lunes, 7 de octubre de 2019

JOKER

Como no podría tratarse de otra manera siendo una película del universo DC (que no integrada en el DCEU, si es que eso todavía existe), Joker es una película extraña, de las que cuesta valorar hasta qué punto puede llegar a gustar y que, desde luego, resulta mucho más difícil a la hora de recomendar o no, pues su aceptación dependerá más del espectador que de la propia película. Aislada de ese universo compartido por sus compañeros de viñetas, donde ya existe un Joker encarnado por Jared Leto, esta nueva versión con el rostro y los tics de Joaquin Phoenix tampoco aspira a alzar el vuelo en solitario, ya que, pese a parecer renegar de sus orígenes en papel está, a la vez, muy atado a la iconografía clásica de Batman. En exceso, incluso.
Dirigida por Todd Phillips, ese tipo cuya mejor película, a día de hoy, continúa siendo Resacón en Las VegasJoker pretende ser una versión gafapastas de un personaje de comic, impregnando la locura del payaso asesino en un aire realista y buscando justificaciones e intromisiones mentales que den un empaque más profundo a su retorcida psique. Y, visto lo visto en Venecia, han logrado vender la moto a esos tipejos a los que yo siempre he definido como el CSI (críticos sesudos intelectualoides) que no tienen ningún problema en renegar de todo lo que huela a superhéroes (posiblemente sin haberse molestado en ver demasiadas películas el género) pero que babean ahora ante este Joker solo por presumir de hacer algo diferente.
Joker no es, en el fondo, más que la historia de siempre, solo que quitándole la capa de adornos que son las capas y las mallas. Con un arranque intenso, la película pronto se torna en un drama en el que la empatía con el actor es obligatoria para no caer en la desidia (poco me logra transmitir a mi el culebrón familiar) para tratar de remontar el vuelo en un tramo final más estimulante pero que no aporta nada novedoso al género. Con un Joaquin Phoenix en su salsa (aunque Jack Nicholson sigue siendo, a mi parecer, el mejor Joker hasta la fecha), pese a que lo que más me gustó es poder ver de nuevo a Robert De Niro haciendo un papel menos alimenticio de lo que últimamente nos tenía acostumbrados, Joker es un intento por parte de Phillips de imitar a Martin Scorsese (pobrecito mío), quedándose lejos de conseguirlo.
Puede que lo que menos me entusiasme de la película, lo que me hace distanciarme de esas críticas tan elogiosas y que se me antoja como una campaña nacida desde las entrañas de la propia Warner de cara a los próximos Oscar) sea su guion. Después de unas semanas donde el uso injustificado de la violencia entraba en debate (un debate absurdo solo alimentado por los que no saben distinguir realidad y ficción), lo cierto es que la película se alimenta de esa violencia para componer el retrato de un psicópata para nada novedoso. Traumas infantiles, falta de una figura paterna y una genética no demasiado saludable es el pan nuestro de cada día de los chalados del cine, ya sean Freddy Krueger, Hannibal Lecter o cualquier otro villano de opereta, lo cual hacen que sea una justificación pobre (e innecesaria para los amantes del comic) para definir a este Joker, que siempre se ha caracterizado por la locura pura y dura (ahí sí que acertó Christopher Nolan en la versión con Hugh Ledger). Empieza la película, además, poniendo a este Joker en el lado de las víctimas, haciendo Phillips un uso de la violencia gratuita e in justificada personalizada por unos adolescentes que dan una paliza al protagonista sin motivo alguno. Aquí presenta ya la película sus credenciales de que esto no va de lo que presume ser y que el guion, coherente o no, se mueve a merced de la película, y no al revés. Hay señales de un discurso político y social, pero algo añejo y confuso, rememorando la lectura también ambigua que escondía El caballero oscuro: la leyenda renace, sin saber nunca a ciencia cierta lo que Phillips nos pretende decir. 
Quizá la única reflexión interesante verse en su tramo final, cuando la pregunta es si es la sociedad la que hace al hombre o el hombre el que hace a la sociedad, pero para llegar a esto se podrían haber ahorrado una hora de análisis psicológicos y trastornos mentales varios cuando, visto lo visto, es toda la sociedad la que está enferma. Al menos en Gotham. Otra excusa de ese guion supuestamente realista que entremezcla la ideología de V de Vendetta con la demencia colectiva de The Purge (la noche de las Bestias), aunque el cambio que las acciones de Joker provocan en la sociedad es demasiado repentino como para estar bien justificado. Todd Phillips, que también es coautor del guion, copia tantas referencias que al final se olvida de mostrar su propia personalidad (si es que la tiene) y todo queda a merced, simplemente, de los buenos trabajos interpretativos y el deseo que tenga el espectador (o crítico de turno) en dejarse seducir por la película, cuyo desmedido hype está provocando una predisposición para abrazarla con los ojos cerrados que ya veremos si termina por pasarle factura.
Lo pero de todo, y quien tenga fobia a los spoiler que se salte este párrafo, es que no consigue ni tan siquiera desligarse del mundo deceíta del que reniega, siendo el momento más insufrible cuando se nos muestra (¿en serio, Todd Phillips?) por enésima vez la muerte de los padres de Bruce Wayne en pantalla (collar de perlas incluido), haciendo que lo que era una película independiente se transforme, por sorpresa, en el inicio de algo que probablemente no está contemplado que vaya a legar nunca.
Y, pese a lo que pueda parecer después de haber leído esto, lo cierto es que Joker no me parece una mala película, ni micho menos. Siempre es de agradecer intentar dar un enfoque diferente a un género que podría empezar a estar ya un poco trillado. Pero la realidad es que ni es una gran película para los amantes de los superhéroes ni es un gran drama para los amantes del cine más serio y realista. Es una cosa extraña, a medio camino entre dos aguas, que puede llegar a gustarme, pero no me ha enamorado ni me ha hecho pensar, ni mucho menos, en esa gran obra maestra del siglo XXI que nos pretenden vender.

Valoración: Cinco sobre diez.

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