Deben
andar preocupados en Hollywood. Conscientes de que los adolescentes son los que
llenan las sagas el pasado año se caracterizó por finiquitarse (no me atrevería
a decir que de forma definitiva, pero lo parece) dos de las sagas más exitosas
de los últimos años: Harry Potter y Crepúsculo. Hace ya algún tiempo que se
está buscando una sucesora digna que llene las arcas de sus productoras,
sabiendo que el secreto del éxito está en adaptar alguna novelilla juvenil que
combine romance y algo de aventura o misterio, pero hasta ahora la mayoría de
los intentos han sido estériles. Solo Las
Crónicas de Narnia ha llegado renqueante a su tercer capítulo (y con más
pena que gloria), mientras que Percy
Jackson (dicen que se está haciendo la segunda, ya veremos), La Brújula Dorada, Eragon o El circo de los
Extraños, por citar solo algunos de los muchos ejemplos, se quedaron en una
única película sin continuidad posible. La única excepción y verdadero éxito de
taquilla ha sido Los Juegos del hambre,
cuya secuela nos llegará este año y cuya culminación en dos partes está ya
garantizada.
The Host es la nueva apuesta, más cercana al estilo
crepuscular que al de los magos adolescentes y que a priori podría parecer una
apuesta segura, no en vano parte de una novela de Stephanie Meyer, la misma que
destrozó de una tacada los mitos vampíricos y el espíritu de Romeo y Julieta.
Ya el cartel destacaba su nombre por encima de cualquier otro, como el director
o la actriz protagonista, y nos vendían la película como un Crepúsculo con extraterrestres en lugar
de vampiros. Y si bien los tiros van por ahí (hay historia de amor con
triángulo incluido, una batalla entre extraterrestres y humanos, chicos
guapos…) lo cierto es que semejante publicidad posiblemente haya hecho más daño
que otra cosa a la película. Y es que si su carrera comercial no ha comenzado
con muy buen pie es porque los seguidores (quería decir, las seguidoras) de Crepúsculo no han intuido en ella
suficiente empalago romántico mientras que sus detractores no han corrido el
riesgo de ir a verla, por si acaso era cierto.
Y
la verdad es que si bien la película es tan floja como cabría esperar, le da
mil patadas a la cosa esa de los vampiros lumínicos y lobos depilados. De
entrada, si nos fijamos un poco en sus créditos, la ventaja es clara desde el
primer momento. Está adaptada y dirigida por Andrew Niccol, realizador de las
excelentes Gattaca y El Señor de la Guerra y de las algo más
flojas S1M0NE e In time, además de ser el guionista de El show de Truman, mientras que en el apartado interpretativo la
protagonista es Saoirse Ronan (lo mejor de ese bodrio de Peter Jackson llamado The Lovely Bones y protagonista de El último gran mago o Hanna entre otras, y con una nominación
al Oscar pese a su corta edad), acompañada por William Hurt en el papel de su tío
y Diane Kruger como la villana (es decir, que aquí tenemos actores “de verdad”,
aunque con los necesarios “chicos guapos” la cosa empeora con Max Irons, cuya
mayor proeza es Caperucita Roja y
Jake Abel, también en The lovely Bones
y en Percy Jackson y el ladrón del rayo
y Soy el Número Cuatro, o sea que
está buscando desesperadamente una saga con la que asegurarse unos años de
tranquilidad económica).
La
historia se apunta con algo de retraso a la moda que recorrió Hollywood una vez
superados los vampiros, las invasiones extraterrestres (recordemos por ejemplo Battleship, Skyline, Invasión a la Tierra
o la serie de televisión Falling Skies).
Una nueva especie ha llegado y conquistado la Tierra. Se trata de unos seres
(más bien almas) que se introducen en los cuerpos humanos, poseyéndolos.
Melanie es una joven superviviente que finalmente acaba poseída por el alma de
una entidad llamada Wanderer y es interrogada para desvelar el paradero del
resto de humanos (una especie de resistencia), pero su conciencia es más fuerte
y logra imponerse al alma, creando una especie de bipolaridad. Melanie/Wanderer
logra escapar y reunirse con los suyos, que al descubrir que ha sido convertida
no la aceptan como humana y la mantienen prisionera, pese a encontrarse entre
ellos su propio tío, su hermano pequeño y su novio. Como es de esperar, al
conocer más a fondo a los humanos el alma empezará a sentir empatía hacia
ellos, mientras que otro de los chicos del grupo empezará a sentirse atraído
por ella (¿pero es por Melanie o por Wanderer?), creándose así el triángulo (¿o
es cuadrado?) amoroso.
Sí,
sé que dicho así parece una tontería como una casa. Y en cierta manera, lo es.
Pero recordemos que tiene detrás un buen director que sabe mover la cámara y
sacar lo mejor de los actores y los paisajes donde se oculta la resistencia,
además de filmar convincentemente las secuencias de acción. Hay un trío de intérpretes
de primer nivel. Y, a pesar de su planteamiento dedicado a emocionar a niñatas
poco exigentes, tenemos persecuciones, tiros, coches pegando volteretas… Puede
parecer poco, pero si uno entra en la sala pensando que va a revivir lo que
sintió con el primer Crepúsculo,
creedme, es mucho.
Yo
me lo pasé bien. Me entretuvo y disfruté. Y no pretendía más de algo con la
firma de la Meyer. Llamadme conformista, si queréis, pero es lo que hay.
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