miércoles, 27 de diciembre de 2017

CdS: BRIGHT: tremenda tontería...

Había mucha expectación por ver la gran apuesta de Netflix en el mercado cinematográfico, un campo en el que todavía no han llegado a destacar tanto como en el de las series. Y Bright era la película que debería sentar las bases de esas producción propia de películas que aumentasen la controversia surgida en festivales como el de Cannes y gracias a bocazas como Nolan y compañía.
Pero va a ser que no. La propuesta era, desde luego, lujosa, y hay que reconocerle que tiene un acabado cinematográfico impecable y que no desmerece a otras producciones fantásticas estrenadas en pantalla grande, pero más allá de eso la película dirigida por David Ayer y protagonizada por Will Smith y Joel Edgerton es un despropósito total.
Aunque no podamos hablar de uno de los mejores trabajos del realizador de Escuadrón suicida (que confirma aquí que no pasa de ser un director más del montón) y tampoco es que los actores parezcan muy entregados a la causa (aunque sí al talonario, Smith ya parece haber firmado para la secuela), lo cierto es que el principal responsable del desaguisado lleva el apellido Landis. Porque Max, hijo del histórico John Landis, es quien firma un guion tan absurdo y vacío que resulta incomprensible que alguien en Netflix diera luz verde a este proyecto.
Bright plantea una nueva realidad donde los seres mágicos conviven con nosotros. Así, en un Los Angeles contemporáneo, hadas, elfos y orcos transitan a sus anchas por las calles, formando sus propios ghettos mientras dragones sobrevuelan los cielos y se habla de varitas mágicas con una naturalidad que roza el ridículo.
Al principio, todo parece una excusa para hablar de forma poco sutil de la integración y el racismo, pero en un momento dado todo decae en una explosión de fuegos de artificio sin mucho sentido, con una mitología mal explicada y que no consigue captar en ningún momento la atención del espectador.
Smith está tan poco inspirado como de costumbre, mientras que la capa de maquillaje que transforma a Edgerton en un orco impiden cualquier atisbo de interpretación por su parte. Con todo, hay momentos en los que parece que Ayer quiere practicar un ejercicio de cine policial formal, al estilo de sus trabajos Dueños de la calle o Al límite, pero también termina por lastrar una película que se pretende tomar demasiado en serio a sí misma y a la que le haría falta mucho más humor (tan solo algunos diálogos entre la pareja protagonista que parece querer jugar a ser Dos policías rebeldes provocan alguna sonrisa) para conseguir ser digerible. Una villana de opereta sin un gran trasfondo, guerras de clanes y profecías ancestrales resueltas con previsibilidad son insulsos alicientes para una propuesta que no llega ni a la condición de pasatiempo y que, de haber sido realmente una película de cine, habría sufrido un estrepitoso fracaso.
Pero esto es otra cosa. Y en televisión, por lo visto, lo malo también vende. A nadie le ha gustado, pero la han visto suficientes personas como para que Netflix trabaje en una continuación.
Como si fuese necesario...

Valoración: Tres sobre diez.

1 comentario:

  1. Lo curioso es que todos diciendo que es tan mala, me hace querer verla solo para apreciar que tan mala es.

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