Corresponde
La Señal a ese tipo de películas pequeñas,
de limitado presupuesto, cuyo estreno suele estar condicionado a su éxito en
los pases por diversos festivales (fue una de las que gustó en Sitges, sin ir
más lejos) y cuya principal arma es el despliegue imaginativo de su argumento.
Arrancando
de un planteamiento tópico a más no
poder (unos amigos de excursión –aquí la excusa es una mudanza en la que
aprovechan para averiguar el punto de partida de la señal informática de un
hacker- que terminan en una casa abandonada en medio del bosque a plena noche)
la película se reinventa en varias ocasiones, cambiando de género pasando del
terror a la ciencia ficción y el thriller con lo que es imposible no recordar
(aunque eliminando todo su humor y referencias frikis) en ciertos momentos a la
brillante Una cabaña en el bosque,
por más que su línea pueda estar más en la línea de Coherence o Orígenes.
Dirigida
por el desconocido William Eubank (que también firma el guion junto a su
hermano Carlyle y a David Frigerio), la película cuenta en el apartado
interpretativo con rostros que empiezan a abrirse paso poco a poco en el mundillo,
como Brenton Thwaites (el principito azul de Maléfica), Olivia Cook (vista hace poco en Ouija) y Beau Knapp (uno de los secundarios de Super8 que en breve estrenará Southpaw,
junto a Jake Gyllenhaal y Rachel McAdams), y con el veterano Laurence Fishburne
para dar un poco de lustro.
Eubank
suple con creces la falta de presupuesto (aunque la verdad es que lo poco que
se ve luce muy bien, eso hay que reconocerlo) con un montaje atropellado en
algunos momentos, mezclando flashbacks y recuerdos con el presente, lo que
ayuda a crear un ambiente más desasosegante a la narración, aunque también
traba un poco el ritmo.
Sin
que se pueda contar demasiado de la historia para no estropear ningún giro
inesperado, destacaré tan solo lo bien planteados que están los personajes, que
sin apenas saber nada de ellos quedan suficientemente definidos para poder
empatizar con ellos y que no caen en los prototipos predefinidos de las
películas de slashers como sería de prever.
Interesante
y adictiva, no es tampoco una maravilla total, quedando a medio camino en
muchos momentos (no es suficientemente aterradora, ni exageradamente claustrofóbica,
ni definitivamente sorprendente), pero cumple su cometido con sinceridad,
entreteniendo con inteligencia y culminando en un final que, aunque pudiera parecer
previsible, es coherente y diría que hasta redondo.
Suficientes
alicientes para, por lo menos, darle una oportunidad (al menos es cine, no como
ese anuncio de perfume de dos horas que se ha estrenado también este fin de
semana) y seguirle la pista al tal Eubank.
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