He
tardado lo mío en escribir la reseña de Campeonesy, aún con tanto tiempo para meditarla, sigo teniendo mis dudas acerca de su
calidad. Y no porque no sepa valorar el trabajo de Javier Fesser y los suyos,
sino porque se me hace muy difícil separar la parte artística de la
sentimental.
Ciertamente,
esta es una de esas películas que entran por el corazón más que por los ojos.
La historia de unos discapacitados intelectuales que dan una lección de vida a
un tipo malhumorado y egoísta y le enseñan lo que es importante de verdad, por
encima de prejuicios e ideales preconcebidos. Noble idea que, sin embargo, está
exageradamente trillada. Y más con el punto de partida de esta. Un tipo
despreciable que se piensa por encima de los demás se ve obligado por un juez
(jueza en este caso) a entrenar a un equipo de baloncesto como servicio social
para evitar una pena mayor. Así a lo tonto se me ocurren al menos una decena de
películas con esa misma base, por lo que la gracia del invento recae solamente
en la peculiaridad de dicho equipo.
Algunas
veces las buenas intenciones no bastan para elevar un producto, y me viene a la
mente, por ejemplo, aquella peliculita tan mediocre como maravillosa que se
llamaba Lo que de verdad importa. Sus
valores fílmicos eran discretos, pero ¿cómo criticar un film cuya recaudación
iba destinada a la fundación Aladina para ayudar a las víctimas del cáncer
infantil?
Campeones está muy por encima de Lo que de verdad importa, eso es cierto, y consigue el difícil mérito
de mantenerse en equilibrio sobre el filo de el humor y la parodia. No hay duda
de que Fesser (que ya demostró con su espantosa adaptación en live action de Mortadelo y Filemón lo
que le gusta abusar de la caricatura) pretende que nos riamos con los
protagonistas, pero en más de una ocasión se tienta al espectador a que realmente
lo que haga sea reírse de los protagonistas. Sutil pero importante diferencia.
Si
tomamos la película como una simple comedia, debo reconocerle sus méritos. Los
chicos protagonistas están tremendos, y demuestran realmente que las
limitaciones que sufren sus mentes no deberían suponerle limitaciones en el
mundo real, logrando unos trabajos insuperables que ya quisieran lograr muchos
actores a los que el personaje interpretado por Javier Gutiérrez llamaría “normales”.
Y él, como no puede ser de otra manera, está también magnífico.
Quien
no me parece demasiado inspirado (o quizá ni se ha esforzado por serlo) es el
propio Fesser y su colaborador David Marqués en el guion. Parecen tan centrados
en todo lo que rodea al equipo de chavales que aspiran a ganar una competición
deportiva que prescinden del más mínimo sentido de la verosimilitud para todo
lo demás. Y sí, los chavales son la caña y te emocionas con ellos, pero ni su
historia me resulta creíble (al fin y al cabo, no reflejan un grupo “real” de
una asociación; no en vano han sido seleccionados entre un extensísimo casting)
ni me creí en ningún omento el cambio que hace el personaje de Gutiérrez. Tal y
como tampoco me creí para nada todo lo que rodea a su situación de pareja.
Así
que estamos ante una película muy divertida, conmovedora en algún momento
(aunque tampoco emociona como para hacer llorar a nadie, pese a que lo
pretenda), y que lanza un potente mensaje por la integración social, pero que a
efectos prácticos no pasa de cuento de hadas sensiblero y algo bufón.
Pero
sí, el buen rollo hay que premiarlo. Y no seré yo quien lance la primera
piedra.
Valoración:
Seis sobre diez.
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