Cuando comienza Juego de ladrones, aparecen
unos rótulos con unas escalofriantes cifras sobre la cantidad de atracos
bancarios que se producen en Los Angeles, que se puede resumir en un atraco
cada cuarenta y ocho minutos. Con tal premisa, era de suponer que Christian
Gudegast, guionista de títulos como Diablo u Objetivo: Londres,
que debuta como director con este film, buscara una película de atracos con un
tono realista e incluso ahondando en el drama.
Ciertamente, Juego de ladrones rehúye de la
espectacularidad estilística de películas como Ocean’s Eleven, para
centrarse en una verdadera guerra entre las fuerzas del orden y las bandas de
atracadores, mostrando que la línea moral que separa a ambos es muy fina y
fácil de cruzar. No obstante, todas sus buenas intenciones se diluyen tras esta
idea inicial, terminando por componer una película llena de tópicos que henos
visto ya mil veces y que sólo se sostiene por sus escenas de acción y el
carisma de un actor como Gerard Butler, que más que interpretar se limita a
hacer una vez más de sí mismo, traumas de padre fracasado incluidos.
El argumento de Juego de ladrones se inicia
con un salvaje tiroteo que bien podría salir de un western clásico, tan intenso
como excesivamente desproporcionado. Toda una presentación de intenciones que
deriva, después de dos horas y veinte minutos a todas luces innecesarias, en
otro tiroteo final tan igualmente desproporcionado como absurdo. Este es el
problema de la película (que pese a su interminable metraje hay que reconocer
que no llega a aburrir en ningún momento), una falta de lógica tan exasperante
que hay momentos en los que amenaza con caer directamente en el ridículo. Y
esto, tratándose de un producto que pretende tomarse a sí mismo totalmente en
serio, es un problema muy grave.
La propia duración de la película es una buena
prueba de lo complicado que resulta para Gudegast hacerse con el control del
ritmo, ya que por un lado la historia no da para tanto, mientras que por otro
parece que le falte tiempo para desarrollar subtramas (la historia familiar del
protagonista deja de tener importancia de repente) o incluso explicar bien lo
que está sucediendo en pantalla (quizá es que me perdí algo, pero no me enteré
mucho de lo que sucede en el momento del atraco decisivo que propicia el
supuestamente inesperado desenlace).
Por ello, la película, capaz de lo mejor y lo peor,
se mantiene en todo momento rozando el aprobado justo, nota que quizá alguien
menos defensor del trabajo del guionista como yo podría llegar a aceptar. Sin
embargo, hay demasiadas cosas que no me convencen en su trama y que, más que
sacarme de la película, me llegaron incluso a molestar, algo parecido a lo que
sentí con otra película igualmente absurda como Noche de venganza. Y eso
no es algo que un tiroteo de media hora pueda llegar a compensar. Para colmo de
males (aunque esto no es algo de lo que la propia película tenga la culpa), el
título en español incluye el añadido: El atraco perfecto, que o bien
debe tratarse como un spolier de lo que va a suceder o bien es una broma de mal
gusto del traductor, ya que el plan que orquesta el malo de turno, interpretado
por un efectivo Pablo Schreiber, es de todo menos perfecto.
Lo siento, sé que en algún lugar debe haber gustado
mucho pues ya se está trabajando en la secuela, pero yo me niego a comprarla.
Que se le va a hacer...
No hay comentarios:
Publicar un comentario