lunes, 31 de marzo de 2014

ENEMY (3d10)

Basada en la novela “El hombre duplicado” del portugués José Samarago, el director canadiense Denis Villeneuve ha recurrido al español Javier Guillón para que le confeccione un guion a su medida en la que también metió mano, aparte del propio director, el protagonista, el californiano Jake Gyllenhaal (como ven, una ficha técnica muy internacional). Tras el éxito de público y crítica de Prisioneros, actor y director han decidido repetir colaboración para completar esta inquietante película que ya pasó por el ya lejano festival de Sitges y que llegaba precedido de enarboladas críticas.
La base de la película es tan sencilla como inquietante. Un profesor universitario, Adam, con una vida anodina y vacía, ve un día una película que le recomienda un compañero y se sorprende al descubrir entre el elenco de secundarios a un actor idéntico a él, Anthony. Obsesionado con la existencia de este doble suyo comenzará a investigar hasta conseguir localizarlo y organizar un encuentro.
La película arranca con una escena perturbadora y desconcertante, logrando descolocar al espectador para regresarlo a la realidad con la violencia de una bofetada enseñándonos la monotonía de Adam (hasta el sexo con su novia es monótono) y consiguiendo que sintamos tanta curiosidad como el propio protagonista con la existencia del tal Anthony. Empieza entonces un complicado rompecabezas con intercambio de papeles entre Adam y Anthony incluido con lo que ello representará para sus respectivas parejas, Mary (Mélanie Laurent) y Helen (Sarah Gadon). Pulula también por ahí la madre de Adam (o de ambos, vaya usted a saber), una desaprovechada Isabella Rossellini).
Todo en esta película es extraño. Lejos de estar ante un thriller de ritmo trepidante Villeneuve prefiere ofrecernos un tempo lento, acompasado, haciéndonos partícipes del desconcierto del protagonista e invitándonos a proponer nuestras propias teorías ayudados por detalles con cuentagotas que van surgiendo como miguitas de pan durante el metraje: una especie de club sexual exclusivo, las respuestas enigmáticas de la madre, la actitud de la esposa embarazada… Un camino de posibilidades infinitas que pueden variar desde la clonación, la posibilidad de que sean hermanos o el simple desdoblamiento de personalidad. Todo cabe en un abanico de especulaciones donde lo importante es indagar sobre el concepto de la identidad y, sobretodo, confundir al atrapado espectador en una incomprensible sucesión de hechos que derivarán en…
¡Eh! ¿No pensarían que les voy a revelar el final, verdad? Pues no lo haré. Pero no por miedo a chafarles la sorpresa y fastidiarles el visionado con spoilers sin indicar. No, qué va. No lo haré porque no lo tiene.
A medio camino entre el supuesto trascendentalismo de Terrence Malick y el caos visual y sin sentido de David Lynch, la mejor manera de definir Enemy es decir que se trata de, y perdonen ustedes mi vulgaridad, una paja mental del Villeneuve de las narices, que tras hora y media de escenas anodinas y sosas que uno aguanta con la simple esperanza de terminar entendiendo algo te arrea un puñetazo en los morros en forma de créditos finales y se queda tan pancho. No es que sea un final ambiguo y abierto a la interpretación, como sería el caso de Origen, por ejemplo, es más bien que el colega se ha reído de todos los que hemos pagado la entrada y nos ha hecho perder noventa minutos de nuestra vida con una colección de situaciones incomprensibles que al final resultan no llevar a nada.
No está del todo mal Gyllenhaal, tan soso como siempre cuando es Adam pero algo más inspirado en su papel de Anthony, pero su interpretación no justifica el despropósito y la tomadura de pelo que me pareció esta película, cuyos elogios me resultan incomprensibles y que, quizá, leyendo antes el libro o con un segundo visionado, pueda llegar a entender algo, pero que no me voy a molestar en hacer.

Interesante mientras se ve, espantosa, tras su conclusión, no soy amigo de la violencia, pero si alguien se cruza por la calle con el señor Villeneuve, por favor, denle un buen bofetón de mi parte. Y si pregunta por qué, se le echa la culpa a su doble y tan anchos…

EL GRAN HOTEL BUDAPEST (7d10)

Siendo esta una película de Wes Anderson es fácil predecir lo que nos vamos a encontrar en ella: un humor algo absurdo y muy visual, una cuidada estética y una derroche de colores, un reparto lleno de estrellas y unos niños que actúan como adultos y unos adultos que actúan como niños.
Como en Moonrise Kingdom, Anderson recurre a una historia relativamente coral para deleitarnos con imágenes oníricas y planos imposibles con un sentido del humor tierno e inocente, experimentando con distintos formatos de película (hay desde escenas panorámicas a momentos de pantalla cuadrada) Y recurriendo a flashbacks dentro de flashbacks dentro de flashbacks dentro de flashbacks que pueden desorientar en un primer momento pero que no tardan en sumergirnos en una historia hilarante y sorprendente.
El gran hotel Budapest era un complejo vacacional de lujo en las altas montañas de un lejano país europeo que comenzó a caer en desgracia tras la Guerra (no pregunten qué guerra es, sólo intúyanlo). Allí, un joven escritor entabla amistad con el dueño del mismo y, durante una amena cena, este le explica cómo se convirtió en dueño del edificio gracias a su relación –a medio camino entre amistosa y fraternal-, cuando era un simple botones, con el jefe de personal. 
Empieza así una alucinante aventura de seducción, intriga, herencias, robo de un cuadro, fugas de prisión y, por supuesto, amor adolescente.
El reparto puede ser sin duda el primer motivo para acudir al cine y elegir este film, ya que está protagonizado por Ralph Fiennes, F. Murray Abraham, Jude Law, Adrien Brody, Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Harvey Keitel, Saorise Ronan y Léa Seydoux, aunque es el desconocido Tony Revolori quien se carga el peso de la acción. También pasean por ahí (aunque en algunos son simples cameos, por más que salga su nombre en grande en la carátula) Bill Murray, Edward Norton, Jason Schwartzman, Tom Wikinson, Tilda Swinton, Owen Wilson y Bob Balaban. Así que, si la película no les interesa, pueden entretenerse al menos reconociendo rostros populares.
Pero no se dejen llevar a engaño. No es esto lo que les debe atraer de El gran hotel Budapest. Se trata, por encima de todo y de todos, de una película de Wes Anderson, el mismo de Life Aquatic, Los Tenenbaums o Fantástico Sr. Fox. Y él es, al final, la gran estrella de la obra, con su particular estilo visual y su forma de narrar tan personal. Aún algo por debajo de la (a mi entender) más profunda Moonrise Kingdom, El gran hotel Budapest es una gran película, pero debe entenderse que quizá no para todo tipo de público. Aquellos no que estén familiarizados con el estilo de Anderson deben ir con la mente abierta y no esperar una película convencional, enfrentándose a la pantalla dispuestos a dejarse seducir ante una película hipnótica y embriagadora, sensible, simpática, divertida y tierna.
Tiene algo de magia, la historia, y Wes Anderson consigue que esta traspase la pantalla.

NON-STOP, SIN ESCALAS (7d10)

Cuando se menciona el tópico de “un español que triunfa en Hollywood” lo primero que a todos se nos viene a la mente es el nombre de un actor, ya sea Antonio Banderas, Penélope Cruz o Javier Bardem, aunque en realidad Hollywood está plagado de excelentes técnicos de sonido, iluminación, compositores musicales y especialistas en efectos visuales que están muy valorados y pasan totalmente desapercibidos en su país natal.
Ahora bien, si nos centramos en el tema de los directores, es difícil recordar uno que se esté ganando las habichuelas al otro lado del charco. Cierto, tenemos gente reconocida, como Almodóvar, Trueba o Amenábar, que han conseguido estrenar allí sus películas o incluso filmar producciones españolas en inglés con reconocidos actores yanquis. Sin embargo, lo que es triunfar, triunfar… poca cosa hay.
Jaume Collet-Serra, catalán más enamorado de su Barça que del propio mundo del cine, es uno de ellos. Se dio a conocer con una obra menor, La casa de cera (cuyo mayor mérito es tener como protagonista a Paris Hilton y cargársela apenas a los veinte minutos), pero que como la mayoría de producciones de terror americanas derivó en un rentable éxito para la productora encabezada por un Joel Silver que lo acogió bajo su tutela y lo ha continuado produciendo hasta la fecha. Desde entonces, sus películas han sido escalando en reconocimiento y calidad, desde el ya título de culto La huérfana, la hitchcockniana Sin identidad y, ahora, este Non-Stop que lo ha llevado a estar dos semanas seguidas en el número uno de la taquilla americana (curioso, tanto que se les llena la boca a algunos de criticar al público español por adorar el cine anglosajón y despreciar el patrio y cuando llega un éxito como este con un director de casa la película más taquillera resulta ser Ocho apellidos vascos).
Non-Stop, en la que Collet-Serra repite con Liam Neeson (nuevo y sorprendente héroe de acción) tras Sin identidad, no tiene nada de original. El esquema de un acto terrorista afincado en un espacio reducido recuerda a títulos como Jungla de Cristal, Alerta Máxima o Speed, y la sensación claustrofóbica de algunas escenas pueden evocarnos a la magnífica Buried o la fallida Grand Piano. Además, tenemos a un héroe traumatizado por su pasado, con problemas de disciplina y alcohol, que bien podría haber sido encarnado en otros tiempos por Mel Gibson o Bruce Willis, pudiendo reconocerse en el personaje de Bill Marks todos los tics de aquellos. Sin embargo, el acierto de Collet-Serra está en saber recoger todos esos elementos y mezclarlos en su coctelera particular para parir un producto que no por previsible sea poco entretenido. Al contrario, Non-Stop es tan trepidante como su propio nombre sugiere, y el director nos demuestra su habilidad con la cámara consiguiendo momentos tan impactantes como una pelea en el interior del baño ce un avión.
Bill Marks es un agente de seguridad que realiza un previsiblemente apacible vuelo de Nueva York a Londres cuando, como en la ya mencionada Grand Piano, comienza a recibir mensajes amenazando con matar inocentes si no hace lo que le piden. Comienza entonces una carrera contra reloj para descubrir al presunto terrorista que convierte el avión en una especie de juego de Cluedo en el que cualquier pasajero tiene posibilidades de ser el malo de la función, incluyendo a las azafatas (donde tiene un pequeño papel la recién oscarizada Lupita Nyong’o), su compañera de asiento (Julianne Moore) o incluso él mismo. Mientras se escenifica una versión claustrofóbica de los esquemas propios de Agatha Christie, las muertes comienzan a sucederse, como en una versión light de Saw, demostrando que la amenaza es muy real y que el destino de todos los integrantes del vuelo está en peligro, hasta un desenlace tan espectacular como previsible con un ligero aroma a Screen. Y es que no siempre es malo copiar a los demás cuando se hace bien.
Así, las casi dos horas de metraje pasan volando (chiste fácil) con un Liam Neeson que lleva unos años reconvertido en un tipo duro a quien todos desearíamos tener a nuestro lado en caso de amenaza y unas bien repartidas descargas de adrenalina que convierten esta película en un estupendo entretenimiento.
Como es natural, en ningún momento se pretende conseguir más que eso, entretener y hacernos vibrar, por lo que no es conveniente contemplar el film libreta en mano o arriesgarnos a un segundo visionado de forma inmediata, ya que es entonces cuando afloran sus carencias en forma de un guion con demasiadas trampas como para sostenerse por sí mismo y unas situaciones fuera de toda lógica ni sentido. Pero eso, sin duda, sería buscarle tres pies al gato, y esperar de Non-Stop más de lo que ofrece es simplemente absurdo. Es cine de acción con suspense, sencilla y llanamente, y como tal cumple a la perfección.

Y no, por si alguien se lo pregunta, no se mezcla mescalina con agua de valencia. Eso era en otro sitio…




EMPERADOR * (6d10)

Nuevamente estamos ante otra película interesante y con actores de cierto renombre (el héroe de Perdidos Matthew Fox muy bien secundado por el gran Tommy Lee Jones) y un director de prestigio, Peter Webber, que brilló con la joven de la perla aunque quizá decepcionó demasiado con Hannibal, el origen del mal, y que se ha estrenado (como no) de tapadillo en nuestro país y con “sólo” dos años de retraso.
Emperador narra con detalle cómo, tras finalizar la II Guerra Mundial con la detonación de la bomba atómica y ocupar Estados Unidos la derrotada Japón, los militares deben decidir si considerar al emperador Hirohito(elevado a la categoría de dios por sus súbditos) culpable del ataque a Pearl Harbor y, por lo tanto, juzgarlo como criminal de guerra. MacArthur designará al joven general Bonner Fellers para que investigue el origen del ataque debido a sus grandes conocimientos de la cultura japonesa. Mientras Fellers realiza su cometido aprovechará para tratar de averiguar lo sucedido con Aya Shimada, una japonesa de la que estuvo enamorado hasta que la guerra los separó.
Retrato histórico con subtrama romántica que analiza un proceso de reconstrucción y permite ver por una vez a los vencidos de una de las guerras más crueles de la historia. Webber sabe combinar bien ambos relatos y ofrecernos un paisaje desolado y lleno de dolor sin cebarse en la agonía, permitiendo que el honor del país del sol naciente permanezca indemne pese a los terribles actos de crueldad que cometieron.
Y es que, ¿acaso todos los actos que rodean una guerra no son crueles por definición?

Fox, por su parte, algo desaparecido desde la finalización de la serie, demuestra que puede mantener el tipo en un papel protagonista en un film que invita a la reflexión y a la hermandad entre países.

JOVEN Y BONITA * (5d10)

Nueva aventura fílmica del prestigioso director François Ozon que ha sido aclamada por la crítica en su particular retrato de una joven de 17 años que, si bien no pretende ser reflejo de su generación, sí plantea una historia que da mucho que pensar.
Isabelle, interpretada Marine Vacth es una chica atractiva que vive cómodamente con su madre, su padrastro y su hermano y que, atravesando la edad en la que empieza a investigar con el placer y el sexo, decide embarcarse en un polémico (y quizá peligroso) juego que puede tener funestas consecuencias para ella y para su relación familiar.
Narrada en cuatro actos que corresponden con las estaciones del año, la protagonista se sumerge en el mundo de la prostitución de la misma manera, según palabras del propio Ozon, que podría haberse introducido en las drogas o la delincuencia. Así, no se trata de una película sobre el sexo, sino sobre las dudas y temores que aparecen en cierto momento de la adolescencia y la necesidad de investigar y tratar de ir siempre un paso más allá. Es por ello que Ozon no pretende juzgar a su protagonista, sino plantear simplemente unos hechos e invitar al espectador a que saque sus propias reflexiones.
Por ello, cada personaje alrededor de Isabelle tendrá su punto de vista y la propia joven cambiará su propio pensar a raíz de un suceso concreto que no voy a revelar pero cuya determinación pondrá a prueba la aparición estelar de la veterana Charlotte Rampling.
Esa ambigüedad del director (rematada en su final abierto totalmente a la interpretación de cada uno) es lo mejor de la película que depende demasiado para su correcto funcionamiento de que el espectador entre en la historia y simpatice (o no) con el camino que sigue Isabelle.

Y yo, sin querer quitar méritos a la película, no entré, sintiéndolo mucho.

ALABAMA MONROE * (7d10)

Dura, muy dura, es esta historia belga que representó a su país en los últimos Oscars con su nominación a la mejor película de habla no inglesa.
Elise y Didier son una pareja de músicos que disfrutan del bluegrass (una variante del country) cuya vida cambia cuando se detecta un cáncer a su hija de seis años.
Con una estructura desordenada por sus continuos saltos en el tiempo, Alabama Monroe puede parecer al principio un drama musical en la línea de A propósito de Llewyn Davis, pero más allá de presentar una brillante colección de composiciones musicales, Alabama Monroe es un cruel retrato sobre los sentimientos y la diferencia de Elise y Didier a la hora de enfrentarse a la vida.
Los sacrificios de la paternidad, el sueño americano, la vida después de la muerte, la ciencia enfrentada a la religión y el fin del amor son diversos temas que podrían desembocar en un confuso batiburrillo pero que en este film de Felix van Groeningen casan con armoniosa brillantez consiguiendo que unos personajes peculiares e inicialmente distantes para nosotros sean perfectos para identificarnos (y sufrir) con ellos.
Alabama Monroe consigue plasmar en imágenes el significado del dolor y el sufrimiento, cargada de acertadas metáforas como los tatuajes de Elise, los pájaros que se estrellan contra el cristal o el cambio de nombres que simbolizan una nueva vida como si con ello fuese suficiente para escaparse de la anterior.
La película belga consigue agarrar el corazón y oprimirlo con fuerza hasta hacernos estremecer, golpeando donde más duele y dejándonos una sensación amarga tal finalizar pero con mucho en lo que pensar.

Abracen a sus seres queridos y díganle lo mucho que les quieren. La vida puede llegar a ser muy cruel. Y esta película, también.


MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES * (6d10)

Hasta el año 2012 Joss Whedon era considerado por la gran mayoría como el creador de Buffy Cazavampiros y poco más. Eran apenas un puñado de frikis los que lo elogiaban por la serie de culto Firefly o por su contribución como guionista en la colección de comics de X-men. Pero llegó ese glorioso 2012 y su leyenda friki aumentó al producir y coguionizar La cabaña del bosque y rompió taquillas y puso el mundo a sus pies con Los Vengadores.
De la noche a la mañana, gracias al gran pelotazo de los más poderosos héroes del mundo, se convirtió en el nuevo rey Midas de Hollywood y director imprescindible no solo para la secuela de su mayor éxito sino para supervisar y coordinar el resto de producciones Marvel aparte de lanzar la serie televisiva Agentes de SHIELD. Tal cambio en su vida debió sin duda superarle, así que para lograr asumir mejor el éxito que mejor que hacer un giro de 180º en su trayectoria y embarcarse en una película pequeña, filmada en blanco y negro y rodeado de amiguetes. Vamos, que más que un rodaje debió parecer una cena entre colegas.
Mucho ruido y pocas nueces es una nueva revisión de la divertida obra de Shakespeare con la originalidad de estar ambientada en la actualidad pese a respetar el texto clásico del autor británico. Así, resulta difícil no hacer una buena película, siendo el texto en que se basa uno de los más divertidos de la literatura cuyos hirientes diálogos se mantienen frescos y ágiles en la actualidad.
Resulta inevitable no tener en la memoria la magnífica adaptación de Kenneth Branagh de 1993 con un espectacular reparto, pero no da pie a la comparación (contra la que saldría perdiendo, desde luego), pues esto no es más que un pasatiempo  de Whedon que tampoco es que realice grandes alardes con la cámara y en la que nos encontramos con Clack Gregg (el agente Coulson de Marvel), Amy Acker y Fran Kranz (recién salidos de La Cabaña en el bosque), Nathan Fillion (actualmente triunfa con Castle pero ya estuvo en Firefly), Reed Diamond (de la serie Dollhouse, también de Whedon, en la que coincidía con Kranz) y Alexis Denisof (salido de Ángel, el spin-off de Buffy Cazavampiros y que se ha paseado también por Dollhouse e incluso Los Vengadores).

Lo dicho, un entretenimiento simpático y fiesta de reencuentro para viejos amigos. 

domingo, 30 de marzo de 2014

DALLAS BULLERS CLUB (5d10)

Se esperaba con muchas ganas el último coletazo de los Oscars de este año, con tres estatuillas en la saca y dos de ellos de los gordos, a los actores. Pero una vez vista la sensación que queda es de decepción. Decepción porque ni es tan buena película (de hecho no alcanzo a comprender que estuviese nominada a mejor film) ni las interpretaciones de sus actores son tan majestuosas. No está Matthew McConaughey a la altura del DiCaprio de El lobo de Wall Street, pero –si apuramos- tampoco está a la altura del propio McConaughey de la susodicha película. Tanto es así que son muchas las voces que acusan a la academia de o haber visto esta película y haber votado por McConaughey debido a su excelente trabajo en la serie revelación de la temporada: True Detective. Que cada uno saque sus conclusiones.
Por cierto, en El lobo de Wall Street, película que retrataba fielmente una historia real, se refieren a Jordan Belfort como un pez pequeño en el océano del mundo de la bolsa. Pues bien, el Ron Woodroof al que da vida McConaughey en Dallas buyers club (también basada en un personaje real, pero con muchas más licencias) podría ser la otra cara de la misma moneda de Belfort, y su película una versión sucia y desagradable de las andanzas del descontrolado brooker.
Woodroof es un crápula del mundo de los rodeos, estafador de poca monta y mujeriego y drogadicto por igual. Cuando se le detecta casi por accidente que está infectado de SIDA –estamos en la época en que se pensaba que era una enfermedad exclusiva de homosexuales- comienza a tratarse con AZT, pero la falta de existencias y la poca esperanza de vida que le dan los médico le lleva a traficar para conseguir dicho medicamento, terminando por experimentar con alternativas más naturales y fundando un club que flirtea con la ilegalidad con gracia, en el que sus socios pagan grandes sumas sólo por pertenecer al mismo pero que a cambio reciben medicamentos contra el SIDA gratis.
No voy a obviar las virtudes de la película, que las tiene, ni las buenas interpretaciones (sobre todo destaca Jared Leto –curiosamente la parte de la película que es ficción-, aunque Jennifer Garner también está bien) ni los apuntes a crítica contra la industria farmacéutica que se echaba en falta en Efectos Secundarios de Sodelbergh, aunque tampoco es que profundice demasiado en ello. El principal problema es que el protagonista es un tipo bastante despreciable y, por más que su personaje termina evolucionando mínimamente, no resulta fácil simpatizar con él, provocando que nos de igual si vive o muere. Sólo su relación con Rayon (Leto) ayuda a avanzar al personaje, pero un suceso que no voy a revelar ahora vuelve a distanciarnos con él. Esa era una de las mayores virtudes de DiCaprio en su interpretación de Belfort, que conseguía enamorarnos con un personaje a priori digno de repudiar, y lo hacía además sin más arma que su talento y su carisma (y ya me perdonaréis que reincida tanto en la comparativa entre estas dos películas, pero sigo indignado con la ausencia de una estatuilla dorada para Leo) mientras que el muy buen trabajo de McConaughey se ayuda demasiado de una excelente caracterización aparte del impresionante cambio físico que el propio actor ha perpetrado (muy meritorio, pero que nada debería tener que ver con su valoración como actor), con ciertas semejanzas con Tom Hanks en Philadelphia o con las continuas (e insanas) transformaciones de Christian Bale.
El director canadiense Jean-Marc Vellée muestra buenas maderas, pero es quizá demasiado inexperto para conseguir mantener el ritmo correcto, de manera que la historia se alarga en exceso llegando a resultar aburrida en ciertos momentos, mientras que se muestra ligeramente acomplejado a la hora de mostrar escenas de sexo o de consumo de drogas tratando no ofender demasiado (algo que nunca ha preocupado a genios como Scorsese o Tarantino), mientras que la dureza de la historia que propone queda algo edulcorada por la carencia de mala leche (en este sentido destaco el momento en que una chica con infectada va a darse de alta como socia) que el personaje merece, coqueteando en ocasiones con la amenaza de caer en el romance (un romance imposible, eso sí).
Con detalles que pueden recordar también a Breaking bad, Dallas buyer club es un buen reflejo de una época con alternancias de drama y comedia, pero algo floja y previsible para tantas alabanzas como ha recibido.

UNA VIDA EN TRES DÍAS (4d10)

Cuando en 2007 Jason Reitman estrenó Juno (aunque ya se había dado a conocer con Gracias por fumar) todo el mundo intuía que se trataba de un nuevo gurú del cine indie, cosa que pareció confirmarse con su siguiente título, la excelente Up in the air. Ahora, cuatro años después del título protagonizado por George Clooney, su globo parece haberse desinflado,  y el retoño de Ivan Reitman (el creador de tantas comedias geniales de los ochenta que ahora es injustamente ninguneado por aquellos cabestros que aseguran que el bueno de la familia es el niño Jason) se encuentra artísticamente estancado demostrando que todo lo que tenía de buen director lo tiene de mal guionista y que sus pretensiones de genio no hacen sino aumentar la tediosidad aburrida y casi insoportable de su último trabajo.
Pero vayamos por partes. Una vida en tres días, película tan mala como su título en español (textualmente habría sido más acertado algo parecido a El puente del día del trabajo, ya que la acción transcurre a lo largo de cinco días), cuenta la historia de Adele y su hijo Henry que viven solos en una casita a las afueras de un apacible pueblo de Massachussets hasta que se cruza en sus vidas Frank, un fugitivo recién escapado de prisión que les obliga a ayudarle primero para, en apenas unas horas, pasar a ser el hombre de la casa y ejercer de padre para Henry y marido para Adele, teniendo tiempo (mientras se esconde de los vecinos y la policía, recordemos) para arreglar el porche, bailar con la música a todo volumen o enseñar a jugar a béisbol al insípido del niño. Por no mencionar una de las escenas más ridículas de la historia del cine que convierte la realización de un pastel de melocotón en el gran leif motiv de la película, con bochornoso recuerdo a la escena con el barro de Ghost incluida.
Pero lo peor de la película no es que resulte espantosamente aburrida y que carezca del más mínimo sentido del ritmo (la historia del fugitivo no es más que un pretexto para desarrollar una historia de amor pastelosa y totalmente falta de pasión) y que nada tiene que ver con Sin escape, aquel thriller de Van Damme, Rosanna Arquette y uno de los Culkin que partía de la misma base argumental que esta). Tampoco lo es la absoluta falta de química de la pareja protagonista, un Josh Brolin tan acartonado como de costumbre y una Kate Winslet demasiado parecida a la de Revolucionary Road. Ni siquiera lo es que se desaproveche a algunos actores interesantes como Clark Gregg o el siempre genial J.K.Simmons (también se deja ver por ahí Tobey Maguire, pero corramos un tupido velo).
No, lo peor de todo es que el bueno de Jason Reitman se ha creído que es un genio de la narrativa y un poeta con imágenes, y como si se tratase de un Terrence Malick de oferta mezcla sin complejos la historia narrada con flashbacks al principio incomprensibles (y cuando se completa el puzzle y se pueden interpretar pierden el poco interés que pudiesen tener) con metáforas visuales sobre el amor y la pasión. Esto hace que esta historia previsible y aburrida que en buena lógica no debería pasar de ser más que un simple telefilm de media tarde sea además pretenciosa y pedante, aspirando a una profundidad metafísica que produce más vergüenza que reflexión.
Ya he comentado la metedura de pata del título en español, pero reincido en ello porque cuando aparece en pantalla unos créditos que indican que comienza el domingo (cuando la acción empieza en viernes) uno se hace esperanzas de que la cosa esté a punto de terminar, por lo que al comprobar que tan solo estamos a mitad del metraje la desesperación puede ser terrible.
Resulta curioso que estemos echando de menos a esa actriz porno con pretensiones de guionista llamada Diablo Cody, pero lo cierto es que de su mano las historias de Reitman funcionan mucho mejor, con un desarrollo de personajes mínimamente comprensibles a los que podemos llegar a comprender o con los que identificarnos. No es el caso de Una vida en tres días, donde la forma de actuar de los personajes (ni aun aceptando la depresión de ella o lo que se revela en los flashbacks totalmente superficiales y mal filmados) carece de toda lógica, por lo que la empatía que desprenden es nula.

Una colección de bostezos y poco más.

LA BELLA Y LA BESTIA (6d10)

¿Qué se puede contar ya que no se conozca de antemano sobre el popular cuento de Beaumont de La bella y la bestia? Pues en realidad más de lo que parece, pues si bien todos creemos conocer la historia lo cierto es que nuestra mente está demasiado corrompida por la versión, magnífica por otro lado, animada de Disney.
No es que la película de Christophe Gans (firmante de las visualmente interesantes Silent Hill y El pacto de los lobos) sea una adaptación textual del cuento, pero si es más fiel al espíritu crítico de 1756 hacia su sociedad manteniendo las características básicas de la familia de Bella con la hipocresía y la codicia reflejada en la piel de las hermanas, aunque a medida que la acción avanza se vaya distanciado progresivamente del texto en favor a la espectacularidad cinematográfica.
Bella, huérfana de madre, es la pequeña de una familia bien situada a la que un revés del destino condena a la ruina con el consiguiente desespero de todos los miembros familiares excepto ella, que no tiene problema alguno para adaptarse a la nueva situación, obligados a subsistir en una sencilla casa de campo alejados de la gran ciudad. Cuando la fortuna parece volver a sonreírles todas hacen una extensa lista de los artículos de lujo que precisan para su reincorporación a la sociedad urbanita, pero Bella, humilde y casi decepcionada por tener que regresar a la ciudad, tan solo le pide a su padre una simple rosa. Lo que todos ignoran es que ese sencillo deseo va a condenarlos a todos, ya que en su intento por obtener la rosa en cuestión el desdichado padre acabará ofendiendo a un misterioso set que habita en un castillo abandonado con quien Bella terminará conviviendo a cambio de la vida de su padre.
Si nos encontráramos a esta película sin saber nada de su historia posiblemente nos indignaríamos por sus enormes agujeros de guion, que caen constantemente en el Deux ex Machina y nos obligan a hacer un acto de fe para tragarnos ciertas situaciones que suceden sin lógica alguna, pero el hecho de conocer -o cuanto menos suponer- el final de antemano permiten aceptar que las cosas pasan porque tienen que pasar y limitarnos a disfrutar de un producto de entretenimiento que no aburre para nada y ofrece algún recurso visual interesante.
Aun siendo una producción francesa y con una limitación de recursos evidente, esta metáfora imperecedera sobre la belleza oculta en el interior sigue la estela de las grandes superproducciones de Hollywood como Jack Cazagigantes u Oz, un mundo de fantasía, recordando en su concepción visual a la Caperucita Roja de Catherine Hardwicke con decorados influenciados en la mismísima Tierra Media parida por Peter Jackson.
Vicent Cassel impone su presencia física a esa Bestia digitalizada que no tiene reparos en imitar a la de Disney mientras que la Bella en cuestión la interpreta Léa Seydoux, recién salida del éxito de La vida de Adèle y a la que en breve veremos en El gran hotel Budapest, habiendo un hueco incluso para nuestro Eduardo Noriega que ejerce, como es menester, de villano del film.

Menos infantil de lo que cabría esperar (de hecho el recurso más simpático,  el de los perretes, es también lo que más desentona), seguramente sería injusto a la vez que inevitable compararla con la versión Disney, pero sí se encuentra muy por encima de otras versiones actuales como la perpetrada por Vanessa Hudgens o la serie televisiva con la "bella" Kristin Kreuk.
Un buen producto de entretenimiento sin demasiadas exigencias.

OCHO APELLIDOS VASCOS (7d10)

Se dice que el pasado 2013 no fue un año especialmente brillante para el cine español, más con el batacazo inesperado (pero merecido) del último Almodóvar.
Quizá sea cierto que no se han estrenado películas magníficas, pero sí algunos títulos muy interesantes sobre todo en el terreno del suspense y de la comedia. En este último apartado recuerdo ahora las divertidas La gran familia española, Tres bodas de más, ¿Quién mató a Bambi?... y en esa línea hemos empezado el 2014 con un estreno que esté reventando las taquillas y batiendo records, quizá algo exagerados.
Y es que Ocho apellidos vascos es una apuesta ciertamente desternillante, con un humor blanco y en ocasiones muy facilón pero sin duda efectivo que da una vuelta de tuerca a todos los tópicos posibles entre dos culturas tan opuestas como es el extremismo andaluz y el vasco. Sin querer entrar en polémicas ni mear fuera de tiesto (no es esta una plataforma para idealismos políticos ni se pretende hacer crítica social), los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José (vascos, por si alguien se lo preguntaba) se burlas (u homenajean, que cada uno lo llame como quiera) de todo lo que se les pasa por delante, desde el beticismo más “loperiano”, la gomina y la “gracieta” del sur hasta el las manifestaciones independentistas o el desprecio ante todo lo foráneo a lo vasco.
La historia, en su comienzo, no tiene nada de original. Chico (sevillano) conoce chica (vasca). Chica vuelve a la otra punta del país dejando chico loquito por ella y chico va en busca de chica. Chica pasa del chico pero, un giro de los acontecimientos la obliga a suplicar su ayuda y fingir que son novios. Como veis, nada nuevo bajo el sol. Así, el enganche de la película no es su argumento, gastado y previsible y con un desenlace final que es lo peor de todo por su ñoñería y simpleza, sino sus gags, algunos visuales otros provenientes de diálogos brillantes y afilados.
Los protagonistas, un Dani Rovira sin experiencia en cine pero con un buen camino recorrido ya en televisión desde que comenzara haciendo monólogos y una brillante Clara Lago que crece con cada película que hace y es capaz de decirlo todo con la mirada, tienen una química perfecta, tanto para el humor como para el amor, y esto es fundamental para que la película funcione. La chispa del sur y la mala leche del norte. Dos personas antagónicas que, al final, buscan lo mismo en la vida. Como todos nosotros. Y es que si hay algún mensaje en la película es el de que despreciar a alguien por su origen o ideas es absurdo, aunque esto es tan solo un apunte, porque lo que realmente pretenden es provocar la carcajada fácil y enseñarnos a reírnos de nosotros mismos, seamos como los andaluces, como los vascos o como ninguno de ellos.
Y por detrás, dos veteranos que suben un poco más el nivel si cabe, Karra Elejalde (el padre y extremo más radical del espíritu vasco) y Carmen Machi (aliada del chico y visión imparcial del duelo por ser extremeña).  Y el elemento casi “friki” imprescindible, Alfonso Sánchez y Alberto López, el Cabeza y el Culebra de El mundo es nuestro.
Exagerada e increíble por momentos, no hay un momento de tregua en esta historia de amor fingido que termina, no sólo con el enamoramiento de los protagonistas, sino enamorando al gran público. Nace sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato y llenar las salas de los cines. Y eso es lo que consigue.
Y como prueba, la luz verde que tiene ya su secuela.

lunes, 10 de marzo de 2014

PARÍS A TODA COSTA * (5d10)

De nuevo nos encontramos ante una comedia francesa que guarda ligeros parecidos con la reciente 20 años no importan. No solo trata sobre una joven metida en el mundo de la moda, sino que su protagonista, Reem Kherici, es también la firmante del guion, como en aquella hiciera Virginie Efira, aunque en esta ocasión la muchacha se atreva también con la dirección.
París a toda costa podría haber sido una película de denuncia sobre el trato que Francia otorga a los inmigrantes que, ya afianzados en el país vecino, son extraditados una vez caducados sus papeles. Pero en lugar de eso, Kherici opta por la comedia más simple sobre el contraste cultural con una leve (muy leve) reflexión sobre la familia que es más una excusa para gags gamberros a cargo del hermano de la protagonista y para aportar un apunte dramático con la historia de los padres que otra cosa.
Maya es una diseñadora de alta costura, fashion y divina de la muerte, que reniega completamente de sus orígenes marroquís. Arrogante y pretensiosa está completamente integrada a la capital de la moda y a punto de conseguir dar un paso de gigante en su carrera profesional cuando se descubre que lleva mucho tiempo con sus papeles caducadas y es expulsada del país, viéndose obligada a regresar a un país que desprecia y que no es suficientemente bueno para ella.
Emparejada a Zoolander por la visión caricaturesca que da del mundo de las pasarelas, Kherici deja que todo el peso de la acción recaiga sobre sí misma, construyendo un personaje inicialmente odioso que irá evolucionando a medida que los sucesos le superen.

Totalmente predecible y blanda, es un simple pasatiempo para pasar una tarde distraída sin demasiadas pretensiones con un plantel de secundarios cómicos desconocidos para nosotros surgidos de la televisión gala y del grupito de amistades de la Kherici.

¿QUÉ HACEMOS CON MAISIE? * (8d10)

Pequeña joya a reivindicar que debería ser de visionado obligado a todas aquellas parejas que están a punto de tramitar una separación o, incluso ¡qué caray! a todas aquellas que están a punto de iniciarla, para que empiecen a pensar en las consecuencias de sus actos.
Susanna es una madura cantante de rock que no quiere renunciar a su vida artística. Beale es un hombre de negocios constantemente de viaje. No deberían tener nada en común, así que su relación está condenada al fracaso. Lo malo es que sí tienen una cosa en común: Maisie, una niña que será triste testigo de las cada vez más desagradables peleas entre sus padres y se convertirá en objeto de disputa cuando al fin llegue la inevitable separación. Pero ello no le dará tranquilidad ni estabilidad, ni mucho menos. Las disputas continúan en los tribunales por conseguir la custodia y, de paso, machacar al contrario. Sin embargo, en ningún momento se plantean ninguno de los dos egoístas padres qué es lo que la pequeña Maisie desea.
Dura y desgarradora por momentos (debido más a lo desgraciadamente cotidiana que es esa situación que a la propia dureza de sus escenas) aunque hábilmente aderezada con toques de humor y ternura que permiten visualizarla con una sonrisa en la cara y una imperiosa necesidad de acoger a Maisie, víctima de una sociedad egoísta y unos padres más dados a destruir que apoyar.
Con unos Steve Cogan y Julianne Moore tan geniales como odiables, completan la función Joanna Vanderham y Alexander Skargârd, interpretando la primera a Margo, la guapa niñera de Maisie que terminará teniendo una relación con el padre, y el segundo a Lincoln, el nuevo novio de la madre, dos personajes en apariencia ajenos a la vida de la niña y que terminarán siendo su vía de escape.
Scott McGehee y David Siegel demuestran saber cooperar más que los protagonistas de la película y dirigen a cuatro manos una historia sencilla y agria que puede apretar el corazón a más de uno y que lanza una alarma ante una situación demasiado recurrente en nuestros días.
Quizá el único pero es que en un intento de agradar más que dañar la película deriva en una resolución final que, por más que es la que el espectador desea desde que se plantean todas las subtramas, resulta demasiado forzada e irreal.

La vida, desgraciadamente, no es tan generosa. Aunque tampoco es malo imaginar que sí lo es, ¿no?

EL MEDALLÓN PERDIDO: LAS AVENTURAS DE BILLY STONE * (3d10)

Bienintencionada pero poco más película infantil que copia con descaro todos los tics Indiana Jones en el Templo Maldito (antológica secuencia inicial incluida) pero con un niño ejerciendo el rol de Indy.
Dirigida (es un decir) por Bill Muir en su debut en la dirección y Mark Dacascos (uno de esos secundarios recurrentes cuando hace falta un tipo con cara de oriental malote) como única cara conocidilla, El medallón perdido (cuyo subtítulo invita a pensar en que nace con pretensiones de franquicia) arranca con un tipo bonachón de visita en el orfanato donde se crió donde conoce a una nueva hornada de huerfanitos, algunos de ellos bastante inadaptados, y a los que termina explicando un cuento identificando a tres de ellos como protagonistas. Así nace la historia de El medallón perdido, una joya de poder infinito que el rey de una tribu debe esconder ante el ataque del salvaje Cobra y que muchos años en el futuro descubrirá el tal Billy Stone, hijo de un arqueólogo, que junto a su amiguita (son demasiado jóvenes para llamarla novieta) Allie, retrocede en el tiempo para ayudar al heredero Huko (soberbio y prepotente) a recuperar su reino y de paso enseñarle algo de humildad.
Resulta gracioso ver a los esforzados niños tratar de actuar y gesticular como adultos, no siendo ellos lo peor de la película, sino la torpeza con la que está dirigida y lo absurdo de su guion, incluso teniendo en cuenta de que está destinada a un público infantil. Situaciones absurdas, paradojas temporales que no alcanzo a comprender y un secundario cómico (y a la postre dramático, no cuento más), un tal Faleaka que hace las veces de maestro Yoda (o señor Miyagi, tanto me da) que es sencillamente de vergüenza ajena.
Su única virtud, siendo una coproducción entre Estados Unidos y Tailandia, es la belleza de sus paisajes, única justificación para soportar este bodrio tan simplón a la par que confuso.

Aburrida y sin tener por dónde cogerla, lo mejor es olvidarse de ella y entretener a los niños con cualquier pieza más inteligente que este despropósito, por mucho que al final pretenda ser una moraleja sobre la amistad y la lealtad.

A CUALQUIER PRECIO * (5d10)

Interesante reflexión sobre la familia y la codicia empresarial que podría recordarnos a otras películas mil veces vistas si la acción transcurriera en la gran ciudad (hombre de negocios que desatiende a sus hijos obsesionado con su prosperidad laboral) pero el hecho de que sea una historia rural ayuda a familiarizarnos más con los protagonistas y que los sintamos más cercanos.
Puede asustar en un primer momento que uno de los protagonistas sea un chico Disney como Zac  Efron, pudiendo augurarse una peli infantiloide con claro destino femenino, pero afortunadamente (y eso que el chaval no lo hace mal) el peso de la trama la lleva el gran Dennis Quaid, que pese a estar relegado últimamente a papeles secundarios o producciones pequeñas como esta sigue siendo un gran actor y lo demuestra en cada oportunidad que se le ofrece.
Henry Whipple es un exitoso vendedor de semillas que desea que su hijo pequeño herede el negocio (el mayor ya huyó años atrás para embarcarse en una vida más emocionante escalando montañas), pero éste no está muy por la labor, obsesionado más con triunfar como conductor de coches de carreras. Con este punto de partida Ramin Bahrani, director de escaso bagaje, intenta hablar sobre la ambición, la corrupción, el matrimonio y la decepción (decepción por el desprecio de un hijo, decepción por un engaño sentimental, decepción por tomar decisiones equivocadas…), quizá demasiados temas para abordarlos correctamente en esta película que cuenta también con la labor de Heather Graham (la prostituta mamá de Resacón en Las Vegas), Kim Dickens (El hombre sin sombra, La casa de arena y niebla) y Maika Monroe (una de las Bling Ring).
Película sencilla y agradable de ver, con un ligero tufillo a telefilm, que carece de suficientes pretensiones para estar a la altura de otras historias recientes como Tierra Prometida.

Simpática y entretenida sin más.

LAS AVENTURAS DE PEABODY Y SHERMAN (7d10)

Aunque prácticamente desconocidos en España, Mr. Peabody y Sherman son unos personajes de gran éxito en los Estados Unidos que con el paso al mundo del cine pretenden conquistar las taquillas mundiales. Y argumentos no le faltan.
Mr. Peabody es un perro muy especial. Extremadamente inteligente la carencia de un lugar al que llamar hogar y unas personas a las que llamar familia ha dedicado toda su infancia a cultivar su cuerpo y su mente. Así, ya adulto, no solo es un perro capaz de hablar, sino que es ganador del premio nobel, brillante científico, gran deportista  y experto en todas las artes posibles, incluyendo baile, cocina, etc. Es decir, que no estamos ante un nerd inadaptado socialmente como podría ser el caso de un Sheldon Cooper del mundo perruno. Pero todavía le falta conseguir algo: una familia, y cuando se encuentra con un bebé humano abandonado en un callejón una idea salta a su mente: si un niño puede adoptar un perro, ¿por qué un perro no va a poder adoptar a un niño?
Dicho y hecho. Sherman se convertirá en el hijo de Mr. Peabody y este tratará de darle La infancia que él no pudo tener, llena de cariño, comprensión y sabiduría, cultivándolo desde bien joven, llevándolo a otras épocas gracias a su último invento, el Vueltatrás. Pero para lo que no estaba preparado el pobre Peabody es para el primer día de colegio de su retoño, su facilidad para ser influenciado para entrar en el mundo de las travesuras y para su primer amor.
Con un arranque algo lento, el ritmo se acelera con la participación de la niña Penny y su incursión en momentos históricos del pasado. La principal virtud del film es saber tratar a los niños con inteligencia, sin subestimarlos, ofreciendo un producto agradable, divertido y muy alocado sin renunciar al entretenimiento puro y duro que puede agradar también a los sufridos padres.
No es una apuesta adulta como pudiera ser el primer Shrek o muchas de las apuestas de Pixar, pero sí encontramos diversos momentos dedicados a los mayores, como la parodia del stop-motion al estilo 300 de la batalla de Troya, la aparición de Bill Clinton o las burlas hacia la Revolución Francesa.
No voy a volverme loco ni definiré este film como una obra maestra, pero hay que reconocer el mérito de un film que hará las delicias de los pequeños y robará más de una carcajada a los mayores.
Y, de paso, aprender un poquito de historia. No se puede pedir más.



300, EL ORIGEN DE UN IMPERIO (4d10)

Controvertida la crítica de esta película independientemente de cual sea mi valoración, ya que es la clásica obra de la que parte del público saldrá de la sala del cine alucinando pepinillos mientras la otra mitad soltará pestes por su boca y la odiarán de por vida.
Yo, como suele ser habitual, prefiero quedarme en un punto intermedio. 300, el origen de un imperio, es una mala película, eso no puede negarse, pero tampoco cabría esperar gran cosa de la secuela (llamémosla así, de momento) de una película que se basaba en tres aciertos que no se pueden repetir: su estética innovadora, su director y el carisma de su protagonista.
La estética se repite hasta la extenuación, de manera exagerada y cansina, con muchas más peleas que el primer 300, más violenta y con más sangre lanzada contra la cámara (para lo único que sirve el 3D de esta película). Pero ya no tiene nada de innovador, claro está.
El director ha cambiado. Zack Snyder empezó con buen pie en esto del cine y con 300 se convirtió en director de culto (un culto breve y efímero, dicho sea de paso). Y aunque se mantiene como guionista (poco se lo ha currado) y productor (es decir, que va a llevarse una pasta solo por poner su nombre), pero no como director (Batman Vs. Superman lo tiene demasiado ocupado, no en vano puede ser su confirmación en la élite o su descenso definitivo a los infiernos, tras la polémica e irregular El Hombre de Acero). Y lo sustituye el israelí (también tiene delito la cosa) Noam Murro, casi un novato en esto del cine y que no tiene ni el talento ni la inspiración de Snyder.
Y el tercer acierto de 300 que no se repite en 300, el origen de un imperio es la elección de su protagonista. Cierto es que en ocasiones elegir un casting puede ser una lotería. No en vano hay en 300 actores muy cotizados hoy en día pero que nadie los conocía en el 2006 como Lena Headey (antes de ser la Sarah Connor televisiva y, sobre todo, la pérfida Cersei Lannister de Juego de Tronos), Michael Fassbender (actor de moda y reciente nominado al Oscar), Dominic West y, sobre todo, Gerard Butler. Butler, actualmente a caballo entre comedias flojitas y pelis de acción de medio pelo, es el alma de 300 y aunque no pueda decirse de él que es un actor extraordinario tiene una presencia y un carisma que ni se le intuye siquiera a Sullivan Stapleton, que hace lo que puede con un personaje plano y sin inspiración y cuyos discursos (estuvieron a punto de sangrarme los oídos al oírle arengar a los atenienses con palabras del Che Guevara) resultan vacíos al lado de los arrebatos inspiradores de Leónidas.
Hay que tener en cuenta que 300 era una aproximación bastante fiel de la novela gráfica de Frank Miller. Si algo no se le puede negar a Snyder es que es un buen adaptador. Su primera película, El amanecer de los muertos, recoge a la perfección el espíritu de George Romero, Watchmen era una plasmación en pantalla perfecta de la obra de Allan Moore y en medio de ambas fotocopió con soltura las páginas del comic de Miller, sin reprimirse en los excesos del autor y sus fobias fascistas y ligeramente xenófobas e inventando una narrativa visual que casaba a la perfección con los dibujos del artista de Maryland. El problema es que esta secuela, que se publicita falsamente como una adaptación de la obra Xerxes, no tiene comic en el que basarse. Miller (cuyo mejor trabajo se publicó hace ya muchos años) está demasiado dedicado a ganar dinero fácil con el cine (está a punto de estrenarse la secuela de Sin City) como para centrarse en el comic y tan solo presento a la editorial los dos primeros números de una supuesta serie de cinco antes de olvidarla. Por lo tanto, 300, el origen de un imperio, vuela libre con un libreto que intenta sin gracia fotocopiar a su predecesora con una trama inicialmente más elaborada y compleja que la simple batalla de las Termópilas y supuestamente con un contexto histórico más exacto, ya que recorre buena parte de las Guerras Médicas, empezando por la batalla de Maratón (diez años antes de los sucesos narrados en 300), continúa con algo parecido a la batalla de Artemisio (en paralelo a las Termópilas) y concluye durante la batalla de Salamina (ya tras la muerte de Leónidas y sus 300). Esto, lejos de resultar interesante, crea confusión y engaño, pues si el film de Snyder combinaba con acierto realidad y leyenda aquí se pasan la historia por el forro y hacen una recreación libre y totalmente desvinculada de la verdad de la rivalidad entre persas y griegos. Soy consciente de que esto es una peli de acción, no una recreación histórica, pero quizá sus realizadores no.
Además, la película nace ya acomplejada, consciente de que se aprovecha del éxito de 300 pero sin poder recurrir a ellos para continuar la saga, ya que no hay nada que contar sobre Leónidas y sus bravos guerreros fuera de esa sangrienta y crucial batalla de las Termópilas, por lo que son constantes los esfuerzos por hacer referencias a aquellos y aprovechar personajes metidos casi con calzador a modo de recordatorio (no sólo la reina tiene un papel determinante, también aparecen Dilios y Ephialtes, aparte de Jerjes, claro, interpretado de nuevo por Rodrigo Santoro) mientras que Leónidas aparece tan solo en imágenes rescatadas de la peli anterior (la primera de ellas en un esperpento de montaje que debería sonrojar al director), como si temiesen que una historia épica contando la lucha entre atenienses (lo de una Grecia unida es otro de los inventos del guion) y persas no pudiese servir de suficiente reclamo si no se nombra a los espartanos cada quince minutos.
¿No hay ninguna mejora, entonces, en esta precuela/biopic/secuela? Bueno, tampoco hay que ser tan duros. Artemisia (personaje inventado que no tiene ninguna relación más que por el nombre con la comandante que dirigió a los persas en Salamina) es la gran villana de la película, y Eva Green la recrea con notable eficacia, siendo la única interpretación interesante del film (Lena Headey se pasa todo su metraje hablando con la mirada perdida en el infinito) y provocando que simpaticemos con los persas más que con los atenienses, por más que sus segundos sean unos estrategas ridículos y comparta una tórrida escena con Temístocles totalmente fuera de lugar. Los gestos, la mirada… todo en Eva Green desprende maldad y mala baba y sólo por ello vale la pena el visionado del film. Lástima que para ello hayan descartado profundizar en Jerjes (supongo que el personaje principal en el comic que nunca fue), que de ser el gran villano de 300 es aquí una marioneta en manos de Artemisia y apenas aporta nada a la historia, por más que se revele su “origen divino” en una secuencia totalmente innecesaria y absurda.
Y luego está, por supuesto, el apartado técnico, donde se demuestra que un aumento considerable en el presupuesto a cambio de disminuir la imaginación no siempre es rentable. Hay momentos muy mal resueltos y confusos, como la primera batalla marítima, en un océano tristemente irreal, o la combinación de escenas de la película anterior con otras nuevas. Hay situaciones verdaderamente ridículas, como el momento de Temístocles cabalgando y saltando de barco en barco o la reina Gorgo (que en 300 se la veía como una mujer con carácter pero ni mucho menos una guerrera) empuñando una espada al frente de su ejército), y el enfrentamiento final entre Temístocles y Artemisia (tensión sexual no resuelta incluida) no me resulta suficientemente satisfactorio.
En resumen, que los que despreciaron 300 no deben ni acercarse a esta. Los que la aceptaron deben verla advertidos y sólo los más entusiastas del film de Snyder podrán disfrutar de este que, al fin y al cabo, tampoco aburre y multiplica hasta la saciedad la violencia y brutalidad de aquella, cuya valoración, una vez comparadas, sube muchos enteros.
Los que anhelen sangre, mutilaciones y alguna teta disfrutarán como niños. El resto, simplemente pasarán el rato con un entretenimiento vacío y, para mí, decepcionante.

Y, por supuesto, huid del 3D. Sólo hace evidenciar más los errores técnicos.


sábado, 8 de marzo de 2014

THE GRANDMASTER * (4d10)

Tuve hace años un profesor de guion que me decía que las películas de lucha tenían el mismo esquema del cine pornográfico. Aparece una gente y… pelea (o sexo). Dicen algo y… pelea (o sexo). Ocurre algo intrascendente y… pelea (o sexo). Y así hasta el final.
Esta sería una buena definición de The Grandmaster, la supuesta biografía de Ip Man, maestro de Kung Fu que terminó ilustrando al mismísimo Bruce Lee (el cual, por cierto, no aparece en el film).
Esa es la excusa para machacarnos visualmente con una interminable multitud de peleas muy bien coreografiadas y con una estética hermosa e impecable pero a la postre agotadoras que evaden al espectador medio de la historia (y cuyos saltos en el tiempo no ayudan demasiado, que digamos), provocando que nos perdamos en sus ramificaciones o que, simplemente, nos importe un pepino lo que les pase a los protagonistas.
Siempre he defendido que para que una película pueda ser considerada buena debe ser accesible para todo tipo de público, no solo para el incondicional del género, sea un western, un drama o una comedia. Según mi teoría, dudo que nadie que sea un apasionado de las artes marciales sienta el menor interés por esta historia repleta de acrobacias imposibles y sentencias sacadas de galletitas de la suerte que no me seducen en ningún momento.
Pese a contar con grandes actores de su país, The Grandmaster fracasa a la hora de traspasar fronteras, siendo un simple álbum de bonitas fotografías y poco más.

No conocía la historia de Ip Man. Después de ver la película, sigo sin conocerla.

CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO * (4d10)

Casi podría definirse la última película de Robert Redford como actor de experimental. No en vano se trata de una película de más de una hora y media con un solo actor y sin apenas diálogo (sólo un escueto monólogo inicial y un par de palabras en toda la película).
Quizá las críticas que recibió Redford por su interpretación en Pacto de silencio (donde se le acusó de estar demasiado mayor para según que papeles) le motivaron para embarcarse en la aventura de un hombre que mientras realiza una travesía por alta mar en solitario sufre un pequeño accidente al chocar su barco contra un contenedor a la deriva que desemboca en una lucha desesperada por sobrevivir.
Así, podríamos definir Cuando todo está perdido como la hermana pequeña de la francesa En solitario o la versión realista y despiadada de Vida de Pi, dos ejemplos relativamente recientes de la lucha de un hombre (o chico) contra el mar.
El problema es que J.C.Chandor, director de la interesante Margin Call, quiere abusar demasiado del realismo con la ausencia total de diálogos, y si bien esto incrementa el dramatismo que le habría restado, por ejemplo, una posible voz en off reflejando sus pensamientos, o un diálogo consigo mismo (reconozcámoslo, ¿quién no ha hablado o cantado alguna vez en voz alta cuando se encuentra solo?) sin llegar a la tragicomedia de Tom Hanks hablando con su pelota Wiston en Naufrago, también provoca que la película parezca más larga de lo que en realidad es, de manera que la extraordinaria interpretación de Redford no es suficiente para que el invento no aburra y acabemos hasta las narices de verle atar cabos, arriar velas, reparar cosas, mirar mapas…

Hay momentos de tensión, claro, como la inevitable tormenta o la aparición de un grupito de simpáticos tiburones, pero no bastan para interrumpir el tedio que, a la postre, me obligan –muy a mi pesar- a suspender una película valiente y arriesgada pero demasiado plana. 

20 AÑOS NO IMPORTAN * (5d10)

20 años no importan es una de esas comedias francesas que si bien no aportan nada especial a la historia del cine tienen una simpatía que las hace agradables de ver. 
Escrita y protagonizada por Virginie Efira, la película es una clonación de diversas ideas ya vistan anteriormente que se unen para mayor lucimiento de la Efira, diva principal de la función, en el papel de una editora de una importante revista de moda que descubre que todo el mundo (en especial su jefe) la valora más cuando creen que tiene un lado oculto, más desinhibido y formal (que es una cabra loca, vamos), por lo que finge una relación con un desconocido veinte años más joven que él. Fingir algo que no se es ya se utilizó en el cine francés con más acierto en Salir del armario, con un Gerard Depardie en estado de gracia (en este caso su puesto de trabajo queda asegurado cuando todos creen que el protagonista es homosexual), mientras que al otro lado del charco Sandra Bullock y Ryan Reynols vivían un falso romance similar a este en La Proposición.
Naturalmente, la farsa terminará destapándose y el falso amor acabará volviéndose real, no creo que nadie espere un final sorprendente ni rompedor, pero son los chistes que riegan los malentendidos y las situaciones disparatadas que hay por el camino lo que conseguirá dibujar una sonrisa en el rostro del espectador.
Pierre Niney es el protagonista masculino de esta comedia dirigida por David Moreau (curioso realizador cuya anterior película fue esa producción americana protagonizada por Jessica Alba que a su vez era un remake de la cinta hongkonesa The Eye), que si bien no pretende ser más que lo que se ve, una historia romántica de humor blanco muy elemental, se permite alguna pincelada crítica hacia la frivolidad del mundo de la moda junto a la obligada reflexión de que el amor no tiene edad.
El hecho de que Virginie Efira (algo más joven que su personaje) esté de buen ver y se pase la película luciendo modelitos que así lo demuestre no cuenta, ¿verdad?

En fin, entretenimiento ligero y poco más. Al menos no engaña ofreciendo otra cosa.

SETUP * (2d10)

Setup es una película mala, muy mala.
Es tan mala que si hubiese pagado por verla me habrían tenido que devolver el dinero más una indemnización por daños y perjuicios.
Es tan mala que su mejor diálogo cabe en un mensaje de twiter y sobran caracteres.
Es tan mala que si sustituyes a los protagonistas por maniquíes se ganaría en talento.
Es tan mala que no sé ni porqué me molesto en escribir esto.
Un buen resumen sería: “Bruce Willis, tú antes molabas, tío”.
Y no es culpa suya. Él apenas presta su jeta y su nombre para el cartel y se pasea por la peli lo justo para cobrar el cheque, pero es que lo poco que sale es tan forzado, tan poco trabajado, que si hubiese rodado desde el sillón de su casa no habría sido muy diferente.
Tres amigos planean un atraco, pero uno de ellos los traiciona, otro muere y el tercero decide cobrarse la justicia por su cuenta. Película tópica y previsible para única gloria de ese rapero con pretensiones de actor que es 50 cent y que debe tener amigos muy influyentes para conseguir papeles protagonistas, aunque sea en engendros como estos en los que, si tiene un mínimo de talento, no lo demuestra.
El ritmo infringido por el director es espantoso, así como las secuencias de acción y las persecuciones. Los diálogos son absurdos y las situaciones ridículas. Nada, absolutamente nada, se sostiene en este despropósito fílmico que se ha estrenado (poco y mal, afortunadamente) con varios años de retraso. A veces las productoras nos hacen pequeños favores, a Dios gracias.
Si quisiera buscar un análisis más profundo de esto me preguntaría porqué se supone que debemos identificarnos con un tipo que, en el fondo, es un atracador que roba unos diamantes a mano armada, pero realmente no me apetece hacerlo.

Sé que este comentario me ha quedado corto, pero bastante tiempo perdí ya viendo la película.

EL PODER DEL DINERO (4d10)

Con la resaca de los Oscars todavía a cuestas y mientras medito mi opinión sobre la precuela/secuela de 300 (aún no tengo claro si la adoro o la aborrezco), recupero otro estreno de la semana pasada que pasó algo desapercibido, con total merecimiento, eso sí.
Pero primero, permitidme que os explique cómo fue mi lunes por la tarde:
Como hago siempre que puedo, acudí a mi cine con tiempo de sobra para asegurarme una buena butaca y fui a una cafetería cercana para matar el tiempo con ojeando algún diario al amparo de un café. Junto a la información sobre el

reciente MWC celebrado en Barcelona me llamó la atención un anuncio de una empresa de móviles que no nombraré porque no me pagan por ello que promocionaba con especial ahínco una Tablet cuya principal virtud era que no se estropeaba al sumergirse en agua, al igual que el teléfono móvil al que está emparentado.
Apurado el café acudí al cine y, ya sumergido en la oscuridad de la sala y tras la musiquilla de “Movierecord” que siempre me pone nostálgico apareció en pantalla una jovencita recién levantada que, en lugar de seleccionar el vestuario del día elige entre un surtido de pintura para cubrir su cuerpo desnudo con un vestido dibujado y, con tan gloriosa apariencia, salir a la calle sin nada más que su teléfono móvil, el cual utilizaba para pagar el autobús, la compra… incluso para abrir la puerta de su casa. La compañía, claro, tampoco la mencionaré, pero seguro que habéis visto el anuncio en la tele.
¿A qué viene todo este rollo?, os preguntaréis. Ahora voy, tranquilos. El caso es que empieza la película, una tontería como una casa con un actor bastante limitadito (Liam Hemsworth) al que le queda mucho por aprender si quiere ser conocido por algo más que por ser el hermano de Thor (incluso hay quien lo define como “el cuñado de la Pataky”) y dos viejas glorias que vivieron tiempos mejores y cuyos agentes no parecen ganarse demasiado bien su sueldo, como es el caso de Harrinson Ford y Gary Oldman, que va sobre un enfrentamiento entre dos magnates tecnológicos que antaño fueron socios y amigos (toma originalidad) y en cuya guerra se ve metido un espabilado chaval que promete mucho y que recuerda demasiado al Justin Timberlake de Runner Runner. Es engañado para cometer espionaje industrial en un argumento absurdo a la par que aburrido y cuyo clímax recuerda a mil películas, pero a mí me remite a un ejemplo exageradamente reciente, el Jack Ryan de Kenneth Brannagh, con la escena del chaval recorriendo un edificio supuestamente ultra protegido como si de un espía de brillante currículo se tratase.
Toda la película es un despropósito total, que aunque no llega a ser completamente insoportable y entretiene lo justo durante su visionado (por malos que sean los papeles ver a Ford y Oldman juntos siempre anima un poco), siendo lo mejor del film la aportación del veterano Richard Dreyfuss (y la fugaz aparición de Josh Holloway -¡cómo añoro Perdidos!-), cuando el asunto roza ya por completo el ridículo es en dos momentos supuestamente claves de la trama (y no, no me refiero a la típica y tópica historia de amor metida con calzador por medio, aunque también podría ser): por un lado, la explicación del nuevo y revolucionario invento de la gente del personaje interpretado por Ford: un móvil super mega guay  que permitirá al usuario salir de casa sin necesitar llevar nada más encima, ya que con él se podrá hacer la compra, pagar el autobús, abrir la puerta de la casa... ¿En serio? ¿Ese es el gran objetivo que todos persiguen y que va a cambiar el mundo de las telecomunicaciones? Solo habría faltado ver a Harrinson Ford en pelotas pintarrajeado en plan bodypoint para hacer una demostración de su maravilloso móvil. O mejor, no.
El otro momento clave al que aludo es cuando el tontaina del protagonista quiere poner una trampa a los malvados empresarios y gravar una conversación gracias a un móvil oculto. Es descubierto y, para frustrar sus planes, dejan caer el móvil en una jarra de agua, inutilizándolo. ¿Estamos locos? ¿Y esta es la gran conspiración de carácter futurista y tecnología avanzada que nos quieren vender?
Si el peso de la película se basa en dos apuestas de futuro que yo había visto anunciadas ya en España justo antes de entrar al cine, apañados vamos.
En resumen, que la peli es una tontería vista ya mil veces, no hay por dónde agarrarla y su credibilidad es mínima. Sinceramente, si les queda por ver alguna de las nueve películas nominadas al Oscar, no se me ocurre qué hacen perdiendo el tiempo con esto.

Mejor vayan a ver Her. Ese sí es el futuro. Pero un futuro a la vuelta de la esquina.

lunes, 3 de marzo de 2014

LA NOCHE DE LOS OSCARS.

Bueno, pues se acabó lo que se daba. Ha sido una noche larga y cansada, pero repleta de emociones.
 La gala ha sido amena, con Ellen De Generes derrochando simpatía y mucha proximidad con el público, hasta el punto de llegar a fotografiarse con los actores y twitear las fotos al momento. Quizá sea por la proximidad con la insoportable gala de los Goya, pero la noche se me ha antojado bastante llevadera, en parte gracias al hecho de que los actores que pasan por el escenario no se limitan a leer las nominaciones (como en España) sino que se permiten algún chiste o comentario (sin discursitos reivindicadores de postureo como aquí). Además, se ha recuperado la buena costumbre de amenizar la gala con las actuaciones musicales de los cantantes o grupos nominados a la mejor canción (con la ausencia de Demi Lovato) más un par de homenajes como el correspondiente  a El Mago de Oz de la mano de Pink para celebrar su 75 aniversario o el tema interpretado por Bette Midler tras el clásico y triste recuerdo a los fallecidos en el último año (con el imperdonable olvido a Sara Montiel).
Hasta el momento de llegar a los grandes premios la gala ha transcurrido sin demasiadas sorpresas. Gravity se ha llevado todos los premios técnicos (cinco de seis), Frozen ha sido la mejor película de animación y La gran belleza ha traído hasta Italia el premio a la mejor película de habla no inglesa. El gran Gastby se ha llevado los caramelitos del vestuario y el diseño de producción y Jared Leto hacía buena su apuesta como mejor secundario por Dallas Buyers Club, que también se había hecho con el maquillaje y peluquería. El punto de emoción lo había puesto el premio a la mejor secundaria para Lupita Nyong’o, una actriz que debutaba en el mundo del cine con 12 años de esclavitud. Algunos auguraban que ese sería el disparo de salida para la película de Steve McQueen, aunque lo que sí parecía presagiar era una noche negra para La gran estafa americana, cuya apuesta principal era en el apartado interpretativo y veía como, de momento, Bradley Cooper y Jennifer Lawrence se iban de vacío.
Era el momento de los premios gordos y Gravity no parecía dispuesta a pisar el freno, consiguiendo el primer premio artístico gracias a su música mientras que la canción Let It Go de Frozen dejó con cara de pasmados a los chicos de U2.
Fue en el momento de analizar los libretos cuando 12 años de esclavitud inauguró su casillero, aunque el premio más merecido fue el guion original para Spike Jonze y su brillante Her, aunque era importante señalar que Gravity no competía en estas categorías, por lo que sería precipitado ver una señal en el premio para la película sobre la esclavitud.
Sí había quienes interpretaban la presencia del gran Sidney Poitier (acompañado de la homenajeada con un Oscar honorífico por su labor humanitaria Angelina Jolie) como una señal de que el premio tenía ya un nombre se equivocaron de lleno. Estaba siendo la noche de Gravity, que llevaba ya siete premios y nadie le podía quitar ya el aura de gran vencedora. Se esperaban unos premios repartidos, pero a la espera del Gordo de Navidad, el de mejor película, La gran estafa americana era la primera perdedora de la velada. Amy Adams no dio la sorpresa y la gran dama de la interpretación, Cate Blanchett, se llevó su merecidas estatuilla, que naturalmente le agradeció a Woody Allen, mientras que Leonardo Di Caprio volvió a quedarse sin premio que recayó, como todos esperaban, en Matthew McConaughey, de manera que el reparto multinominado del film de David O. Russell se quedó con dos palmos de narices. Demasiado premio era ya tanta nominación.
Will Smith ha tenido el privilegio de poner el punto y final a la gala con la abertura del gran sobre, el de mejor película. Tras tres horas y media de gala, con reparto de pizza entre el público incluida, iba a terminar por todo lo alto. Y vaya si lo hizo…
12 años de esclavitud, que hasta ahora se había conformado con el guion y el premio para Lupita (nacida en Mexico, por cierto, igual que Cuarón) ha acabado llevándose el gato al agua y, contra todo pronóstico viendo como estaba avanzando la noche, ha sido elegida la mejor película del año.
Ha sido, además, el primer Oscar para Brad Pitt, productor.
Al final, tres premios para 12 años de esclavitud incluyendo el de mejor película contra los siete de Gravity, entre ellos el de director.
Por detrás quedan los tres premios para Dallas buyers club, dos para El gran Gastby y Frozen y uno para Her, Blue Jasmine y La gran belleza. El lobo de Wall Street (que ya se lo esperaba), David O. Russell y U2, los grandes perdedores y Lupita Nyong’o la sorpresa más impactante. No hubo Oscar español para el mejor cortometraje pero si una presencia hispana por encima de lo habitual. Y buena nota para la presentadora. Seguro que ningún académico español habrá hecho el esfuerzo de aguantar la noche despierto para tomar nota…
Y hasta aquí hemos llegado. A partir de ahora llega el tiempo de reflexionar sobre la justicia o no de los premiados y las valoraciones, siempre a la espera de que se estrene por fin Dallas buyers club que sigue en el tintero.

Yo, por mi parte, me voy a dormir. Creo que me lo merezco, ¿no?