miércoles, 22 de junio de 2022

Visto en Disney+: OBI-WAN KENOBI

Aunque los que me conozcáis ya sabéis que soy uno de los pocos defensores de la última trilogía de Star Wars (dejando un poco de lado la de Ryan Johnson, aceptando los defectos (que no son pocos) del cierre de la saga pero considerando El despertar de la Fuerza como la mejor pieza de las nueve películas (incluyendo, si queréis, los spin-off). Ahora es cuando me podéis volver a tirar piedras.

Esto significa que no estoy dentro del grupo de haters que odian todo lo que Disney ha hecho desde que se ha quedado con Lucasfilms. Pero eso no significa que incluso mi paciencia tenga un límite.

No estando demasiado satisfecho con ese híbrido llamado Han Solo (Rogue One está de nuevo entre lo mejorcito), lo cierto es que las series de Disney+ han terminado por desencantarme del todo hasta el punto que Obi-Wan Kenobi podría ser la gota que ha colmado el vaso y me invite a bajarme definitivamente del carro. Y es que viendo el resultado de una de las series más esperadas por el fandom, no quiero ni imaginarme que va a pasar con esa Andor que nadie había pedido. The Mandalorian (pese a la buena acogida que tuvo) no era nada del otro mundo, sustentada, sobre todo por ese descubrimiento que fue El Chico AKA Baby Yoda AKA Grogu. La segunda fue más de lo mismo (el fan-service innecesario del último episodio es de o más recordado) y El libro de Boba Fett empezó a marcar ya el camino de la decadencia. Es curioso cómo se criticó en su momento a Abrams por repetir situaciones y planetas y no saber alejarse del legado de Lucas y por un tiempo se aplaudió a las series por regresar una y otra vez a esos lugares comunes fuera de cualquier atisbo de riesgo.

El caso es que, entrando de lleno en Obi-Wan Kenobi, se podría decir que Deborah Show, directora de todos los episodios y cabeza visible del proyecto, comete todos los errores que puede cometer. Ewan McGregor se esfuerza por recuperar el papel de las precuelas y sale bastante airoso en el esfuerzo (que para eso es un gran actor), pese a lo pobre del guion, pero poco más se puede salvar de una producción aparentemente lujosa que contiene un error torpe, una puesta en escena pésima y situaciones de vergüenza ajena. La recuperación de actores del reparto original no es como para celebrarlo demasiado, ya que o bien no había presupuesto para hacer un rejuvenecimiento digital o no está muy logrado, porque lo de los flashbacks con Hayden Christensen en el rol de Anakin Skywalker hace daño a la vista, la verdad. Si esta era su oportunidad de redención, no se lo han puesto demasiado fácil.

Da la sensación de que en Lucasfilms no tienen nada claro el rumbo a tomar, y eso mismo hacen con su protagonista, que va toda la serie a la deriva quizá consciente de que lo que sostiene a la serie, otra vez, son los momentos icónicos como la aparición de Darth Vader, que ya fue en su momento el reclamo publicitario de Rogue One y que aquí recibe una desmitificación similar a la acontecida con Boba Fett en su serie que no le hace ningún bien al personaje. Cierto que de cara al desenlace final la cosa se anima un poco, con un último capítulo en el que el anunciado duelo entre alumno y maestro hace acto de presencia, pero tampoco esta vez está bien ejecutado. 

No hay duda de que uno de los problemas de la serie es el lastre que supone saber de antemano el futuro de todos y cada uno de los personajes, pero ese es un peaje que los guionistas conocían de antemano y no han sabido manejar para conseguir implicar emocionalmente al espectador. Pero bueno, dos nuevos fan-services en los minutos finales y todos dando palmas, ¿no?

Pues me temo, por lo que leo por ahí, que esta vez no.

Mucho tiene que espabilar Disney+ por mejorar un catálogo que, al menos en mi caso, parecía que iba a nutrirse sobre todo de Star Wars y Marvel y que a la hora de la verdad tiene sus mejores bazas en productos de Star (caso de Pam & Tommy) o en pequeñas joyitas descartadas para la pantalla grande. Y es que tiene narices que con las franquicias que tienen entre menos, con lo que más me hayan hecho disfrutar últimamente es con Chip y Chop: Los guardianes rescatadores.

Y no veo que el futuro, con Andor o la tercera tanda de episodios de El Mandaloriano, se vaya a animar mucho. A lo mejor ha llegado la hora de dar un poco de descanso a esa galaxia muy, muy lejana. O a lo mejor lo que necesita es que alguien venga a ponerlo todo patas arriba y se atreva a hacer lo que nadie ha hecho todavía (y no, no me refiero a ese otro proyecto soporífero que se supone que va a dirigir Patty Jenkins, sino al que va a acometer el inclasificable Taika Waititi).

Veremos…

martes, 21 de junio de 2022

Visto en Netflix: SPIDERHEAD

El gran estreno de la semana de Netflix ha sido Spiderhead, una película que lo tenía todo para colarse entre los títulos más importantes del año. Un director de moda, unos guionistas de renombre y un cotizado casting. Sin embargo, algo no termina de funcionar en la ecuación, consiguiendo que el resultado sea una propuesta alargada de lo que podría haber sido un episodio de Black Mirrow (algo que ya sucedía con otras propuestas de ciencia ficción fallida como El círculo o Nerve).

Rhett Reese y Paul Wernick, guinistas de Deadpool, adaptan un relato corto de George Saunders que demuestra que la historia, precisamente, daba para algo corto, por más que Joseph Kosinski, aún de celebración por la taquilla cosechada por Top Gun: Maverick, demuestra su buen hacer tras las cámaras y hace un más que digno trabajo con un libreto bastante pobre y que va de más a menos, volviéndose demasiado previsible y descafeinado a medida que avanza el argumento.

Chris Hemsworth, que parece cómodo trabajando para la plataforma de streaming, es el que más parece disfrutar del invento, encarnando a un divertido (aunque oscuro) director de una prisión futurista que acoge a sus recursos con todo tipo de lujos a cambio de que acepten someterse a una serie de experimentos que, se supone, supondrán grandes avances médicos. Entre ellos se encuentran Miles Teller y Jurnee Smollett, componiendo una especie de triángulo actoral sobre los que versa toda la trama, esforzados ellos dos en dar el aporte dramático son llegar a conseguirlo nunca, todo por culpa, insisto, de las costuras que revela un guion algo perezoso.

Puede que el ´ñunico sentido de la existencia de Spiderhead es que sus características (pocos actores, espacios cerrados) inviten a pensar en un rodaje propicio en época postpandémica, pero ello no quita que se sienta como una oportunidad perdida ante lo que podría haber sido. No es nunca un desastre total, ya que Kosinki se empeña en imprimir una tensión con lo poco que le dan mientras que Hemsworth derrocha carisma casi sin querer, pero ello no impide que la trama llegue a un punto en que se torna repetitiva y se roce el aburrimiento.

En resumen, una película que se deja ver, menos punzante en su vertiente de denuncia social de lo que se presupone y que no da para mucho, manteniendo el interés por su interesante planteamiento inicial y, sobre todo, su interesante selección de canciones. Poco es, pero es lo que hay.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

sábado, 18 de junio de 2022

Visto en Netflix: GARRA

Hace ya algún tiempo que Adam Sandler parece desvinculado de las salas de cine, ofreciendo un contrapunto interesante a la apuesta de estrellas como Tom Cruise que apuestan justamente por lo opuesto. Debates de lado, la apuesta parece que le va bastante bien al actor de Brooklyn que le ha permitido alejarse del género de la comedia gruesa y romanticona en la que estaba encasillado. Ya en su anterior film (que no era de Netflix, aunque sí fue la plataforma quien se lo quedó), Diamantes en bruto, demostró sus cualidades para el drama, y ahora repite en el rol de un ojeador de la NBA que a lo que realmente aspira es a entrenar aunque un suceso de su pasado parezca que se lo va a impedir siempre.

Garra es un intenso drama deportivo que se permite, no obstante, ligeras licencias con el humor, formando un intenso dueto entre Sandler y el español  Juancho Hernángomez, que debuta aquí como actor y sale bastante bien parado de su aventura.

No es que estemos ante una historia extremadamente original, y el hecho de que la acción transcurra en Filadelfia no es más que otro aliciente para pensar en títulos como Rocky, pero lo cierto es que eso es lo de menos, ya que desde el primer momento uno puede imaginar cómo va a terminar el cuento. Lo importante, como se suele decir, es el camino, y e este la interpretación sobresaliente de Sandler propicia que la película se vea con una intensidad y emoción total, más allá de si uno es o no fan del baloncesto en general y de la NBA en particular, aunque si sois de los segundos disfrutaréis el doble con la gran cantidad de personajes reales que aparecen en roles más o menos importantes.

Estamos, pues, ante un brillante drama que, sin muchas pericias visuales, consigue mantener el nivel en todo momento, sabiendo conjugar los momentos más lacrimógenos con los más amables sin caer en el ridículo y resultando toda una sorpresa.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Cine: JURASSIC WORLD: DOMINION

Si estuviésemos hablando de una simple película de entretenimiento, hay que reconocer que Jurassic World: Dominion cumple con la premisa. Es muy emocionante, con un buen ritmo y los aportes justos de nostalgia al juntar a los protagonistas de la saga de Jurassic Park con la de Jurassic World.

Sin embargo, no estamos ante una simple película de entretenimiento. O, por lo menos, eso es lo que nos querían vender. Estamos ante la sexta entrega de una saga que, se supone, es el punto y final de la misma y que se anunciaba como épica. Y ahí es donde la película fracasa y hasta decepciona.

Lo que me ha pasado con Jurassic Workd: Dominion es similar, salvando las distancias, con lo que me pasó con [REC]4: Apocalipsis, que nos prometía también un gran final de saga que no lo fue tanto. En la película de Balagueró, viendo como terminaba la película anterior y con el subtítulo de «Apocalipsis», uno esperaba ver una Barcelona entera (por lo menos) invadida por los zombis, pero en su lugar debemos conformarnos con los espacios limitados de un barco. Jurassic World: Dominion comete el mismo error, y tras prometernos con la escena final de la película anterior un mundo dominado por los dinosaurios (y de nuevo el subtítulo así lo remarca), al final lo que tenemos es más de lo mismo. Es cierto que hay alguna escena de dinosaurios en ciudades, pero una vez finaliza la secuencia de Malta, curiosamente la más representada en los tráileres, el guion se las apaña para devolver a los protagonistas a una jungla que, si bien está en territorio Norteamericano bien podría ser una copia de las junglas costarricenses de cualquiera de las películas anteriores y escatimarnos las escenas de destrucción esperadas para volver a ver lo mismo de siempre, incluso con un clímax final que es un calco del de la primera Jurassic World, como si Colin Trevorroll no supiera más que copiarse a sí mismo.

No conforme con ello el guion, algo ramplón, está más pendiente de buscar el guiño o la complicidad del espectador rememorando situaciones icónicas del pasado y apañándoselas para reunir protagonistas que de dar una coherencia interna, haciendo que personajes como los interpretados por Omar Sy o Dichen Lachman sean olvidados a mitad del metraje.

Hay, insisto, mucha acción, visualmente es espectacular, y se juguetea un poco con los géneros, llegando a parecer por momentos más una película de espías que de aventuras, manteniendo vivo el espíritu de Michael Crichton al apostar de nuevo por una corporación científica como villano principal, pero olvidándose de que lo que uno de verdad ha venido a ver es a los dinosaurios, siendo durante mucho tiempo una amenaza mayor las plagas de  langostas que los reptiles gigantes. Tampoco el truco de juntar protagonistas funciona del todo, ya que el reparto de minutos hace que ninguno llegue a lucir completamente, siendo Chris Platt (teórico protagonista de esta segunda trilogía), el más desaprovechado. Poco hay aquí de su carisma y humor canalla que lo consagró en Guardianes de la Galaxia.

Estamos, como digo, ante un buen entretenimiento, un ejercicio palomitero que no aburre y tiene algún momento ligeramente inspirado, pero que no logra conectar lo suficiente con la fibra sensible del espectador, como si nunca se sintiese el verdadero peligro, resultando totalmente carente de la épica esperada y siendo la más floja de la nueva trilogía, a años luz de la insuperable primera entrega de Steven Spielberg. Por otro lado, lo de final de saga, habrá que verlo. Nada hay en su propuesta que así lo demuestre, más bien todo lo contrario.

 

Valoración: Seis sobre diez.

martes, 7 de junio de 2022

Visto en Netflix: INTERCEPTOR

¿Qué se le regala a alguien que lo tiene todo? Quizá os ha tocado haceros esa pregunta en las vísperas de algún cumpleaños o boda de ese conocido que no parece necesitar de nada. Pues algo así debió pensar Chris Hemsworth cuando se animó a producir Interceptor, la última apuesta de cine de acción de Netflix que es más que nada un vehículo de lucimiento para su esposa, una Elsa Pataki a la que teníamos algo alejada de los set de filmación y que ha querido regresar por todo lo alto aunque sin alejarse demasiado de su familia, que para algo estamos ante una producción australiana y el propio Hemsworth se pasea por el film a modo de simpático (o ridículo, que esto es cuestión de gustos) cameo.

Interceptor es una de esas películas que parece haber surgido de un guion de los ochenta, un guion de clase baja, todo hay que decirlo, de esos que buscaban el protagonismo de tipos como Steven Seagal o Van Damme antes que a los pesos pesados de Schwarzenegger o Stallone. Eso sí, pasado por el rasero del #metoo en una subtrama algo boba que tampoco es que lleve a nada.

La Pataki ejerce aquí de capitana del ejército de los Estados Unidos destinada a una base cuya única finalidad es la de interceptar un posible ataque de misiles enemigos. Como es de prever, el ataque enemigo con las obligadas traiciones de turno se ejecutará a las primeras de cambio y ella solita, como una McClaine de baratillo, deberá salvar al mundo (o a los USA, que para ellos viene a ser lo mismo) de un mal trago.

Dejando de lado la eficacia de las escenas de acción, con unas coreografías que van de menos a más, en las que su doble ha debido tener un trabajo extra, o la suspensión de la credulidad a la que obligan casi todo el rato, rozando el esperpento en su tramo final, si algo hay que elogiar a Interceptor es que no aburre en ningún momento. Empezando su acción casi desde el minuto uno, la película va al grano, no alarga la historia en exceso y sabe sacudirse de los diálogos torpes y los giros inverosímiles a base de acción y adrenalina.

Es una de esas películas para pasar el rato, que contiene varios momentos de humor involuntario y otros que invitan al aplauso, pero que se disfruta tanto como fácil es olvidarla después. No es que Pataki no de el tipo como heroína de acción, es que el guion es tan loco que no nos permite que nos la creamos, pero como digo, tanto da. Tiene buenas peleas, algunas explosiones de CGI y tantas cuentas atrás como todas las películas de Misión Imposible juntas. Y todo en apenas una hora y media. ¿De veras alguien esperaba más?

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Disney+: CHIP Y CHOP: LOS GUARDIANES RESCATADORES

Nacidos como verdaderos «tocapelotas» en los cortos de animación del Pato Donald, las simpáticas ardillas de Disney llamadas por estas tierras Chip y Chop (Chip & Dale en su versión original) tuvieron su momento de gloria en el mundo del largometraje con Los rescatadores (1977) y  Los Rescatadores en Cangurolandia (1990), secuela que coincidiría en el tiempo con la serie de animación de dos temporadas de Los guardianes rescatadores.

En un ejercicio de metacine bastante divertido, en Chip y Chop: los Guardianes Rescatadores, en su versión de 2022, tenemos a las traviesas ardillitas de regreso para descubrir su  «historia real», es decir, cómo son tras las cámaras y qué les sucedió tras el éxito de la serie de animación.

Sí, efectivamente, estoy hablando de ellas como si de actores reales se tratase, y es que a eso juega esta divertida comedia que es una cara B nada disimulada del clásico ¿Quién engañó a Roger Rabitt? y que recupera la efímera moda de mezclar personajes reales con animación que nació con el film de Zemeckis (aunque ya había algún ejemplo anterior, como Pedro y el dragón Elliot, que volvió a probar suerte con su remake Peter y el dragón), y que falleció con la espantosa Cool Word, aunque el recurso se ha seguido utilizando esporádicamente.

En la nueva propuesta, dirigida por Akiva Schaffer, se nos cuenta como la serie fue cancelada tras esa segunda temporada cuando Chop aceptó un papel protagonista en su propio programa, queriendo huir del estigma de ser el tontorrón de los dos y rompiendo así una amistad de años con Chip. Con el paso del tiempo, Chip se ha retirado de la interpretación y sobrevive vendiendo seguros mientras que Chop se dedica a recorrer diferentes Comic Com para aferrarse a sus años de gloria. Pero la desaparición de varios personajes de animación, entre los que se incluye uno de sus compañeros de reparto de Los Guardianes Rescatadores, provoca que vuelvan a hacer equipo para emular en la vida real a sus personajes ficticios y resolver el misterio tras los secuestros.

La película cuenta con un humor bastante inteligente, llena de puñaladas al mundillo del cine pero sin ser un simple repertorio de gags autoreferenciales sin sentido, que la hacen más disfrutable incluso para un público adulto que para uno infantil, el cual no se va a enterar de la misa la mitad. Así, podríamos definir a Los Guardianes Rescatadores en las antípodas de las soserías de la franquicia de Space Jam, la otra gran compañía que ha apostado por la mezcla de animación y live action sin demasiada fortuna.

El retorno de Chip y Chop al cine debería haber sido por la puerta grande, de no ser porque estamos ante otra de las apuestas de Disney que va directa a su plataforma, impidiéndonos disfrutar de una animación valiente, una mezcla muy efectiva de estilos y un espectáculo tan divertido que ha resultado ser toda una sorpresa. Quizá no llegue a la altura del film de Roger Rabbit, debido a las ataduras que al final todo film Disney tiene, pero eso no impide que estemos hablando de una gran película que nadie debería perderse.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Netflix: VUELTA AL INSTI

Una comedia con Rebel Wilson a la cabeza del reparto debería ser suficiente como para asegurarse unas buenas risas, pero por algún motivo la película de Alex Hardcastle no consigue alcanzar nunca un nivel suficiente de locura y desmadre como para aplaudir la última propuesta de Netflix.

Un rasgo que demuestra los problemas de Vuelta al insti es que la película se disfruta más durante el extenso prólogo, en el que la protagonista está interpretada por Angourie Rice que cuando es Wilson la que lleva el peso de la narrativa, lo cual se traduce en que todo funciona mejor como historia de adolescentes que como comedia desmadrada. Esto es debido a un guion sin la suficiente chispa que no sabe nunca aprovechar el recurso de la adulta con mentalidad de adolescente que en su momento encumbró a Tom Hanks con la mítica Big. No es que Vuelta al insti no apueste abiertamente por la comedia, que lo hace, pero no tiene nunca la suficiente fuerza ni convicción para conseguir sacarnos más que alguna sonrisa aislada, siendo otra de esas producciones de Netflix que se suman al «quiero y no puedo» que definen a una filmografía funcional pero olvidable.

No es que el argumento sea para tirar cohetes (una joven que se despierta de un coma veinte años después y no sabe cómo recuperar su vida –en especial su ansiado y frustrado baile de graduación-, algo que ya se hizo aquí con la serie de Siete Vidas y el personaje de Toni Cantó), pero las diversas derivas que se presentan, como la obsesión por la popularidad, el correccionismo político en contra de la sexualización del concepto de animadoras, la competividad por los títulos de rey y reina del baile… no terminan de aprovecharse, resumiéndose todas en un discurso final moralista y algo sensiblero que se esperaba desde el arranque mismo.

Y hablando de corrección política, voy a pecar de carecer de la misma al no poder mencionar un detalle que puede ser clave también en la simpleza de esta película. Y es que he llegado a la conclusión (y que me disculpe quien se pueda sentir ofendido), que los actores de comedia del estilo Jonah Hill, Melissa McCarthy o la propia Rebel Wilson, pierden buena parte de su gracia en paralelo a su propia pérdida de peso. No es que el físico deba condicionar su condición actoral, ni mucho menos, pero aquellos que destacan en comedias en papeles de «gorditos» suelen carecer del gancho necesario cuando se quieren desligar de esa etiqueta. Y me temo que una Rebel Wilson con el evidente cambio físico como la de Vuelta al insti es menos graciosa que la tipa de la trilogía de Dando la nota, Agente contrainteligente o Cats, por poner algunos ejemplos.

En fin, comedia simpática pero ramplona que merece el aprobado pero no aspira a mucho más.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Disney+: EL APARCACOCHES

No parece que haya sido una semana muy acertada en cuanto a lo que elegir películas se refiere. De nuevo he buceado entre los canales de streaming para encontrarme con una novedad que da mucho menos de lo que ofrece y que se deja ver más por la simpatía que puede provocar que por sus valores cinematográficos.

La idea de El aparcacoches no tiene nada de novedoso: la improbable historia de amor entre una estrella de cine y un aparcacoches puede recordar a cualquier otra película sobre las diferencias de clases que deben iniciar una falsa relación para cubrir las apariencias y logran aprender algo el uno del otro, pese a lo diferentes que, a priori, sean sus respectivos mundos.

Hay que agradecer que, al menos, el guionista (que adapta El juego de los idiotas, de Francis Veber) no caiga en el final fácil e inverosímil propio de las comedias románticas americanas, pero hay que ser muy conformista para que eso justifique la existencias de esta película.

Con Eugenio Derbez haciendo más o menos su papel de siempre y Samara Weaving aspirando a lucir más de lo que lo con sigue, la película no consigue triunfar casi nunca como comedia, sin que su faceta romántica sea especialmente memorable, quizá por no saber nunca hacia dónde dirigirse. Por eso se deja ver con un conato de sonrisa en el rostro, pero poco más tiene para ofrecer, siendo una oportunidad perdida para sacar más jugo del original de Veber, todo un especialista en que revisiones sus películas.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Netflix: 365 DÍAS. AQUEL DÍA

Concebida como la respuesta polaca a 50 sombras de Grey, la adaptación de la trilogía de Blanka Lipinska tuvo su debut hace un par de años con 365 días, una película más bien mediocre e insulsa que ni era tan provocativa como pretendía ni tenía ningún valor para merecer la comparativa con las películas basadas en la obra de E. L. James.

Como el éxito no tiene porqué ir de la mano de las críticas, la cosa funcionó lo suficientemente bien (vaya usted a saber por qué) como para que Netflix diera luz verde a dos secuelas con las que seguir exprimiendo el jugo al pseudo-erotismo de baratillo que es lo único que estas películas tienen para poderse promocionar.

De nuevo dirigida (es un decir) por Barbara Bialowas y Tomasz Mandes, 365 días: Aquel día consigue lo que parecía imposible: ser peor y más aburrida que su antecesora. La trama se resume en una hora de la nada más absoluta, a ritmo de videoclips que estarán provocando retortijones en la tumba de Tony Scott, en la que solo vemos escenas de sexo light alternándose con momentos supuestamente felices de la pareja protagonista sin que en ningún momento se tomen la más mínima molestia en explicar cómo se resolvió la situación con la que cerraba la primera película. Esto no es más que una evidencia de lo poco que a sus artífices le importan el público mínimamente inteligente (deben dar por hecho que un público inteligente no va a interesarse por esto), y la tomadura de pelo argumental es fácil de olvidar ante el aburrimiento que sus secuencias provoca. Solo al rozar el ecuador de un metraje excesivamente alargado se puede intuir un mínimo de argumento gracias a una argucia que abochornaría al peor guionista e culebrones. Pero, por lo visto, aquí vale todo, y mientras Internet se llene de memes hablando de momentos como el del golf, los resultados son buenos.

Como era de prever en esta copia barata de una saga que ya era una copia barata de clásicos como Nueve semanas y media (y que pese a su misticismo tampoco es que fuese un gran título ya en su época) solo cuenta entre sus valores una atractiva fotografía y un buen surtido de canciones que ayudan a digerir este bodrio tan mal dirigido (hay momentos que parecen un video de karaoke, como la presentación del personaje del jardinero) como interpretado (en especial el insulso y apático Michele Morrone. Y, para rematar el chiste, su desenlace es un nuevo cliffhanger que sin duda caerá en el olvido al arrancar la tercera parte. Y eso por no entrar a valorar el sexismo extremo de su planteamiento. Por más que pretendan empoderar a la protagonista, es solo una falsa apariencia, pues el estereotipo del macho dominante y la mujer débil y necesitada está siempre presente, y que sea el sexo (nada de amor o confianza) lo que lo mueva todo no es que ayude demasiado.

En fin, una de las peores películas del año que solo cuenta con la ventaja de que ofrece justamente lo que promete. Es decir, nada bueno.

 

Valoración: Dos sobre diez.