lunes, 29 de abril de 2013

TIPOS LEGALES * (6d10)

Tipos legales es una de esas obras que merece más ser valorada por lo que transmite que por lo que es. Y es que estamos ante una de esas ocasiones en que un grupo de amigos se juntan para rodar algo juntos y pasárselo bien, consiguiendo traspasar su buen rollo al otro lado de la pantalla y contagiando al propio espectador.
Dirigida con acierto pero sin grandes alardes por Fisher Stevens, actor secundario que acomete aquí su trabajo más importante como realizador hasta la fecha, Tipos Legales cuenta como Val (Al Pacino), tras pasar los últimos años en prisión,  sale en libertad y es acogido por Doc (Christopher Walken), su mejor amigo, con quien compartirá piso pese a intuir que tiene el encargo de asesinarlo. Juntos resultarán a Hirsch (Alan Arkin) del asilo, con lo que la pandilla vuelve a estar completa y se lanzarán de cabeza a lo que podría ser su última noche juntos.
Con una calculada mezcla entre drama y comedia,  las aventuras de este pintoresco trio de jubilados por burdeles, restaurantes nocturnos, o incluso rescatando a damas en apuros, es en realidad lo de menos, pues cualquier excusa es buena con tal de ver juntos a estos tres monstruos de la interpretación,  tres grandes a los que se les puede perdonar las carencias de una película con aroma tarantinesco que compensan con su mera presencia, llenando constantemente la pantalla y ofreciendo unos personajes creíbles y entrañables a los que vamos a olvidar desde el principio su pasado delictivo. 
Una reflexión sobre la vida, la amistad, la lealtad y la familia en una reunión de amigos. No hay que pedir más. 

sábado, 27 de abril de 2013

IRON MAN 3 (8d10)

Lo han vuelto a hacer. Cuando Marvel explicó su plan de crear un Universo cinematográfico propio no me lo creí. Y lo hicieron. Cuando dijeron que iban a hacer una peli de Los Vengadores y que iban a mantener los mismos actores (solo falló Edward Norton, pero quizá ganamos con el cambio, así que lo perdonamos) no me lo creí. Y lo hicieron. Así que cuando Josh Wedon hizo la mejor peli de superhéroes de la historia y encima se convirtió en la tercera más taquillera de la historia (una peli basada en los comics, ¡Dios mío!) ya no me pilló por sorpresa.
Por eso ahora, cuando anunciaron que iba a comenzar la fase dos de Marvel, que terminaría con Los Vengadores 2, que iba a ser una trilogía de sagas (simplemente alucinante) y que empezaría con otra más de Iron man que iba a ser mejor que las anteriores pues... bueno, ya me lo creo todo.
Y aunque es difícil determinar si Iron man 3 es mejor que la primera,  pues aquella estaba condicionada por la necesidad de entretenerse en presentar a unos personajes totalmente desconocidos para el gran público y salió airosa y con muy buena nota, lo cierto es que es una muy buena película que si supera claramente a la secuela (que por otro lado no era tan mala como ahora se está diciendo, lo que pasa es que el listón estaba muy alto).
A estas alturas ya nadie duda que Robert Doney Jr. ha nacido para ser Tony Stark, personaje con el que se ha mimetizado hasta tal punto que cuesta saber dónde termina el actor y comienza el personaje. O viceversa. Así que, una vez explorados los limites de Iron man, llegaba el momento de descubrir también los de Stark.
Muchos eran los que se temían (yo entre ellos) que íbamos a ver una versión nolanizada del superhéroe, pero una vez más se ha demostrado que, a diferencia que en DC, en Marvel saben hacer buen las cosas. La única similitud entre este Iron man y el Batman de Nolan está en que el héroe disfrazado acapara menos escenas de las esperadas, pero mientras en aquella el murciélago era un elemento obligado pero que parecía molestar a Nolan para contar una historia negra sin nada que ver con los superhéroes,  en esta ocasión el protagonismo robado a Iron man es en favor de Tony Stark. Y el cambio es para mejor. Hay que tener en cuenta que Iron man 3 no es una continuación directa de Iron man 2, sino que su antecesora es Los Vengadores. Así pues nos encontramos con un Stark que ha pasado de creerse el tío más guay del universo a descubrir que existen alienígenas hostiles, monstruos superpoderosos,  dioses mitológicos... De manera que él,  un tipo corriente que depende de su armadura para poder hacer lo que hace, es en realidad alguien insignificante. Nos encontramos así a un Stark vulnerable, angustiado, obsesionado con proteger a Pepper (de nuevo Gwyneth Paltrow) por encima de todo, consciente de que ante un nuevo ataque a Nueva York como el acontecido en Los Vengadores nada iba a poder hacer él solo. Es en ese momento tan crucial de su vida cuando se ve acechado por una sombra de su pasado, de una vida anterior de excesos, desprecios a sus compañeros y chicas de una sola noche que creía haber dejado atrás. Un científico de poca monta, Aldrich Killian (Guy Pierce) y una brillante genetista, Maya Hansen (Rebeca Hall) vuelven a su presente unidos por un proyecto común llamado Extremis, pero no son más que elementos secundarios para Stark ante una amenaza mayor que está haciendo temblar los cimientos de todo el país, los ataques terroristas de El Mandarín (excelente Ben Kingsley), una versión sofisticada y desquiciada de Bin Laden. Él será quien le arrebate todo a Stark, quien logrará arrojarlo al pozo de la desesperación y le obligará a aprender a sobrevivir sin su armadura, dependiendo por una vez no de su tecnología sino de su ingenio y obligándole a recurrir a la ayuda de su amigo James Rhodes (Don Cheadler) y de un  niño de pueblo (correcto Ty Simpkins, con el que consiguen que, por una vez, la aportación de un niño en una película de estas características no resulte cargante y molesta). A partir de aquí, como ya he comentado, mucho más Stark que Iron man, con momentos que recuerdan más a una película de James Bond o incluso a Arma Letal que a un superhéroe de comic. Y es que no en vano el director elegido para la ocasión (también firmante del guion) no es otro que Shane Black, personaje con una carrera comparable a la del propio Robert Downey Jr. que deslumbró como guionista en los ochenta, siendo de los más cotizados gracias a los libretos de la saga de Arma Letal, El último boy scout o El último gran héroe y que cayó en desgracia por culpa de sus coqueteos con el alcohol y las drogas. Intentó levantar cabeza en 2005 con Kiss, kiss, bang, bang, para la que contó con un decadente Robert Downey Jr. y este le devolvió el favor recomendándolo para Iron Man 3. Con este curriculum no es de extrañar que Iron man 3 desprenda un agradable aroma ochentero, con un toque de humor y camaradería muy propios de esa época, pero sin olvidar de lo que se trata en realidad.
Mientras hemos visto en fechas recientes fracasar películas con claras referencias de ese pasado de cines de sesión doble y videoclubs como El último desafío o Una bala en la cabeza, Black se homenajea a si mismo durante gran parte del metraje para terminar como debe, con un gran festival de fuegos artificiales, un fin de fiesta donde la épica toma el relevo del humor y donde Iron man vuelve a coger las riendas de la película, cerrándose el círculo que ha recorrido Stark en su particular descenso a los infiernos y resurgiendo de sus cenizas cual Ave Fénix de los superhéroes. Y ya recuperado de sus angustias, no lo dudéis, ahí estará cuando lo volvamos a necesitar. Es decir, para Los Vengadores 2
No es una película redonda, ni mucho menos, pero si un gran espectáculo con más inteligencia de lo que cabría esperar y donde se hace un esfuerzo por ir más allá de unos simples efectos especiales, humanizando a los personajes y consiguiendo que ese Tony Stark que empezaba a resultar un poco odioso regrese al mundo terrenal, a la altura de cualquiera de nosotros.
Mención aparte merece el tema del Mandarín, una decisión polémica por parte de Black que yo desde aquí aplaudo por lo arriesgado y coherente que ha sido pero que puedo comprender el enfado de los fans del comic más acérrimos. Sin entrar en spoilers que estropeen la sorpresa final de la película, solo diré que sí aparece el Mandarín en este Iron man 3, y que es una gran amenaza, terrible y poderoso. Solo que no es quien nos imaginábamos al principio.
Así pues, solo me queda felicitar a Marvel por cómo están haciendo las cosas. Arriesgaron mucho en una apuesta de futuro, y ahora están recogiendo lo que sembraron. Y lo que les queda…

lunes, 22 de abril de 2013

MEMORIAS DE UN ZOMBIE ADOLESCENTE (7d10)

Qué duda cabe que nos encontramos con un nuevo intento de repetir un éxito de taquilla similar al de Crepúsculo y que, como ya pasara con The Host y Hermosas Criaturas (las tres obras crepusculares en lo que llevamos de año) no va a conseguirlo, aunque sus virtudes, al menos en lo que se refiere a la nueva adaptación de Meyer y la que nos ocupa ahora, sean mucho mayores. Respecto a Memorias de un zombie adolescente las comparaciones, a priori, son evidentes: historia de amor imposible a lo Romeo y Julieta cambiando vampiros por zombies. Sin embargo,  si nos detenemos en la apuesta de Jonathan Levine (en su primer trabajo relevante como director) las diferencias resultan abrumadoras. En primer lugar, en contra de los vampiros “purpurina” que paseaban tan campantes a plena luz del día y van preñando jovencitas (¿pero no eran No-muertos?), aquí los zombies son zombies y, reconozcámoslo, los zombies molan. Por supuesto no busquemos aquí grandes momentos de terror o muchas secuencias gore (que algo hay) pero al menos la esencia e identidad de los personajes se mantiene fiel al concepto clásico que imagino Romero (aunque con alguna innovación, como el hecho de que con el paso del tiempo los zombies evolucionan a otra raza diferente). Además, si bien la historia de amor entre Julie y R es el motor de la historia, no nos encontramos ante un pasteloso romance empalagoso, ya que Memorias de un zombie adolescente es sobre todo, no nos engañemos, una comedia.

Ya desde el primer minuto encontramos algo desconcertante. Narrada en primera persona (como ya vaticina el propio título), la película arranca con R, un joven zombie que mantiene parte de su conciencia, por lo que, a diferencia de sus compañeros tiende a buscar momentos de soledad para escuchar música en una burda imitación de vida humana. Pero no nos equivoquemos,  sigue siendo un cadáver de movimientos lentos,  sin capacidad para comunicarse y, lo más importante, que se alimenta de carne humana. Cuando R y otro grupo de zombies rodean y masacran a un grupo de humanos (una especie de resistencia organizada en una zona segura a las órdenes de Grigio), este se alimenta de un joven, del que obtiene parte de sus recuerdos. Julie, la hija de Grigio, logra escapar con vida, pero solo la intervención de R le permite sobrevivir, ya que su cena era precisamente el novio de la muchacha y el zombie no puede evitar sentirse atraído por la humana. Julie comienza a experimentar una especie de síndrome de Estocolmo cuando comprende que el monstruo que la tiene retenida es también el único motivo por la que sigue viva, pues él es quien la mantiene a salvo del resto de muertos vivientes. Pronto comienza a sentir también ella algo por R, descubriendo que ayudarle a recuperar emociones olvidadas como el amor posibilita albergar una leve esperanza de encontrar una cura al apocalipsis zombie. Como veis, una trama disparatada si no tuviera un tratamiento de comedia que funciona francamente bien, ayudándonos a aceptar situaciones a priori tan absurdas (y ochenteras) como Julie presentando a R a su mejor amiga, como si de un novio simplemente algo macarra se tratara (también ochentera es la banda sonora, incluyendo un gag a consta de Pretty Woman).
El buen hacer de los actores también ayuda a aceptar lo que se ve en pantalla. La pareja protagonista tiene al menos suficiente bagaje como para salir airosos del invento, ya que a R lo interpreta Nicholas Hoult, habitual en superproducciones como la excelente X-men: Primera generación y la pasable Jack el cazagigantes y que el año que viene estrenará Mad Max: Fury Road y X-men: Días de futuro pasado, que consigue una recreación zombie contenida y simpática, mientas que Julie tiene el rostro de Teresa Palmer, vista en Soy el número Cuatro y el Aprendiz de brujo. Además,  tenemos a John Malkovich como Grigio y los secundarios Analeigh Tipton (Crazy, stupid love o The Green Hornet) y Rob Corddry (habitual secundario en comedias de Ben Stiller y visto últimamente como el socio que traiciono a Jeff en Community), poniendo rostro a los mejores amigos de Julie y R respectivamente.
No estamos ante una epidemia gore de Romero (ni de Balaguero, ya puestos), ni una comedia desternillante como Zombies party o Bienvenidos a Zombieland, pero lo cierto es que la combinación entre acción, romance y comedia es efectiva y funciona correctamente, con el único pero de unos efectos digitales algo limitados respecto a los Huesudos, una variante de los zombies que suponen la verdadera amenaza del film.

Cierto es que el romance es, finalmente, el verdadero motor del film pero por una vez, y sin que sirva de precedente, no se trata de un recurso empalagoso, sino de una verdadera declaración de intenciones de que el amor lo puede todo. Y ese no tiene porqué ser necesariamente un mal mensaje, ¿no?

domingo, 21 de abril de 2013

TIERRA PROMETIDA (7d10)


Gus Van Sant es uno de esos directores que cuando filman una película dejan su sello marcado. Sin tener una virtuosidad especial con la cámara ni juegos de luz dignos de ser estudiados en las academias de cine,  si tiene un estilo personal, un punto de autor, que hacen de sus películas algo especial. Títulos como El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester o Mi nombre es Harvey Milk así lo demuestran y Tierra prometida no es ninguna excepción.

Con Matt Damon volviendo a escribir un guion (recordemos su Oscar junto a Ben Affleck por la mencionada El indomable Will Hunting), esta vez junto a John Krasinski, la película cuenta la sencilla historia de dos comerciales de una compañía de gas que acuden a un pueblo llamado McKinley con la intención de conseguir permiso para perforar en sus tierras a cambio de una generosa compensación. Un trabajo que Steve Butlet (Matt Damon), un joven natural de un pueblecito muy parecido a McKinley, pensaba que iba a ser pan comido, pero que se complicará con la entrada en escena de un activista ecológico. Una historia sencilla y rural que invita a meditar sobre el poder de las multinacionales, aunque lo verdaderamente importante es el viaje interior que realiza Steve y que le hará replantearse todo en lo que creía.
Quizá de entrada la historia no desborde originalidad (hay un giro de guion hacia el final que se ve venir de lejos), pero está narrada con una sencillez tal que se convierte en entrañable,  invitándonos a sentirnos como un habitante más de McKinley y participar en el debate. Un debate,  por cierto, en el que el espectador puede tomar partido libremente pues (al menos a priori) ni la empresa es una estafadora a quien se deba odiar ni los habitantes del pueblo son unos avariciosos catetos a los que despreciar. Steve y su compañera Sue Thomason (Frances McDormand), exponen su oferta con sinceridad y tanto los argumentos a favor como los que son en contra son válidos y justificados.
En el tema interpretativo Damon cumple con creces, en el papel de un tipo corriente, simpático y agradable, con el que resulta fácil identificarse y mucho más creíble, a mi parecer,  que cuando hace de tipo duro a lo Jason Bourne. Secundándolo Frances McDormand está excelente como siempre y hacen acto de presencia rostros conocidos como Hal Holbrook, Titus Welliver o Rosemarie DeWitt, mientras que el coguionista John Krasinki se reserva el personaje del activista.
Película agradable y deliciosa que permite alejarse de la gran ciudad y enamorarse de la sencillez del campo y de sus gentes y quizá,  ¿por qué no?, ilusionados con comprar nuestra propia parcela en la tierra prometida.

domingo, 14 de abril de 2013

OBLIVION (8d10)

Una vez más quiero dedicar la crítica de una película a los señores del CSI, a los que, como dice la canción de Arjona, odio con todo el amor de mi vida, que la han puesto a caer de un burro. La han repudiado por recordarles en espíritu a 2002, odisea en el espacio, estando a años luz de esta, se han burlado de su final que recuerda al de Los últimos días (sí,  seguro que como productor Tom Cruise no tiene nada mejor que hacer que espiar a los hermanos Pastor para copiar sus guiones), que si es moralista, que si le falta mensaje, que si el ritmo es lento, que si Tom Cruise sale mucho, que si Morgan Freeman poco... ¡Basta ya! El problema se resume en un concepto simple: es una peli de Tom Cruise, y ya se sabe que a Tom Cruise hay que atizarle haga lo que haga, que es lo que se lleva, ya se implique en papeles arriesgados como el de Rock of ages o thrillers interesantes como Jack Reacher.
En Oblivion interpreta a Jack, una especie de técnico de mantenimiento que, con la única compañía de su mujer Victoria (Andrea Riseborough), se encarga de supervisar a unos droides destinados a extraer los recursos naturales de un planeta Tierra abandonado tras una guerra contra una raza extraterrestre. Sin embargo, aún permanece un grupo de supervivientes terrestres, encabezados por Beech (Morgan Freeman) y con Sykes (Nikolaj Coster-Waldau, popular por Juego de Tronos y visto también en Mamá) que tratarán de tocar las narices a los técnicos.
Ciertamente, muchas son las influencias que Joseph Kosinski (director y creador de la idea original) ha recibido para Oblivion, desde el concepto de una Tierra deshabitada mantenida por robots de Wall-e hasta la idea de los clones de Moon, pasando por el estilo intimista y reflexivo de la ya mencionada 2001. Así que acepto una falta de originalidad en este pastiche de clásicos, aunque al menos Kosinski no se ha limitado a copiar sin más, sino que ha extraído lo mejor de cada idea y hacerlas suyas,  dándole una entidad propia. ¿Acaso no es lo que siempre ha hecho Tarantino y por lo que todos le hemos aplaudido? Así, Oblivion propone una trama futurista reflexiva, cocinada a fuego lento, creándose en ese nuevo mundo en que se ha convertido la Tierra tras la guerra y deleitándonos en paisajes imposibles que apabullan visualmente y nos recuerdan que Kosinski fue arquitecto antes que cineasta. Es entonces cuando aparece el personaje de Julia (una Olga Kurylenko bastante mejor de lo habitual) y se plantea un misterio que cambiará todo en lo que creíamos hasta ahora y entraremos en una nueva película donde, ahora sí,  la acción primará por encima de todo. Hasta llegar a su desenlace final, tan terriblemente trágico como a la vez optimista que, sin entrar en spoilers, solo diré que encontré perfectamente lógico. Y a quien no le haya gustado es que, simplemente, no ha sabido entender la película.
Cruise es aquí más omnipresente que nunca, pero por una vez lo encuentro justificado, ya que solo así se entiende la soledad que siente en un mundo desaparecido, una soledad que ni siquiera Victoria puede mitigar.
En una época en la que prevalecen las explosiones y la ciencia ficción parece que tenga que ser sinónimo de oscuridad se agradecen películas como esta,  que invitan a disfrutar de la experiencia de la gran pantalla con una historia inteligente y un personaje bien definido. No estará, eso es cierto, a la altura de los films en los que se inspira, pero ese es el precio de codearse con los más grandes.

Oblivion no será una obra maestra,  pero si una magnífica película. Le pese a quien le pese.

SIETE PSICÓPATAS * (7d10)

Estamos ante lo que, a priori, debería ser una película pequeñita, una de esas joyas del cine independiente que posiblemente nunca hubiera visto la luz en España a no ser en los circuitos de V.O. Sin embargo, no sé si por avatares del destino,  por amiguismo o simplemente por el poder de seducción de su guion, ha conseguido reunir a un grupo extraordinario de intérpretes que nos invita a verla con otros ojos, por más que nos encontremos de nuevo ante uno de esos flagrantes maltratos por parte de la distribuidora que ha fechado su estreno en cines muchos meses después de su pase en Sitges y con una paupérrima publicidad, prácticamente limitada al poder de convocatoria que poseen los nombres que aparecen en el cartel, demostrando la poca confianza hacia un producto de demostrada calidad. Pero bueno, luego, cuando las cuentas no cuadren, siempre podrán culpar a la piratería. Es lo que se lleva.
Siete psicópatas narra las historias paralelas de un guionista del montón que piensa que va a cambiar el mundo con la trama sobre un grupo de psicópatas en el que está trabajando sin ser capaz de reconocer que copia más que crea, mientras por otro lado conoceremos a un pobre desgraciado con un "negocio" de secuestro de perros para cobrar una recompensa por su devolución cuya vida se complicará al robar una perrita que es la niña mimada de un peligroso (y psicópata, por supuesto) mafioso.

Esta es la historia concebida por Martin McDonagh (que ya destacó por Escondidos en Brujas), cargada con mucho humor negro, situaciones estrambóticas y diálogos brillantes que la hacen en conjunto delirante y divertida con el refuerzo de un magnífico reparto encabezado por Colin Farrell (que una vez más demuestra que luce mejor en películas pequeñas que en superproducciones como la mediocre Desafío Total), Sam Rockwell, Woody Harrelson (tan desquiciado como nos tiene acostumbrados), Tom Waits, Harry Dean Stanton o Olga Kurylenko (aunque su aportación es casi testimonial, como para dar un toque femenino al póster) entre otros, aunque quien realmente se lleva la palma es Christopher Walken, al que teníamos un poco perdido últimamente (pronto lo veremos en Tipos legales junto a Al Pacino y Alan Arkin) que está sencillamente inmenso, comiéndose a sus compañeros cada vez que aparece en pantalla y haciendo suya la película,  pese al rol de secundario que sobre el papel le corresponde.

domingo, 7 de abril de 2013

POSESIÓN INFERNAL (4d10)

Resulta curioso que la mejor película de Sam Raimi sea a la vez la peor. Me explico: en 1981 se juntó con un grupo de amiguetes (del que solo ha sobrevivido -artísticamente hablando- Bruce Campbell), unas cámaras de cine y un presupuesto de chiste y se fueron a una cabaña en mitad del bosque a rodar una peli en la que el propio Raimi ejercería de guionista, director, editor de efectos especiales y lo que se terciara. Evidentemente, y desde un punto de vista cinematográfico,  lo que salió de ahí no era más que una broma, un espectáculo dantesco con mucho gore y más comedia que terror con planos accidentados, malas interpretaciones y efectos cutres. Pero a la vez tenía esa fuerza que solo se consigue en los primeros trabajos, cuando el presupuesto obliga a que la imaginación supla la falta de recursos y donde el buen rollo del rodaje se acaba transmitiendo al espectador. Así nació un título de culto que ha acabado pasando a la historia del cine y que pese a sus limitaciones posee una frescura que Raimi no conseguiría repetir en la mayoría de sus trabajos posteriores.
Ahora, más de treinta años después,  en plena fiebre de los remakes (sobre todo de films de terror de bajo presupuesto de los ochenta), llega una modernización de la historia (otra más,  pues su secuela Terroríficamente muertos era más una copia que una secuela) dirigida por el desconocido Fede Alvarez con el beneplácito de Raimi y Campbell.
¿Y qué vamos a encontrar en esta nueva Posesión Infernal? ¿Más de lo mismo? Pues sí y no. La historia es básicamente la misma, un grupo de amigos que van a una cabaña perdida en medio de un bosque, descubren un libro que no deberían tocar (pero tocan, por supuesto que tocan) y convocan accidentalmente a un ente diabólico que tratará de poseerlos uno a uno. Alvarez hace un esfuerzo considerable por superar sin ofender al clásico,  intentando dar más coherencia a la historia,  empleando unos efectos visuales impecables pero siempre (o casi siempre, que algo hay) evitando lo digital en favor de lo artesanal y con una actriz en el rol que en la original tenía Campbell, Jane Levy, que sobresale por muy por encima del resto del reparto, por otra parte bastante mediocre. Así pues, ¿donde está el problema? Pues como cinta de terror no está mal, una más del montón,  pero como remake -y como tal no puede quejarse de que haya comparaciones- el hecho de que renuncie totalmente a todo ese humor negro que tenía la obra de Raimi y que tanto nos hacía disfrutar provoca, como poco,  decepción. Además,  la calidad de sus efectos no siempre es para mejor, pues sustituir la casquería de la peli del 81 por amputaciones y mutilaciones impecables y con todo lujo de detalles al principio impresiona, pero tras el cuarto litro de sangre, aburre. Y eso es lo peor que le puede pasar a una película de terror, que aburra. Y no hay duda que eso es lo que sucede en esta nueva Posesión Infernal, que superado el ecuador de la misma, cuando están ya todas las cartas sobre la mesa, nos encontramos ante un festival gore de sangre y vísceras sin sentido alguno, con personajes que parecen morir infinidad de veces (es lo que pasa si quieres hacer una película con muchas muertes pero sólo cinco personajes) y llegando a un punto donde da la sensación que ya no importa nada lo que suceda, que lo único que uno espera es que fallezcan todos y termine de una maldita vez y cuyo único aliciente para aguantar hasta el final es ver en qué momento aparece la icónica motosierra,  imprescindible en la saga de Raimi.
Una lástima, podía haber salido algo bueno de aquí,  pero al final le ha pasado como a la mayoría de remakes de este estilo, que es totalmente innecesaria.

Todos nos seguimos quedando con la deliciosa cutrada de Raimi y Campbell; su travelling entre los árboles sí era infernal de verdad.

UN AMOR ENTRE DOS MUNDOS (5d10)

¿Alguna vez os ha pasado que estáis ocupados en casa o en el trabajo y al comprobar vuestro correo descubrís que alguien os ha enviado una presentación de esas de PowerPoint? No queréis entreteneros, pero por no borrarlo sin mirar le pagáis un vistazo rápido. Alguien, un amigo que os quiere mucho, os ha mandado una colección de fotos espectaculares, paisajes maravillosos de lugares increíbles. Cada imagen contiene además una parrafada con frases llenas de sentimientos y buenas intenciones pero, seamos realistas,  apenas llegáis a la mitad del primer párrafo y ya os entran las prisas, y decidís que todo ese rollo bienintencionado os importa una mierda y que lo único que vale la pena son las bonitas vistas. ¿Sabéis de lo que hablo, verdad? Pues exactamente eso es Un amor entre dos mundos, una solemne tontería que no interesa para nada pero con un diseño de fotografía alucinante con un efecto casi hipnótico.
La película empieza con una explicación (de la que debo confesar que no me enteré de nada) sobre porqué hay dos mundos, uno encima del otro, con gravedades contrarias, de tal manera que una persona de un mundo no puede físicamente estar en el otro. Inevitablemente, un mundo simboliza la clase alta y el otro la clase obrera, y más inevitablemente aún un chico y una chica de distintos mundos se conocerán, se enamorarán, desafiarán las leyes de la física y de la sociedad para estar juntos y todos irán contra ellos. Vamos, una vuelta de tuerca más al manido amor imposible a lo Romeo y Julieta.
En otras ocasiones habría comenzado con una parrafada sobre las influencias crepusculares a este tipo de obra, pero sinceramente no creo que sea el caso. El argentino Juan Solanas, sin dejar de lado el factor romántico, pretende subrayar el humor y la ciencia ficción en este invento suyo al que, cuanto menos, hay que definir como original, agradeciendo que de entrada renuncie al empacho de empalaguería previsible y para lo que ha contado con dos actores de carreras ya consumadas, en lugar de tiernos yogurines, como son Kirsten Dunst y Jim Sturgess, pero unas cuantas buenas intenciones no bastan para evitar que su historia sea una chorrada total. Persecuciones arriba y abajo, saltos entre mundos... todo es tan confuso que en ocasiones parece que ni el propio director tiene claro hacia qué dirección le toca caer a cada uno, aparte de lo absurdo que es todo por definición. Aceptando que pudiesen haber dos mundos opuestos con sus respectivas gravedades, si están tan cercanos que hay un ascensor que los une y casi se pueden tocar en sus zonas de montaña, ¿cómo narices puede haber día y noche y paisajes estrellados? ¿Alguien me lo puede explicar?
En el apartado positivo (y posiblemente única justificación de Solanas al realizar esta película) es su belleza visual, planos imposibles, sugerentes, aunando el surrealismo propio de Dali con el de Escher, paisajes maravillosos sacados de un sueño. 
No son razón suficiente para salvar esta película, pero es que no hay nada más.

Y, por cierto, no es necesario que se la reenviéis a diez amigos, por mucho que los queráis.

EFECTOS SECUNDARIOS (5d10)

Habitualmente tengo un problema con el cine de Steven Soderbergh: o bien me gusta mucho o me aburre soberanamente.  Erin Brockovich, Traffic o la saga Ocean's, por ejemplo, me parecen buenas películas, mientras que cosas como su Solaris, las dos partes de Che o El Soplón son soporíferas y no me interesaron para nada. Esto parece haber cambiado en sus últimos títulos, en los que muestra, para bien o para mal, una cierta regularidad, volviéndose algo más plano y lineal. Esto coincide con su anuncio de retirarse del cine una vez culminados los proyectos que tenía comprometidos,  y entre ellos se incluye Contagio, Indomable (Magic Mike me la salto porque me la perdí) y estos Efectos Secundarios, cinco títulos (aún queda uno pendiente de estreno) entre 2011 y 2013 con una calidad poco más que aceptable.
Apoyándose una vez más en un buen reparto la sensación general ante esta nueva película dramática ha sido de decepción, una decepción que no parte tanto de sus cualidades cinematográficas (o la falta de ellas) como de las expectativas creadas, lo cual no sé si habría que achacar al propio Soderbergh, al guionista Scott Z. Burns o a quien decidiera los cortes del tráiler y la campaña publicitaria. Me explico:
Efectos secundarios trata sobre los problemas mentales de Emily, que cuando su marido Martin ingresa en prisión por fraude fiscal, cae en una profunda depresión, teniendo que ser tratada por el doctor Jonathan Banks con un medicamento experimental. Lo que nadie esperaba es que el nuevo fármaco provocara en Emily episodios de sonambulismo, que tras la salida de la cárcel de Martin van a desembocar en un trágico accidente.
Conociendo el gusto de Soderbergh por la denuncia y las películas en las que hay algo que decir, era de esperar que la cosa derivara en una crítica hacia la industria farmacéutica, o hacia los facultativos que recetan medicamentos en fase experimental a cambio de generosas comisiones. Sin embargo, la ambigüedad moral de semejantes prácticas apenas se apuntan en la primera mitad del film para ser desechadas inmediatamente y convertirse en un thriller psicológico con pretensiones hitchcockianas pero que apenas llega a la suela de los zapatos al peor De Palma, ya que tras el tercer giro de guion el interés comienza a decaer, el final no es tan sorprendente como debería y el momento lésbico (no daré más detalles) parece demasiado forzado, como buscando polemizar a lo Verhoeven en sus mejores tiempos pero sin conseguirlo.
Rooney Mara está convincente como depresiva, apática y plana, aunque sus esfuerzos son estériles cuando conviene cambiar de registro. Channing Tatum, por su parte, es tan mal actor aquí como en cualquiera de sus otras películas anteriores, demostrando lo importante que es en la vida, y en Hollywood más, caer en gracia.  Jude Law, en cambio cumple con creces, creciendo como actor en cada nuevo papel (basta con recordar su reciente Karenin de Anna Karenina) mientras que Catherine Zeta-jones simplemente pasaba por ahí.

Una lástima este acomodo de Soderbergh, pues podría haber hecho una interesante denuncia o un apasionante thriller, pero que termina deambulando entre ambas opciones sin saber por cual decantarse, lo cual acaba reflejándose en la película,  correcta pero desapasionada y sin personalidad.