viernes, 29 de noviembre de 2019

PUÑALES POR LA ESPALDA

Para muchos Rian Johnson es el nuevo niño mimado de Hollywood. Adorado por la crítica desde sus inicios con Brick y Los hermanos Bloom, de las que no hablaré pues confieso no haberlas visto, logró su primer gran éxito comercial con Looper, una película que estaba bastante bien pero que también, reconozcámoslo, ha sido muy sobrevalorada. Porque vale, la trama de los viajes en el tiempo estaba muy bien, pero cuando se lía con los niños mutantes, la cosa pierde todo el sentido.
El caso es que su cima cinematográfica le llegó con la admirada a la par que denostada última película (hasta la fecha) de la saga Star Wars. Yo personalmente sigo sosteniendo que Los últimos Jedi está entre las peores películas de la saga y que echó por tierra todas las semillas plantadas por Abrams en El despertar de la fuerza, aunque debo reconocerle sus méritos visuales.
En estas estamos cuando, a la espera de ver si es realidad o no la supuesta trilogía que, por el motivo que sea, le han regalado los de Lucasfilm (aunque lejos de la familia Skywalker quizá sí pueda dar el do de pecho), llega su más reciente película, Puñales por la espalda, de la que también es guionista en solitario.
Lo más llamativo del cartel (totalmente intencionado) es su reparto estelar, plagado de grandes figuras que componen una especie de quien es quien hollywoodiense intergeneracional, alternando clásicos como Christopher Plummer o Jamie Lee Curtis, actorcillos míticos como Don Johnson, creadores de blockbusters como Daniel Craig o Chris Evans o jóvenes emergentes como Jaeden Martell o Katherine Langford, aunque quien termina por sobresalir por encima de todos ellos es Ana de Armas, que tras aparecer en Blade Runner 2049 y ser la chica Bond de Sin tiempo para morir puede convertirse, fácilmente, en la nueva chica de moda.
Puñales por la espalda no inventa nada nuevo, es lo que se llama un murder mistery en toda regla, y aunque está ambientada en la era de los smartphones y de Netflix, rezuma ese aire clásico que evoca constantemente las historias de Agatha Christie o Arthur Conan Doyle a los que, por cierto, homenajea abiertamente.
La historia clásica: una reunión familiar, un asesinato y un detective que sospecha de todos. El punto original cabe encontrarlo en el hecho de saber en un momento muy prematuro quién es el culpable, lo cual, en lugar de ser una lacra como sucedía en El silencio de la ciudad blanca, se convierte en una oportunidad para enredar más la trama y provocar nuevos giros y piruetas argumentales. No obstante, si algún pero le podemos poner a la historia, es que el espectador mínimamente avispado puede adelantarse a la resolución del misterio.
Con un ritmo endiablado en el que casi se celebran más los toques cómicos que los de intriga, Johnson aprovecha para, con un tono algo negro, burlarse de la sociedad americana de la era Trump, retratando sin demasiada piedad al votante medio y caricaturizándolo. En ese sentido, y a tenor el espléndido reparto, uno casi lamenta que la película no dure un par de horas más para que todos los personajes puedan tener más tiempo de lucimiento.
En definitiva, que esta vez sí parece que el señor Johnson haya dado en la tecla, combinando el humor y el drama con más sabiduría que en su participación galáctica y componiendo un film que posiblemente haga las delicias de todo tipo de público, resultando mordaz sin ser ofensivo y retorcido sin dejar de ser para todos los públicos.
Un estupendo entretenimiento, con semillas muy bien plantadas a lo largo de toda la historia (seguramente un segundo visionado la beneficiaría mucho), y consiguiendo, pese a los giros, no perder nunca la coherencia.

Valoración: Siete sobre diez.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

DIECISIETE

Aunque se pueden encontrar muchos éxitos en la carrera de Daniel Sánchez Arévalo desde la destacable Azuloscurocasinegro, como Primos o Gordos, su gran éxito de taquilla fue La gran familia española, desde la que no había vuelto a dirigir un largometraje en solitario, Por eso, resulta cuanto menos curioso que su regreso haya sido a través de Netflix, esa plataforma que (dicen) va a acabar con el cine pero que sabe apostar por los realizadores y darle la libertad que necesitan.
Diecisiete, la película en cuestión, es una road movie que describe el viaje de dos hermanos, uno huido del reformatorio y el otro en plena crisis sentimental (y existencial) que recorren varios parajes rurales de Asturias en busca de un perro, el único ser con quien el problemático hermano pequeño ha parecido sentir empatía.
Un viaje en autocaravana que, en realidad, se transforma en un viaje interior, ya que lo importante de la historia no radica en encontrar o no al animal sino en que los dos hermanos se encuentren a sí mismos. Con ecos de una buena relación en el pasado truncada, ya saben, por las cosas de la edad (no es que ninguno de los dos lo pusiera demasiado fácil), la película navega entre la comedia y el drama, abusando en ocasiones de una plácida comodidad en sus formas (esa música que subraya en todo momento los sentimientos que debe sentir el espectador) y haciendo que en ocasiones actúen de manera demasiado conveniente para las necesidades del guion.
Es, sin embargo, un buen ejercicio intimista, una reflexión sobre los sentimientos y el amor fraternal, agravado por el aislamiento autoinfligido de Héctor, un hico con un trastorno emocional que nunca se llega a aclarar (ni es tampoco necesario), por lo que tiene la historia toques de Rain Man, aunque es innegable también la influencia de títulos más amables como Pequeña miss Sunshine.
Es una película, en fin, tierna y emotiva, un buen producto, pero algo descafeinado teniendo en cuenta quien la firma. Dramedia familiar que se ve con agrado, pero a la que se le podría exigir mucho más.


Valoración: Seis sobre diez.

LE MANS '66

Por motivos que aquí no vienen al caso, parece que, en cuestiones de motor, los estadounidenses siempre han sido más aficionados de las pruebas al límite y los desafíos extremos que suponen competiciones como las 24 horas de Le Mans que de las multimillonarias carreras de Formula 1. Esas pruebas eran menos profesionales y mucho más peligrosas (que le pregunten a Steve McQueen o a Paul Newman) y eso las hacía de mayor interés para el pueblo llano, ya que aun teniendo poderosas escuderías detrás, un simple mecánico de taller podría ser piloto.
En los albores de 1966 Ferrari era la líder indiscutible del sector y en la Ford, marca americana por excelencia, que habían sido los primeros en fabricar coches en serie pero nunca se habían preocupado de participar en eventos deportivos, se les ocurrió desafiar al gigante italiano, contratando para ello al único yanqui que había ganado Le Mans hasta la fecha, retirado de los circuitos por problemas de corazón, como jefe de equipo.
Así comenzaba el duelo entre Ford y Ferrari que tendría su punto çalgido en la carrera de Le Mans de 1966 y cuya historia (más o menos real) refleja la película.
Le Mans ’66 cuenta con James Mangold como director, un tipo bastante competente pero que había perdido mucho crédito con Lobezno: inmortal, pero lo había logrado recuperar con Logan. Con Matt Dammon como el jefe de equipo Carroll Shelby y Christian Bale como el piloto Ken Miles dando lo mejor de si mismos, Mangold ha reconstruido una historia épica y de superación con un estilo narrativo que recuerda al Hollywood clásico, cuando se hacían películas deportivas con cierta continuidad antes de que los blockbusters semanales lo coparan todo.
Aunque parece que no hay que tomarse la historia con una verosimilitud milimétrica (al fin y al cabo, esto es cine, recuerden si no a Bohemian Rhapsody), parece que la traslación fílmica es bastante precisa, reflejando la pugna entre las dos compañías sin importarles a quien se llevaran por delante. Puede que en ese sentido Mangold peque un poco de demonizar a Henry Ford II y Enzo Ferrari, a los que casi convierte en villanos de opereta, pero lo hace para servirse de ellos al querer contar una pugna empresarial donde todo vale por la victoria y lo único que lo puede justificar todo es el dinero.
En esas se encuentran los protagonistas, dos rivales y amigos hermanados por su amor hacia los coches y, pese a sus diferencias, obligados a entenderse. Así, esta es, después de todo, una película sobre una amistad, sobre el sentido del honor y el orgullo y sobre el reconocimiento de un héroe más allá de sus ideas o su conducta.
En el aspecto técnico, Mangold está también impecable, siendo tan preciso en los momentos más familiares como en las espectaculares carreras automovilísticas, y aunque puede que no llegue la película al nivel de Rush, es un buen complemento para los amantes del mundo del otor. O incluso para los que, como yo, no lo sean.
En resumidas cuentas, interesante película deportiva de fondo reflexivo sobre la amistad y la ambición, con grandes interpretaciones y un ritmo que permite que las dos horas y media de metraje pasen como un suspiro.


Valoración: Siete sobre diez.

ADIÓS

Aunque no quedé muy satisfecho con la película Tokarev, el debut de Pedro Cabezas en Hollywood de la mano de Nicolas Cage, debo reconocer que con su salto televisivo, encargándose de episodios de títulos tan notables como Penny DreadfulThe StrainFear The Walking Dead o American Gods, le ha portado suficiente experiencia como para, en su regreso a España (nueve años después de su exitosa Carne de neón), componer una de las mejores películas españolas del año, en un 2019 en el que nuestro cine ha estado especialmente sobresaliente.
Para los que siguen teniendo problemas con el cine patrio, insistiendo en que es siempre igual, le propongo el ejercicio de comparar el último estreno recibido, Si yo fuera rico, película prefabricada y en busca de un público acomodado, con esta maravilla que es Adiós. Sí, ya se que son géneros y estilos diferentes, pero no soy yo quien se empeña en meter todo el cine español en el mismo saco, ¿no?
Con un enorme Mario Casas a la cabeza (¿dónde están ahora los que lo criticaban tanto?), la película es un cruel relato de venganza tras la muerte, en un accidente de tráfico, de la niña pequeña del matrimonio formado por el personaje de Casas y el de la también excelente Natalia de Molina. En otras manos (y en otra filmografía), esta podría ser la clásica película de venganzas fraternales que bien podría haber protagonizado Liam Neeson, Mel Gibson o ingluso el propio Nicolas Cage, pero no, esto va de otra cosa, esto va de la España del sur, de la España real, de luchas territoriales entre clanes y familias. Y, sobre todo, va de realidad, de mucha realidad.
Con un tono sucio y hasta desagradable, la película busca más compartir el sufrimiento de los protagonistas que el placer propio de la venganza, poniéndose así en las antípodas de, por ejemplo, El justiciero de Eli Roth. En lugar de eso, Cabezas (que firma el guion junto a Carmen Jimenez y José Rodríguez) apuesta por un tono más intimista donde podemos sentir la pérdida de la niña como nuestra, y haciéndonos entender que, por difícil que parezca, la vida sigue tras la tragedia y que la obsesión ciega por esa venganza, por el todos contra todos, solo puede traer consecuencias aún peores.
Paco Cabezas brilla pues, en el aspecto más personal de la historia, pero esto no significa que se dejen de lado las escenas de acción, espectaculares y brillantemente dirigidas. El asalto al barrio de las 3000 viviendas, la pelea entre la policía a la que da vida Ruth Díaz o la secuencia final son meros ejemplos de que la cinta puede ser trágica y dolorosa a la par que emocionante y adrenalínica.
La España cañí es el escenario ideal para una historia sórdida, de bajos fondos, donde Casas ha tenido que reinventarse (asombroso lo que hace con su acento) para dar un paso más en su brillante carrera, aunque sin por ello desmerecer a un reparto que, en su totalidad, están excelsos.
Adiós, con una banda sonora también impagable (y lo dice alguien a quien no le gusta el flamenco, pero que se le puso la piel de gallina con cada canción) y una excelente ambientación, es una película que no se puede ver cómodamente sentado en la butaca, asaltado siempre por los nervios y que se sigue disfrutando (es un decir) una vez finalizada la proyección. Una joya a la altura de Quien a hierro mata o La trinchera infinita, por nombrar algún ejemplo de cine español angustiante y opresivo de este año.


Valoración: Ocho sobre diez.

FROZEN II

Seis años después de la maravillosa Frozen: el reino de hielo Disney ha estrenado (con un atronador éxito de taquilla) su secuela. La primera reflexión que conviene hacer sobre Frozen II es la de: ¿era necesaria? Rotundamente no, yo mismo quedé enamorado de la primera entrega y no esperaba que se pudiera repetir la jugada, pero ya se sabe que el dinero manda, y Frozen dio mucho dinero.
Con un tono continuista (se ha apostado por los mismos directores y guionistas), lo que más destaca de Frozen II es el intento desesperado por no ser una secuela más, por no limitarse a realizar un producto con el piloto automático puesto y esperar solo a contar los billetes. En lugar de eso, tenemos un muy buen desarrollo de personajes y una impecable factura técnica que por momentos nos permite obviar el que la historia resulte un poco impostada y que las canciones, aunque maravillosas, no alcancen a ese hito que fue Let it go.
Cierto que se ha apostado por una aventura un poco más oscura y madura y que el discurso feminista (sin llegar a rechinar) sigue estando presente, pero es imposible repetir la magia que se produjo al encontrarse por primera vez con estos personajes que reinventaban los cuentos de princesas y combinaban la magia Disney con el tono Marvel (siempre he visto a Elsa como a una especie de mutante, a medio camino entre Emma Frost y el Hombre de Hielo). En ese sentido, quizá lo mejor de todo, lo que más nos pueda hacer disfrutar (y termine por quedar en la memoria) sean fragmentos aislados donde brillan los personajes secundarios, como esos torpes intentos de Kristoff por declararse a Anna, la parodia de videoclip ochentero durante su balada o casi todo lo referente a Olaf (el personaje que, curiosamente, menos me gustó en la primera película).
Así, podríamos decir que Frozen II es una digna sucesora, que contiene todo lo que gustó de la primera película y que va a volver a enamorar y emocionar, pero nunca llega a estar al mismo nivel y debe considerarse como un punto inferior. Al final, esto es como un buen truco de magia: por muy bien que se repita, nunca nos asombrará tanto como la primera vez.


Valoración: Siete sobre diez.

SI YO FUERA RICO

La maquinaria de Mediaset se ha vuelto a poner en marcha y están haciendo todo lo posible para que Si yo fuera rico arrase en las taquillas estas navidades. Siguiendo el mismo truco que ya les funcionó muy bien en Perfectos desconocidosSin rodeos o Padre no hay más que uno, es decir, versionar casi literalmente un éxito de alguna filmografía vecina.
Dirigida por Álvaro Fernández Armero, recién salido de la serie Vergüenza, la película parte de una premisa divertida que no termina de saber aprovechar del todo: un hombre, en el peor momento de su vida (sin trabajo ni casa y recién abandonado por su mujer) gana 25 millones de euros en la lotería. Cuando sospecha que su todavía esposa se la pega con otro decide guardar en secreto su nueva fortuna hasta después del divorcio, para ahorrarse así el reparto, pero claro, ya se sabe lo que pasa con los nuevos ricos… Así, sus estériles intentos por disimular esa nueva vida ante su mujer, su familia y sus propios amigos serán la base de toda esta comedia con momentos de humor de brocha gorda y tópicos a cascoporro.
No se deben pedir peras al olmo, y esta no es una película que vaya a cambiar nuestras vidas. Tampoco lo pretende. De hecho, cualquier intento de encontrar algo de profundidad en su guion sería un esfuerzo absurdo. Podría parecer que hay algo de crítica ante el consumismo, aunque luego los problemas se arreglan base de dinero. Podría parecer que hay algo de crítica hacia los intereses bancarios, aunque luego el director el banco se convierte en el mejor amigo del protagonista. Podría parecer que se quiere reflejar eso de que el dinero no da la felicidad, aunque al final…
Así pues, nada de reflexiones sesudas. Esto es una comedia simplona y simpaticona en la que, con gags más o menos inspirados, queda todo a la suerte de la inspiración de sus protagonistas. Y aunque Alexandra Jiménez esté algo menos inspirada de lo habitual (nunca parece tomarse demasiado en serio su papel), el resto cumple con creces, lo que consigue mantener la película a flote.
Al final, esto es una comedia y no aspira a nada más que a hacer reír, sin importar demasiado cuales sean las armas utilizadas. Yo, por mi parte, me reí bastante, aunque a estas alturas ya he olvidado la mayoría de las bromas.
Así pues, estamos ante un producto de consumo rápido, una película en la que no vale la pena profundizar demasiado en sus valores, sino que hay que dejarlo todo en manos del sentido del humor con que cada espectador se enfrente a ella. Divertida lo es, desde luego, pero quizá no todo lo tronchante que se le debería exigir, ya que el tema daba para más y un punto más de mala leche no le habría ido nada mal.


Valoración: Seis sobre diez.

VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN

Ventajas de viajar en tren es el debut en la dirección de Aritz Moreno donde Javier Gullón acomete el difícil reto de adaptar la novela de Antonio Orejudo Utrilla. Presentada en el pasado Festival de Sitges fue, junto a El hoyo, una de las sensaciones del certamen.
Debo reconocer lo original de su planteamiento. Después de que una mujer deje ingresado a su marido en una clínica psiquiátrica regresa a su casa en tren donde coincide con un médico del centro que le propone contarle la historia de alguno de sus pacientes. De esa manera, la película se estructura a base de relatos aparentemente auto conclusivos que, de una manera u otra, terminarán convergiendo unos en otros, no solo argumentalmente sino incluso reinventando alguna de las propias historias.
Dice el slogan de la película que la verosimilitud está sobrevalorada y no puede ser una definición más cierta para la película. Con un impresionante elenco de actores, grandes secundarios alrededor de Pilar Castro, no hay que tomarse en serio ninguna de las historias, solo disfrutarlas como si de unas muñecas rusas se tratase (metáfora extraída de la propia película), donde cada una encierra el secreto de la siguiente. Por eso, conviene prestar el máximo de atención a las mismas.
No es esta una película para ver en un momento de cansancio o como simple distracción, ya que nos exponemos a perdernos detalles que nos van a terminar desconcertando en el tramo final, haciéndonos pensar que no hemos entendido nada de lo que nos está contando el director, aunque de ser así no sería impedimento para haber disfrutado (nunca mejor dicho) del trayecto del viaje.
Dicho esto, debo confesar que tampoco termino de compartir todas las excelencias que se están diciendo sobre la misma. Quizá porque acudí a verla con las expectativas demasiado altas o porque tiene un humor algo surrealista que no terminó de conectar conmigo, hay algo en el tono de Ventajas de viajar en tren con el que no acabé de comulgar. Es cierto que Moreno sabe jugar en todo momento con los límites y aunque roza el mal gusto en muchos momentos no llega nunca a cruzar ciertas líneas, pero aun así me faltó algo (y no descarto que sea más culpa mía que de la propia película) para terminar de conectar con lo que estaba viendo en pantalla (y perdonad que sea tan inconcreto, pero esta es una de esas películas de las que conviene desvelar lo menos posible).
En cualquier caso, es probable que, guste más o menos, sea necesario un segundo visionado para, una vez advertido de lo que nos vamos a encontrar, poder disfrutarla 8º no) en mayor medida.
Propuesta valiente e interesante, eso sí, que debe aplaudirse, aunque solos sea por ese intento de trastocar las reglas y jugar con el propio espectador.


Valoración: Seis sobre diez.

ESTAFADORAS DE WALL STREET

Es curioso que Estafadoras de Wall Street se haya estrenado como una de las sorpresas en la taquilla americana, ya que tengo la sensación de que aquí está a punto de acabar su recorrido comercial sin demasiada pena ni gloria. Y es que la presencia de Jennifer Lopez no parece reclamo suficiente para el público español.
Bien es cierto que la Lopez está a un gran nivel, y que toda la campaña publicitaria está centrada en su figura (hay quien ya reclama la nominación al Oscar para la actriz y cantante), y no voy a negar que su personaje tiene un magnetismo y una personalidad que hace que su presencia sea el foco principal de la película, pero hay mucho más que su mera interpretación en Estafadoras de Wall Street y sería injusto dejarlo de lado.
Para empezar, el resto del reparto brilla tanto o más que la propia Lopez, en especial una Constance Wu que si bien no acapara la atención mediática de la neoyorquina (no tiene ningún gran éxito en su ya dilatada carrera, aunque fue nominada al Globo de Oro por su trabajo en la película Crazy Rich Asians). Pero a quien debemos reconocer como la gran valedora del buen sabor de boca que está dejando este film es a su directora y guionista Lorene Scafaria.
Estafadoras de Wall Street se suma a la tendencia de ficcionar casos reales que (como suele decir la publicidad de forma algo gratuita) conmocionaron a América. Un género que siempre ha existido pero que se ha puesto especialmente de moda tras la demoledora El lobo de Wall Street (¿no pensarán que la traducción del título al español es casual?). No en vano el propio Scorsese fue uno de los tanteados para dirigir esta película sobre un grupo de bailarinas de striptease que, tras ver como sus ingresos quedan mermados por la crisis económica que sacude a sus clientes, deciden iniciar un plan para estafarlos.
No es la primera vez que el mundo de los shows femeninos es retratado en Hollywood, pero considero que es un acierto haber dejado la silla de dirección en manos de una mujer para conseguir dar una visión diferente de este mundillo al mostrado en películas como Striptease (aquel vehículo para el lucimiento de Demi Moore que pretendía consagrarla y por poco no hunde su carrera).
Inspirándose en un artículo de Jessica Pressler, Scafaria huye de los tópicos alrededor de las rivalidades entre las divas, como hiciera Verhoeven en Showgirls (aquel vehículo para el lucimiento de Elizabeth Berkley que pretendía consagrarla y la hundió definitivamente). Así, Estafadoras de Wall Street es un relato sobre cómo unas mujeres se enfrentan a la precariedad de sus vidas contraatacando (no es que sea esto un alegato social, pero algo de eso hay), pero es también una historia sobre la amistad, sobre unas chicas que se apoyan unas en otras creando un vínculo similar al de una familia y que solo la ambición descontrolada logra romper.
Scafaria no pretende ser moralista. Ni se criminaliza a las profesionales del sexo ni se las ensalza. Simplemente son lo que son y así las presenta, aunque sí se atreve a justificar sus actos equiparando lo que hacen con el resto de la sociedad. Así, las palabras de Jennifer Lopez al cierre del film sirven como un perfecto resumen: “Todo el mundo estafa. Esta ciudad, todo el país, es un club de striptease. Hay unos que lanzan la pasta y hay otros que bailan”.
Estafadoras de Wall Street no está, desde luego, a la altura de El lobo de Wall Street, pero consigue ser entrañable, tierna y divertida a la vez (por no mencionar las impresionantes y meritorias actuaciones de baile, perfectamente acompañadas por los movimientos de cámara de Scafaria), con una propuesta estética algo diferente a otros títulos de corte similar como GoldJuego de armasLa gran estafa americana, etc.

Valoración: siete sobre diez.

martes, 26 de noviembre de 2019

TERMINATOR: DESTINO OSCURO

Los que me conocen saben que soy un fan incondicional de James Cameron y cómo recorrí toda Barcelona, en aquella época en la que aún no existía la venta por Internet, para conseguir una entrada para Terminator 2: el juicio final el mismo día del estreno. La película de 1992 cambió la historia del cine y también mi propia historia con el cine, y desde entonces soy un entusiasta entregado a todo lo relacionado con la saga, lo que me convierte además en un exigente algo tiquismiquis.

Ya de partida tengo un gran problema con Terminator: Destino oscuro: la falta de respeto. Siempre he considerado que una productora es libre de hacer la película que le dé la gana, pero tiene la obligación también de cargar con esa responsabilidad de cara al futuro. Bien es cierto que en la saga Terminator hay multitud de productoras empleadas (casi cada película ha terminado con el quiebre de alguna de ellas), pero eso no me parece justificable para el ejercicio de prepotencia que supone el despreciar el trabajo de colegas de profesión. Así que igual que me alegré de que fracasara el proyecto de Neil Blomkamp para hacer “su” película de Alien ignorando los trabajos de David Fincher y Jean-Pierre Jeunet, me indigné al saber que el propio Cameron bendecía que se echara por tierra las visiones de Jonathan Mostow, McG y Alan Taylor, todas ellas reivindicables a su manera y a las que Terminator: Destino oscuro no logra superar con claridad. Así que sí, por mucho que renieguen, Terminator: la rebelión de las máquinas, Terminator Salvation y Terminator Génesis existen, igual que existe la trilogía de precuelas de Star Wars o igual que existe Indiana Jones y la Calavera de Cristal.
Aceptando con resignación que esta Terminator: Destino oscuro pretenda ser la “verdadera” Terminator 3, parecía un signo de esperanza la implicación de James Cameron en el proyecto (sí, el mismo James Cameron que ha ido aplaudiendo el estreno de cada nueva película para despreciarla una vez que no ha funcionado como se esperaba en taquilla), pero con ello llegamos al segundo gran problema que tengo con el film: las disputas entre director y productor. Este es otro mal endémico del Hollywood actual: contratar a un director con oficio y estilo para luego no dejarle trabajar a su manera. Ya se habló de las peleas en el set de rodaje entre Cameron (productor) y Robert Rodriguez (director) en Alita: ángel de combate, la cual logró sobrevivir y terminar siendo una muy estimable propuesta. Casos parecidos se encuentran en los despidos de Chris Miller y Phil Lord en Han Solo: una historia de Star Wars, Edgar Wright en Ant man y eso por no mencionar ya desastres mayúsculos como los que propiciaron el fracaso de La Liga de la Justicia.
Aquí ha pasado casi lo mismo. Se confía en un director con relativo prestigio, Tim Miller, avalado por el éxito de su Deadpool (quizá una única película es demasiado poco bagaje para una empresa como el resurgir de Terminator) para luego convertir la sala de montaje en una guerra sin cuartel. Al final, el resultado no es ni una película de Miller ni una de Cameron y, como siempre, quien sale perdiendo es el aficionado.
Terminator: Destino oscuro nace con el propósito de recuperar la senda perdida y mantener la esencia de sus personajes (algo que, a mi entender, nunca se había abandonado salvo, quizá, en el caso de Salvation). Para ello se ha confiado en una película muy autorreferencial que homenajea demasiado a Terminator 2 hasta el punto que casi se podría considerar un remake de la misma. Con David S. Goyer colaborando en el guion) ¿pero porque le dejan escribir todavía a ese hombre?), la película me recordó por momentos a Star Wars: el despertar de la fuerza, con ese intento de volver a los orígenes para crear algo nuevo. Sin embargo, si en el caso de Star Wars se tenía a un director que sabía jugar con maestría con las emociones (ya comenté en su momento que Abrams meparece el mejor director que ha pasado por la franquicia), Miller está muy por debajo de Cameron, mientras que los nuevos personajes, por más que mole esa Grace a la que da vida Mackenzie Davis, no bastan para justificar esta especie de reinicio, ya que tanto Dani Ramos (Natalia Reyes) como el villano REV-9 (Daniel Luna), una fotocopia poco inspirada del T-1000 se me quedan muy justitos. Vamos, que no son ni Rey ni Kylo Ren, para que nos entendamos.
Es cierto que algunos de los momentos homenaje funcionan muy bien, como ese arranque en la playa, y que recuperar a Linda Hamilton y a Arnold Schwarzenegger es algo impagable, pero no alcanza lo suficiente como para hacerse merecedora de ser canónica por encima de las tres anteriores. La falta de riesgo es lo que más la condena, echándose en falta alguna propuesta valiente como la de prescindir de los viajes en el tiempo de Salvation y volver a John Connor villano como en Génesis. Al final, es un poco más de lo mismo, con un terminator viniendo del futuro para matar a alguien y alguien viniendo para impedirlo. Para eso ya tuvimos Terminator 3, que ganaba a esta en espectacularidad.
Un ejemplo para resumir los errores de está película: cuando James Cameron dirigió Terminator 2 pagaron a la ciudad de Los Angeles un pastizal `para desviar el cauce del río y poder filmar en sus canales. En Terminator 3 para la escena en el futuro se empelaron un montón de animatrónics. En esta película, sin embargo, hasta las armas que utilizan están creadas por CGI. Un paso atrás en la inventiva visual de la película que, sin poderse acusar de tener unos efectos malos, resta credibilidad al conjunto.
Pese a todo, Terminator: Destino oscuro es un buen entretenimiento que puede llegar a hacer las delicias de los fans y que para nada se merece el varapalo que se está llevando en taquilla. Quizá el problema haya sido el quererla vender precisamente como secuela directa de Terminator 2, lo que la lleva al conjunto de decepciones de taquilla de los últimos meses (como ZombielandDoctor Sueño) que tienen como denominador común el concepto de secuela tardía.
En resumen, un buen entretenimiento que, si hubiese seguido el hilo de Génesis y nos la hubiesen vendido como Terminator 6 estaría a la altura de las circunstancias pero que precisamente por pretender enterrar a las anteriores secuelas merece ser analizada con más exigencia. Y si nos ponemos exigentes es donde se nota el descalabro.

Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 25 de noviembre de 2019

DOCTOR SUEÑO

Mike Flanagan es un realizador que se siente cómodo en el género del terror y que, además, va mejorando con cada nueva película. Ya con Ouija: el origen del mal conseguía una secuela mucho más interesante que la aburrida película inicial y, en los últimos años, se ha convertido en un fiel seguidor de Stephen King, primero con su adaptación para Netflix de El juego de Gerard y después tomando las riendas de La maldición de Hill House, serie también de Netflix en la que no adaptaba al maestro de Maine, pero cuya esencia se respiraba en casi todos los episodios.
Es por ello que seguramente fuese el más adecuado para escribir y dirigir la adaptación más difícil de una novela de King. Y no porque el doctor Sueño literario fuese muy complejo de adaptar, sino por la intrahistoria que hay tras la novela.
En 1980, Stanley Kubrick adaptó El resplandor, consiguiendo completar una película de terror considerada de culto, pero traicionando bastante el espíritu de la novela, lo que indignó a muchos fans y puso en pie de guerra al propio King. Treinta y seis años después, King decidió escribir una secuela de su obra, una secuela que, lógicamente, contradecía muchas de las invenciones del señor Kubrick para su película.
Así, el reto de Flanagan con Doctor Sueño es el de hacer una buena adaptación de la nueva novela de Stephen King y conseguir, además, que la película pueda funcionar como secuela del clásico que interpretó Jack Nicholson, debiendo aunar ambas versiones como si de una sola se tratase. Y solo por salir airoso del invento ya se merece todos los reconocimientos.
Efectivamente, Doctor Sueño es puro Stephen King. Pero es a la vez un regreso a ese hotel Overlook y a los fantasmas que allí nos aguardan.
Doctor Sueño no es en realidad un relato tanto de terror como de intriga. No hay sustos en la oscuridad ni jump scare gratuitos. Todo gira en torno a Danny Torrance, el niño protagonista de El Resplandor, ya en su edad adulta. Interpretado por un convincente Ewan McGregor, su uso del resplandor (un poder que Kubrick pasaba de puntillas) le lleva a trabajar en un hospital donde detecta y consuela a los pacientes a punto de morir, lo que le da el apodo de Dr. Sueño, mientras trata de superar sus problemas de alcoholismo. Es entonces cuando aparece en su vida una niña con un resplandor igual o más poderoso que el suyo propio que le advierte de una terrible amenaza: una secta formada por algo parecido a vampiros psíquicos que se dedica a matar niños con poderes para alimentarse de ellos.
Como es evidente, nada que ver con el relato claustrofóbico y fantasmagórico de el resplandor, pero que termina aceptando sus normas gracias, sobre todo, a un tercio final de película donde se cierra el círculo y que reconcilia, por fin, a King con Kubrick. Incluso se permite Flanagan alterar el final de la novela de Doctor Sueño para corregir, desde la humildad, alguno de los errores de la película de 1980.
Con todos estos condicionantes, Flanagan ha logrado una película excelente, una gran adaptación de la novela, que reinventa a la vez que homenajea el film de Kubrick. Debo confesar que me encuentro entre los detractores de la película El Resplandor, que ni me gustó en su momento ni creo que el tiempo haya sido caritativo con ella, pero esta secuela (que por argumento y formas no puede compararse a ella) me ha ayudado también a reconciliarme.
Mención especial merece el uso de los villanos de la función, que cuentan con suficiente tiempo en pantalla para poder conocerlos y no ser la simple amenaza en la sombra sin más identidad que el deseo de causar el mal. En este sentido, Rebeca Ferguson está magistral en su interpretación de Rose “la chistera”, consiguiendo ser dulce y despiadada en un abrir y cerrar de ojos, mientras que la debutante Kyliegh Curran sale muy bien parada ante el reto de componer un personaje que podría haber resultado tanto cargante como ridículo en las manos equivocadas.
En definitiva, Doctor Sueño es una gran película, una buena secuela y una excelente adaptación. Una triple corona que merece que Flanagan se consagre como un maestro de terror moderno si no fuera por algún que otro pero ajeno a su trabajo, como es la escasa promoción del film (en Warner prefirieron apostar más por otro King, el de It: Capítulo 2), su equivocada fecha de estreno (pasado ya Halloween) y su condición de secuela tardía, lo que le va a perjudicar en taquilla como ya sucediera con Zombieland: mata y remata y le esté sucediendo también a Terminator: destino oscuro.

Valoración: Ocho sobre diez.

LA TRINCHERA INFINITA

Deslumbraron con Loreak y, aunque algo menos, lo volvieron a hacer con Handia, así que había mucha expectativa por la nueva película de Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga.
A groso modo, La trinchera infinita podría definirse como “otra película más” de la Guerra Civil, lo que, englobándola en ese tópico despectivo del que tantas veces se acusa al cine español. Sin embargo, eso sería un grave error, por más que la temática parta con el conflicto y se extienda durante gran parte de la dictadura de Franco (en este sentido puede ser complementaria de la también excelente Mientras dure la guerra, otra película valiente y diferente sobre la Guerra Civil, diametralmente opuesta a esta en fondo y formas, pero hermandadas precisamente por eso mismo). Y es que es cierto que el arranque viene propiciado por la llegada de los nacionales a un pequeño pueblo de Andalucía donde arrestan o ejecutan a los militantes políticos del lugar, haciendo que un concejal, Higinio, intente huir primero y esconderse en un agujero en su propia casa después para tratar de sobrevivir. Eran los llamados “topos”, personajes reales de esa época que llegaron a pasar años, o incluso décadas, ocultos por temor a las represalias. Pero una vez sentadas las bases y planteado el conflicto, la cosa deriva hacia un relato intimista y muy claustrofóbico que va más allá de cualquier conflicto armado (al final la historia está ambientada en la guerra Civil española como podría estarlo en Bosnia, siria o cualquier lugar donde el miedo obligue a cometer actos desesperados) para centrarse en las relaciones personales.
Rosa es la esposa de Higinio, y ambos forman un matrimonio enamorados y unidos en la desgracia. Pero el paso del tiempo puede con todo y la situación comienza a desgastar hasta los corazones más fuertes. Los celos, los miedos y el deseo de libertad hacen mella en la pareja, convirtiendo así el relato en un análisis magistral de las relaciones humanas, permitiendo entonces que el conflicto pase a segundo plano.
Y mientras contemplamos con angustia como el paso del tiempo sigue su curso, un tercer personaje entra en escena planteando un nuevo debate. Higino ha desafiado al ejército y sigue oculto entre dos paredes, habituado a vivir como un ratón, pero, ¿lo hace eso ser un héroe o un cobarde? Esta es otra rama del drama que plantea La frontera infinita, que por momentos recuerda el sentido de claustrofobia de Buried pero que se extiende más allá del agujero inmundo que conforma toda la vida de Higinio, recordándonos que no es él la única víctima de la situación y que es quizá Rosa, condenada a toda una vida de mentiras y disimulos, quien lleva la carga más pesada.
Todo esto lo cuentan Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga en los muchos momentos de asfixiante cotidianidad en los que, aparentemente, no está ocurriendo nada, pero de alguna manera consiguen que ese lento devenir de los acontecimientos se pegue a la piel del espectador, transmitiendo toda la angustia y la soledad de los protagonistas y no concediéndole ni un respiro. No hay espacio para el aburrimiento ni la desidia, y la sensación al salir del cine, a ver cielo abierto, es de total liberación.
Para ello, los directores apuestan por una puesta en escena opresiva, impidiendo que veamos con claridad lo que sucede en el mundo exterior, un mundo exterior muchas veces reducido a un agujero en la pared, tal y como lo está viviendo el propio Higinio, recurriendo a la cámara en mano en los escasos momentos de exteriores y a una fotografía muy detallada en manos de Javier Aguirre (también responsable de la no menos brillante pero visualmente opuesta Ventajas de viajar en tren).
Todo esto no sería posible, desde luego, sin dos grandes actores a los que aferrarse. Y aunque ya estemos acostumbrados a las portentosas interpretaciones de Antonio de la Torre (transformación física incluida) es Belén Cuesta (más dada a la comedia) quien se debería llevar todos los méritos, haciendo un trabajo encomiable y siendo ella quien logra la empatía total con el espectador. Eso sin desmerecer a ninguno de los secundarios, todos a gran nivel.
Es, pues, La trinchera infinita, la mejor película hasta la fecha de sus ya galardonados directores, una apuesta valiente y complicada que triunfa desde su simpleza y que se queda agarrada a la retina (y al corazón) del espectador hasta muchas horas después de su final.

Valoración: Nueve sobre diez.

sábado, 23 de noviembre de 2019

EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA

La nueva película de Daniel Calparsoro es la adaptación de la exitosa novela homónima de Eva García Sáenz de Urturi, pero bien podría plantearse como una secuela (o precuela, que en realidad se rodó con anterioridad) de El asesino de los caprichos. No solo comparte temática, sino que Aura Garrido interpreta en ambas a una policía que, con ligeros retoques, podrían ser el mismo personaje.
La diferencia está en El silencio de la ciudad blanca cuneta con una buena base literaria y un director que sabe llevar con tino este tipo de thrillers (aunque hay que reconocerle que Cien años de perdón era algo mejor que El aviso). No significa esto que estemos ante una película perfecta, pues ni mucho menos, pero es que en comparación con la propuesta de Gerardo Herrero son como el día y la noche.
Al final, todo se resume en lo mismo: la sombra de Fincher es alargada, y otra vez parece que estemos ante un intento de copiar la atmósfera de Seven sin conseguirlo del todo. Además, hay algunos errores conceptuales, algunos juegos que podrían funcionar sobre el papel pero que en cine no funcionan (al no ser que te llames Alfred Hitchcock), como por ejemplo mostrar la identidad del asesino en el primer tramo de película, descartando el que debería ser el giro argumental más potente.
Hay muchos problemas con la película, pero que se disimulan bien con la puesta en escena de Calparsoro y con el buen trabajo interpretativo, en especial un inspirado manolo solo que se come con patatas a un esforzado pero insulso Javier Rey.
Otra historia más de misterios a la española, un género que en los últimos años se nos da muy bien pero que tiene en La isla mínima a su máximo exponente, casi imposible de superar. En el caso que nos ocupa, estamos más bien ante un divertimento de esos en los que más vale no dar muchas vueltas a lo que está sucediendo y, simplemente, dejarse llevar por la narración, sin necesidad de análisis posteriores. Al menos, garantiza un par de horas interesantes.


Valoración: Seis sobre diez.

LA FAMILIA ADDAMS

Popularizada por el serial televisivo de 1964. La familia Addams era una creación de Charles Addams en forma de tiras cómicas para The New Yorker que gozó de una segunda época dorada a raíz de la adaptación de Barry Sonnenfeld de 1991.
Tras la inferior recaudación de su secuela, lo que propició que la tercera y última entrega de la saga fuese a parar directamente al mercado doméstico, esta peculiar familia fue olvidada hasta que la Metro-Goldwyn-Mayer decidiese recuperarla en formato de animación por ordenador.
Uno de los rasgos más destacados de la propuesta es lo radical de dicha animación, excelente desde el punto de vista de lo diferente pero suficientemente poco convencional como para amenazar con asustar al público manso y carente de riesgo de hoy en día.
Por otro lado, se queda a medio camino entre el humor negro, cruel y macabro, que la contratación de sus directores parecía augurar (no en vano Conrad Vernon y Greg Tiernan fueron los responsables de aquella gamberrada mayúscula que fue La fiesta de las salchichas) y el humor familiar y moralista al que acaba condenándose.
Por ello, sin entrar dentro de lo mal llamado “estilo Disney”, la película denota una falta de valentía, sin duda impuesta por los productores, más deseosos de contentar a la taquilla que de hacer una película verdaderamente interesante, sin que ello signifique tampoco que los personajes sean demasiado blandengues o desdibujados. Sí hay mucho gamberrismo en la propuesta, propiciando algunas secuencias muy divertidas alrededor, sobre todo, de la construcción de esos pintorescos personajes que brillan con luz propia.
La familia Addams es divertida y descarada, con un humor fresco y unos diálogos inspirados, pero que no alcanza a aspirar a convertirse en película de culto debido a ese exceso de amabilidad que lastra un poco el concepto inicial.
Propuesta interesante, en definitiva, quizá no totalmente recomendable para los niños más sensibles pero que evita ofender ni traumatizar a nadie y de la que ya se ha anunciado su secuela.


Valoración: Seis sobre diez.

SECRETOS DE ESTADO

En 2015, el director Gavin Hood demostró que después de haberse hecho cargo de películas tan fallidas como X-Men Orígenes: Lobezno o El juego de Ender, era capaz de dar lo mejor de sí mismo si se ponía serio con la talentosa Espías desde el cielo. En la misma línea se encuentra Secretos de estado, donde vuelve a centrarse en la intriga política en lugar de desarrollar su faceta más palomitera para relatar la historia real de Katharine Gun, una traductora británica que trabajó para la Oficina Central de Comunicaciones del Gobierno donde tuvo acceso a un memorando sobre un espionaje ilegal orquestado por los gobiernos de Estados unidos y Gran Bretaña con el fin de conseguir apoyos para orquestar la guerra de Irak y decide filtrarlo la prensa.
Sin entrar en hacer demasiadas valoraciones morales (uno podría debatir sobre si es lícito traicionar a su país -incumpliendo un contrato que ella firmó voluntariamente- por subsanar su propia conciencia), Hood opta por hacer un relato bastante sobrio, limitándose a plasmar una realidad (ya se sabe que en esto de las historias reales nunca se es completamente objetivo) para que cada uno se quede con su versión. Para ello, divide la narrativa en dos subtramas que confluyen entre ellas, la del juicio por traición a la que someten a Katherine y la que corresponde a la investigación periodística. Es quizá esta segunda propuesta la que resulta más estimulante, recordando en ciertos momentos a films como Spotlight Los archivos del Pentágono, reflejos de una época en la que el periodismo era serio y comprometido.
Para la realización de la película, Hood se ha rodeado de un gran reparto, encabezado por la siempre solvente Keira Knightley a la que rodean bien nombres tan importantes como Matthew Goode, Ralph Fiennes, Matt Smith o Rhys Ifans entre otros.
Con todo, la película no es del todo redonda, quedando algo por debajo de la mencionada Espías desde el cielo, quizá porque está historia se dilata más en el tiempo (era increíble la tensión que la otra transmitía sin salir apenas de una habitación), lo que provoca un ritmo más irregular que en ocasiones decae ligeramente.
Con todo, no deja de ser una propuesta interesante aparte de una denuncia sobre como los gobiernos manipulan a su antojo, quedando generalmente inmunes por ello.

Valoración: Seis sobre diez.

EL ASESINO DE LOS CAPRICHOS

En la historia del cine el género negro ha sido siempre uno de los más destacados, pero, aunque el uso de los asesinos en serie ha sido recurrente en no pocos thrillers policiacos, no ha sido hasta El silencio de los corderos y, sobre todo, Seven, que el subgénero se puso de moda.
El asesino de los caprichos bebe mucho de esos films, en especial de la obra de David Fincher. En ella, Gerardo Herrero copia el concepto del asesino ritual recreando unas composiciones muy específicas en sus crímenes (en este caso representaciones de las obras pictóricas de Goya comprendidas en su colección de Caprichos) y de la pareja de investigadores que deben resolver el caso. El único toque de originalidad está en cambiar el rol protagonistas, dejando que sean dos mujeres, bastante enfrentadas entre sí, quienes se ocupen del caso, pero ni aún así consigue Herrero romper del todo con los estereotipos, pues la detective encarnada por Maribel Verdú cumple todos los estereotipos del género más simplón (es una solitaria alcohólica, amargada y algo promiscua en la cama) solo que en la vertiente femenina.
El problema de la película radica, sobre todo, en el pobre guion de Ángela Armero, que no consigue en ningún momento construir una historia creíble y siembra de errores todo el libreto. Ni los personajes están bien construidos (tener a Aura Garrido y a Maribel Verdú y desaprovecharlas así es casi tan horrible como los propios asesinatos), ni la trama policiaca se sigue con sencillez (sobre todo por culpa de un final algo torpe y apresurado) ni tiene ningún sentido, una vez descubierto el secreto final, el detalle de los caprichos aparte de dar sentido al título y dotar de cierto empaque al arranque.
Muchas tonterías que solo actúan en contra de las protagonistas, que terminan por caer ligeramente mal, y un ritmo algo anodino provocan que se desconecte con la investigación y se distancie uno mucho de lo que sucede en pantalla, por más que algún que otro giro de guion inesperado pretendan alertar la atención el espectador.
En resumen, una película bastante pobre que no solo está a años luz del trabajo de Fincher en que se inspira, sino que se sitúa muy por debajo también de las cientos de imitadoras que surgieron a raíz del éxito de Seven. Una pena, pues sobre el papel parecía interesante la propuesta.


Valoración: Cuatro sobre diez.

jueves, 21 de noviembre de 2019

EN LA HIERBA ALTA

Aunque pudiera parecer Stephen King está de moda gracias a grandes producciones como It, su reciente secuela y Doctor Sueño, lo cierto es que por donde mejor se ha movido el maestro del terror es en las producciones pequeñas y de medio pelo, esas que antaño eran carne de videoclub y que, en la actualidad, dicho nicho parece haberse quedado en manos de Netflix.
Después de propuestas interesantes como El juego de Gerard y 1922, es ahora el turno de En la hierba alta, otra gran apuesta de la plataforma de streaming que se ha estrenado por todo lo alto, siendo incluso la protagonista de la inauguración del pasado Festival de Sitges. Sin embargo, las cosas no han resultado tan interesantes como parecía y la película, sin ser necesariamente mala, es lo bastante insuficiente como para dudar sobre su recomendación.
El punto más destacado de la misma es la presencia de Vicenzo Natali, el tipo que inauguró con maestría la saga Cube, adelantándose a la moda de los Escape Room y sentando las bases de un cine claustrofóbico y tramposo que más tarde se erigiría alrededor de títulos como Saw. Sin embargo, el que desde 2013 Natali hubiese estado desaparecido del panorama cinematográfico (acomodado en pequeños trabajos alimenticios en televisión) no presagiaban ya nada bueno.
En realidad, el trabajo de Natali es lo más destacado del film, esforzándose por hacer juegos de cámara visualmente muy interesantes y tratando de mantener la tensión en una historia que, la verdad, no da para mucho. Hay que señalar que la base de la misma no es una de las mastodónticas novelas de King, sino un relato breve que escribió junto a su hijo Joe Hill que podría haber dado para un interesante episodio de una seria de antologías del misterio, pero que, alargado hasta su forma de largometraje, pese a los cambios del guion respecto a la historia original, se me antoja demasiado vacía y repetitiva. Algo curioso si tenemos en cuenta que otro de los peros es que le falta tiempo para analizar más a fondo la extraña relación entre la pareja de hermanos, algo más detallada en el relato.
La cosa va de una pareja de hermanos que hacen un alto en su camino junto a un campo de hierba del que escuchan la llamada de auxilio de un niño. Cuando se adentran en la hierba alta del título, esta los atrapará en una especie de laberinto lleno de trampas, tanto físicas como mentales, que no les dejará mucha escapatoria.
Natali juega con las dimensiones paralelas y los saltos en el tiempo para dotar de más enjundia a la propuesta, pero para que ello funcione, sobre todo en su tramo final, debe pagar un peaje excesivo en forma de repetición que, quizá por obligación, podría haber funcionado en cine, pero que siendo un producto para la pequeña pantalla invita a abandonar el film en más de una ocasión.
Al final, tenemos un coctel entretenido, pero algo cansino, bastante más pobre de lo esperado, con alguna presencia importante como el icono del terror Patrick Wilson, pero que no da para mucho más análisis. Sirve para matar la tarde en un día de lluvia y frío, pero poco más.


Valoración: Cinco sobre diez.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

MALÉFICA, MAESTRA DEL MAL

No voy a decir que Maléfica fuese la culpable de esta cansina moda de adaptar a imagen real los clásicos animados de Disney, pues cuando se estrenó, allá por 2014, lo que se estilaba era, simplemente, reimaginar los cuentos de hadas clásicos. Si es cierto, al menos, que por aquel entonces en Disney se molestaban en contar historias que iban más allá de la simple repetición en acción real de las versiones animadas, como es el caso de las recientes La Bella y la Bestia o El rey León. Pese a todo, la película firmada por Robert Stromberg no pasaba del mero pasatiempo dejándolo todo en manos de una Angelina Jolie, eso sí, superlativa.
Maléfica, maestra del mal, inevitable secuela, está dirigida por Joachim Rønning, quien, viendo lo sucedido en la primera entrega, decide doblar la apuesta y jugar sobre seguro: si en aquella todo se confiaba a la Jolie, en esta tenemos además a Michelle Pfeifer como la gran villana, logrando un duelo interpretativo de altura.
A nivel argumental, se pretende subir la apuesta planteando un conflicto entre los habitantes del bosque y los humanos que solo puede terminar de la peor manera, consiguiendo así una película mucho más espectacular y dinámica que la anterior, si bien hay momentos, sobre todo en su tramo inicial, en los que la sobrecarga de efectos visuales y de personajes coloridos y chillones llega a agotar, aunque Rønning se recompone fácilmente y termina por apostar por una épica en su tramo final que, pese a resultar algo tramposa, convence bastante. Bien es cierto que en el tramo central la película decae un poco cuando el personaje de Maléfica prácticamente desaparece de escena, causando un “efecto valle” algo alargado, pero aún así es un peaje que se paga con agrado en pos del espectáculo final.
Sin que el resto de los actores brillen en exceso (Elle Fanning, recién salida de Día de lluvia en Nueva York, se limita a poner caritas y poco más), la película termina derivando en el duelo entre dos monstruos interpretativos del cine que, sin que tampoco tengan demasiadas escenas juntas, son suficientes como para mantener la película por sí mismas y darle el empaque necesario.
Maléfica, maestra el mal, puede que sea una secuela algo innecesaria y que no termine de ser todo lo redonda que pretendía serlo, pero cumple como entretenimiento y logra superar, por momentos, a su antecesora.


Valoración: Siete sobre diez.

NOCHE DE BODAS

Noche de bodas es una gamberrada parida a cuatro manos por el tándem de directores formado por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes ya colaborasen en un fragmento de la película episódica VHS y en el film El heredero del diablo (qué mala era esta, por dios), con lo que esto del terror no les viene de nuevas.
Con un sentido del humor muy macabro, Noche de bodas es una nueva vuelta de tuerca al tema de las home invasion, con la salvedad de que en esta ocasión los asaltantes son los propios dueños de la casa. Cuando Grace se casa con un acaudalado joven poco imagina que la noche nupcial en la mansión familiar se iba a convertir en una pesadilla en la que debería luchar por su propia vida. La familia, enriquecida gracias al negocio de los juegos de mesa, tiene una peculiar tradición: tras la boda de uno de los miembros, un ritual decide al azar un juego en el que todos deben participar antes de irse a dormir. Pero el destino se encapricha en que el elegido esa fatídica noche acaree el asesinato de la propia novia. A partir de ahí se desencadena un angustiante correcalles alrededor de toda la propiedad familiar para salvar su propia vida con unos cuantos giros inesperados y, entre casquería y sustos, un sentido del humor tan insano como divertido que hacen de esta pequeña propuesta una película muy recomendable para los incondicionales del género.
Bien encabezada por Samara Weaving, vista en aquel espanto que era Monster Trucks pero también en la magnífica Tres anuncios en las afueras, el amplio reparto cuenta con algún que otro rostro conocido, como Adam Brody o Andie MacDowell, y sin aspirar a nada más que ha hacer pasar un desasosegante mal rato entre sorpresas y risas consigue aportar un soplo de aire fresco a las películas del terror más palomitero al que no se le debe exigir más que a dejarse disfrutar sin que la verosimilitud importe demasiado.


Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 18 de noviembre de 2019

ZOMBIELAND: MATA Y REMATA

Aunque la obsesión de Hollywood por las secuelas y el deseo de crear franquicias de la nada, estirando en ocasiones el chicle más de lo deseable, no es nueva, nos hallamos ahora ante una nueva moda más peligrosa y cansina si cabe, la de las secuelas tardías (esta es solo una de las tres que comentaré a lo largo de este mes), lo que provoca cierta sensación de acartonamiento y deseo e aprovecharse e glorias pasadas y que no parece interesar demasiado al público, que ya recientemente dio la espalda a la mediocre Rambo: last blood.
El retraso en la secuela de Bienvenidos a Zombieland (ha hecho falta diez años para llegar hasta Zombieland: mata y remata) está, al menos, justificada, y es que en la columbia querían asegurarse de mantener al equipo creativo, incluyendo director, guionistas y actores, una decisión loable pero complicada, ya que cada uno de ellos ha triunfado hasta lo insospechado tras aquella comedia gamberra sobre zombies. Ruben Fleischer, por ejemplo, ha conseguido el mayor éxito de su carrera con Venom (a todas luces muy inferios a las dos Zombieland), los escritores Rhett Reese y Paul Wernick (a quienes aquí se une Dave Callaham) han triunfado con Deadpool su secuela y no creo que valga la pena mencionar como se han disparado las carreras de Woody Harrelson, Jesse Eisenberg y, sobre todo, Emma Stone desde aquel lejano 2009, siendo posiblemente Abigail Breslin quien esté en una dinámica claramente descendente.
Zombieland: mata y remata no pretende inventar nada, y es fiel a sus orígenes, desde unos títulos de crédito iniciales prácticamente calcados a los de la película original hasta una trama que ofrece más de lo mismo, muy apoyada en el cuarteto protagonista al que se le ha sumado algún que otro secundario de lujo, como la irritante (a la par que entrañable) Madison a la que da vida Zoey Deutch o los cameos de Rosario Dawson, Luke Wilson o, en última instancia, el propio Bill Murray. Es por ello que la trama parece lo de menos, siendo el plato fuerte el conocimiento de unos personajes muy bien desarrollados que, gracias a unos grandes (y entregados) protagonistas son, de lejos, lo mejor de la función. Resulta curioso, en este sentido, que sea el personaje de la Breslin sobre quien gire el argumento (al ser una niña en la primera película es ella quien más sufre los cambios al pasar una década), siendo a la vez este mismo personaje quien menos oportunidades de lucimiento tiene.
En definitiva, apoyándose en unas bases bien cimentadas, la secuela de Bienvenidos a Zombieland sabe repetir las claves que tan bien funcionaron en aquella, apoyándose en la máxima de que “cuando algo funciona, mejor no tocarlo”. Por ello, no vamos a encontrar nada demasiado original, pero el reencuentro con estos cuatro miembros de la improvisada familia resulta muy efectivo, con un humor muy acertado que funciona durante todo el metraje y consiguiendo que la propuesta de Fleischer funcione a la perfección sin necesidad de arriesgar. Sí, es más de lo mismo, pero ¿acaso no es precisamente lo que se le debe pedir a una película como esta? No logra estar a la altura de Zombies party, desde luego, pero es una divertidísima comedia que incluso deja con ganas de más, permitiendo que fantaseemos con una tercera entrega donde estos cuatro desdichados continúen evolucionando en el tiempo.
¿Será esta la versión zombie y cutre de la saga de Richard Linklater que se inició con Antes del amanecer?


Valoración: Siete sobre diez.