt, y la prueba más clara es
que la película arranca con un Ryan universitario contemplando con estupor los
atentados del 11 de septiembre, lo cual impide cualquier alineación cronológica
con las otras versiones del personajes (todas ellas, esa vez sí, basadas
directamente en novelas de Clancy), las interpretadas por Alec Baldwin en La caza del Octubre Rojo (John
McTiernan, 1990), Harrinson Ford (Juego
de Patriotas, 1992, y Peligro Inminente, 1994, ambas de
Phillip Noyce) y Ben Affleck (primer intento de renovar la supuesta saga con Pánico Nuclear, de Phil Alden Robinson,
en 2002).
En
esta ocasión es Chris Pine (quien ya consiguiera hacer olvidar a William
Shatner reinventando al Kirk de Star Trek)
quien pone rostro y carisma al popular analista de la CIA que empleando más el
ingenio y la lógica que la fuerza y las armas (eso tampoco significa que la
película carezca de escenas trepidantes y de gran acción), diferenciándolo de
otros agentes secretos más al uso. Aun así, los guionistas no evitan hacer un
guiño a los seguidores más exigentes del personaje respetando elementos
icónicos como su relación con Cathy (descubrimos ahora como se conocieron y sus
primeros años de convivencia antes de decidirse a pasar por el altar),
interpretada en esta ocasión por Keira Knightley , así como las razones que lo
llevaron a convertirse en analista (agradézcanselo a su mentor Thomas Harper,
un Kevin Costner recuperado para el cine después de que su Jonathan Kent fuese
de lo mejorcito de El hombre de acero,
muerte estúpida aparte) y por qué un simple burócrata está tan preparado para
la acción (el Ryan original fue veterano de la II Guerra Mundial, este estuvo
en Afganistan, ¿ve lo que les decía de la cronología?).
Una
característica de la obra de Clancy es ser muy respetuosa con el tiempo que le
ha tocado vivir, y las películas no son una excepción. Si las intrigas de la
Guerra Fría o el temor al terrorismo fueron temas importantes en los títulos
anteriores, es este caso la amenaza que puede acabar con el estilo de vida
americano se puede traducir en una demoledora crisis económica (no podía ser de
otra manera).
El
tercer eslabón de la cadena que garantiza el éxito de este film (tras los
nombres de Pine y Clancy) es el de Kenneth Branagh, otrora brillante director
reconvertido ahora en artesano eficaz que lejos de sus análisis de personajes
reflexivos como corresponde a un fiel shakesperiano (aunque algo se mantuvo en
su anterior película, Thor, al menos
en la parte centrada en Asgard) se centra más en desarrollar correctamente una
historia que en manos de un director menos diestro podría resultar confusa,
demostrando que aun estando lejos de la maestría de sus mejores obras (como
añoro al autor de Los amigos de Peter,
Mucho ruido y pocas nueces y –sí, voy
a atreverme a definirla como obra maestra- Frankenstein
de Mary Shelley) sigue filmando extraordinariamente bien, midiendo bien el
ritmo, dando el tiempo correcto a los diálogos (y es de agradecer encontrar
buenos diálogos en un film de acción) y teniendo tiempo incluso para regalarnos
la pasividad inquietante de su rostro en la confección del villano de la historia.
Pese
a estar estrenada en este mes tan repleto de festivales y premios, Jack Ryan: Operación Sombra no es, ni
pretende serlo, una película de Oscars, sino un simple entretenimiento,
elegantemente filmado, con aroma clásico y buenas interpretaciones que no
aburre en ningún momento aunque tampoco se atreve a arriesgar en su apuesta,
por lo que pocas sorpresas se pueden hallar en ella.
Intriga,
persecuciones, americanos heroicos y rusos malos. Y la sonrisa de chico
travieso de Chris Pine. No pidan más y no serán decepcionados.
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