Desde que Pixar y Disney son de la misma compañía (aunque lo cierto es que siempre han mamado ambos de la misma teta), Blue Sky es la única productora de animación que podía amenazar la hegemonía de la “major”, destacando por encima de Sony (que posiblemente se ha acomodado demasiado a Gru y los Minions) o Dreamworks (sentenciada tras el agotamiento de Shrek). Pero podría ser que Ferdinand, que precisamente adapta un cuento que ya tuvo versión animada en un corto de, precisamente, Disney, sea la última muestra de ello tras la compra de Fox (la casa madre de Blue Sky) por parte de la casa de las orejas de ratón.
Las grandes sagas suelen propiciar buenos ingresos a las compañías, pero también amenazan con el agotamiento artístico. Blues Sky no ha escapado del todo de la maldición, agotando hasta la extenuación su Ice Age, pero al menos ha logrado destacar de tanto en tanto con productos como Peanuts o la Ferdinand que ahora nos ocupa.
Ferdinand es, pues, el último reducto de originalidad en un mundo donde el dominio del imperio Disney es abusivo y, por tanto, un soplo de aire fresco para el cine infantil, pero eso tampoco debe entenderse como que estamos antes una grandiosa película, más cuando sigue en cartelera maravillas como Coco.
Ferdinand, la historia de un toro que poco tiene de bravo, es una historia bonita pero muy poco arriesgada, que desaprovecha las posibilidades de enfrenarse con valentía al tema del sufrimiento y la muerte. Si Coco era elogiada, precisamente, por atreverse a mostrar a un niño que la vida tiene fecha de caducidad, en Ferdinand todo es demasiado acaramelado como para sacar conclusiones de ella. Incluso el mensaje antitaurino que uno podría llegar a intuir en su tramo final resulta demasiado leve, y ni siquiera la caricaturización del mundo del toreo, con el torero identificado como la figura del villano, es suficiente como para poder ofender a nadie, mientras que el argumento es demasiado clásico y previsible como para aspirar a sorprender en algo.
Con una animación correcta y momentos divertidos aunque no delirantes y las obligadas notas de tristeza que pueden agobiar a los más pequeños (el niño sentado a mi lado se pasó toda la película protestando porque lo que él quería ver era Jumanji), Ferdinand sí destaca por la belleza de sus paisajes, representando con eficaz colorido a España y sus fiestas (no solo la taurina, sino sobretodo los mercados de flores). Por eso, Ferdinand es una película divertida y agradable de ver, pero muy convencional, quizá demasiado pendiente del público infantil y que, pese a poder ser digerida sin problemas por los adultos, no les aportará nada especialmente interesante.
Valoración: Seis sobre diez.
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