jueves, 28 de diciembre de 2017

LA CENA: la moralidad a debate

Se me hace complicado analizar de forma objetiva esta película ya que más allá de sus cualidades cinematográficas hay una decisión por parte de su realizador que me llegó a molestar hasta el punto de influir en mi valoración. Y es que agradezco como el que más el que una película no trate como idiota al espectador y tras su visionado le invite a reflexionar sobre la misma, generando debate y dejando espacios en blanco para que cada espectador los rellene en su mente, pero una cosa es eso y otra los finales abruptos que parecen ponerse de moda últimamente. Me vienen a la mente casos recientes como en La Cordillera, que más que un recurso narrativo más (como podría ser el caso de El amante doble) da la sensación de que el director no ha sabido culminar su historia, preocupado solo por el conflicto planteado. Aun sin ser siempre necesaria la resolución, un final tan abrupto invita a pensar en la desidia o incompetencia de un realizador que consigue así agriar una buena historia.
Y eso que hasta el momento el visionado de La cena era sumamente interesante, aun con su cocinado a fuego lento. Es de esas películas que tardan en arrancar, de esas que no se pueden recomendar a la ligera (en mi sala, no demasiado llena, algunos abandonaron la proyección a medias), pero que si uno consigue engancharse a la trama y al gran trabajo actoral se sigue con interés y desconcierto.
Dos matrimonios se reúnen en un restaurante de lujo para solventar un conflicto. Esa es la base del argumento, que podría recordar a Un Dios salvaje, de Polanski, aunque el dilema moral que plantea sea muy diferente. Además, el director Oren Moverman abandona la estancia en forma de flashbacks que no solo nos revelan el origen del conflicto sino que sirven para profundizar en los personajes. Un truco efectivo pero que le resta méritos que sí merecía Polanski en su obra y que ni con esas evita una cierta teatralidad en la puesta en escena.
Dejando de lado mis quejas sobre el final, La cena tampoco sería una película redonda, ya que ese conflicto moral que plantea parece a priori una simple excusa para hablar sobre los conflictos familiares, aunque tocando también otros temas, como las enfermedades mentales o la difícil educación de los adolescentes de clases adineradas. Hay, incluso, un trasfondo político, con cierta sorna al ser en cierto momento el personaje vinculado con esa clase política el que parece tener un código moral más férreo.
Al final, como no podría ser de otra manera en una película de estas características, todo queda supeditado al trabajo de los protagonistas, para los que Moverman ha conseguido reunir un cuarteto de primer nivel, con Richard Gere, Steve Coogan, Laura Linney y Rebecca Hall a la altura de las circunstancias, salvando por momentos la papeleta a un director que en ocasiones pierde el pulso narrativo y alarga en exceso alguna escena.
Interesante propuesta, pues, con muchos flecos que analizar y un puntito de humor ácido en la figura de los representantes hosteleros, pero a la que debo restar puntos por ese brusco cierre.

Valoración: cinco sobre diez.

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