Ante la pobres perspectivas que nos brindan unas fiestas extrañas y poco familiares (o así deberían ser, al menos, si queremos un enero mínimamente feliz), he tomado la costumbre de dejarme llevar cada fin de semana por una de las miles de propuestas navideñas que hay por las plataformas.
Ante el evidente
empalague rancio de la mayoría de ellas (y eso que son casi un submundo lleno
de entusiastas defensoras), he decidido buscar algún aliciente extra que
justifique mi elección, y esta vez la excusa tiene el nombre propio de Eliza
Taylor. Lo mismo que el año pasado disfrute con la deliciosa Last Christmas donde la Daenerys
Targaryen de Juego de Tronos era una
cándida enamorada, me divertía comprobar ahora cómo se las gastaba la Clarke
Griffin de Los 100 en un rol parecido
(también podría haber probado suerte con Rose Molver en Un príncipe por Navidad, pero saber que es ya una trilogía me daba
mucha pereza, y más si no la veo elegirse delirios receta de cerebros como en IZombie).
Herencia navideña nos presenta a
una joven, guapa y rica, que está a punto de heredar todo un imperio comercial
pero a la que le falta algo de madurez para demostrar estar a la altura del
puesto. Por ello, su padre le encomienda una misión aparentemente sencilla,
viajar haya el pueblo donde se gestó todo para entregar en mano una carta al
co-fundador de la empresa. El problema es que debe hacerlo sin dar a conocer su
nombre, con un presupuesto ínfimo y sin tener ni idea de donde está ni cuándo
volverá el destinatario de la misiva, por lo que esta chica de ciudad se verá
obligada a tratar de sobrevivir en un pueblecito en puertas de la Navidad.
Resulta evidente
que aquí finaliza toda esperanza de sorprendernos y que los acontecimientos que
se suceden están telegrafíados desde el primer momento. Esto se debe, por un lado,
a un guion simplón e insistentemente previsible que no busca arriesgar lo más
mínimo, dejándolo todo en manos del supuesto espíritu navideño que ablande
nuestros corazones y nos deje poseer por una menos casi inexistente. Por otro
lado, tenemos una caracterización de personajes bastante irregular, con una
protagonista supuestamente preparada para dirigir una gran empresa pero tan
tonta que hace el ridículo cada vez que se enfrenta a un desafío mínimo. Una
muestra de la dejadez en el desarrollo de personajes se ve en la propia escena
de presentación de la muchacha, que si bien es cierto que hace algo el ridículo
durante una gala benéfica, todos los comentarios se centran en ello (la
heredera fiestera, la llaman), ignorando el hecho, por ejemplo, de que haya cuadriplicado
una importante donación. O también podemos fijarnos en el triángulo amoroso que
se forma casi desde el minuto cinco. Es cierto que tenemos un conflicto más
desarrollado que el de, por ejemplo, Christmas Wonderland, pero el hecho de que el chico de pueblo al que conoce sea casi
un ser de luz puro y celestial, y que no tardemos en ver al novio actual como
un cretino manipulador y algo abusivo, hace que el conflicto se vea resuelto
antes incluso de ser planteado.
Al final, lo que queda
es una dramedia romántica simpática, algo falta de magia, con el clásico
mensaje de que la vida de campo siempre es mejor que la de ciudad (allí todos
son malvados y ambiciosos) y que lo importante está en la amistad de la gente
que te rodea y la unión familiar.
Película justita
que se ve con agrado pero se olvida casi al momento. Yo, por mi parte, sigo
prefiriendo a una Eliza combativa que asesine sin reparos a las tribus rivales
y que lidere/ame/traicione a los suyos según lo que toque en esa temporada.
Valoración: Cinco
sobre diez.
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