Creado
para el comic en 1977 por Leiji Matsumoto y convertido en serie de Anime apenas
un año más tarde, El Capitán Harlock
era una metáfora sociopolítica ambientada en un futuro distópico en el que un
pirata espacial a bordo de su nave La Arcadia simboliza la lucha por la
libertad, encarnando a un héroe romántico y con claros tintes nostálgicos.
Para
su adaptación cinematográfica se ha dejado ligeramente de lado el argumento
inicial de la serie, manteniendo, eso sí, su espíritu, con un Harlock mucho más
solitario y oscuro que el televisivo y cargando más las tintas contra la
manipulación gubernamental que aquí se transforma en un auténtico cónclave
conspiratorio.
En
el futuro que nos presenta la película, tras un periodo de expansión galáctica,
la humanidad necesita regresar al planeta Tierra, que no puede albergar el
masivo éxodo que desemboca en una guerra galáctica que sólo finaliza con la
prohibición, tras la aparición de un gobierno dictatorial con tintes religiosos
(o incluso sectario), de ocupar el planeta azul, considerado una especie de
santuario. Con el convencimiento de que hay intereses ocultos tras la maniobra
política (y secretos que deben ser revelados), Harlock, junto a su fiel
tripulación y la entrada de un nuevo miembro (que enseguida sabremos que se
trata de un infiltrado de la coalición) planea una enrevesada trama para
cambiar el cauce de los acontecimientos.
Prescindiendo
del sentido del humor de sus orígenes, este Capitán Harlock es mucho más oscuro
y meditabundo, con un argumento quizá excesivamente trascendental y un cierto
deje ecologista del que carecía la serie animada. La película es una verdadera
obra maestra visual, un espectáculo sin precedentes impecable, con una gran
calidad en la que se cuida hasta el más mínimo detalle, sin temer adentrarse en
los clásicos hándicaps del mundo de la animación digital como las escenas con
agua, el detallismo del cabello, etc.
Cierto
es que la trama es por momentos confusa, con un conflicto entre hermanos algo
simplista y algún giro de guion bastante menos sorprendente de lo pretendido,
pero que en el fondo no deja de ser un espectáculo visual al que hay que
reconocerle un ritmo endiablado que en ningún momento decae y una épica
constante que ya quisieran para sí muchas grandes producciones de imagen real
(y sirva como ejemplo reciente El
descenso de Júpiter). Pueden encontrarse en la realización ligeras
influencias del cine americano, tales como el Star Trek de Abrams o el estilo narrativo de Cameron (el cual, por cierto,
ha resaltado sin reparos sus virtudes), aunque sin renunciar a ciertos dejes
propios del Anime japonés.
En
conclusión, una brillante regresión a la infancia de todos aquellos que
disfrutamos la serie en los ochenta, con un tono más maduro y pesimista de lo
esperado, cuyo derroche visual disimula perfectamente sus carencias narrativas,
logrando entretener y emocionar a ritmo de vértigo. Y es que, reconozcámoslo,
cómo mola ver la capa al viento del pirata y su porte imponente.
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