Se echó en falta el año pasado el estreno anual de Woody Allen. Más allá de las polémicas alrededor de su vida privada (polémicas en las que parece no importar que un juez le diera la razón en todo), el conflicto con Amazon parecía presagiar que nos quedásemos sin ver su penúltima película (ya se encuentra filmando en San Sebastián la siguiente), lo cual habría sido una verdadera pena.
No es que Día de lluvia en Nueva York sea una película perfecta, pero Allen sabe mejor que nadie como sacarle partido a su ciudad y, aunque sus mejores tiempos hayan quedado muy lejanos ya, su nuevo film, por más que nos empeñemos en clasificarlo como uno de sus títulos “menores”, sigue siendo una gran película.
Con tono de comedia romántica amable, aunque con ciertos puntos agridulces muy eficaces, Allen rejuvenece a sus protagonistas habituales para convertir a Timothée Chalamet y Elle Fanning en el epicentro de una historia que, aunque eficazmente interpretada, tiene en el personaje de Selena Gomez su mayor acierto. Allen hace un singular recorrido por el mundillo del cine neoyorkino (no tan glamuroso como el hollywoodiense), para diseccionar los tres pilares fundamentales de un film (director -Liev Schreiber-, guionista -Jude Law- y actor -Diego Luna-) con la excusa del reportaje que una oven pretende hacer para el periódico universitario, terminando por caer rendida ante los destellos de los focos y los cantos de sirena de ese maravilloso mundillo, al lado del cual su novio parece un actor secundario aburrido y prescindible.
Alrededor de esta trama, Allen presenta un recorrido de ambos personajes a través de su adorada ciudad con un encanto y romanticismo especial, sin renunciar a sus brillantes diálogos (que quizá puedan llegar a restar algo de naturalidad al film al escucharlo por boca de unos chicos nada representativos de la juventud actual), y aportando el toque de magia suficiente para conseguir que una fábula increíble e inverosímil termine resultando tan maravillosa y encantadora que no puede más que terminar por enamorar.
Sí, insisto en que no es el mejor Allen, pero sigue estando muy por encima de la mayoría de las comedias románticas que se estrenan hoy en día. Y es que cuando uno es un genio, en ocasiones resulta más acertado apostar por una sencillez narrativa que por extraños artificios de originalidad. Por eso, y centrándonos solo en sus trabajos más actuales, puede que Día de lluvia en Nueva York no resulte tan contundente como Blue Jasmine ni sea tan desgarradora como Wonder Wheel, pero funciona mucho mejor que alguna de sus obras más recientes, como Irrational man o Magia a la luz de la luna, estando a la altura, en cuanto a estilo y poder de seducción, a Midnight in Paris.
Día de lluvia en Nueva York es puro encanto. Y si encima le añadimos la maravillosa fotografía de Vittorio Storaro, miel sobre hojuelas.
Valoración: Ocho sobre diez.
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