domingo, 7 de abril de 2013

EFECTOS SECUNDARIOS (5d10)

Habitualmente tengo un problema con el cine de Steven Soderbergh: o bien me gusta mucho o me aburre soberanamente.  Erin Brockovich, Traffic o la saga Ocean's, por ejemplo, me parecen buenas películas, mientras que cosas como su Solaris, las dos partes de Che o El Soplón son soporíferas y no me interesaron para nada. Esto parece haber cambiado en sus últimos títulos, en los que muestra, para bien o para mal, una cierta regularidad, volviéndose algo más plano y lineal. Esto coincide con su anuncio de retirarse del cine una vez culminados los proyectos que tenía comprometidos,  y entre ellos se incluye Contagio, Indomable (Magic Mike me la salto porque me la perdí) y estos Efectos Secundarios, cinco títulos (aún queda uno pendiente de estreno) entre 2011 y 2013 con una calidad poco más que aceptable.
Apoyándose una vez más en un buen reparto la sensación general ante esta nueva película dramática ha sido de decepción, una decepción que no parte tanto de sus cualidades cinematográficas (o la falta de ellas) como de las expectativas creadas, lo cual no sé si habría que achacar al propio Soderbergh, al guionista Scott Z. Burns o a quien decidiera los cortes del tráiler y la campaña publicitaria. Me explico:
Efectos secundarios trata sobre los problemas mentales de Emily, que cuando su marido Martin ingresa en prisión por fraude fiscal, cae en una profunda depresión, teniendo que ser tratada por el doctor Jonathan Banks con un medicamento experimental. Lo que nadie esperaba es que el nuevo fármaco provocara en Emily episodios de sonambulismo, que tras la salida de la cárcel de Martin van a desembocar en un trágico accidente.
Conociendo el gusto de Soderbergh por la denuncia y las películas en las que hay algo que decir, era de esperar que la cosa derivara en una crítica hacia la industria farmacéutica, o hacia los facultativos que recetan medicamentos en fase experimental a cambio de generosas comisiones. Sin embargo, la ambigüedad moral de semejantes prácticas apenas se apuntan en la primera mitad del film para ser desechadas inmediatamente y convertirse en un thriller psicológico con pretensiones hitchcockianas pero que apenas llega a la suela de los zapatos al peor De Palma, ya que tras el tercer giro de guion el interés comienza a decaer, el final no es tan sorprendente como debería y el momento lésbico (no daré más detalles) parece demasiado forzado, como buscando polemizar a lo Verhoeven en sus mejores tiempos pero sin conseguirlo.
Rooney Mara está convincente como depresiva, apática y plana, aunque sus esfuerzos son estériles cuando conviene cambiar de registro. Channing Tatum, por su parte, es tan mal actor aquí como en cualquiera de sus otras películas anteriores, demostrando lo importante que es en la vida, y en Hollywood más, caer en gracia.  Jude Law, en cambio cumple con creces, creciendo como actor en cada nuevo papel (basta con recordar su reciente Karenin de Anna Karenina) mientras que Catherine Zeta-jones simplemente pasaba por ahí.

Una lástima este acomodo de Soderbergh, pues podría haber hecho una interesante denuncia o un apasionante thriller, pero que termina deambulando entre ambas opciones sin saber por cual decantarse, lo cual acaba reflejándose en la película,  correcta pero desapasionada y sin personalidad.

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