No sé si le tengo mucha fe al nuevo canal de streaming que se ha sumado a la guerra por destronar a Netflix y que, según los expertos, lo va a conseguir. Disney + tiene un catálogo maravilloso para niños y bastante interesante para frikis que estén dispuestos a devorar productos Marvel o Star Wars una y otra vez, pero con dos grandes lacras: la ausencia de novedades (y más después de cómo afecte a los estrenos la crisis del coronavirus) y su propuesta extremadamente infantilizada, que impiden que el catálogo incluya películas adultas de la recién adquirida Fox (echo mucho de menos la presencia de Alien o Depredador) y que cometan ridículos actos de censura como el perpetrado contra la inocente Un, dos, tres… Splash!
Una de esas pocas novedades que va a ofrecer Disney +, y la que por ahora es la principal excusa para darse de alta, es la serie de The Mandalorian, recién estrenada en nuestro país aunque misteriosamente se haya podido ver de manera polo lícita hace ya unos meses a una calidad perfecta y totalmente doblada al español (¿estrategia de la propia Disney?).
The Mandalorian pertenece, obviamente, al universo de Star Wars, localizándose más o menos entre la trilogía clásica y la moderna, es decir, entre los episodios VI y VII. Sin embargo, para no complicar más las cosas, la historia se aleja de la familia Skywalker para seguir los pasos a un cazarrecompensas mandaloriano que debe localizar y entregar a una peculiar criatura y a quien decide terminar por proteger, creándose muchos enemigos.
La serie cuenta con ocho episodios en los que han ido alternándose diferentes directores pero con dos mentes pensantes dando forma a todo: Dave Filoni, verdadero gurú de Star Wars y responsable máximo de las series de animación The clon wars y Star Wars: Rebels, y Jon Favreau, nuevo niño mimado en Disney tras haber iniciado el UCM con Iron Man y haber llenado las arcas de la compañía con El libro de la Selva y El Rey León.
Tras un buen arranque, la trama amenaza con aflojar en el ecuador de la misma, amenazando con caer en el procedimental y tocando fondo con el episodio cuatro, titulado «El Santuario», casi un remiendo de Los ocho magníficos (aunque a mi me vino a la mente más bien la versión más carca de El Equipo A). Afortunadamente, solo es un bache necesario para provocar el viaje espiritual y moral del personaje hacia unos nuevos derroteros para poder brillas en los dos episodios finales, donde se aprecia el más puro sabor a Star Wars y se demuestra que es posible expandir el Universo sin recurrir a los Skywalker, a los Jedi o ni siquiera a la Fuerza.
Para la historia quedará ya el personaje de El Niño, que para todos será siempre Baby Yoda, y las ganas de que llegue ya la segunda temporada (ya está confirmada la tercera) son enormes. Es de este tipo de series, junto con las anunciadas de Marvel, de lo que se va a nutrir Disney+, aunque el espacio entre estrenos se me antoja un handycap bastante insalvable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario