Puede haber varios motivos por
los que Cincuenta sombras de Grey no
me haya gustado.
Puede que se trate simplemente
de que sea una película destinada a mujeres, en cuyo caso sería lógico que yo
no conectase con los personajes ni con la historia.
Puede, por otro lado, que sea imprescindible haberse leído (y enamorado) de la novela de E.L. James para sintonizar con ella, de lo cual también estoy en fuera de juego.
Puede, por otro lado, que sea imprescindible haberse leído (y enamorado) de la novela de E.L. James para sintonizar con ella, de lo cual también estoy en fuera de juego.
O puede, simplemente, que sea
una mala película.
Dejando de lado la referencia
literaria (que por lo que me cuentan, de literatura poco tiene), resulta
evidente que la historia de un atractivo millonario con deseos masoquistas y la
virginal pero enamoradiza chica que cae en sus redes necesita varios alicientes
para poder conectar con el público. Y ya desde el mismo tráiler del film (en el
que, por cierto, lo que más se destacaba era la canción de Beyoncé, eso querrá
decir algo) se evidenciaban sus carencias.
Para empezar, el actor elegido
no está para nada a la altura de lo que debería ser este Christian Grey, un
tipo tan irresistible que debe cautivarnos (y para eso no importa el sexo) a
pesar de su faceta oscura.
Y el chico elegido, Jamie Dornan es guapete pero no
tiene la presencia ni el carisma necesario. Quizá habría sido mejor prescindir
algo del simple atractivo para buscar un magnetismo del que el muchacho carece.
Su primera aparición, sin ir más lejos, no impresiona para nada, cuando imagino
que la intención de la directora sería conseguir un golpe de efecto similar al
del Gran Gastby de DiCaprio (o
Redford, que para el caso ya me vale).
No tiene este Grey la presencia del Richard Gere de Pretty Woman o ni siquiera el cínico descaro que podría haber aportado alguien del estilo de Simon Baker, otro que luce bien con traje, claro que con ver la lista de candidatos ya se podía intuir lo poco que importaba a los productores que hubiese un mínimo de verosimilitud.
No tiene este Grey la presencia del Richard Gere de Pretty Woman o ni siquiera el cínico descaro que podría haber aportado alguien del estilo de Simon Baker, otro que luce bien con traje, claro que con ver la lista de candidatos ya se podía intuir lo poco que importaba a los productores que hubiese un mínimo de verosimilitud.
Nada debo decir de la
esforzada Dakota Johnson, por más que su papel le impide demostrar su valía
(más allá de la valentía con la que se enfrenta a sus escenas de desnudos),
pues parece obligada a vivir en un continuo orgasmo ya desde la primera
entrevista con la que abre la película.
Pero el despropósito más
grande del film (que en realidad es una comedia tontorrona y romántica, pese a
los bochornosos momentos sexuales) es querer tratar una temática tan truculenta
como el masoquismo (e incluso la pedofilia) en versión para niños, como si todo
fuese un bonito juego infantil y que incluso en su momento de mayor “dureza” es
inocente e inofensivo.
Quizá sean condicionantes que arrastra ya la novela, pero eso no es excusa, ya que es la película la que debe ser juzgada.
Pido perdón para los que estén cansados de mis alabanzas repetidas a una de las mejores películas del año, pero no pude evitar pasarme toda la (larga) proyección rememorando Magical Girl, y como en la película de Vermut se tratan estos temas de forma mucho más truculenta y desasosegante sin ser necesaria ni una sola escena de los actos en sí.
Quizá sean condicionantes que arrastra ya la novela, pero eso no es excusa, ya que es la película la que debe ser juzgada.
Pido perdón para los que estén cansados de mis alabanzas repetidas a una de las mejores películas del año, pero no pude evitar pasarme toda la (larga) proyección rememorando Magical Girl, y como en la película de Vermut se tratan estos temas de forma mucho más truculenta y desasosegante sin ser necesaria ni una sola escena de los actos en sí.
Por otro lado, viendo la
elección de actores y la falta de experiencia de la directora escogida, da la
impresión de que Cincuenta sombras de
Grey nació con el convencimiento de que iba a ser un éxito de taquilla
(como así está siendo) sin importar demasiado su calidad, así que ¿para qué
esforzarse?
Se trata, al fin, de una película
aburrida, tontorrona y muy poco arriesgada, que para nada pretende incidir en
una práctica sexual tan oscura como peligrosa (eso implicaría una película sórdida
y oscura, y esta para nada lo es) y que se permite insultar al espectador con
momentos de vergonzosa moralina como la de la borrachera en la discoteca. Toda
la fama de provocativa y escandalosa se queda en aguas de borrajas una vez
vista esta obra blanda y sosa, de abrupto final (me río de los que me quieran
hacer creer que los planes de la trilogía no estaban previstos ya desde el
principio), destinada a aburridas pre menopáusicas y niñas fáciles de escandalizar
(no pretendo con esto insultar a quien le haya gustado, sólo señalo a quién
pretenden dirigir los productores la película, más allá de la aceptación
final), que solo se salva en su apartado técnico (el diseño de producción y la
fotografía son buenos, mientras que destaca la buena composición musical de
Danny Elfman) y que solo servirá para conseguir que los complacientes novios
que vayan a verla con la excusa obligada de San Valentín tengan un arma con la
que chantajear a sus parejas el día del estreno de la próxima peli de Fast&Furious (cuyo tráiler,
convenientemente, se ve acompañando esta película).
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