Existen
películas sobre las que uno ya puede hacer una valoración antes incluso de
entrar a verlas. Sé que esto puede sonar muy poco profesional, pero por
desgracia son casos en los que rara vez se lleva uno a desengaño.
En
este caso, sin embargo, por más que uno pueda ir mentalizado a ver una basura
de película no es fácil evitar el sentirse enfadado al llegar el momento de los
títulos de crédito finales. Y no me refiero de un enfado referente a su baja
calidad, a la ausencia de actores con un mínimo de talento o a los múltiples
errores de su guion, no. Uno se siente enfadado porque es posible adivinar lo
que la película podría haber llegado a ser y sólo la dejadez de sus artífices
se lo han impedido.
La
película trata de unos chavales (tres amigos cerebritos y, por lo tanto,
socialmente marginales, la hermana de uno de ellos y la guapa del insti) que
descubren los planos para construir una máquina del tiempo y se dedican a
viajar al pasado para mejorar sus vidas. Curiosamente, pese a nombrar a lo largo
del film muchas referencias cinematográficas del género (aunque ninguna con un mínimo
rigor científico, vaya cutrez de gafapastas) no han tenido en cuenta el
consabido efecto mariposa y cada viaje alterará gravemente el presente al que
regresan.
Dicho
así puede parecer mínimamente interesante, y vista la puesta en escena,
aceptando ya la limitación actoral de los protagonistas, uno podría imaginar lo
que se habría podido hacer con esta historia en los 80’ dejándola en manos de
cualquier director de la escuela Spielberg o, incluso en la actualidad,
siguiendo el estilo que ya demostró Abrams en la magnífica Super 8.
Pero para empezar, estamos ante un nuevo ejemplo de found
footage o grabación subjetiva cámara en mano, que en los films de terror del
montón suele emplearse para reducir costes al máximo pero cuya excusa aquí sólo
sirve para disimular la incompetencia y cobardía de un director inepto que ni
con el agotado recurso este logra saber dónde debe poner la cámara.
En
segundo lugar, el análisis de la juventud que se solía ofrecer en las películas
antes mencionadas es sustituido aquí por descerebradas muestras de juerga
desenfrenada que, quitando la insostenible historia de amor entre el cerebrito
mayor y la guapa (¡toma ya!), demuestra lo patética y lastimera que es la vida
para una generación que solo parece saber relacionar la diversión con el
desfase.
Al
final, la historia concebida por Andrew Deutschman y Jason Pagan (es su primer
guion y ya han vendido una secuela más de Paranormal
Activity, estos no aprenden) termina por írseles de las manos, confiriendo
a algunos personajes reacciones que poco o nada casan con lo que sabíamos hasta
ahora de ellos, con alguna incoherencia insalvable (es lo que tiene esto de las
paradojas temporales), y obligando a que el espectador esté más pendiente de
tratar de comprender por qué en situaciones como que a uno le persigue la
policía o cuando se está teniendo una conversación supuestamente íntima hay
siempre una cámara grabando.
En
definitiva, que la película como tal no puede decepcionar demasiado vistas las
escasas expectativas que ofrecía pero es triste salir de un cine dándose cuenta
de cuanto se echa de menos a los Dante, Donner, Marshall o Zemeckis, directores
que marcaron a una generación y en una época que ya no ha de volver… aunque se
los necesite mucho.
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