Estrenada
bajo una aureola de obra maestra y llamada a ser una de las máximas favoritas
en la inminente edición de los Oscars, Whiplash
es una nueva vuelta de tuerca a la difícil relación entre un educador y un
alumno, ahondando en la enfermiza obsesión de cada uno y siguiendo literalmente
la máxima aquella que decía que la letra con sangre entra.
Con
una dureza que podría en ridículo a aquellos recordados profesores de Fama y que lo acercan más al sargento Hartman
de La chaqueta metálica, el profesor Fletcher
es un veterano músico de jazz que, con la esperanza de encontrar un diamante en
bruto al que poder pulir, dirige una banda en una de las más prestigiosas
academias de música de California. Cuando se encuentra con Andrew, un joven con
talento para la batería, se crea un vínculo de amor/odio entre ellos que los
llevará a un enfrentamiento tanto físico como psicológico que a la vez que forzara
a que uno aprenda del otro podría llegar a destruirles.
Invitando
a la reflexión sobre cuáles son los limites en un mentor cuando tanto es lo que
hay en juego (hablamos de la grandeza musical, la perfección y hasta la
inmortalidad), la película se me hace en algún momento ligeramente cansina, más
cuando pudiendo llegar a apreciar el jazz (aun sin ser ni de lejos un gran conocedor)
no digiero con facilidad tanto exceso “bateristico” ni logro ningún tipo de
empatía con el joven protagonista, mientras que el actor que lo interpreta,
Miles Teller, pese a sus evidentes esfuerzos, no es para nada santo de mi
devoción. No estamos, por lo tanto, ante una de mis favoritas para el Oscar, no
llegando a compartir siquiera la idea de que merezca estar entre las nominadas,
siendo un producto de entretenimiento más con un trasfondo visto mil veces en
el cine y al que solo hay que sustituir la batería dichosa por cualquier otro
instrumento de grandeza para un chaval que, visto lo visto, podrá tener las
aptitudes, pero nunca las actitudes para merecer el triunfo.
Afortunadamente,
J.K Simmons sí logra brillar hasta límites insospechados en su interpretación de
esta especie de doctor Jekyll y Mr. Hyde que es el profesor Fletcher, en una
actuación memorable y que logra poner los pelos de punta en numerosas
ocasiones, haciendo que todos los aplausos que se dirijan a la película sean
casi exclusivos para él. Simmons logra mantener la fuerza y el ritmo de la narración
(logrando estar presente incluso en las escenas en las que no aparece) y crear
una atmósfera tan acongojante que traspasa la pantalla y consigue incomodar al
propio espectador.
Whiplash es J.K.Simmons. Sin él, solo tendríamos los
lloriqueos de un niñato y mucha, demasiada, batería en una obsesión tan
enfermiza que no todo el mundo logrará comprenderla.
Yo,
desde luego, no lo logré.
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