Es
Foxcatcher una de esas películas que
invitan al debate.
Por
un lado, ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la influencia de los
medios de comunicación en el cine.
Si de algo se ha hablado estos días en
referencia a la película de Bennett Miller ha sido de las notas de prensa y los
resúmenes que algunos medios de comunicación han ofrecido de la misma, destripando
completamente su final. Cierto es que estamos ante un caso real, y que una
parte (relativamente pequeña, seamos sinceros) del público puede conocer ya el
desenlace, pero eso no es excusa suficiente para violar el posible factor
sorpresa que toda película puede reservarse para su tramo final (y ya avanzo
que podéis estar tranquilos, aquí no voy a hacer ningún spoiler). Caso
diferente es el de títulos como 127 horas
o Capitán Philips, en las que el
protagonista real ha formado parte de la campaña promocional, con lo que es indiscutible
que iremos al cine sabiendo que, por lo menos, el prota sobrevive. En este caso
es de rigor exigir a la prensa un poco más de formalidad y dejar que quien
desconozca la historia real la descubra en pantalla y luego ya, si así lo
decide, se dedique a indagar más por su propia cuenta.
Mi
segunda reflexión es una vuelta al antiguo debate de si un actor debe “afear”
su imagen para ser tomado en serio. Steve Carrell es un gran humorista y Mark
Ruffalo un solvente actor con papeles tan destacados como el de Begin Again de este mismo año, pero han
necesitado ocultar sus dotes interpretativas bajo capas de maquillaje para ser
reconocidos y nominados al Oscar, como sucediera en su día con actrices como
Charlize Theron o Nicole Kidman.
Aunque
el protagonista de la cinta es Mark Schultz, con un impresionante Channing
Tatum que cambia su registro habitual (y cuyos méritos interpretativos se
pueden apreciar mejor con el estreno este mismo fin de semana de El destino de Júpiter, donde da vida a
un héroe totalmente en las antípodas de este deportista de élite), es el
personaje de du Pont quien se lleva el gato al agua, con un inquietante (y por
momentos terrorífico) Steve Carrell que bajo una prótesis algo artificial
compone a una especie de vampiro mediático, un ser solitario y acomplejado que
busca a toda costa el afecto y la admiración de los demás.
Y
es que de eso va en realidad Foxcatcher,
de unos personajes solitarios e introvertidos tan faltos de relaciones
afectivas que viven encerrados en sí mismos, aislados de un mundo que, en
circunstancias habituales, los admiraría por lo que son y lo que han conseguido
en sus respectivas vidas.
Contenida
y ambigua en algunos parajes, la película no es todo lo perfecta que pretende,
con algunas lagunas argumentales que dificultan la total identificación con los
protagonistas. Cierto es que se trata de un caso real, y como tal hay veces en
que los vacíos y las reacciones ilógicas deben hacer acto de presencia, pero si
el guionista se ha permitido alterar algunos momentos para mejorar la
dramatización (cosa totalmente irreprochable, que para eso esto es cine), hay
otros momentos en los que nos encontramos faltos de información, como el
abrupto cambio de opinión de Dave Schultz (hermano de Mark) de entrar en el
equipo de du Pont o las acciones que llevan a kos protagonistas al desenlace
final.
Con
todo, sin ser quizá la película del año que algunos quieren ver en ella, Foxcatcher es una interesante reflexión
sobre la soledad y el aislamiento que el propio éxito (deportivo y económico)
puede proporcionar y sobre el dolor y la incomprensión de aquellos que sólo
buscan ser amados o admirados por encima de todo.
Y
además, con intensas y sorprendentes interpretaciones.
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