miércoles, 27 de noviembre de 2019

ESTAFADORAS DE WALL STREET

Es curioso que Estafadoras de Wall Street se haya estrenado como una de las sorpresas en la taquilla americana, ya que tengo la sensación de que aquí está a punto de acabar su recorrido comercial sin demasiada pena ni gloria. Y es que la presencia de Jennifer Lopez no parece reclamo suficiente para el público español.
Bien es cierto que la Lopez está a un gran nivel, y que toda la campaña publicitaria está centrada en su figura (hay quien ya reclama la nominación al Oscar para la actriz y cantante), y no voy a negar que su personaje tiene un magnetismo y una personalidad que hace que su presencia sea el foco principal de la película, pero hay mucho más que su mera interpretación en Estafadoras de Wall Street y sería injusto dejarlo de lado.
Para empezar, el resto del reparto brilla tanto o más que la propia Lopez, en especial una Constance Wu que si bien no acapara la atención mediática de la neoyorquina (no tiene ningún gran éxito en su ya dilatada carrera, aunque fue nominada al Globo de Oro por su trabajo en la película Crazy Rich Asians). Pero a quien debemos reconocer como la gran valedora del buen sabor de boca que está dejando este film es a su directora y guionista Lorene Scafaria.
Estafadoras de Wall Street se suma a la tendencia de ficcionar casos reales que (como suele decir la publicidad de forma algo gratuita) conmocionaron a América. Un género que siempre ha existido pero que se ha puesto especialmente de moda tras la demoledora El lobo de Wall Street (¿no pensarán que la traducción del título al español es casual?). No en vano el propio Scorsese fue uno de los tanteados para dirigir esta película sobre un grupo de bailarinas de striptease que, tras ver como sus ingresos quedan mermados por la crisis económica que sacude a sus clientes, deciden iniciar un plan para estafarlos.
No es la primera vez que el mundo de los shows femeninos es retratado en Hollywood, pero considero que es un acierto haber dejado la silla de dirección en manos de una mujer para conseguir dar una visión diferente de este mundillo al mostrado en películas como Striptease (aquel vehículo para el lucimiento de Demi Moore que pretendía consagrarla y por poco no hunde su carrera).
Inspirándose en un artículo de Jessica Pressler, Scafaria huye de los tópicos alrededor de las rivalidades entre las divas, como hiciera Verhoeven en Showgirls (aquel vehículo para el lucimiento de Elizabeth Berkley que pretendía consagrarla y la hundió definitivamente). Así, Estafadoras de Wall Street es un relato sobre cómo unas mujeres se enfrentan a la precariedad de sus vidas contraatacando (no es que sea esto un alegato social, pero algo de eso hay), pero es también una historia sobre la amistad, sobre unas chicas que se apoyan unas en otras creando un vínculo similar al de una familia y que solo la ambición descontrolada logra romper.
Scafaria no pretende ser moralista. Ni se criminaliza a las profesionales del sexo ni se las ensalza. Simplemente son lo que son y así las presenta, aunque sí se atreve a justificar sus actos equiparando lo que hacen con el resto de la sociedad. Así, las palabras de Jennifer Lopez al cierre del film sirven como un perfecto resumen: “Todo el mundo estafa. Esta ciudad, todo el país, es un club de striptease. Hay unos que lanzan la pasta y hay otros que bailan”.
Estafadoras de Wall Street no está, desde luego, a la altura de El lobo de Wall Street, pero consigue ser entrañable, tierna y divertida a la vez (por no mencionar las impresionantes y meritorias actuaciones de baile, perfectamente acompañadas por los movimientos de cámara de Scafaria), con una propuesta estética algo diferente a otros títulos de corte similar como GoldJuego de armasLa gran estafa americana, etc.

Valoración: siete sobre diez.

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