Noche de bodas es una gamberrada parida a cuatro manos por el tándem de directores formado por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes ya colaborasen en un fragmento de la película episódica VHS y en el film El heredero del diablo (qué mala era esta, por dios), con lo que esto del terror no les viene de nuevas.
Con un sentido del humor muy macabro, Noche de bodas es una nueva vuelta de tuerca al tema de las home invasion, con la salvedad de que en esta ocasión los asaltantes son los propios dueños de la casa. Cuando Grace se casa con un acaudalado joven poco imagina que la noche nupcial en la mansión familiar se iba a convertir en una pesadilla en la que debería luchar por su propia vida. La familia, enriquecida gracias al negocio de los juegos de mesa, tiene una peculiar tradición: tras la boda de uno de los miembros, un ritual decide al azar un juego en el que todos deben participar antes de irse a dormir. Pero el destino se encapricha en que el elegido esa fatídica noche acaree el asesinato de la propia novia. A partir de ahí se desencadena un angustiante correcalles alrededor de toda la propiedad familiar para salvar su propia vida con unos cuantos giros inesperados y, entre casquería y sustos, un sentido del humor tan insano como divertido que hacen de esta pequeña propuesta una película muy recomendable para los incondicionales del género.
Bien encabezada por Samara Weaving, vista en aquel espanto que era Monster Trucks pero también en la magnífica Tres anuncios en las afueras, el amplio reparto cuenta con algún que otro rostro conocido, como Adam Brody o Andie MacDowell, y sin aspirar a nada más que ha hacer pasar un desasosegante mal rato entre sorpresas y risas consigue aportar un soplo de aire fresco a las películas del terror más palomitero al que no se le debe exigir más que a dejarse disfrutar sin que la verosimilitud importe demasiado.
Valoración: Siete sobre diez.
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