sábado, 23 de noviembre de 2019

EL ASESINO DE LOS CAPRICHOS

En la historia del cine el género negro ha sido siempre uno de los más destacados, pero, aunque el uso de los asesinos en serie ha sido recurrente en no pocos thrillers policiacos, no ha sido hasta El silencio de los corderos y, sobre todo, Seven, que el subgénero se puso de moda.
El asesino de los caprichos bebe mucho de esos films, en especial de la obra de David Fincher. En ella, Gerardo Herrero copia el concepto del asesino ritual recreando unas composiciones muy específicas en sus crímenes (en este caso representaciones de las obras pictóricas de Goya comprendidas en su colección de Caprichos) y de la pareja de investigadores que deben resolver el caso. El único toque de originalidad está en cambiar el rol protagonistas, dejando que sean dos mujeres, bastante enfrentadas entre sí, quienes se ocupen del caso, pero ni aún así consigue Herrero romper del todo con los estereotipos, pues la detective encarnada por Maribel Verdú cumple todos los estereotipos del género más simplón (es una solitaria alcohólica, amargada y algo promiscua en la cama) solo que en la vertiente femenina.
El problema de la película radica, sobre todo, en el pobre guion de Ángela Armero, que no consigue en ningún momento construir una historia creíble y siembra de errores todo el libreto. Ni los personajes están bien construidos (tener a Aura Garrido y a Maribel Verdú y desaprovecharlas así es casi tan horrible como los propios asesinatos), ni la trama policiaca se sigue con sencillez (sobre todo por culpa de un final algo torpe y apresurado) ni tiene ningún sentido, una vez descubierto el secreto final, el detalle de los caprichos aparte de dar sentido al título y dotar de cierto empaque al arranque.
Muchas tonterías que solo actúan en contra de las protagonistas, que terminan por caer ligeramente mal, y un ritmo algo anodino provocan que se desconecte con la investigación y se distancie uno mucho de lo que sucede en pantalla, por más que algún que otro giro de guion inesperado pretendan alertar la atención el espectador.
En resumen, una película bastante pobre que no solo está a años luz del trabajo de Fincher en que se inspira, sino que se sitúa muy por debajo también de las cientos de imitadoras que surgieron a raíz del éxito de Seven. Una pena, pues sobre el papel parecía interesante la propuesta.


Valoración: Cuatro sobre diez.

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