Una vez finalizada la segunda temporada de The Mandalorian (los que me conocéis ya sabéis que he esperado para poderla ver más o menos deltirón), llega el momento de hacer balance de las aventuras de Mando y ese muñecote encantador que se llama Grocu pero que para la gran mayoría será siempre Baby Yoda.
Tras la acogida irregular de la nueva trilogía de Star Wars, Disney+ ha aprendido la lección y ha dado a los fans lo que los fans querían. Eso no siempre es sinónimo de éxito (y las últimas películas de las franquicias de Alien y Terminator) son una nueva prueba de ello, pero John Favreau, con la inestimable ayuda de Dave Filoni, ha hecho los deberes y ha partido una segunda temporada para El Mandaloriano casi perfecta. Casi perfecta para los fans, claro.Y es que si algo se
le puede reprochar a esta serie, potenciado en la presente temporada, es su
total falta de interés por alcanzar a espectadores ajenos a esa cosa de la
Fuerza y sus derivados.
Después de acusar a
JJ de realizar una película, El despertar de la Fuerza, que es más un remake que una continuación (espero que algún
día se le reconozca el mérito de saber acercarse a una generación nueva
consiguiendo, además, firmar la mejor película de la saga), Favreau y Filoni
han hecho lo propio con su serie, pero haciéndolo con mucha más inteligencia.
No hay, pues, nada nuevo bajo el sol de esta especie de western crepuscular que
regala más fans service que las tres
películas modernas juntas, pero no pasa nada, pues cuenta con el beneplácito de
esa legión radical de fans que la devoran como si de una orgía galáctica se
tratase, importándoles bien poco que, de nuevo, estemos regresando a tierra
conocida y, además, en un formato ya caduco. Y es que esa aventura semanal en
la que Mando va desfaciendo entuertos mientras esperamos a que la trama general
avance un poco es muy heredera de las series que veía en los noventa, tipo El Equipo A o El Coche Fantástico, aunque
con un presupuesto mucho más generoso.
Me hace gracia como
el desprecio que hace apenas unos meses se sentía ante la necesidad de depender
del apellido Skywalker se haya tornado en aplausos tras la emisión del último
episodio de la temporada, aunque supongo que para entenderlo debería ser un
real fan, que llaman, y ni soy de los que se enamoró en su momento con el personaje
de Boba Fett (cosa que a día de hoy ni el propio Lucas entiende) ni tengo ni
idea (ni me importa) quiénes son gente como Ahkoda Tano u otros derivados de
las series de animación.
En el lado
positivo, el buen hacer de sus creadores, que consiguen una buena dosis de
emoción y épica, aunque a nivel dramático está muy por debajo de la primera temporada. El dinero está bien gastado y la serie es espectacular, con buenas
dosis de acción, aunque los personajes son más planos que nunca y el riesgo
acometido es cero. Si hay que agradecer el gran mérito de haber sabido mantener
alguna sorpresa oculta, cosa casi milagrosa en los tiempos que corren, pero me
intriga saber cómo van a proseguir en la tercera temporada si, como indica el
final, el mandaloriano y el niño separan sus caminos, algo por otra parte
necesario ya que el muñequito articulado estaba robando todo el interés a la
historia.
En resumen, una
temporada entretenida y con buenos momentos, pero que sufre de unos guiones
fácilones y unos personajes demasiado planos, anticipando, además, el camino a
varias series derivadas que van a sobresaturar, de nuevo, a la saga galáctica.
Claro que si la
alternativa es una película en manos de la que perpetró ese espanto que es Wonder Woman 84, mejor apaga y vámonos...
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