The Room es una película que Tommy Wiseau pagó de su propio bolsillo con tal de poder dirigir y protagonizar su propio guion. O quizá considerarla película se demasiado generoso. Lamento profundamente no haber podido “disfrutar” Todavía de ella, pero parece ser un engendro tal que merece el nombramiento de “peor película de la historia”. Sin embargo, tiene algo mágico, algo tan horriblemente encantador que, una vez superado el shock inicial, se convierte en una comedia involuntaria que miles de fans entregados han disfrutado en sesiones especiales hasta convertirla en obra de culto.
James Franco es uno de esos fans entregados, y tras leer el libro autobiográfico The disaster artist: my life inside the room, the greatest bad movie ever made que Greg Sestero, el mejor amigo de Wiseau amén de coprotagonista de The Room, escribió sobre ese infernal rodaje, decidió convertirlo en su próximo proyecto como director (y el primero que se estrena en nuestro país).
Quizá como trabajo cinematográfico The disaster artist sea algo limitado (a Franco le queda aún mucho camino por recorrer), pero como muestra de la magia que puede encontrarse en esta locura que es el mundo del espectáculo resulta casi una obra maestra.
Es tentador comparar The disaster artist con el Ed Wood de Tim Burton, ya que ambas juegan a lo mismo, a utilizar la figura de un supuesto artista, totalmente incompetente y falto de talento, para hacer una oda al mundo del espectáculo, a eso tan difícil de definir que solemos calificar como “la magia del cine”. Por eso, The disaster artist, además de ser una comedia tronchante y servir como crónica de un rodaje y retrato agridulce de un creador, es una lección sobre como luchar por cumplir los sueños, en una alegoría sobre la superación y la amistad y la demostración de que los sueños, como en algunos cuentos de hadas, sí pueden hacerse realidad.
Wiseau, como Wood, es un tipo excéntrico, alguien por quien nadie en su sano juicio daría un duro, y que solo con el apoyo de un aspirante a actor sin demasiado talento como Sestero (en un soporte anímico similar al de Lugosi respeto a Wood) es capaz de seguir peleando. Como James Dean, ambos creen en sí mismos, por más que el resto de la industria les desprecie. Claro que ninguno de ellos es James Dean...
Franco no está a la altura de Burton, y es por ello que su película tiene alguna carencia visual, quizá demasiado plana para lo que el resto del conjunto merece, pero su interpretación es tan perfecta, y la recreación del mundo (y la película, lo que es más o menos lo mismo) de Wiseau es tan exacta que todo lo demás se le puede perdonar. De hecho, su mayor virtud es saber imitar a un tipo tan caricaturesco sin caer, precisamente, en la caricatura, y convertir su adaptación en un homenaje. Y es que, al fin de cuentas, la visión de Franco sobre Wiseau está hecha desde el respeto y la admiración.
Y es que, al final, no deja de tener su mérito conseguir hacer una película de culto, tal y como atestiguan algunos rostros reales (aparte de los cameos que se dejan ver por la película) dando sus impresiones sobre The Room.
Valoración: Ocho sobre diez.
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