Les confieso que había empezado a perder la confianza en Pixar. Desde Del revés sus películas han sido, cuanto menos, mediocres. Tras la decepcionante El viaje de Arlo se han limitado a hacer secuelas de antiguos éxitos, como Buscando a Dory o Cars 3, y los proyectos de futuro, aunque esperanzadores (Los Increíbles 2, Toy Story 4) no dejaba de reflejar un estancamiento en el imaginarium de la compañía preocupante.
Sin embargo, Coco no solo supone un soplo de aire fresco, un oasis en el desierto de la sosería en la que se habían estancado. Pero, más que eso, Coco es posiblemente una de las mejores películas de la compañía, al nivel de los mejores títulos de la saga Toy Story o de la encumbrada Del Revés.
Aunque la base argumental pueda parecer muy sencilla, en el fondo Coco reúne una gran variedad de estilos que la hacen imprescindible. Con la historia de una familia rota a consecuencia del abandono de un padre hace ya décadas por amor a la música y el temor de que la historia se repita en el presente con el pequeño de la casa, un Miguel empeñado en triunfar como cantante igual que su ídolo, Ernesto de la Cruz, como excusa, Coco propone un alucinante viaje entre la vida y la muerte, creando un universo de música y color asombroso. Hay, como base, una clásica moralina según la cual la familia es lo más importante, pero por encima de todo, y con las tradiciones mexicanas como telón de fondo, es todo un canto de amor hacia el arte (la música en concreto, pero extensible a cualquier otra pasión). Se podría intuir que la propuesta (¿cuánto estás dispuesto a perder por perseguir tus sueños?) es similar a la que el personaje de Ryan Gosling se preguntaba en La la land.
De hecho, Coco es a la música mexicana lo que era La la land al jazz y como aquella funciona a la perfección gracias a la construcción de unos personajes magníficos y con gran personalidad. Hay, además, tiempo para el humor, por supuesto, la parodia e incluso la intriga, hasta el punto de que hay varios giros argumentales que realmente ayudan a que la película mantenga en todo momento un gran interés.
Y todo ello, lógicamente, con una animación prácticamente perfecta. No solo es un desborde visual de gran colorido que ha provocado no pocas comparaciones con El libro de la vida (que ha obligado a sus productores a salir a la palestra para insistir en que la idea de la película es muy anterior al estreno de aquella película producida por Guillermo del Toro), sino que roza también la magnificencia en detalles más intimistas como el propio rostro de los personajes, en especial los más ancianos.
Coco es, en fin, una pequeña obra maestra, una historia deliciosa y emotiva que puede enseñar a los niños el concepto de la muerte mientras se lo pasan en grande con las peripecias de Miguel y su fiel escudero canino, mientras que los adultos no se sentirán decepcionados con una historia nada simplista, un nuevo ejemplo de que se puede hacer cine infantil sin necesidad de caer en la estupidez (que interesante programa doble navideño podría ser Coco y Padington 2), consiguiendo lo que podría considerarse ya un clásico moderno con una banda sonora (tanto los temas musicales de Giacchino como las canciones de Robert Lopez) espectacular y un homenaje a la cultura mexicana hermoso y absolutamente genial.
Coco es una grandísima película, y nadie debería dejar de disfrutar de ella. Es pura magia del cine.
Valoración: Nueve sobre diez.
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