jueves, 12 de febrero de 2015

FOXCATCHER (6d10)

Es Foxcatcher una de esas películas que invitan al debate.
Por un lado, ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la influencia de los medios de comunicación en el cine. 
Si de algo se ha hablado estos días en referencia a la película de Bennett Miller ha sido de las notas de prensa y los resúmenes que algunos medios de comunicación han ofrecido de la misma, destripando completamente su final. Cierto es que estamos ante un caso real, y que una parte (relativamente pequeña, seamos sinceros) del público puede conocer ya el desenlace, pero eso no es excusa suficiente para violar el posible factor sorpresa que toda película puede reservarse para su tramo final (y ya avanzo que podéis estar tranquilos, aquí no voy a hacer ningún spoiler). Caso diferente es el de títulos como 127 horas o Capitán Philips, en las que el protagonista real ha formado parte de la campaña promocional, con lo que es indiscutible que iremos al cine sabiendo que, por lo menos, el prota sobrevive. En este caso es de rigor exigir a la prensa un poco más de formalidad y dejar que quien desconozca la historia real la descubra en pantalla y luego ya, si así lo decide, se dedique a indagar más por su propia cuenta.
Mi segunda reflexión es una vuelta al antiguo debate de si un actor debe “afear” su imagen para ser tomado en serio. Steve Carrell es un gran humorista y Mark Ruffalo un solvente actor con papeles tan destacados como el de Begin Again de este mismo año, pero han necesitado ocultar sus dotes interpretativas bajo capas de maquillaje para ser reconocidos y nominados al Oscar, como sucediera en su día con actrices como Charlize Theron o Nicole Kidman.
Hablando ya de la película en sí, estamos ante la historia de los hermanos Schultz, medallas de oro en lucha libre en los Juegos Olímpicos de Los Angeles’84, que son elegidos por el excéntrico multimillonario John Eleuthère du Pont para ser entrenados bajo su tutela con vistas a repetir éxitos en Seul’88. Con las lógicas licencias artísticas que tanto parecen haber ofendido al Mark Schultz real, la película es un drama deportivo muy en la línea del anterior largometraje de Miller, Moneyball, donde la profundidad de los personajes y el ambiente turbio que rodea al deporte son más importantes que las escenas deportivas en sí mismas.
Aunque el protagonista de la cinta es Mark Schultz, con un impresionante Channing Tatum que cambia su registro habitual (y cuyos méritos interpretativos se pueden apreciar mejor con el estreno este mismo fin de semana de El destino de Júpiter, donde da vida a un héroe totalmente en las antípodas de este deportista de élite), es el personaje de du Pont quien se lleva el gato al agua, con un inquietante (y por momentos terrorífico) Steve Carrell que bajo una prótesis algo artificial compone a una especie de vampiro mediático, un ser solitario y acomplejado que busca a toda costa el afecto y la admiración de los demás.
Y es que de eso va en realidad Foxcatcher, de unos personajes solitarios e introvertidos tan faltos de relaciones afectivas que viven encerrados en sí mismos, aislados de un mundo que, en circunstancias habituales, los admiraría por lo que son y lo que han conseguido en sus respectivas vidas.
Contenida y ambigua en algunos parajes, la película no es todo lo perfecta que pretende, con algunas lagunas argumentales que dificultan la total identificación con los protagonistas. Cierto es que se trata de un caso real, y como tal hay veces en que los vacíos y las reacciones ilógicas deben hacer acto de presencia, pero si el guionista se ha permitido alterar algunos momentos para mejorar la dramatización (cosa totalmente irreprochable, que para eso esto es cine), hay otros momentos en los que nos encontramos faltos de información, como el abrupto cambio de opinión de Dave Schultz (hermano de Mark) de entrar en el equipo de du Pont o las acciones que llevan a kos protagonistas al desenlace final.
Con todo, sin ser quizá la película del año que algunos quieren ver en ella, Foxcatcher es una interesante reflexión sobre la soledad y el aislamiento que el propio éxito (deportivo y económico) puede proporcionar y sobre el dolor y la incomprensión de aquellos que sólo buscan ser amados o admirados por encima de todo.
Y además, con intensas y sorprendentes interpretaciones.

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