Es curioso, pero cuando uno se pone a pensar en discursos que han marcado la historia, la mayoría tienen un carácter político, capaces de resumirse en una sola frase. Ahí está aquello de “no preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”, de John Fitzgerald Kennedy, “yo he tenido un sueño”, de Martin Luther King o "no tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" de Winston Churchill. Y si nos remitimos a la historia de nuestro propio país, una de las frases más legendarias, aunque quizá no suficientemente reconocida, es la de Miguel de Unamuno y su “venceréis, pero no convenceréis”.
Casi se podría decir Mientras dure la guerra gira en torno a ese discurso, en el que el escritor y filósofo, después de una serie de idas y venidas ideológicas (al final, la paz fue su única ideología) se enfrentó al régimen de Franco y, de no ser por la intervención de la propia esposa del dictador, podría haber sido ejecutado allí mismo. El propio Alejandro Amenábar reconoce que ese fragmento de la historia de España fue lo que le inspiró para hacer esta película, un retrato crudo y realista sobre los primeros días del alzamiento nacional donde la difícil situación política del país se dibuja principalmente a través de tres personajes, Miguel de Unamuno, Francisco Franco y José Millán-Astray.
Narrada casi a través de los ojos de Unamuno, no es que este deba compartir el punto de vista del espectador, ya que Amenábar se asegura de narrar unos hechos dejando las interpretaciones para cada uno, pero sí representa el punto de vista de la razón y del hombre inteligente corriente, aquel que vela por sus ideales pero que es capaz de aceptar sus propios errores, algo muy poco dado en un país dividido eternamente por eso llamado “las dos Españas”. Abusando de una documentación histórica bastante exquisita, la película trata de ser lo más arbitraria posible, sin caer en demonizaciones ni ridiculizar a nadie, siendo el ejemplo más claro el del personaje de Franco, trabajo inevitablemente apegado a la polémica, al que se puede identificar como un asesino que alargó innecesariamente la guerra para el interés de su causa pero que también es mostrado como un militar inteligente y un amoroso padre de familia.
Amenábar es, qué duda cabe, uno de los mejores directores del panorama español, por más que sus dos últimas incursiones en el mercado internacional, la ambiciosa Ágora y la menospreciada Regresión, estén algo por debajo de sus trabajos iniciales, incluyendo el Mar Adentro que le sirvió para ganar un Oscar. Con Mientras dure la guerra, el director hispano chileno vuelve a rozar la excelencia con un film dirigido sin grandes aspavientos pero que lo apuesta todo a la carta de las emociones, consiguiendo poner la piel de gallina y hace hervir la sangre del espectador. El director se hizo famoso con obras cercanas al género del terror, como Tesis, Abre los ojos o Los Otros, pero viendo las similitudes entre la España de 1936 y la de 2019, se podría pensar que no ha abandonado definitivamente el género.
Mientras dure la guerra refleja, pues, una sociedad dividida, no muy diferente de cómo se encuentra ahora mismo, enfrentada por símbolos y banderas y con gentes capaces de hacer lo que sea por defender sus ideas sin pararse a escuchar las otras. Y en medio de todo eso, Unamuno, defensor de la República y del Golpe de Estado, pero capaz de recular cuando comprueba el cauce que toman los acontecimientos. “Yo no he cambiado, han cambiado ellos” o “yo no he traicionado a la república; la República me ha traicionado a mí” son algunas de sus reflexiones para justificar su cambio ideológico. No se puede decir mejor.
Y con tanta bandera española, himnos y figuras militares históricas, es innegable que la polémica está servida, y que como nunca llueve a gusto de todos (y en este país menos que en ningún otro sitio), habrá quien se niegue a ver el paralelismo social que refleja la terrible actualidad en la que vivimos, donde los buenos no son los de la derecha ni los de la izquierda, sino todo lo contrario, y en la que mientras los políticos (y esto se puede extender más allá de nuestras fronteras, tal y como Amenábar busca al hacer tanto hincapié en el fascismo de Alemania e Italia) no sean capaces de ponerse de acuerdo, mucho menos lo van a conseguir los ciudadanos.
Y en medio de todo este caos, el cine vence y convence. Y lo hace con un trabajo de realización de actores encomiable y unos artistas realmente inspirados. El reparto es sensacional, con Santi Prego, Nathalie Poza, Luis bermejo, Tito Valverde, Patricia López Arnaiz, Inma Cuevas, Carlos Serrano-Clark, Luis Zahera o Luis Callejo, pero los que están colosales son Karra Elejalde y Eduard Fernández, dos monstruos de la interpretación de los que Amenábar extrae oro puro.
Por todo ello, pese a quien pese, Mientras dure la guerra es una película imprescindible, magnifica por sus valores cinematográficos, necesaria por sus valores reflexivos. Y con un claro deseo: empezar a cerrar ya las viejas heridas. Pero esto último, me temo, no lo va a conseguir.
Valoración: Nueve sobre diez.
Me convences. Salí dubitativo después de verla, pero has apuntalado mis sensaciones. Gracias, ahora dormiré tranquilo.
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