domingo, 1 de febrero de 2015

WHIPLASH (6d10)

Estrenada bajo una aureola de obra maestra y llamada a ser una de las máximas favoritas en la inminente edición de los Oscars, Whiplash es una nueva vuelta de tuerca a la difícil relación entre un educador y un alumno, ahondando en la enfermiza obsesión de cada uno y siguiendo literalmente la máxima aquella que decía que la letra con sangre entra.
Con una dureza que podría en ridículo a aquellos recordados profesores de Fama y que lo acercan más al sargento Hartman de La chaqueta metálica, el profesor Fletcher es un veterano músico de jazz que, con la esperanza de encontrar un diamante en bruto al que poder pulir, dirige una banda en una de las más prestigiosas academias de música de California. Cuando se encuentra con Andrew, un joven con talento para la batería, se crea un vínculo de amor/odio entre ellos que los llevará a un enfrentamiento tanto físico como psicológico que a la vez que forzara a que uno aprenda del otro podría llegar a destruirles.
Invitando a la reflexión sobre cuáles son los limites en un mentor cuando tanto es lo que hay en juego (hablamos de la grandeza musical, la perfección y hasta la inmortalidad), la película se me hace en algún momento ligeramente cansina, más cuando pudiendo llegar a apreciar el jazz (aun sin ser ni de lejos un gran conocedor) no digiero con facilidad tanto exceso “bateristico” ni logro ningún tipo de empatía con el joven protagonista, mientras que el actor que lo interpreta, Miles Teller, pese a sus evidentes esfuerzos, no es para nada santo de mi devoción. No estamos, por lo tanto, ante una de mis favoritas para el Oscar, no llegando a compartir siquiera la idea de que merezca estar entre las nominadas, siendo un producto de entretenimiento más con un trasfondo visto mil veces en el cine y al que solo hay que sustituir la batería dichosa por cualquier otro instrumento de grandeza para un chaval que, visto lo visto, podrá tener las aptitudes, pero nunca las actitudes para merecer el triunfo.
Afortunadamente, J.K Simmons sí logra brillar hasta límites insospechados en su interpretación de esta especie de doctor Jekyll y Mr. Hyde que es el profesor Fletcher, en una actuación memorable y que logra poner los pelos de punta en numerosas ocasiones, haciendo que todos los aplausos que se dirijan a la película sean casi exclusivos para él. Simmons logra mantener la fuerza y el ritmo de la narración (logrando estar presente incluso en las escenas en las que no aparece) y crear una atmósfera tan acongojante que traspasa la pantalla y consigue incomodar al propio espectador.
Whiplash es J.K.Simmons. Sin él, solo tendríamos los lloriqueos de un niñato y mucha, demasiada, batería en una obsesión tan enfermiza que no todo el mundo logrará comprenderla.
Yo, desde luego, no lo logré.









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