sábado, 30 de marzo de 2013

TESIS SOBRE UN HOMICIDIO (7d10)

Siempre me gusta analizar una película tratando de centrarme en su contenido, no en lo que la rodea. Esto no siempre es fácil y este film es un claro ejemplo para la mayoría de críticos. Aunque lo cierto es que la culpa no es solo de ellos, ya que es la propia productora la que insiste en publicitar esta película comparándola con El secreto de sus ojos. Y al parecer pierde claramente todas las comparaciones.
Por desgracia para mí y fortuna para Tesis sobre un homicidio, debo confesar con vergüenza no haber visto el film el Campanella, por lo que mi crítica podrá ser más virgen y menos influenciada. ¿Y qué queréis que os diga? A mí me ha gustado. Y mucho. No habituado al cine argentino sus diálogos me han parecido brillantes y Ricardo Darín, un monstruo de la interpretación que se come con patatas a todos sus compañeros y haciendo que Albert Ammann, que tanto brillaba en Celda 211, parezca aquí un novato.
La trama gira alrededor de un profesor de derecho, Roberto Bermúdez (Darín) que durante una de sus ponencias a la que asiste Gonzalo Ruiz Cordera (Ammann), hijo de un viejo amigo, son testigos del hallazgo del cadáver de una muchacha frente al edificio de la facultad, precisamente ante la ventana del aula de Roberto. El profesor y antiguo abogado se obceca con la investigación del crimen, con una sola idea en la cabeza, la culpabilidad de Gonzalo.
Esta es precisamente la principal lacra del film, la ausencia de más sospechosos que inviten al espectador a realizar sus propias especulaciones. Así, todo se reduce a un juego del gato y el ratón entre Darín y Ammann, un laberinto delimitado por los secretos de un pasado turbio y los rencores nunca resueltos.
Pero hay además en Tesis sobre un homicidio, aparte del misterio del asesinato, una reflexión sobre la obsesión, mostrando cómo una fijación puede afectar a una persona hasta el punto de arruinar su vida y condenarlo a la más absoluta soledad.

Inteligente y misteriosa, la dirección de Hernán Goldfrid es sobria y elegante, desconcertando con sus trampas y regalando ligeras pinceladas de detalles cual si fueran pistas de un acertijo sin solución. Y es que después de todo el final es abierto y desconcertante, ya que recordemos que lo importante no es la culpabilidad o no de Gonzalo, sino la obsesión de Roberto. Pero... ¿es cierto que no haya un final cerrado? Roberto dice en no pocas ocasiones que lo importante en un caso de asesinato son los detalles, y aunque no sea necesario aunque si recomendable un segundo visionado de la película, es evidente que esos detalles están ahí esperando a ser reconocidos para, con ellos, comprender la resolución del misterio en un final, ahora sí, impecable.

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