sábado, 28 de abril de 2018

VENGADORES: INFINITY WAR

Una vez más (y no será la primera ni la última) nos encontramos ante una película difícil de reseñar. Siendo, como es, la película más esperada del año (de la década, para algunos), a partir de este fin de semana van a haber cientos de críticas y opiniones por la red, y seguro que de nuevo hay sentimientos contrastados y enfrentamientos diversos.
Y es que para empezar a valorar Vengadores: Infinity War lo primero que habría que hacer es definir su condición de película.
Porque, ¿es, realmente, Vengadores: Infinity War una película? Si la tratamos como tal hay que decir que resulta sumamente entretenida, muy emocionante y con suficientes toques de humor para contrastar con el tono de desesperación general que rezuma la trama. Sin embargo, podría parecer que todo ello es insuficiente. El valor humano, el trasfondo social o la profundidad de personajes que incluso a una película de superhéroes se le debería exigir es apenas apuntado en pequeños detalles, en esbozos que la propia imaginación del espectador debe terminar de rellenar para poder lograr una empatía total con los protagonistas. Así que podría llegar a entender a todo aquel espectador ocasional que se acerque a este film y lo defina como una disparatada sucesión de peleas sin sentido, un espectáculo pirotécnico a merced de un villano de opereta con un montón de héroes que no importan demasiado porque no hay tiempo ni espacio para explicar sus dilemas ni sentimientos.
Sin embargo, esto no es una película. Ni mucho menos. Eso es, en realidad, el clímax final de una. Ni siquiera eso. La primera parte del clímax final de una. Así, no es posible comprender ni disfrutar de Avengers: Infinity War sin conocer de antemano las dieciocho películas anteriores (no todas son imprescindibles, pero toda ayuda es poca para conocer mejor a los personajes y lo que les mueve). De hecho, son las películas de los hermano Russo, directores de esta Infinity War, las que más profundidad y carga social tienen, con unas tramas de trasfondo más político que superheróico (Capitán América: El Soldado de Invierno y Capitán América: Civil War). Sin embargo, han decidido enfrentarse a esta nueva pieza del puzle que compone el MCU dando por sentado que estamos ante un capítulo más, con todas las piezas ya conocidas puestas sobre el tablero (es curioso, de hecho, que el propio espectador conozca más a los personajes de lo que se conocen ellos mismos) y centrarse tan solo en el gran cataclismo que se venía anunciando desde hace años, en concreto desde Los Vengadores de Joss Whedon, con ese Thanos como la gran amenaza para la humanidad.
Es por ello que puede que la película no alcance el festival que para el fandom supuso esa primera reunión del supergrupo, donde Whedon supo crear unas interacciones perfectas y compuso la película de superhéroes definitiva. Pero para evitar comparaciones, los Russo juegan casi a lo contrario y rematando lo que comenzaron en Civil War presentan a los personajes iniciando caminos diferentes, con lo que tocará esperar para ver la definitiva dinámica de equipo que todos deseamos (algo habrá que guardar para la ya rodada conclusión, todavía sin título oficial). Recordando una popular saga de los cómics, esto casi podría haberse llamado Vengadores Desunidos. Un gran acierto, dicho sea de paso, porque esa división de los protagonistas en los pequeños grupos que ya nos venían anunciando los trailers permite repartir mejor los tiempos y no saturar con batallas interminables y confusas.
Aceptando, pues, que no hablamos de una película, sino de una serie cinematográfica que pisa el acelerador al acercarse a su final de temporada, Vengadores: Infinity War es una delicia en todos los sentidos. Quizá el mayor mérito de todos es como los Russo han logrado conjugar personajes derivados de películas tan diferentes y hacer que todo funcione con naturalidad. Es cierto que muchas veces se ha acusado a las películas del MCU de estar demasiado influenciadas por el “método Marvel”, pero personalmente nunca he aceptado que se traten de meras fotocopias, teniendo cada una de ellas su propia personalidad. Sin embargo, cuando uno ve Infinity War y aparecen por primera vez los Guardianes de la Galaxia casi podría creerse que está James Gunn tras las cámaras, mientras que es inevitable pensar en Jon Favreau al ver las escenas individuales de Iron Man o reconocer a Watts en los momentos de lucimiento de Spider-man (quizá quien se encuentra más como pez fuera del agua en toda la película).
La gran incógnita estaba en saber si Thanos iba a ser por fin ese gran villano que Marvel necesitaba, el gran talón de Aquiles de la saga (solo Loki había convencido completamente hasta la fecha, aunque Hela y Killmonger, de Thor Ragnarok y Black Panther respectivamente, apuntaban maneras). Y lo cierto es que sí, es ese villano de gran injuria, con un enorme poderío físico, capaz de poner en jaque a todos los héroes del Universo. Sus motivaciones bien pueden resultar simplistas, incluso se podría decir que son las mismas que han tenido miles de villanos de cine a lo largo de la historia (me viene a la mente Kingsman, pero hay muchos más ejemplos en la saga Bond, en Inferno...), magnicidas en potencia que justifican sus actos por el bien de la humanidad. Quizá aquí la diferencia es que en algún momento vemos sus resultados, lo que a sus propios ojos lo convierten más en un salvador que en un destructor, aparte de ese deseo de aleatoriedad que le otorga un cierto sentido de justicia.
Este es el único apunte social en una película que no va a dar que hablar por su debate anti Trump, por su defensa de las minorías o por su aportación al feminismo. Aquí todo es acción y drama, drama y acción, y aunque hayan unos cuantos chistes, en ningún momento logran (ni lo pretenden) empañar la gran sensación de peligro que representa este Thanos, tan peligroso por sus ideas como por su fuerza bruta.
Así, Vengadores: Infinity War no es otra cosa que lo que prometía. La mayor reunión de héroes hasta la fecha (aunque me anticipo a decir que se va a quedar corta con respecto a la por ahora conocida como Vengadores 4), con mucha acción espectacular, mucha épica y, definitivamente, muchas muertes, como venían avisando los propios directores. Sin entrar en spoilers, ya aviso que los Russo no engañan a nadie, y que algunas de las muertes que se ven en pantalla serán solventadas en la siguiente entrega. Pero mucho me temo que no todas. Infinity War es una película definitiva y una gran oda a esos diez años de MCU, pero también una película con sabor a despedida y cuyo final produce un cierto bajonazo anímico, que solo se arregla, parcialmente, gracias a la inevitable escena postcréditos, que va a hacer que ese años de espera que tenemos por delante para ver la resolución (endulzado por en medio con Ant-man y la Avispa y Capitana Marvel) se nos vaya a hacer muy largo.
Con unos actores entregados a la causa, entre los que sobresale un Josh Brolin que consigue hacerse notar pese a las capas de CGI que componen su rostro de Thanos, verdadero centro espiritual del film, y unos Russo portentosos a la hora de manejar la cámara y medir los tiempos, logrando una película sombría y trágica donde no desentonan las pinceladas de humor, Infinity War es, definitivamente, la película definitiva del género y un film que marcará un antes y un después en la industria del cine. Y es que se nota que, por más que esto sea un negocio y lo que prime sea ganar dinero, los Russo han conseguido hacer una película desde el corazón. Y eso siempre termina transmitiéndose a través de la pantalla.
No es que todo sea perfecto, y puestos a ser quisquilloso uno podría llegar a encontrar algún pequeño defecto en la película, como algunos desajustes con respecto a los dos films inmediatamente anteriores de la compañía (imagino que los Russo trabajaron esta Infinity War sobre los guiones de estas, no viéndolas terminadas hasta que ya era tarde para ciertos cambios) o la escasa presencia (o directamente ausencia) de algún personaje, pero es es precio a pagar por una experiencia fílmica única, a la que las dos horas y media de metraje se hace incluso insuficiente y que supone un hito en la historia del cine.
En resumen, un gran espectáculo palomitero que no decepcionará a nadie. A nadie que sepa a lo que se está enfrentando, dese luego. Yo, por mi parte, estoy deseando hacerle un segundo visionario. Y es que es tanto lo que ocurre en tan poco tiempo que apenas se puede llegar a asimilar a la primera.

Valoración: Nueve sobre diez.

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