Ya
desde que se diese a conocer en el 2007 con su segunda película, Stardust, Matthew Vaughn demostró su
afición al mundillo del comic y su buen hacer adaptando obras ajenas.
Tres
años después convenció a propios y extraños con Kick-Ass, película en la que colaboró por primera vez con el enfant
terrible del comic Mark Millar, y un año después logró el gran mérito de
resucitar una saga agónica como los X-Men que heredó de Bryan Singer. Ya en
aquella X-Men: primera generación se
intuía además un gusto estético que recordaba al espíritu más clásico de los
films del agente 007, hasta el punto de que su versión de Emma Frost parecía
más una chica Bond que una supervillana de comic.
De
esta manera, juntando todos estos elementos, parecía el director más lógico
para un film de estas características, la adaptación de un comic del amigo
Millar que es a su vez una especie de homenaje a los míticos films de Bond,
James Bond.
Aunque
el guion que el propio Vaughn ha escrito a cuatro manos con su colaboradora
habitual, Jane Goldman, se distancia en ciertos momentos de la obra original de
Millar y el dibujante Dave Gibbons, no cabe duda que sabe ser perfectamente
fiel a la saga de seis números publicada por Icon Comics (un sello dependiente
de Marvel), consiguiendo que hasta los cambios más radicales se conviertan en
celebrados guiños (un simple ejemplo: en el comic la acción arranca con el
secuestro del actor Mark Hammil; en la película el secuestrado es un profesor
universitario que, obviamente, está interpretado por el propio Hammil). También
es cierto que el propio Millar es uno de los productores del film, y que la
relación Millar-Vaughn es tan buena que ya está en marcha su próximo proyecto
conjunto: Superior.
Kingsman: Servicio Secreto cuenta, por un lado, la historia de un grupo de
agentes secretos de financiación privada que tratan de averiguar que siniestro
plan se oculta tras la desaparición, a nivel mundial, de diversas
personalidades sin que haya ninguna petición de rescate por ellos. Por otro
lado, el reciente fallecimiento de uno de sus agentes propicia que la
organización busque un sustituto mediante un duro proceso de selección entre
las propuestas de los respectivos miembros. Harry Hart propone a un chaval de
los bajos barrios, hijo de un aspirante a agente fallecido diecisiete años
atrás, en el que deposita una total confianza.
Lejos
de caer en la burda parodia, Kingsman:
Servicio Secreto es una película de acción con todos los ingredientes
propios del género, reuniendo las mejores virtudes pero acompañándolas con un
sentido del humor inteligente y, por momentos, muy negro en una combinación
arriesgada pero que, en las hábiles manos de Vaughn, es totalmente acertada.
Aun
habiendo sido muy tentador caer en la rutina de haber seguido de forma textual
el comic (lo que nos habría permitido escenas tan delirantes como una masacre
entre parejas de novios participantes en una boda múltiple a pie de playa), el
guion se constituye con vida propia, resultando muy meritorio que el homenaje a
algo tan trillado como las películas de espionaje pueda resultar fresco,
divertido y original (y quizá me estoy dejando llevar por la emoción, pero
adivino incluso algún guiño a, por ejemplo, el Superman fílmico).
Sin
renunciar al drama cuando es necesario (y con momentos de gran dureza visual), Kingsman: Servicio Secreto es, ante
todo, una gran diversión, emocionante y muy gamberra, con momentos de puro
delirio (esa escena en la iglesia) y recursos visuales impagables (las prótesis
en las piernas de la chica del malo son una delicia).
Pero
no todas las virtudes de la película deben recaer en sus creadores, pues Vaughn
ha sabido rodearse de un gran elenco interpretativo que están superlativos,
encabezado por un Colin Firth impecable en ese porte extremando al máximo su
flema británica (y que nada tiene que ver con su apática interpretación en la
reciente No confíes en nadie) y
siguiendo por la demencial aportación de Samuel L. Jackson (ese megalómano
villano de libro), un inevitable Michael Caine (no hay caballero británico más
icónico que él) o un Mark Strong en su salsa como operativo en las sombras de
la asociación, aparte del descubrimiento que suponen la argelina Sofia Bouella
y el galés Taron Egerton, un desconocido que se ha tenido que enfrentar al
desafío de protagonizar un film con semejantes estrellas y que sale totalmente
airoso del trance.
Filmada
con impecable elegancia, con un ritmo endemoniado que ni siquiera durante los
momentos más relajados decae, irreverente y sorpresiva, Kinsman: Servicio Secreto reúne algunas de las mejores secuencias
de acción de los últimos años (imposible esa persecución automovilística en
marcha atrás del comienzo) con momentos de delirio puro que lamento no poder
mencionar aquí por no revelar nada pero que resumiré, para quien ya la haya
visto, con el desquiciante y demencial momento “fuegos artificiales”, para
culminar, en la escena final, en el guiño definitivo al Bond más canalla y
seductor, tal y como se podía intuir en uno de los carteles, homenaje directo a Sólo para sus ojos.
Brillante
y muy recomendable, Kingsman: Servicio Secreto es la demostración perfecta de
como una obra puede ser adaptada sin impedirle tener personalidad propia y
ensalza a Vaughn como uno de los mejores directores de su generación, aunque
nunca se le reconocerá por no hacer un cine tan oscuro y sesudo como los
aclamados Nolan o Fincher.
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