domingo, 10 de diciembre de 2017

SUBURBICON: inquietante y divertida, pero no lo suficiente.

Aun teniendo una trayectoria algo irregular, lo cierto es que el cine de los Hermanos Coen nunca llega a decepcionar del todo. Sus comedias son siempre ingeniosas, con un tono muy negro y retorcidamente ácidas.
En ocasiones, como la que nos ocupa, han dejado que sus ideas las filmen en pantalla otros directores. Ya sucedió en Un plan perfecto (Gambit), dirigida por Michael Hoffman, y vuelve a suceder en Suburbicon. Y en ambos casos, aunque se reconoce el estilo inconfundible de Joel y Ethan en el libreto, la puesta en escena no termina de estar a la altura.
El elegido en esta ocasión ha sido George Clooney, viejo amigo y actor habitual de los Coen. Clooney ha demostrado con anterioridad ser un actor solvente y tiene alguna gran película en su haber (Buenas noches y buena suerte y Los Idus de Marzo están en esa categoría), aunque su estilo visual es bastante conservador y clasicista. En Suburbicon, Clooney parece querer imitar a los Coen y, aunque no lo hace mal, las comparaciones le convierten en el perdedor.
Suburbicon es una zona residencial en auge en plena década de los setenta, una barriada pacífica y agradable hasta que unos nuevos vecinos de raza negra se mudan al lugar. Paralelamente a este hecho, unos desconocidos entran en casa de los Lodge, asesinando a la mujer de la casa.
Bajo esta premisa, los hermanos Coen (con Grant Heslov y el propio Clooney retocando el guion) construyen una trama criminal con toques que recuerdan a Fargo, y que tiene en su cuarteto interpretativo su mejor baza. Matt Damon y Juliane Moore están tan eficaces como siempre, Oscar Isaac slo necesita un par de escenas para desplegar todo su talento y el pequeño Noah Jupe, actualmente en Wonder, es el gran acierto, capaz de cargar a sus espaldas con el personaje más complejo y difícil.
Quizá lo que más rechine en la película, y que hacen que no funcione como debería, es la incorporación del elemento social y político, al parecer correspondientes a los añadidos de Clooney y Heslov. Al final, la subtrama racial no termina de ir a ningún sitio y se convierte casi en un mcguffin que, sin embargo, ocupa demasiado tiempo e pantalla para su insatisfactoria resolución.
La película es violenta y divertida a la vez, pero deja una ligera sensación de vacío, como si le faltara algo para poder encajar correctamente todas las piezas. Algo no funciona como debería y, sin embargo, tampoco se puede encontrar un fallo concreto de la misma. Es, simplemente, una amarga sensación de que hay un quiero y no puedo, de que Clooney aspira a algo para lo que se queda corto, algo que ya sucedía en su anterior film como director, Monuments men, y en su última colaboración a las órdenes de los Coen, Ave César!
Pese a ello, la película se deja ver, siendo disfrutable y entretenida, aunque fácil de olvidar apenas salir de la sala.

Valoración: Seis sobre diez.

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