Sólo para dos nace con la intención de ser una comedia romántica
con la sana intención, sin embargo, de reírse del amor, entiéndase en el
sentido más plástico del mismo, el más empalagoso, con referencias al amor de
culebrones, a la música de Camilo Sexto y, sobre todo, a la artificiosidad de
los resorts caribeños destino clásico para recién casados que en esta ocasión,
para rizar más el rizo, se trata de un hotel exclusivo para parejas.
Sin
embargo, aquí termina todo. Tras unos años con buenas películas españolas, cada
vez más afianzada en el género del terror pero con comedias muy destacables y
con pequeñas joyas esporádicas como Grupo
7, Vivir es fácil con los ojos
cerrados, Celda 211, etc. está
película dirigida (es un decir) por Roberto Santiago es un claro paso atrás en
romper las barreras y los tópicos que nos incitan a clasificar el cine patrio
como “más de lo mismo”.
Y
es que Sólo para dos no solo plasma
un estilo pesadamente televisivo sino que pretende conseguir el humor mediante
clichés casposos mil veces vistos y totalmente faltos de originalidad.
Con
un reparto hispanoargentino encabezado por un Santi Millán que lleva años
repitiendo el mismo papel de siempre, la cinta pretende emular con gracia la
eterna guerra de sexos mediante una historia de enredos, parejas que se rompen
y se entrecruzan y cuernos donde el único mensaje que se puede sacar es el de
que los hombres son todos unos cabrones que piensan con lo de abajo (ustedes ya
me entienden) y las mujeres unas histéricas que no tienen ni idea de lo que
quieren.
Simplemente
simpática por momentos, la trapa avanza demasiado a trompicones, como si
durante demasiado tiempo del metraje los guionistas no supiesen en qué
dirección moverse, contando con el único reclamo de los paisajes caribeños que
(y espero no ofender a nadie) dejan bastante que deseas, pues el caribe
venezolano (la acción transcurre en isla margarita) no tiene punto de
comparación con las playas de las Antillas Mayores. O quizá sea todo culpa de
Roberto Santiago, que pese a conseguir un par de planos acertados (qué menos le
vamos a pedir) no logra plasmar la belleza de la isla, de las playas de arena
fina o de los paisajes forestales, hasta el punto de que uno debe quedarse
hasta los títulos de crédito para comprobar que efectivamente han rodado en
Venezuela en lugar de limitarse a construir cuatro decorados con palmeras de
importación. Puede que lo único que Santiago pretenda destacar sean las curvas
de María Nela Sinisterra. Él sabrá.
He
obviado conscientemente el argumento, pues dentro de lo manido y chusco que es,
les permitiré que al menos se sorprendan si pueden con los pocos giros de guion
que contiene esta historia sobre un matrimonio en crisis que regenta un cutre
hotel a pie de playa.
Alguna
sonrisa provoca, pero no las suficientes… Así que aquellos que odiaron Tres bodas de más mejor que huyan sin pensárselo
dos veces de este Sólo para dos.
Advertidos
quedan…
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