¿No os ha pasado alguna
vez que veis un tostón de película y cuando anuncian la secuela pensáis: “peor no puede ser"? Luego la
estrenan y os dais cuenta no solo de que sí podía ser peor sino que la primera
no era tan mala. Eso me pasó con Furia de
Titanes y me ha vuelto a suceder ahora con los soldaditos de la juguetera
Hasbro. Tras revisionar en video la película de Stephen Sommers he descubierto
que era mucho más entretenida de lo que pensé tras verla en cines en 2009 y que
las escenas de acción tenían un ritmo mucho más trepidante y divertido que las
de su secuela. Y eso que una de las cosas que más se ha publicitado de esta
continuación son sus guionistas, Rhett Reese y Paul Wernick, ese dúo dinámico
elevado a los altares por el libreto de Bienvenidos
a Zombieland pero que aquí no hacen gala de la chispa y el ingenio que
contenía aquel divertido apocalipsis zombie.
Tampoco Jon M. Chu (un
tipo especializado hasta ahora en mamarrachadas tipo Step Up, Street dance y cosas
así) le llega a la suela de los zapatos a Sommers, director caído en desgracia
pero con las dos primeras películas de La
Momia y Van Helsing (que pese a
todos sus excesos a mí me sigue pareciendo una buena película) en su haber.
Quizá en lo único que gana
la película es en su apartado interpretativo. Pese a echarse en falta la
ausencia del gran Dennis Quaid y que la tal Adrianne Palicki no esté a la
altura, no posee ni su belleza ni su carisma, de Sienna Miller, la sustitución
como protagonista del papanatas Channing Tatum en favor del limitado pero
siempre efectivo Dwayne Johnson y, sobretodo, la siempre celebrada presencia de
Bruce Willis, con un papel más importante de lo que se podía intuir, auguran
una fiesta de acción y despiporre que, si bien no, nos entretenga un buen par
de horas.
Sin embargo el guion es
demasiado plano incluso para tratarse de un film palomitero de acción, la
prematura muerte de Duke descoloca un poco, y las secuencias de acción son muy
confusas y precipitadas. Quizá demasiado lastrados por un argumento heredado de
la primera película (los G.I.Joe son eliminados y los pocos supervivientes
deben actuar furtivamente para desenmascarar al farsante que ha usurpado la
casa blanca), se echa en falta algunos de esos gadges molones de la primera
peli, como los trajes potenciadores y las motos, los nanorobots capaces de
"comerse" a la torre Eiffel o el homenaje a Star Wars en plan acuático del final. Incluso el elemento dramático
estaba mejor retratado. En lugar de eso nos debemos conformar con la calidad
interpretativa de Jonathan Pryce (viéndolo, uno se pregunta cómo lo han
engañado para hacer esta peli) y las escenas de Willis, al cual le han dado
manga ancha para hacer de las suyas y emular a un McClaine mucho más McClaine
que el propio McClaine de La Jungla: un
buen día para morir.
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