miércoles, 28 de febrero de 2018

THE RITUAL

The ritual es una película extraña, como muchas a las que nos está acostumbrando Netflix.
Sin ser uno de esos grandes estrenos de relumbrón, como Bright o The Cloverfield Paradox, The Ritual se sitúa más en la línea de las adaptaciones que el canal de streamming ha hecho recientemente de Stephen King: 1922 y El juego de Gerald.
Dirigida por David Bruckner, una de las nuevas figuras del cine de terror presente en la primera parte de la antología V/H/S, la película se divide en tres partes bastante diferenciadas.
En la primera, se hace presentación de los protagonistas, un grupo de viejos amigos de esos que parecen negarse a crecer y que, a salvo de la protección de sus esposas, continúan disfrutando de noches de juerga y planificando rutas vacacionales (en algo que me recordó, en plan serio, a los protagonistas de la divertida Bienvenidos al fin del mundo, de Edgar Wright), hasta que un suceso cambia sus vidas para siempre y el planeado viaje se convierte en un ritual de despedida para uno de ellos.
Los amigos se trasladan de su Inglaterra natal para recorrer una ruta forestal por Suecia (aunque en realidad se ha filmado todo en Rumanía), donde terminarán perdidos en el bosque y sometidos a una serie de extrañas visiones que los introducirá a un mundo de pesadilla y paranoia que ya se intuye que no va a terminar demasiado bien. En este momento, la película toma un tinte de terror asfixiante y complejo que bien podría hermanarse con títulos poco ortodoxos como las excelente La Bruja o Llega de noche, sin duda amenazando con plantear más preguntas de las que va a ser capaz de resolver.
Y entonces es cuando llega el giro final. Y es en ese giro donde se encuentra lo mejor y lo peor de la película. Hay un intento por parte de Bruckner de dar una explicación a lo que están viviendo los protagonistas, de dar un sentido a todo (por decirlo de alguna manera) y, rompiendo con los cánones del género, de mostrar claramente el aspecto de la amenaza. Y si bien por un lado se agradece que no quede todo siempre a la imaginación del espectador, por otro la traslación tan literal de ciertos elementos de la mitología nórdica quizá resulte demasiado fantástico viendo el tono que hasta ahora tenía la película.
De todas maneras, aún con sus rarezas y el desconcierto final que provoca, The Ritual es una película interesante y que se deja ver sin complejos.

Valoración: Seis sobre diez.

TODO EL DINERO DEL MUNDO

Poco antes de estrenarse la nueva película de Ridley Scott, con un (dicen) extraordinario Kevin Spacey lanzado a por su tercer Oscar, el escándalo Weinstein estalló, salpicando a su paso a todo aquel sobre el que había una simple sombra de sospecha. Esto arruinó la carrera comercial de muchas películas (que se lo digan a James Franco y su genial The disaster artist) y Scott, que es perro viejo (y más teniendo en cuenta que lo que había sobre Spacey era mucho más que una sospecha), decidió tomar la arriesgada decisión de eliminar la interpretación del actor y sustituirlo, ya sea digitalmente o volviendo a rodar las escenas completas, con Christopher Plummer. Esto convirtió a la película Todoel dinero del mundo en noticia (acrecentada por las supuestas diferencias salariales que cobraron Wahlberg y Williams en los re-rodajes), pero provocó también que fuese “la película en la que han borrado digitalmente a Kevin Spacey” sin que apenas se halla llegado a hablar apenas de ella desde el punto de vista artístico.
Quedando en el pozo del olvido la interpretación de Spacey, lo cierto es que el trabajo de Plummer, nominado por él al Oscar, es elogiable, y dudo que se haya perdido mucho con el cambio. Otra cosa es que el escándalo haya restado interés a la película, más allá del morboso, y se haya estrenado sin que apenas se haya hablado sobre su propio argumento.
Todo el dinero del mundo se basa en la historia real del millonario J. Paul Getty, en concreto en la época en la que uno de sus nietos fue secuestrado y por el que pedían diecisiete millones de dólares de rescate.
La película, como se avanza en su arranque, no es una historia fiel de los hechos, sino una dramatización bastante aproximada. Esto permite a Scott prescindir de diversos rasgos narrativos que hacen que la trama general quede desdibujada (un ejemplo es la visión solitaria del millonario, pese a haber tenido cinco hijos, o la desaparición de escena de John Paul Getty Jr.). Eso es porque Scott y su guionista, David Scarpa (que adapta un libro de John Pearson) están más interesados, por un lado, en narrar el drama de la madre, una excelente Michelle Williams, y su lucha contra el poder que simboliza el empresario para conseguir el dinero del rescate, y por otro en hacer una metáfora sobre la magnificencia del dinero que convierte a su poseedor en una especie de dios capaz de estar por encima del bien y del mal.
Sin conocer al detalle el suceso (que se hizo popular por la amputación de una oreja del chaval como prueba de que los secuestradores iban en serio), dudo que Getty fuese tan malévolo como se muestra en la película, ya que no es sobre su figura sobre la que pretende disparar Scott, sino sobre lo que la gente como él simboliza. Así, la película ofrece momentos memorables a partir de los duelos dialécticos entre Plummer y Williams y las “perlas de sabiduría” que el primero ofrece para inspirar a los aspirantes a millonarios. Es por eso que su retrato es de un verdadero “cabrón” de las finanzas (si me permiten la expresión), pese a que, analizada con frialdad y desde la distancia, alguna de sus frases más célebres a la par que dura (“tengo catorce nietos; si pago un rescate por uno de ellos mañana tendré catorce nietos secuestrados”) no puede estar más cargada de razón.
Alejados del análisis crítico del imperialismo económico del petrolero, la película es una muy entretenida cinta de intriga con toques dramáticos donde lo que más flojea sea, quizá, el personaje interpretado por Mark Wahlberg. Puede que la elección de casting no fuese la más adecuada, ya que no solo su personaje apenas aporta nada a la historia sino que, con la designación de semejante actor, uno cae en el engaño de esperar más acción de la que en realidad hay.
Puede que en los últimos tiempos Ridley Scott se haya acomodado demasiado a los caprichos de una industria que le exige cada vez menos (lejos quedan ya los riesgos tomados para Blade Runner o Alien, el octavo pasajero), pero lo que no se le puede negar es que a sus ochenta años sigue filmando de maravilla, moviendo la cámara con elegancia y manteniendo el ritmo de sus narraciones de forma impecable, lo cual, por sí mismo, ya justifican la existencia de esta película.
El debate sobre si se debe eliminar o no el trabajo de un artista por sus errores en su vida privada ya queda para otro momento y lugar.

Valoración: siete sobre diez.  

LADY BIRD

Cuando escribí sobre The Florida Project la describí como la aportación del cine independiente a la Ceremonia de los Oscar. Siendo así, ¿dónde cabe ubicar a Lady Bird?
No cabe duda que hay que definirla también como cine independiente, realizado fuera de las grandes productoras y con una directora (a la par que guionista) que procede, como actriz, de ese mundillo. Este es el debut tras las cámaras de Greta Gerwig, que, siguiendo los consejos que se suele dar a los novelistas noveles, se ha basado en sus propias experiencias para construir la historia del film. Aunque Lady Bird es (o parece ser) mucho más que eso.
No es que Lady Bird sea una autobiografía, pero no cabe duda que la historia de la protagonista contiene muchas similitudes con la de la propia Gerwig, tal y como la película “pequeña” de más éxito en nuestro país, Estiu 1993 era también un recorrido por el pasado y los recuerdos de su directora, Carla Simón.
Christine McPherson, brillantemente interpretada por Saoirse Ronan (joven actriz de renombre a la que también le gusta deambular por el cine independiente, como demostró con Brooklyn), es una adolescente rebelde, empeñada en hacerse llamar Lady Bird, que en la frontera entre los diecisiete y los dieciocho años descubrirá lo difícil que es enfrentarse a decisiones cruciales que pueden marcar su vida. El primer amor, la decisión de elegir universidad, las nuevas amistades, el deseo de escapar de su ciudad natal, el enfrentamiento con el poder paterno… Pequeñas historias que forman su día a día, detalles algunos sin importancia, pero de gran dramatismo a esa difícil edad que, por sí solos, no suponen ninguna novedad. El mundo del celuloide está repleto de historias semejantes sobre el paso de la adolescencia a la madurez, ya sea desde un punto de vista divertido, como era el eje central de muchas comedias de John Hughes, terrorífico (como en cualquier versión de Carrie o la angustiante Crudo) o un tono más serio, como Juno o Las Vírgenes suicidas, por nombrar solo algunos de los miles de ejemplos.
¿Qué tiene de especial esta Lady Bird para que haya entusiasmado tanto, estando incluso como favorita para el Oscar de alguna lista? Pues posiblemente nada. O quizá, todo. El secreto de Lady Bird es que pese a no inventar nada nuevo todo lo que hace lo hace bien, y ese conjunto de pequeños aciertos la terminan convirtiendo en una gran película. ¿Suficiente? No para mí. Y dudo que si no fuese por la necesidad de resaltar en esta ceremonia algún título dirigido por una mujer (como ya vaticinó en su momento Spielberg) hubiese tenido tanta repercusión. Pero las cosas son como son y no siempre se valoran por su calidad.
El peligro ahora es que la balanza se incline hacia el lado contrario, y la visión feminista que impregna a este film invite a valorarla menos de lo que merece. No es la mejor película del año, pero es una muy buena película. Y como tal quiero destacarla.
Porque a veces, lo bonito es hablar solo de cine. Y Greta Gerwig ha demostrado saber bastante de ello. Incluso puede que más que como actriz, que es teóricamente lo suyo.

Valoración: Siete sobre diez.

martes, 27 de febrero de 2018

YO, TONYA

Tonya Harding fue una brillante patinadora que pudo haber tenido una carrera triunfal tras participar en dos Juegos olímpicos y ser la primera mujer estadounidense en lograr realizar un salto triple axel con una combinación de loop doble en competición (sea lo que sea eso). Sin embargo, su verdadera popularidad le llegó a raíz de la agresión que sufrió su principal rival en la pista, la patinadora Nancy Kerrigan, por la que fue declarada culpable y retirada del mundo del deporte.
Yo, Tonya cuenta la historia de esta patinadora de la mano del director Craig Gillespie, autor de la extraña Lars y una chica de verdad, que con este film logra resarcirse del fracaso de La hora decisiva. Gillespie, sin embargo, no ofrece una película deportiva, por lo que nada deben temer los que no se sientan entusiasmados por este deporte. Su film se centra más en la personalidad de Tonya y de los que la rodeaban, desde la posesiva y asfixiante madre hasta el marido maltratador. Además, Gillespie rehúye del drama deportivo para crear una comedia negra muy en la línea de El lobo de Wall Street (precisamente la película que encumbró a la intérprete de Tonya, Margot Robbie), copiándole además a Scorsese alguno de sus trucos, como el hacer que sus protagonistas rompan la cuarta pared hablando directamente a cámara o mezclando la película con escenas de falso documental. De esta forma consigue, además que su visión de los hechos sucedidos (en especial la fatídica agresión que convirtió la vida de Tonya en un circo mediático) no tenga necesariamente que corresponderse con la realidad de lo sucedido, sino que está siempre narrado bajo el punto de vista de los propios protagonistas.
No estoy seguro de que Yo, Tonya sea una de las mejores películas del año, como la han calificado en algún medio, pero sí sobresale a la media y podría haber merecido aspirar al Oscar por encima de algunas de las nominadas. Quienes sí han sido recompensadas con la nominación son sus dos protagonistas femeninas, Robbie y su madre fílmica, Allison Janey, siendo esta última una clara favorita. Ambas consiguen que la película sea divertida y dura a la vez, tierna y repulsiva, alegre y triste. Una mezcla de sentimientos que conforman una montaña rusa emocional como la que, posiblemente, llegó a ser la propia vida de Tonya Harding.

Valoración: Ocho sobre diez.

THE PARTY

Sally Potter es una directora y guionista británica cuyo trabajo más recordado hasta la fecha sea Orlando pero que con The Party, pese a su aparente sencillez, consigue la que posiblemente sea su obra más completa.
Filmada en un apacible blanco y negro, Potter disfraza la película de cuento inofensivo, como si de una comedia familiar cualquiera se tratase, de esas que, al amparo de la genial Los amigos de Peter, convierten una velada de amigos en una guerra abierta a base de desempolvar los trapos sucios, algo así como lo que ha hecho recientemente Álex de la Iglesia con su exitosa Perfectos desconocidos.
Sin embargo, bajo esa capa de comedia negra, Potter esconde una serie de ácidas reflexiones, tirando con bala contra diversos estamentos de la sociedad, tales como el poder político, el feminismo o el simple concepto de familia. No busca para ello unos personajes comunes, fáciles de conseguir la identificación por parte del público, sino que se ampara en la burguesía, una clase alta de esnobistas ideales progresistas que, con todo su dinero y todo su estatus social, una vez desnudados de sus miserias, no son tan diferentes del más común de los mortales.
Todo comienza con el nombramiento de la protagonista como ministra del Gobierno. Sin embargo, la velada en su casa para celebrar la notica no se desarrollará de la manera prevista, creándose una sucesión de conflictos, en apariencia nada cómicos, que, regados con unos punzantes y ágiles diálogos, componen un magnífico vodevil en el que, con apenas setenta y un minutos de metraje, se dice mucho.
Todo ello, pese a la brillante labor de Potter, posiblemente no habría sido posible sin un reparto de gran nivel, y por ello todos los elegidos por la británica no solo son grandes nombres de la industria, sino que están realmente brillantes: Kristin Scott Thomas, Patricia Clarkson, Emily Mortimer (ambas recién salidas de compartir rodaje en La Librería), Bruno Ganz, Cherry Jones, Cillian Murphy y Timothy Spall. Siete únicos actores que componen un retrato casi teatral (en algún momento me vino a la memoria Un dios salvaje, de Roman Polanski) pero que con la habilidad de Potter para mover la cámara por los escasos escenarios evita caer en el estancamiento visual y filma una pieza digna de elogio.

Valoración: Ocho sobre diez.

15:17. TREN A PARÍS

Aunque nunca he sido un gran fan del cine de Clint Eastwood, que en esa busca del héroe cotidiano y el melodrama fácil parece que lleva años haciendo variaciones de su misma película, debo reconocerle algunos aciertos innegables, siendo en mi opinión Sully el último de ellos. La película de Tom Hanks, sin embargo, era una rara excepción en unos años muy alejados de sus títulos más afamados, como Sin Perdón, Cazador blanco, corazón negro o Gran Torino, anclado como estaba en un cine simplón y sin personalidad.
Por desgracia, 15:17. Tren a París se engloba en esta última categoría. De nuevo con unos “héroes por accidente” como pretexto y mostrando su cara más republicana, tal y como hizo en la igualmente mediocre El francotirador, Eastwood se inspira en una historia real, la del frustrado atentado a un tren lleno de pasajeros por parte de tres jóvenes militares que casualmente disfrutaban de unas vacaciones recorriendo Europa.
Confieso que las escenas del asalto están bien filmadas, y mantienen la emoción incluso sabiendo de antemano su desenlace, y puede que algunos de los flashbacks con los que adorna la historia mostrándonos el pasado de los protagonistas ayuden a conocerlos mejor. Sin embargo, esto no da para más que un cortometraje o, en el mejor de los casos, un documental sobre el asalto. Toda la paja de relleno que Eastwood nos ofrece con los chicos pasándoselo bien por distintas ciudades europeas no es más que un tributo a la época del selfie y un pretexto para que la productora le pague unas vacaciones recorriendo el viejo continente. Casi nada de lo que hay en la película, a excepción de ese efímero cuarto de hora final, aporta demasiado, resultando insípida e incluso tediosa, Se trata de una propuesta tan plana que ni siquiera se la puede calificar como mala. Simplemente es anodina.
Y no es que la curiosa decisión de prescindir de actores profesionales e invitar a los propios protagonistas de los hechos a interpretarse a sí mismos lastre mucho la cosa, porque no es que los chicos lo hagan mal del todo, pero desde luego que la falta de tablas (y, por lo tanto, de carisma) ayude demasiado a levantar una propuesta que no hace más que recordar que los mejores años del vaquero Clint quedaron ya muy atrás.

Valoración: Cuatro sobre diez.

CUANDO DEJES DE QUERERME

Una joven argentina de origen vasco recibe una inquietante llamada: ha aparecido el cadáver de su padre, que aparentemente la había abandonado a ella y a su madre hace treinta y cinco años.
Tras este arranque, Cuando dejes de quererme es la historia de como Laura, acompañada por su padrastro, regresa a la tierra en la que nació dispuesta a remover los secretos de un misterioso pasado y a enfrentarse a sus propios fantasmas.
Dirigida por Igor Lagarreta en su primera película como director después de haber trabajado como director de segunda unidad en films como Zipi y Zape y la isla del Capitán o Autómata (de la que también fue autor del guion), la película alterna el drama familiar con el thriller criminal en una atmosfera perturbadora, logrando que los misterios se adentren en los paisajes boscosos de los alrededores de Durango con mucha más efectividad que películas de corte similar del año anterior como La niebla y la doncella o El guardián invisible. Se hecha en falta, sin embargo, un poco más de carga política en un relato que, por su localización y fecha, debería presentar los conflictos euskeras con más contundencia. La presencia de ETA sobrevuela la historia en todo momento, y hay escenas que incluso llegan a evocar al aroma de Patria, la afamada novela de Francisco Aramburu que está adaptando HBO, pero no son detalles suficientes como para reflejar la realidad de un país que, sin duda, deberían haber marcado mucho más la historia.
En lugar de ello, Lagarreta prefiere contentarse con contar una fábula de hallazgos detectivescos como excusa para desnudar el dolor de la protagonista al descubrir que no conocía nada de su pasado familiar y atreverse, después de mucho tiempo encerrada en sí misma, a volver a sentir, ya sea odio hacia todo lo que rodea la muerte de su padre, afecto por el hombre que ha sustituido durante tantos años esa figura paterna o incluso amor, permitiendo así que la película coquetee también con la subtrama romántica.
Bien narrada, con giros interesantes y buenas interpretaciones (resulta curioso ver al catalán Miki Esparbé haciendo de vasco, aunque con orígenes argentinos, aunque el personaje de Eduardo Blanco pueda llegar a resultar algo cargante), Cuando dejes de quererme es una interesante y triste película que, sin llegar a inventar nada, logra entretener y mantener el interés hasta el final, sin llegar a resentirse de los diversos saltos temporales (hay presentes tres épocas diferentes) que la componen.

Valoración: seis sobre diez.

THE FLORIDA PROJECT

The Florida Project es la clásica película independiente (con permiso de Lady Bird) con presencia en los Oscars, aunque sin apenas posibilidades de ganar ninguno.
Dirigida por Sean Baker, autor de las también diminutas Tangerine y Prince of Broadway, aquí ha contado por lo menos con el apoyo de una estrella del nivel de Willem Dafoe para dar el necesario empujón al film que le permita tener un poco de visibilidad. Un poco o un mucho, a tenor de su nominación al Oscar a la mejor película, aunque no parece que esa nominación (junto a la del propio actor) le haya dado un gran impulso en pantalla.
The florida Project titubea constantemente entre la comedia y el drama. Es, en el fondo, una historia muy triste y desgarradora, la de una madre soltera que debe malvivir en un motel miserable junto a otros desarraigados como ella, teniendo que llegar a recurrir a la venta ilegal e incluso a la prostitución para salir adelante. Sin embargo, el hecho de que la historia esté vista desde los ojos de su hija de siete años, la sorprendente actriz Brooklyn Prince (nada que ver con la anterior película mencionada del director, curiosidades de la vida), reciente ganadora de un Critics’ Choice Awards en la categoría de mejor intérprete juvenil, le da ese necesario toque de candidez y simpatía. Prince se come la pantalla (y la historia) en todo momento con esa mezcla entre picardía e ingenuidad, logrando endulzar la dureza de la historia y permitiéndonos digerir la película con una sonrisa en el rostro.
The Florida Project es la cara más amarga y realista del sueño americano, una historia de perdedores, víctimas del capitalismo más consumista, que, como si de una broma de mal gusto se tratara, viven en moteles decadentes a los pies de la mismísima Disneyland.
No me atrevería a asegurar si The Florida Project merece estar entre las mejores películas del año (aunque en algún momento sacaré tiempo para meditar sobre otras películas que desde luego no merecerían estar en esa lista y sobre las notables ausencias), pero no cabe la menor duda de que se trata de una pequeña joyita, eso sí, no apta para cualquier estómago.

Valoración: siete sobre diez.

lunes, 19 de febrero de 2018

LA FORMA DEL AGUA

Nadie puede poner en duda que Guillermo del Toro es un genio. Un genio incomprendido, algunas veces, y un genio incomprensible otras. De su mente ha salido todo un imaginario espectral que por sí solo valdría ya para una saga de películas de terror dignas de los cásicos de la universal (a los que tanto venera) y era, hasta la fecha, más aplaudido en Europa que en los Estados Unidos. No en vano sus dos mejores trabajos hasta la fecha eran españoles: El espinazo del Diablo y El laberinto del Fauno.
Puede que la culpa de ello se deba a una cierta tendencia a los convencionalismos que el realizador mejicano sufría al trabajar en el mercado yanqui. Así ni Blade II llegaba a reflejar sus señas de identidad ni Hellboy huía lo suficiente de los tópicos del cine de superhéroes, siendo ya demasiado tarde cuando quiso desbordar toda su locura visual en su secuela. Y de Pacific Rim, para mi su peor película, mejor ni hablar.
Quizá lo más cerca a los cuentos de terror góticos que tanto le gustas fuese La cumbre escarlata, pese a que no legó a triunfar en taquilla como se merecía, por lo que me sorprende (y alegra a la vez) que La forma del agua, su siguiente trabajo, en lugar de suponer un regreso con el rabo entre las piernas a los gustos del Hollywood medio, haya sido una de sus películas más arriesgadas y extrañas.
Sobre el papel, estamos ante una nueva versión del clásico de La Bella y la Bestia, convertida la bestia de turno en un primo cercano de la criatura de la laguna negra (La mujer y el monstruo) y la Bella en una mujer algo entrada en años, solitaria y muda.
Con estos dos elementos, decorados por una época (la Guerra Fría) que confiere a la historia de amor con tintes de terror un cierto aire de thriller, Del Toro se las apaña para componer una película deliciosa, una historia arrebatadora cargada de pasión y de la que se pueden sacar múltiples lecturas.
Es una historia de amor, eso está claro. Pero al amor sin límites, al amor a lo diferente, ya sea esa diferencia una mujer con una deficiencia, un homosexual o un monstruo marino. Es, por descontado, una oda a la igualdad (algún apunte racial hay de regalo), a lo absurdo de la discriminación y del abuso del poder y a la soledad que puede provocar la dificultad para comunicarse. Y es, sobre todo, una lección de cine que, en el fondo, se rinde pleitesía a sí mismo, con esos bailes sentados en el sofá de Sally Hawkins y Richard Jenkins o el momento de ensoñación musical.
Otro de los grandes méritos de Del Toro es que, a diferencia de esa aura de magia romántica que tenía la historia de amor fantasmal de La cumbre escarlata, en La forma del agua impere un tono de realismo que hace que se evite el ridículo al que se podría condenar este improbable romance. 
Tanto la forma en la que se nos explica el personaje de Sally Hawkins y su progresiva fascinación hacia la criatura como la magistral interpretación de la actriz permiten que nos creamos a pies juntillas esta historia tan excesiva y grotesca en manos de cualquier otro realizador. Para ello, además, Del Toro ha contado con una libertad total, dejándose de concesiones absurdas, que le han permitido hacer una pieza extremadamente sangrienta y cruel y con momentos de explícita sexualidad que resultan poco recomendables para la mojigatería americana de cara al público infantil pero absolutamente imprescindibles para profundizar en la personalidad de ciertos personajes.
Del Toro ha sabido rodearse, además, de un excelente plantel de actores. Michael Shannon (que los que me seguís desde hace tiempo sabréis que no es precisamente santo de mi devoción) está sensacional, lo mismo que Richard Jenkins, Y sobre Michael Stuhlbarg baste indicar que está presente, aunque sea como secundario, en tres de los films nominados este año como Mejor Película (aparece también en Los archivos del Pentágono y Call Me by Your Name). Como curiosidad, Doug Jones, el actor que interpreta al ser marino, es un viejo conocido de Del Toro (ha sido Abe Sapien en Hellboy y su secuela, el Fauno de El laberinto del Fauno y aparecía también en La Cumbre Escarlata y la serie The Strain).
Sin embargo, es Shally Hawkins quien se come completamente la pantalla en cada plano que aparece y solo ella, la magnífica dirección de Del Toro (este año conseguirá al fin el merecido reconocimiento en Hollywood) y la brillante banda sonora de Alexandre Desplat (tres elementos claves que, estoy convencido, serán tres Oscars fijos, aunque a ella Frances McDormand y sus Tres anuncios en las afueras no se lo van a poner nada fácil) son ya motivo suficiente para disfrutar una y otra vez de un film en el que “el gordo” (como le llaman sus amigos) se ha dejado el alma y ha vaciado el tintero con todo su amor por el cine y el terror.

Valoración: Ocho sobre diez.

DEBER CUMPLIDO

El guionista Jason Hall parece algo obsesionado con los traumas de los excombatientes de guerra al regresar a casa, y tras plasmar en papel la edulcorada historia de ese racista psicótico que protagonizaba El Francotirador, de Clint Eastwood, reincide en el tema para su debut como director.
Basándose de nuevo en una historia real (de las miles que deben pulular por los Estados Unidos), Deber cumplido narra el regreso de tres amigos tras haber combatido juntos en Iraq y los fantasmas que los acompañan. Para ello, Hall se apoya en unas buenas interpretaciones, entre las que destaca la pareja protagonista, el habitualmente insulso Miles Teller y la siempre efectiva Haley Bennett (más la efímera presencia de la comediante Amy Schumer, extraña en un rol tan dramático), y que son lo único interesante para una historia demasiado sobada ya por el cien americano y que bien podría ser un telefilm de sobremesa del montón.
Hall parece querer hacer su versión actualizada de El regreso, de Hal Ashby, pero solo consigue componer unas historias deshilachadas y de escaso interés (quizá en otras manos escenas como la del banco podría haber tenido un trasfondo dramático más impactante) en las que apenas logra ahondar lo suficiente como para que nos interesen de verdad sus protagonistas. O bien no es capaz de mostrar de manera correcta la caída a los infiernos de los personajes o quizá le falta tiempo para desarrollar tres historias a la vez (cinco si contamos con la de los dos personajes que no llegan a regresar). Mejores cosas se han visto en televisión, como en la serie Homeland o incluso en una de las subtramas de The Punisher, o en la incomprendida película de Ang Lee Billy Lynn.
O quizá el problema es que sea una película demasiado americana dirigida especialmente a un publico americano, y que no logra traspasar las fronteras de la empatía y la comprensión.
No es, al menos, un panfleto manipulador como aquel El Francotirador (por lo menos aquí, en una escena en la que se requiere a un bebé, no se ha usado una muñeca), por lo que permite que su visionado sea correcto, sin que debamos exigirle nada más que las consabidas hora y media de personajes quejándose por lo mal que lo han pasado y las pesadillas que se han traído después de luchar en nombre de un país que no parece dispuesto a recompensarlos por ello.

Valoración: Cinco sobre diez.

domingo, 18 de febrero de 2018

BLACK PANTHER

Ya he hablado muchas veces del miedo que me provoca el exceso de hype antes de ver una película, y las excelsas críticas positivas referidas a Black Panther tras sus pases previos me hacían presagiar una merecida decepción. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, y una vez disfrutada puedo confirmar que la última producción Marvel es todo lo que se ha dicho de ella y más, demostrando que en Disney saben las teclas que deben tocar para unir a crítica y público y que el fracaso de Liga de la Justicia no es más que una excepción que confirma que no hay ninguna amenaza que suponga el fin de la burbuja del cine de superhéroes.
Daba la sensación de que por mucho que se acusara a Marvel/Disney de hacer películas fotocopiadas, últimamente se estaba dando más libertad de lo habitual a sus directores para que diesen forma e identidad a sus películas. No hay duda que los hermanos Russo han demostrado un estilo particular con sus dos aproximaciones al Capi: Soldado de Invierno y Civil War, y lo mismo, aunque multiplicado por cien, se podría decir de Taika Waititi y su peculiar Thor: Ragnarok. Eso mismo parece haber sucedido con Ryan Coogler, que con la interesante Creed como único precedente en su currículo, ha podido plasmar sus ideas con total libertad, consiguiendo dotar al film de una capa de alegato político y racial que la beneficia en gran medida.
No sé si cabría definir Black Panther como un film arriesgado, aunque sabe evitar los convencionalismos del género con soltura. Si bien su trama general no sea nada del otro mundo y el espectador habitual pueda intuir en todo momento por donde van a ir los giros argumentales, lo cierto es que está todo tan bien hecho y con las ideas tan claras que resulta fresco y novedoso. Black Panther es como una de esas ensaladas con mil ingredientes que, por separado, resultan hasta anodinos, pero que jamás podíamos imaginar que juntos iban a combinar tan bien. Con dos partes bien diferenciadas, la trama de Busan y la de Wakanda, cada una centrada en un villano en concreto, la película reúne elementos propios de James Bond (aunque con gadgets aún más alucinantes que en las pelis del agente 007 pero evitando siempre caer en el ridículo), de los dramas familiares más shakesperianos, batallas aéreas dignas de Star Wars, intrigas palaciegas a lo Juego de Tronos y espectaculares combates al nivel del suelo que desprenden un aroma a El Señor de los Anillos. Todo ello sin olvidar que estamos en una peli de tipos disfrazados y efectos especiales y con la África más tribal, con sus colores y costumbres (que en alguna escena rememora incluso a El Rey León), como escenario principal.
Un amalgama de géneros que podrían haber convertido la película en un pastiche espantoso pero que terminan combinando asombrosamente bien, logrando ser emocionante, dramática y divertida, con unos toques de humor muy ajustados y sin que en ningún momento se olvide que hay un trasfondo político muy definido.
Coogler es el máximo responsable de lograr que este complicado crucigrama tenga final feliz, gracias en gran medida a tomarse la molestia de definir bien a unos personajes que van a encandilar al público de raza negra en particular y a cualquier buen aficionado al cine en general, denunciando sin llegar a posicionarse, con un villano con buenas motivaciones (algunos incluso podrían llegar a dudar sobre su condición de villano) y un excelente aprovechamiento de su elenco femenino, con tres personajes muy diferentes entre sí pero con mucho que aportar al buen funcionamiento de la historia.
Vinculada solo lo justo al resto del MCU (solo parece algo atada a Civil War, algo lógico teniendo en cuenta que fue ahí donde se presentó el personaje), Black Panther ha demostrado ser mucho más de lo que muchos se temían, una simple peli de aventuras en la selva, alzándose entre las mejores propuestas del cien de superhéroes y logrando un nuevo éxito para la saga.
Y a quien no le haya quedado claro de que va la cosa, que esté atento a las palabras del protagonista en la primera de las dos escenas postcréditos que cierran el film: una sola frase sentencia y define a una sociedad de forma implacable.
Mucho me temo (aunque ojalá me equivoque) que Black Panther, aunque será un pelotazo, no va a superar los números en taquilla de Los últimos Jedi, pero creo que sería muy interesante que Rian Johnson le pegara un vistazo a esta película. Podría tener mucho que aprender. Y es que, aunque no lo parezca, hay muchas similitudes entre Black Panther y Los últimos Jedi, con la diferencia de que en Black Panther lo resuelven todo bien, y en Los últimos Jedi

Valoración: Ocho sobre diez.

lunes, 12 de febrero de 2018

CINCUENTA SOMBRAS LIBERADAS

Por más que pase el tiempo y las películas, hay fenómenos que nunca llegaré a entender del todo. Ajeno como soy (lo he dicho en casa ocasión) al fenómeno literario, lo más destacable de la tercera entrega de la saga de Cincuenta sombras de Grey es la frase que acompaña al título: el capítulo final. Quizá habría sido buena idea resaltar en otro color y con una fuente de mayor tamaño la palabra final.
Y es que en estos tiempos del #MeeToo, las reivindicaciones feministas y las sospechas (y confirmaciones) de casos de abusos sexuales en Hollywood, se vuelve a estrenar una película donde la sumisión de la mujer por parte del macho poderoso y posesivo es la nota predominante. Poco importa que en Cincuenta sombras liberadas (la única liberación es la del público, que al fin se ve libre de esta carga, si me permiten el chiste) la cosa se dulcifique al final, que todo quede en un cuento de hadas y que la protagonista termine saliéndose con la suya. Escenas como la del topless en la playa o la constante toma de decisiones de él sin consultarle nada a ella es más que suficiente para definir esta historia de bazofia.
Pero intenciones ocultas aparte, la película vuelve a ser insoportablemente aburrida. Lo que nos prometieron como una saga sobre el placer prohibido y el sexo dominante ha terminado siendo una tontería machista que parece casi un remiendo de Pretty Woman (por lo de la chica que se enamora fácilmente del tío guapo que -y esto seguro que no influye- tiene jet privado y la puede invitar a cenar a París de un momento a otro) pero con unos cuantos desnudos. Todos femeninos, no faltaba más.
Y no es que sea de los que se quejan de la falta de sexo en estas películas, ni mucho menos. Poco me importan a mi los jueguecitos que estos dos se lleven entre manos. De lo que me quejo es de la falta de talento. O habría que decir mejor, de intención. Y es que lo peor del caso es que al director, James Foley, talento no le falta. O faltaba, al menos, en la época en que dirigía maravillas como Glengarry Glen Ross. Tampoco Dakota Johnson parece que vaya a ser una mala actriz, si se decide a hacer alguna película en la que sus gestos interpretativos predominen frente a sus pechos desnudos. Y hasta el sosito Jamie Dornan tiene en su haber cosas interesantes como Operación Anthropoid.
Insisto una vez más en que desconozco la fidelidad que el guionista ha seguido con respecto a las novelas de E.L. James, pero la película, olvidadas casi las dichosas sombras del título, deriva hacia una especie de thriller de psicópatas, tal y como anunciaba el final de la película anterior, cuya excusa narrativa es tan inverosímil como ridícula. Al menos, eso hay que reconocérselo, las escenas de acción son algo mejores que en Cincuenta sombras más oscuras, y el argumento, por insignificante que sea, sigue un esquema más recular y firme que en aquella.
Estúpida, aburrida e insultante, no es la peor de la saga, pero es triste cuando esa es la mejor cualidad de una película que culmina una trilogía en la que ninguna película ha llegado a merecer el simple aprobado. De hecho, solo sirve para confirmar ese chista tan machista que a la pregunta de que porqué ven porno las mujeres responde que para ver si al final se casan. Y de eso va la cosa. Esta especie de “porno para mujeres” ya demostró en su segunda entrega que al final de tanto follar la cosa terminaba en boda, por lo que la conclusión edulcorada y simplista está cantada. Puede que la chica de la película sea muy lista y emprendedora, pero al final demuestra que la labor de toda mujer en la vida es casarse, tener hijos y hacer felices a sus maridos. Sí, señor. Viva el #MeeToo, si me permiten insistir.
Sí, este fin de semana las mujeres tendrán la excusa anual para quedar entre ellas y abarrotar los cines, pero presiento que, desde el estreno de la primera película, la taquilla ha caído en picado.
Demos gracias por ello.

Valoración: tres sobre diez.

domingo, 11 de febrero de 2018

EL CUADERNO DE SARA

Realizada con gran despliegue de medios como corresponde a una producción de Mediaset (en la que también se ha metido Netflix por medio), El cuaderno de Sara es el último gran éxito del cine españo9l, una epopeya en la que Laura (brillante Belén Rueda) se aventura por la África más salvaje y peligrosa en busca de su hermana Laura, a la que creían fallecida y que las fotografías de unos reporteros la muestran con vida.
La película tiene un claro carácter de denuncia, mostrándonos la corrupción y la violencia que se desarrolla en el Congo alrededor de las minas de Cortán (material del que es muy rico e indispensable para el funcionamiento de móviles y tablets), pero lo hace desde la distancia, sin pretender implicarse emocionalmente. Norberto López Amado, el director, plantea una visión muy europea del conflicto, casi como si mirase, sin pretenderlo realmente, a los africanos por encima del hombro. No llega a penetrar de lleno en el conflicto, como lo hiciera, en el mismo estilo Diamantes de sangre, y se acerca más a la bienintencionada pero mediocre Diré tu nombre. En el fondo, la problemática de África no es la historia, sino la excusa para hacer sufrir a Belén Rueda en una peli que parece más de aventuras pero que tampoco llega a serlo.
No obstante, su flaqueza como propuesta, la película funciona bastante bien gracias a su lujosa producción y a lo bien que se le da eso de sufrir a la pobre Belén. El conflicto familiar que arrastra (por más que hacia el final de la trama amenace con convertirse en su remiendo de Salvar al soldado Ryan) cumple con la carga dramática necesaria y permite entender las motivaciones de su personaje, pudiéndola acompañar en un viaje por otra parte algo inverosímil y de incómoda narración. López amado está correcto tras las cámaras, pero no atina con el ritmo debido, una vez más, a las deficiencias de un guion que más que plantear un viaje con sus consecuentes obstáculos parece una sucesión de pequeños capítulos aislados, sin que ellos lleguen a afectar en la evolución del propio personaje.
Al final, lo que queda es un entretenimiento que dibuja con pequeños trazos un conflicto que no tiene visos de terminar y una transmutación de la clásica “madre coraje” reconvertida para la situación en hermana que contagia con su dolor haciendo que el espectador pueda llegar a odiar y amar África a partes iguales.

Valoración: Seis sobre diez.

THE CLOVERFIELD PARADOX

Cuando un casi novato (en cine, al menos) J.J. Abrams tuvo un pequeño traspiés en taquilla con Misión imposible 3 se comprometió con Paramount a producir una película que daría el pelotazo y les compensaría con creces. Eso cuenta al menos la leyenda. Sea como sea, Monstruoso (la mala traducción que aquí se hizo de Cloverfield) fue realmente un gran éxito, debido más a la potente campaña publicitaria que a la calidad propia de la película (aunque para ser un found fotage no estaba tampoco mal). No estaba J.J. tras las cámaras, sino su amigo Matt Reeves, pero él era la cabeza pensante de todo, mostrándose como un gran especialista en crear grandes expectativas. Durante la campaña publicitaria todo el mundo se preguntaba qué demonios iba a ser eso de Cloverfield (había teorías que incluso lo relacionaban con el universo de Perdidos).
La clave de la película estaba en el factor sorpresa, y cuando casi diez años después se reveló la existencia de una película llamada Calle Cloverfield, 10 (Cloverfield Lane, 10) apenas un mes antes de su estreno la volvieron a liar.
Cloverfield es un universo propio, una especie de saga de películas sin relación directa entre ellas que, como pequeñas piezas de un puzle infinito, aspiran a explicar una gran historia. O puede que no. El caso es que ahora llega la tercera pieza del juego, y tampoco podía hacerlo de forma convencional. Tras un rodaje algo complejo ha sido Netflix quien adquirió los derechos de distribución, colando el tráiler como uno de los grandes eventos de la media parte de la SuperBowl. Sin embargo, mientras el resto de los potentes tráileres de sus competidores concluían con un “próximamente”, The Cloverfield paradox anunciaba su gran estreno… para esa misma noche. ¿Adivinan lo que vieron miles de norteamericanos en sus televisores apenas terminar el partido?
Otra jugada perfecta que, por desgracia, no esconde una película especialmente inspirada, probablemente la más floja de las tres. Una misión internacional al espacio para juguetear con la física cuántica y los aceleradores de partículas abrirá una puerta al multiverso que podría (o no) ser el causante de los hechos acontecidos en las dos películas anteriores. El cebo está lanzado, pero me temo que hay poco donde pescar.
Con un reparto tan interesante como poco aprovechado, la película tiene unas cuantas ideas bastante originales, aunque también algo locas, transformándose en algunos momentos en una paranoia algo absurda (todo lo relacionado con cierto brazo, por ejemplo), que hace que te preguntes por el formalismo de la misma.
A años luz de la estupenda Calle Cloverfield, 10, tampoco es que la película sea para tirarla a la basura. Se ve con agrado y mantiene bastante correctamente la intriga, pero sabe a demasiado poco teniendo en cuenta el juego que nos propone. Quizá sea culpa de los múltiples cambios realizados en el rodaje (desde aquella época en que esto se iba a titular “la partícula de Dios”) o a querer forzar demasiado las cosas para terminar con una película demasiado parecida a cualquier producto baratito de naves espaciales pero con injertos que la emparejen al universo al que pertenece.
Así y todo, es una buena propuesta para pasar una hora y media viendo sufrir a Gugu Mbatha-Raw (la única cuyo personaje tiene algo de trasfondo) y buscando los secretos ocultos que demuestren que este es el universo Cloverfield. Y alguno hay, os lo aseguro.
Y después, podéis olvidarla tranquilamente y esperar con calma a ver cómo nos sorprenden con el nuevo capítulo de la ¿saga?, que por lo visto irá sobre nazis, algo que siempre mola.

Valoración: Cinco sobre diez.

EL HILO INVISIBLE

Me confieso bastante ajeno a la obra de Paul Thomas Anderson, director con el que no conecto con facilidad y del que, pese a digerir más o menos bien Puro Vicio, siento algo de repulsa tras la experiencia negativa que fue para mi la incomprensiblemente alabada The master.
El hilo invisible, sin embargo, pese a contener todas las virtudes de este, reconozcámoslo, notable realizador, consigue llegar a buen puerto esquivando sus defectos, siendo por ello la película menos arriesgada y experimental de su filmografía, pero a la vez, quizá, la más completa.
Tampoco es que Daniel Day Lewis y sus obsesiones sea santo de mi devoción, pero debo condesar que en este caso el tándem que forman ambos artistas da un gran resultado, y elevándola película a la categoría de clásico inmediato, siendo una de esas extrañas obras que, a priori, tienen todo a su favor para resultar pedantes y aburridas y al final, sin saber muy bien cómo i porque, terminan siendo grandiosas.
Y es que la historia de amor entre un diseñador de ropa (muy inspirado en la figura de Cristóbal Balenciaga) no sonaba de entrada muy apetecible. Sin embargo, Anderson logra dar una vuelta de tuerca a la historia, convirtiéndola en una historia de amor propia de un cuento de hadas para acabar derivando en una pesadilla gótica, enfermiza y desasosegante.
El hilo invisible es como una orquesta en la que todos los músicos encajan a la perfección, con una música de Jonny Greenwood casi omnipresente, una fotografía elegante y sutil y un gran trabajo interpretativo.
Pero es Anderson quien más destaca en su labor de realizador, consiguiendo momentos de tierna seducción como la de la toma de medidas, transformando al personaje de Daniel Day Lewis a su antojo según convenga a la historia y moviendo al espectador por el terreno que más le convenga, atrapándolo en un cuento turbio al que se le podrían buscar muchas lecturas ocultas (mensajes feministas, crítica al mundo de la moda), pero que realmente no son de lo que trata la película.
No creo que se lleve ningún Oscar a casa, pero sin duda las nominaciones recibidas son muy merecidas. Quizá voy a tener que replantearme mi relación con este director…

Valoración: Ocho sobre diez.

lunes, 5 de febrero de 2018

AMITYVILLE: EL DESPERTAR

El 14 de noviembre de 1974 una familia fue brutalmente asesinada por Ronald DeFeo, el hijo mayor, en el 112 de Ocean Avenue, en Amityville, en el condado de Suffolk, Nueva York. En el juicio posterior aseguró que la casa le había ordenado que lo hiciese y el caso se popularizó a raíz del libro que Jay Anson escribió sobre lo sucedido, El horror vuelve a Amityville donde se narraba lo sucedido a la familia Kutz, los siguientes propietarios de la casa maldita y donde se hablaba de casos de levitación, posesiones, poltergeist y exorcismos.
Poco importó que se demostrara que todo había sido un fraude. La leyenda urbana ya estaba instalada y la película Terror en Amityville de 1979 terminó por instaurarla en el imaginario colectivo. Desde entonces, ha habido toda una serie de películas (he leído por ahí que hasta dieciséis entregas, pero no me he molestado en comprobarlo), un remake y alusiones directas en: Expediente Warren 2: el caso Enfield.
No está muy claro si la película que llega ahora Amityville: el despertar, es una nueva continuación de la saga o un reboot. Probablemente, debido a los problemas de producción que incluso estuvo a punto de hacerla desaparecer sin llegar a ser estrenada, ni ellos mismos lo supieran. El caso es que estamos ante una vuelta de tuerca a la historia, ya en la actualidad, donde se referencian los hechos acontecidos en el 74 y, en un curioso metalenguaje, se incluyen tanto la novela de Anson como la película protagonizada por James Brolin. De nuevo, viva la originalidad, una familia se instala en la casa de marras y empiezan a pasar cosas chungas, con el hijo mayor, en coma tras un violento incidente, como eje central.
Simple, tópica y con interpretaciones muy justas (pese a contar con una desmedida Jennifer Jason Leigh, la misma que fue nominada al Oscar hace apenas un par de años por Los Odiosos Ocho) lideradas por Bella Thorne, antaño cantante y actriz Disney, lo mejor que se puede decir de la película es que no ofende. No alcanza a ser una estupidez a las que el cine de terror nos tiene acostumbrados y aunque es muy justita le basta para ser, posiblemente, la mejor película inspirada en Amityville después de la original de Stuart Rosenberg. Son pocos valores para un film basado, como no, en los jumpscares, trucos de efectismo barato y una buena caracterización del chico protagonista. Poco más se puede decir de una película que nació como un found footage en 2012 y se deja ver sine mocionar y que, por lo menos, tiene una duración muy ajustada.

Valoración: Cinco sobre diez.

CAVERNÍCOLA

Resulta refrescante que en estos tiempos en que lo digital lo absorbe todo continúen existiendo compañías que apuesten por la forma de trabajar más artesanal. No quiero decir con esto que no haya retoques digitales en las producciones de Aardman, desde luego, pero por encima de todo sigue imperando el arte y la paciencia es este stop motion tan característico de ellos que popularmente se define como el realizado con figuras de plastilina.
Sin embargo, algo que ha distinguido también a Aardman han sido sus guiones, inteligentes y bastante punzantes. Han sido muy aplaudidas las lecturas ocultas en sus personajes más célebres, Wallace y Gromit, así como en su más reciente película, La oveja Shaun, por no nombrar ya lo obvio, Chicken Run: Evasión en la granja.
No obstante, ese guion inspirado y eficaz es lo que más he echado en falta en Cavernícola. Con un aspecto visual maravilloso y entrañable, plenamente autoconscientes de la fealdad y deficiencias de sus personajes, la película tiene un arranque magnífico, ilustrando la extinción de los dinosaurios, la aparición del hombre (y la creación del fútbol) y el posterior salto evolutivo que dio pie a la Edad de piedra. Sin embargo, la evolución nunca se detiene, y con la llegada de la Edad del Bronce los cavernícolas protagonistas son expulsados de sus tierras por una civilización más poderosa y cruel, que los podría condenar a la extinción definitiva. Solamente la intervención de Dug, que desafiará en duelo a los invasores, les ofrece un halo de esperanza. Lástima que esa esperanza simbolice también el momento en que la película deja de tener interés y se convierte en un pastiche lleno de referencias obvias y chistes manidos.
La película no aspira a tener el más mínimo rigor histórico, eso está bien claro, pero tampoco es que importe demasiado. Es un divertimento con la metáfora nada sutil de la opresión de los fuertes sobre los débiles y repite el clásico esquema de la animación de que el personaje más improbable, armado del valor suficiente, puede llegar a ser un héroe. A partir de ahí, villanos de opereta, alianzas tan imposibles como obvias y un desenlace facilón y efectista. Es, en fin, como si tomáramos a cualquier protagonista Disney y lo pusiéramos a liderar a la panda de Que baje Dios y lo vea.
No quiero decir con esto que el resultado final sea malo. La animación es tan destacable que es capaz de predominar por encima de la historia en sí misma y eso solo ya justifica el precio de la entrada, pero se esperaba más de un producto Aardman, que tiene un gran arranque y se termina deshaciendo como sus protagonistas bajo el sol.
Debo aclarar, eso sí, que en su versión doblada Hugo Silva y Mario Vaquerizo (me voy a permitir salvar de la quema a Chenoa) ponen las voces a los dos antagonistas, con un resultado tan espantoso que sin duda puede influir en la valoración final del film, por más que esto no sea responsabilidad directa de la película.

Valoración: Cinco sobre diez.

C'EST LA VIE

Cuando en 2011, la dupla formada por los directores y guionistas Olivier Nakache y Eric Toledano diseñaron Intocable lograron un tremendo éxito internacional, dándose a conocer al mundo entero y convirtiéndose en centro de atención del respetable, que esperaba ansioso su siguiente trabajo. Este tardó tres años en llegar y fue la inferior Samba. Repitiendo protagonista, trataron de recrear el éxito anterior con una película de denuncia, supuestamente reflexiva y con conciencia que no llegó a funcionar.
El nuevo trabajo de esta pareja es C’est la vie, donde regresan al terreno en el que mejor se desenvuelven, el del humor, y componen una película muy completa, mucho más divertida que aquella algo sobrevalorada intocable y que sustituye el elemento dramático sentimental algo empalagoso por unas simples pinceladas reflexivas que no permiten que en ningún momento decaiga el buen humor y la locura.
Es muy frecuente recurrir al mundo de las bodas para decorar una película, siendo estas casi un subgénero propio. Sin embargo, lo habitual es que el argumento se centre en los invitados o el novio, no en los trabajadores que participan en ella. Sin embargo, Nakache y Toledano deciden pasarse al otro lado y mostrarnos el bodorrio desde el pinto de vista de los organizadores, camareros, músicos y demás. El equipo que rodea a Max Angély, un veterano organizador de eventos, es casi como una familia, con sus amores y odios y todos los roces que una profesión de tanta exigencia les provoca. Inspirándose en situaciones realistas, los directores realizan varias vueltas de tuerca para rozar el absurdo en un único día desquiciante y surrealista que, en el caso del protagonista, servirá para reflexionar sobre su vida, su presente y su futuro, y para tomar decisiones vitales para él y su equipo.
Lidiando con un egocéntrico novio, camareros novatos, desastres alimentarios, amoríos inoportunos y músicos de sustitución, la película es una locura tremendamente divertida, algo previsible en su tramo final pero que no deja de provocar en cualquier momento la carcajada y que, al amparo de muy buenos actores, es un delirio visual, musical y narrativo.
Lejos de profundas cargas dramáticas ni mensajes sociales, esta es la más redonda película de Nakache y Toledano, recordando que puede ser más meritorio hacer reír que hacer llorar y logrando sacar partido a un tema tan trillado y desgastado para el cine como son las bodas a lo grande.
Esta fue, por cierto, la película que pude ver hace ya varios meses con motivo de la celebración del aniversario del programa de radio La Claqueta y que, por diversos motivos, no pude comentar en su momento, y que tras un segundo visionado mantiene su frescura y buen ritmo.
Una gran comedia francesa, esta vez sí.

Valoración: Ocho sobre diez.

EL PASAJERO

El Pasajero es la cuarta colaboración entre el director catalán Jaume Collet-Serra y Liam Neeson tras Sin identidad, Non stop (sin escalas) y Una noche para sobrevivir.
Este realizador barcelonés afincado en Hollywood tiene unas señas de identidad tan claras y definidas que resulta difícil que ninguna de sus películas lleven a engaño. En El pasajero, heredera de films de suspense hitchconianos como Extraños en un tren o incluso con dejes de los sospechosos por eliminación propios de Agatha Christie, con Asesinato en el Orient Express como mejor referencia.
En El Pasajero no hay, aparentemente, ningún asesinato, pero sí un misterio por resolver. El protagonista, un hombre que lleva diez años tomando a diario el mismo tren de cercanías y que conoce de vista a casi todos los pasajeros habituales, recibe la oferta de localizar a una persona en concreto a cambio de una generosa suma de dinero. Todo, casualmente, el día que le comunican su despido.
Este es el punto de partida de una trama imposible, llena de giros absurdos y situaciones inverosímiles que, como no podía ser de otra manera, están brillantemente resueltos por Collet-Serra. Pese a lo bien que lo hizo en los espacios abiertos de su última película, Infierno azul, el director está habituado a los espacios cerrados y claustrofóbicos, y su cómplice Neeson se mueve como pez en el agua entre los estrechos vagones de un tren abarrotado que terminará, como dictan los cánones, con los principales sospechosos reunidos en un mismo vagón.
Peleas realistas, explosiones, descarrilamientos y otros tópicos del cine de acción decoran la trama permitiendo que el director se luzca como nunca, aunque esa dejadez en el argumento termina por aguarle un poco la fiesta. Además, no sé si por culpa de la producción o debido a las carencias en la exhibición, algunos momentos se me antojaron excesivamente digitales, dándome la sensación de que en demasiados momentos se le ve el truco, convirtiéndola en una pirotecnia demasiado artificial.
Con todo, el tándem Collet-Serra/Neeson vuelve a funcionar, más si además tenemos de regalo la presencia de Vera Farmiga y se dejan ver por ahí actores de la talla de Patrick Wilson, Sam Neill o nuestra Clara Lago.
Película imposible de analizar en profundidad, pero disfrutable como espectáculo, que cumple las expectativas y hará las delicias a los fans del género.

Valoración: Seis sobre diez.

EL CORREDOR DEL LABERINTO: LA CURA MORTAL

Concluye con El corredor del laberinto: La cura mortal la trilogía de películas urdida por Wes Ball y basada en las novelas de James Dashner, una saga plagada de complicaciones siendo la más crucial la lesión que sufrió el protagonista Dylan O’Brien que obligó a retrasar considerablemente el rodaje de esta última entrega.
Si algo merece destacarse de la saga es su diversidad argumental. Pese a que la trama en sí no sea para echar cohetes, es de agradecer que, por lo menos, no se repitan los esquemas de una entrega a otra, siendo la excusa del laberinto un simple calificativo que no se ha repetido más allá de la primera película.
El punto negativo, sin embargo, es que la excesiva dependencia de las películas a la que precede, más teniendo en cuenta el considerable paso de tiempo entre una y otra. Y es que al no ser esto una secuela propiamente dicha sino una continuación directa, casi como si de un serial se tratase, cuesta meterse en la historia si no se tienen frescas las anteriores piezas del puzle, aunque la sencillez de la premisa tampoco es que exija demasiado.
Con el misterio acerca del laberinto desvelado y la humanidad prácticamente extinta, la clave ahora está en el debate entre buscar una cura que garantice el futuro de los pocos supervivientes o huir en busca de un refugio seguro lejos de las manos de CRUEL. Una metáfora más sobre como los malvados de la historia, pese a los zombies que hay pululando por ahí, son en realidad las grandes corporaciones. Algo parecido a lo que se apuntaba ya en Resident Evil, pero con más elegancia.
Hay que reconocerle a El Corredor del laberinto: la cura final que es sumamente entretenida. Es el fin de fiesta esperado, con la reunión de todos los protagonistas de la saga, los sacrificios imprescindibles y el cierre de todas las tramas, algunas de forma más precipitada que otras. Es preciso, por descontado, no rascar demasiado la superficie para no ver unas costuras demasiado simples, con diálogos superfluos y giros de guion totalmente previsibles, pero el buen trabajo de Ball tras las cámaras compensa las carencias narrativas, componiendo un efectivo espectáculo visual. La escena inicial del tren o las diversas persecuciones tanto en zona desértica como urbana son muy meritorias y el medido clímax final compone una mezcla entre drama y emoción que no satura ni se hace insoportablemente largo, principal defecto de la mayoría de las películas de acción actuales.
El Corredor del laberinto es, en general, una saga muy correcta y sin altibajos, que no pasará a la historia pero que tampoco ha llegado a aburrir en ningún momento, logrando aunar el género Z, las aventuras juveniles e incluso el conflicto bélico sin que se estorben entre ellas, prescindiendo con acierto de la típica trama romántica que pudiera amenazar con invadirlo todo y deslucir el elemento de aventura.
Este es, en fin, un buen colofón a una serie que ha sabido calibrar su duración y se despide en buena forma.

Valoración: Seis sobre diez.

domingo, 4 de febrero de 2018

GOYA 2018: La Librería revienta una noche anodina.

El primer trimestre del año es, cinematográficamente hablando, temporada de premios. En Hollywood ya se han entregado los Globos de Oro y los diversos sindicatos gremiales van organizando sus respectivas ceremonias de manera que los Oscar sean el gran colofón. Y en España no íbamos a ser diferentes.
La primera gran cita la componían los premios Feroz, una especie de equivalente de los Globos de oro (también mezclando cine y televisión y diferenciando entre comedia y drama) donde La Llamada y Estiu 1993 se repartieron los premios principales. Como ya se sabe que en esto de las estatuillas las comedias no suelen gustar demasiado, esto colocaba al film de Carla Simón como máxima favorita para los Goya, dejando las migajas (si es que se les puede llamar migajas a los premios interpretativos a Natalia Poza y Javier Gutiérrez por No se decir adiós y El autor, respectivamente. Además, esta película semi-autobiográfica también ha triunfado en los Gaudí, aunque, por el contrario, los premios Forqué se decantaron más por aplaudir a El Autor y La Librería.
Con las cartas (aparentemente) sobre la mesa, solo quedaba ver si la gala iba a mejorar las anteriores ediciones o si se volvería a rozar el ridículo. Tras las críticas radicales al trabajo de Dani Rovira (presentador de las tres últimas ediciones), pese a que su trabajo en las mismas fue en una línea claramente ascendente, este año cogían el relevo Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, para regocijo de sus fans.
Pues no, la cruda realidad es que no solo no han sabido dar con la tecla adecuada estos dos humoristas, sino que su edición ha sido posiblemente el peor de la última década. Ha sido tan aburrida que ni siquiera se puede hablar de bochorno. Simplemente bostezos, sopor e incredulidad ante sus insistentes apariciones totalmente carentes de gracia. Solo la intervención de Cristina Castaño y Paquita Salas, que ni mucho menos ha sido para tirar cohetes, lograba dibujar alguna sonrisa entre el respetable. La cara de incredulidad de Maribel Verdú hacia un ¿chiste? dirigido hacia su persona lo resume todo.
Y mientras, la entrega de premio tampoco parecía dispuesta a colaborar demasiado. Desde el primer momento parecía haber un guion marcado: Handía, sorprendentemente, estaba arrasando y Estiu 1993 se conformaba con los restos. Todo iba cayendo en la saca de la producción vasca, perdiendo en un inesperado arranque un solo cabezón, el del mejor sonido, que fue a parar a manos de Verónica, de Paco Plaza. Y mientras, Estiu 1993 conformándose con las categorías en las que Handía no tenía nominación, como la actriz revelación (Carla Cusí), el actor de reparto (David Verdaguer) o la dirección novel (Carla Simó). Muchos se sintieron decepcionados, todo sea dicho, con el escaso bagaje que se llevó La Llamada. Ni sus directores, “los Javis”, consiguieron el premio novel ni tampoco sus interpretes femeninas, teniendo que conformarse con tener la mejor canción, compuesta por Leiva.
Handía, como digo, arrasaba, llegando a cosechar diez premios (música original, efectos especiales, maquillaje/peluquería, diseño de vestuario, dirección artística, montaje, fotografía, dirección de producción, guion original y actor revelación) y alcanzando así el récord que hasta ahora ostentaba La isla mínima.
Mientras tanto, en una gala con claro mensaje feminista (pronunciado, curiosamente, por las mujeres, con mínimas excepciones como algún chiste facilón de la mano de Santiago Segura), resultó curioso que un premio (el de mejor corto de animación) fuese a recaer en un homenaje a la figura de Woody Allen, uno de los que está en entredicho por supuestos abusos sexuales en América.
Pasaba la interminable velada y solo se rompía la rutina con la designación como mejor película iberoamericana a Una mujer fantástica, The Square fue la mejor europea y Muchos hijos, un mono y un castillo el mejor documental. Y, por supuesto, Tadeo Jones 2 se llevó el de mejor película de animación, pero viendo la competencia tampoco es que sorprendiera mucho.
En el apartado interpretativo hubo al fin algo de animación, cuando El Autor confirmó su favoritismo en este terreno y se alzó con los premios a mejor actriz de reparto para Adelfa Calvo y mejor protagonista para Javier Gutiérrez. También el de mejor actriz protagonista para Nathalie Poza estaba cantado. Y entre el público, nominados ilustres como la pareja Javier Bardem/Penélope Cruz que competían por Loving Pablo y los protagonistas de La librería, Emily Mortimer y Bill Nighy, quedándose con un palmo de narices. Igual que las tres nominadas femeninas que defendían La llamada.
Con la aparición de Marlango interpretando las cinco canciones nominadas se rompió un poco la monotonía y llegaba el momento de ver quien terminaba por llevarse el gato al agua. Parecía lógico que la dirección fuese a parar a Aitor Arregui y Jon Garaño, con lo que no tendría lógica que Handía no se llevase también el premio a la mejor película, a no ser que los académicos tuviesen ganas de cachondeo y optasen por una decisión salomónica, como viene sucediendo últimamente en los Oscar, designando como mejor película un título diferente al que había ganado el mejor director. Podía ser este el momento en que Estiu 1993 diese la sorpresa.
Y hubo sorpresa, vaya si la hubo. Pero no la que se podría llegar a esperar. Ha sido La librería, que hasta ahora solo se había hecho con el premio al mejor guion adaptado, quien hizo el doblete, consiguiendo el reconocimiento a la dirección de Isabel Coixet y coronándose como la mejor película.
Al final, el ranquin dirá que Handía se llevó diez estatuillas, y Estiu 1993 y La librería tres cada uno, pero los verdaderamente importantes, película, dirección y guion (en este caso adaptado) fueron a parar al film de Isabel Coixet. Y eso la convierte en la gran triunfadora de la noche y, por extensión, del año.
Y yo, sin haber visto todavía Handía ni El autor, me alegro de ello. Pese a sus muy buenas intenciones y sensibilidad, el film de Carla Simón me parece muy inferior al de Coixet o, puestos a comparar, incluso que la estimulante y divertida La llamada o la angustiante Verónica.

Aunque para angustiante, el paso de Reyes y Sevilla por la gala. Espero que no vuelvan a repetir jamás. Y si lo hacen, es posible que ese año no haya comentario de la ceremonia en el blog. Mi sueño vale más que su humor…