sábado, 8 de marzo de 2014

EL PODER DEL DINERO (4d10)

Con la resaca de los Oscars todavía a cuestas y mientras medito mi opinión sobre la precuela/secuela de 300 (aún no tengo claro si la adoro o la aborrezco), recupero otro estreno de la semana pasada que pasó algo desapercibido, con total merecimiento, eso sí.
Pero primero, permitidme que os explique cómo fue mi lunes por la tarde:
Como hago siempre que puedo, acudí a mi cine con tiempo de sobra para asegurarme una buena butaca y fui a una cafetería cercana para matar el tiempo con ojeando algún diario al amparo de un café. Junto a la información sobre el

reciente MWC celebrado en Barcelona me llamó la atención un anuncio de una empresa de móviles que no nombraré porque no me pagan por ello que promocionaba con especial ahínco una Tablet cuya principal virtud era que no se estropeaba al sumergirse en agua, al igual que el teléfono móvil al que está emparentado.
Apurado el café acudí al cine y, ya sumergido en la oscuridad de la sala y tras la musiquilla de “Movierecord” que siempre me pone nostálgico apareció en pantalla una jovencita recién levantada que, en lugar de seleccionar el vestuario del día elige entre un surtido de pintura para cubrir su cuerpo desnudo con un vestido dibujado y, con tan gloriosa apariencia, salir a la calle sin nada más que su teléfono móvil, el cual utilizaba para pagar el autobús, la compra… incluso para abrir la puerta de su casa. La compañía, claro, tampoco la mencionaré, pero seguro que habéis visto el anuncio en la tele.
¿A qué viene todo este rollo?, os preguntaréis. Ahora voy, tranquilos. El caso es que empieza la película, una tontería como una casa con un actor bastante limitadito (Liam Hemsworth) al que le queda mucho por aprender si quiere ser conocido por algo más que por ser el hermano de Thor (incluso hay quien lo define como “el cuñado de la Pataky”) y dos viejas glorias que vivieron tiempos mejores y cuyos agentes no parecen ganarse demasiado bien su sueldo, como es el caso de Harrinson Ford y Gary Oldman, que va sobre un enfrentamiento entre dos magnates tecnológicos que antaño fueron socios y amigos (toma originalidad) y en cuya guerra se ve metido un espabilado chaval que promete mucho y que recuerda demasiado al Justin Timberlake de Runner Runner. Es engañado para cometer espionaje industrial en un argumento absurdo a la par que aburrido y cuyo clímax recuerda a mil películas, pero a mí me remite a un ejemplo exageradamente reciente, el Jack Ryan de Kenneth Brannagh, con la escena del chaval recorriendo un edificio supuestamente ultra protegido como si de un espía de brillante currículo se tratase.
Toda la película es un despropósito total, que aunque no llega a ser completamente insoportable y entretiene lo justo durante su visionado (por malos que sean los papeles ver a Ford y Oldman juntos siempre anima un poco), siendo lo mejor del film la aportación del veterano Richard Dreyfuss (y la fugaz aparición de Josh Holloway -¡cómo añoro Perdidos!-), cuando el asunto roza ya por completo el ridículo es en dos momentos supuestamente claves de la trama (y no, no me refiero a la típica y tópica historia de amor metida con calzador por medio, aunque también podría ser): por un lado, la explicación del nuevo y revolucionario invento de la gente del personaje interpretado por Ford: un móvil super mega guay  que permitirá al usuario salir de casa sin necesitar llevar nada más encima, ya que con él se podrá hacer la compra, pagar el autobús, abrir la puerta de la casa... ¿En serio? ¿Ese es el gran objetivo que todos persiguen y que va a cambiar el mundo de las telecomunicaciones? Solo habría faltado ver a Harrinson Ford en pelotas pintarrajeado en plan bodypoint para hacer una demostración de su maravilloso móvil. O mejor, no.
El otro momento clave al que aludo es cuando el tontaina del protagonista quiere poner una trampa a los malvados empresarios y gravar una conversación gracias a un móvil oculto. Es descubierto y, para frustrar sus planes, dejan caer el móvil en una jarra de agua, inutilizándolo. ¿Estamos locos? ¿Y esta es la gran conspiración de carácter futurista y tecnología avanzada que nos quieren vender?
Si el peso de la película se basa en dos apuestas de futuro que yo había visto anunciadas ya en España justo antes de entrar al cine, apañados vamos.
En resumen, que la peli es una tontería vista ya mil veces, no hay por dónde agarrarla y su credibilidad es mínima. Sinceramente, si les queda por ver alguna de las nueve películas nominadas al Oscar, no se me ocurre qué hacen perdiendo el tiempo con esto.

Mejor vayan a ver Her. Ese sí es el futuro. Pero un futuro a la vuelta de la esquina.

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