Estaba
Elijah Wood tratando de escapar de la alargada sombra de Frodo de la trilogía
de El Señor de los Anillos
participando en papeles secundarios en películas como ¡Olvídate de mí! o Sin City
cuando la directora Lexi Alex
ander le ofreció un papel de esos que es un
caramelito para todo buen actor. Acompañando a un desconocido Charlie Hunnam
(aún le faltarían muchos años para llegar a ser el héroe de Pacific Rin)
Hooligans es un inquietante viaje al interior de los grupos de
aficionados al fútbol más radicales. Vistos desde fuera, es fácil ver a estos
hinchas como unos borregos descerebrados más interesados en reventar la cabeza
del hincha rival que de apoyar a su equipo en el campo. Y quizá lo sean. Pero
la película –que en ningún momento pretende ser blanda con ellos- nos demuestra
también la otra cara, la identidad de estos animales salvajes al día siguiente
del partido, cuando vuelven a sus vidas normales y, como en el caso de Pete
Dunham (el personaje interpretado por Hunnam), son entrenadores de niños,
tienen familia e incluso son de los que ceden los asientos a los mayores en el
metro.
Descubierta
por mí gracias a la recomendación de mi amigo y compañero Arturo colón, la
película pretende enseñar cómo hay que conocer antes que juzgar, sin que ello
signifique que defienda ni justifique ciertas actitudes. Precisamente de ello
se encargan Matt Buckner y Shannon Dunham (Wood y Claire Forlani, esa
muchachita que se había puesto de moda con La
Roca y ¿Conoces a Joe Black? y que
ahora está prácticamente desaparecida), dos hermanos cuya percepción de las
pandillas de hooligans es diametralmente opuestas. Mientras Matt, estudiante de
periodismo recién llegado de Estados Unidos tras ser injustamente expulsado de
la universidad, queda prendado de ese estilo de vida y de la camaradería que
hay entre ellos, el sentido de la amistad elevado a su máximo exponente,
Shannon está casada con el hermano de Pete y su único deseo es mantener a su
matrimonio ajeno a ese mundo de peleas de bar y linchamientos callejeros que
poco o nada tienen que ver con el deporte.
La
amistad, la confianza y la fidelidad son tres valores puestos a prueba en un
juicio de valor cuya sentencia queda a manos del espectador, en una historia
cruda y realista cuyo único error lo encuentro es su escena final, casi un
epílogo para cerrar la historia de Matt que, sin revelar lo que sucede, se me
antoja que rompe con la construcción del personaje tal y como lo conocíamos
hasta ese momento.
Pese
a ello, Alexander consigue una película estremecedora a la par que instructiva
y que descubre a todos aquellos que ven el futbol inglés desde lejos una
realidad tan triste como estremecedora.
Como
ven, yo ya he tomado partido.
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