Me cuentan que Perfectos desconocidos no es un proyecto personal de Álex de la Iglesia, sino una película de encargo. La película inédita en España Perfetti sconosciuti fue un éxito el año pasado en Italia, y a alguien se le ocurrió que sería buena idea hacer un remake a la española.
Desde luego, la base de la misma es sumamente interesante. Por un lado, estamos ante la típica historia del grupo de amigos que se reúnen para una cena rutinaria en la que comienzan a salir los trapos sucios de cada uno, algo que ya hiciera con brillantez Kenneth Brannagh en la magnífica Los amigos de Peter y que se ha utilizado como excusa argumental en innombrables ocasiones, siendo Pequeñas mentiras sin importancia o La invitación dos ejemplos recientes y muy diferentes a la vez. Por otro lado estamos ante una película de corte fantástico que tiene como macguffin un fenómeno astral inusual (los meteoritos o los eclipses son los ejemplos más clásicos, y en este sentido me viene a la mente la interesante Coherence). Y, por último, nos encontramos ante una sátira sobre el dominio que la tecnología e Internet ejercen sobre las redes sociales. En el primer gran éxito del director, El día de la Bestia, el diablo era el villano de la función. En este caso, el demonio se oculta tras las redes sociales y, sobretodo, la adicción a ellas, cual tentación en el desierto, que nos impide prescindir del teléfono móvil ni aunque sea por unas horas.
Siete amigos, tres parejas y el solterón del grupo, se reúnen para una velada amenazantemente aburrida con la excusa de presenciar juntos un espectacular eclipse de luna hasta que a uno de ellos se le ocurre un inocente juego: dejar todos los móviles en el centro de la mesa y, cada vez que haya una llamada o llegue un mensaje, escucharla/leerlo todos en voz alta. Al fin al cabo, entre ellos no hay secretos. O eso creen...
A partir de esta propuesta, De la Iglesia y Guerricaechevarría, su guionista de cabecera, componen una magistral mezcla de intriga y humor, una descarnada sucesión de engaños y mentiras (con importancia en este caso) que van a poner a prueba la resistencia del grupo de amigos.
Siendo inédita la película original, no me es posible valorar la parte de mérito que corresponde a la dupla De la Iglesia-Guerricaechevarría a la hora de confeccionar el guion, pero lo que resulta innegable es que, por más que se trate todo de un trabajo de encargo, el realizador de El bar o Mi gran noche consigue hacer suya la historia, consiguiendo plasmar en la película todas sus señas de identidad y logrando que una película que transcurre en su práctica totalidad en el interior de una casa no tenga para anda un aspecto teatral (algo que no terminó de conseguir Vicente Villanueva en Toc toc).
Pese a las situaciones tan dramáticas e incómodas en las que cualquier espectador puede verse, en un momento u otro, reflejado, De la Iglesia tiene la pericia de abordarlo todo con un humor (negro) muy efectivo, sin que por ello se abandone nunca la intriga ante las situaciones que, pese a no ser excesivamente originales, logran mantener expectante al respetable.
Siendo esta una de las mejores películas de Álex de la Iglesia, no sería justo quitar al elenco de intérpretes su parte de mérito. Todos ellos están excepcionales y ayudan a que la película funcione a tan alto nivel.
Las parejas formadas por Belén Rueda y Eduard Fernández (que repiten rol tras La noche que mi madre mató a mi padre), Ernesto Alterio y Juana Acosta (pareja en la vida real), Eduardo Noriega y Dafne Fernández y el solitario Pepón Nieto funcionan compactados como engranajes de un reloj y logran resultar creíbles al saber mantenerse histriónicos sin ser por ello histéricos. Al fin y al cabo, cualquiera de las situaciones a las que se ven sometidos invitan a la exageración, pero todos logran medir sus interpretaciones sin llegar a cruzar nunca esa peligrosa linea.
Las parejas formadas por Belén Rueda y Eduard Fernández (que repiten rol tras La noche que mi madre mató a mi padre), Ernesto Alterio y Juana Acosta (pareja en la vida real), Eduardo Noriega y Dafne Fernández y el solitario Pepón Nieto funcionan compactados como engranajes de un reloj y logran resultar creíbles al saber mantenerse histriónicos sin ser por ello histéricos. Al fin y al cabo, cualquiera de las situaciones a las que se ven sometidos invitan a la exageración, pero todos logran medir sus interpretaciones sin llegar a cruzar nunca esa peligrosa linea.
Por todo ello, estamos posiblemente ante una de las películas más redondas de su director, y una de las mejores comedias españolas de este año, aunque las situaciones reflejadas (y los brillantes diálogos) no son, en ocasiones, cosa de risa. Por menos se han roto muchas parejas en la vida real.
Y es que, como ya he dicho, esto de los móviles han de ser un invento del Diablo. Y si no, a ver cuantas familias, en las reuniones navideñas, se atreven a aventurarse con este juego.
Valoración: Ocho sobre diez.
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