Siempre
me ha parecido que Sam Raimi y Peter Jackson han tenido carreras relativamente
parecidas. Iniciados en esto del cine en productos de terror hecho con cuatro
duros y que los convirtieron en ídolos de frikis y directores de culto (uno con
su Posesión Infernal, otro con Braindead, tu madre se ha comido a mi perro).
Ambos continuaron con películas menores hasta que lograron el gran pelotazo que
los encumbró en la Meca del cine, y en ambos casos en forma de trilogías (Spider-man uno y El Señor de los Anillos el otro). Y si en su momento Jackson tuvo
la oportunidad de demostrar su amor por el cine con su King Kong ahora la oportunidad le ha llegado a Raimi con esta
versión/precuela /adaptación de El mago
de Oz. Y es que eso es lo primero que uno descubre en el film: la pasión,
el amor y la gratitud de su director por el cine de Hollywood, con unos
momentos iniciales (obligado blanco y negro) que recuerdan al cine más clásico
y un espectáculo digital de luz y color una vez en Oz con unos movimientos de
cámara y unas panorámicas que rememoran las grandes aventuras de los años 60.
No
está muy clara la relación de esta película con El mago de Oz de 1939 (y con un buen puñado de directores firmando
la obra), pues inicialmente se suponía que era una precuela pero luego se
reveló que la Disney no contaba con los derechos de dicho film, por lo que
debía evitar cualquier referencia directa como es el personaje clave de
Dorothy. Sea como sea (y teniendo en cuenta que Oz es una invención de Lyman
Frank Baum y que escribió catorce libros sobre ese mundo fantástico), la
recaudación de la película ya ha garantizado una secuela (al menos) y no me
cabe la menor duda de que si se o proponen, tendremos a Dorothy tarde o
temprano.
El
protagonista aquí es Oz (James Franco, cuarta colaboración con Raimi después de
ser el Harry Osborn de Spider-man),
un farsante de mago que debe huir en globo tras su última actuación en un
pueblecito de Kansas y al que un tornado arrastra hasta un mundo mágico de con
monos parlantes, leones cobardes y brujas malvadas. Allí, seducido por una
promesa en forma de oro, finge ser el destinatario de una profecía según la
cual liberará al reino de la maldad de dos terribles brujas. Naturalmente, no
creo que sea spoilear mucho si os digo que Oz se terminará finalmente
convirtiendo en el héroe que todos esperan, salvará el reino y encontrará
además el amor. Y es que no son sorpresas lo que debemos esperar de Oz, un
mundo de fantasía, sino imaginación, humor, emoción y épica. No debemos olvidar
que estamos ante una película básicamente infantil, y como tal cumple a la
perfección, encarnando los valores necesarios sin caer en una moralina excesiva
que pueda asustar a los más adultos.
Uno
de los secretos de Oz cabe localizarlo en la elección de sus actores, nombres
de prestigio que sorprende encontrar en una película de estas características,
con un espectacular trío de brujas compuesto por Mila Kunis (acriz de moda tras el éxito de Ted), Michelle Williams (la Monroe de Mi semana con Marilyn) y Rachel Weisz
(¿de verdad tengo que presentarla?) además de otros rostros conocidos entre los
que no puede faltar el amuleto de la suerte de Raimi, Bruce Campbell.
Un
gran mérito de Raimi es además conseguir que la sobrecarga de efectos digitales
no estropee el resultado final, permitiendo a los actores brillas por encima de
todos (con excepción de la Kunis, que debe renunciar a su belleza en el momento
de transformarse en “bruja mala” en una escena que roza ligeramente el
ridículo), con un irresistible y encantador, a la par que embaucador, James
Franco, que consigue hacerse suyo el personaje con facilidad y estar a la
altura del reto de llevar el peso del film.
Aventura
y emoción, amor y diversión, traiciones y engaños, redención y arrepentimiento…
Fantasía, al fin y al cabo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario