Cuando
se estrena una película basada en una novela (y más si se trata de una novela
superventas como es el caso) es inevitable preguntarse si uno debe analizar la
película como tal o en función a lo bien o mal adaptada que esté. Es evidente
que cuando se escribe un libro no hay límites ni imaginativos ni de duración,
por lo que el autor puede explayarse todo lo que quiera sin miedo a exceder presupuesto
alguno, cosa que no ocurre en las películas. Ello obliga a que, por ejemplo,
los seis años que en la novela dura la formación del protagonista deba
resumirse en unos pocos meses.
Sin
embargo, yo no he leído el libro ni tengo un conocimiento suficiente de la obra
del por otro lado odiado Orson Scott Card, por lo que voy a limitarme a opinar
de El Juego de Ender como si de una
película original se tratase, sin la carga que lleva a cuestas debido a su
pasado literario.
Y
así, me encuentro ante una película flojita, cuyo ritmo, efectos visuales y
carisma de sus intérpretes la salvan de ser un gran fiasco, pero poco más. Y es
que poco hay en su argumento que se pueda sostener, empezando por la absurdidad
de empeñarse en que todo el futuro de la humanidad recaiga en las manos de un
solo hombre (niño en este caso) y que éste deba comandar una escuadra militar
pese a estar supervisado por una serie de mandos superiores que sin duda
deberían ser mucho más aptos que él para la misión.
Como
muchas otras historias por el estilo (After
Earth es el ejemplo más reciente) el argumento parte con un planeta superviviente
a una invasión alienígena (cuando lo más interesante sería que por una vez nos
dejasen ver la acción y no solo las consecuencias). El coronel Graff dirige una
academia militar con el objetivo de encontrar a la persona capaz de comandar
toda la tropa terrestre en previsión de una segunda oleada alienígena, con el
pretexto de que la mente de un niño es mucho más imaginativa para el combate
que la de un adulto. Así es como Ender Wiggin entra a formar parte de un
elitista grupo de elegidos donde irá escalando peldaños con pasmosa facilidad,
demostrando que es el más mejor en todo, hasta llegar al momento del desafío
final.
Así
de absurdo es el argumento de los Juegos de Ender, donde ni las motivaciones de
los que rodean al pequeño Ender se explican ni los desafíos a los que se debe
enfrentar son prueba suficiente como para justificar que se convierta en el
defensor de la humanidad. Escenas de ridículo ajeno como cuando le asignan en
un entrenamiento un grupo de marginados sociales a su mando (añgo parecido los
llama el coronel Graff) y tras un triunfo en un combate virtual ya pasan a ser
los mejores amigos del mundo y la mano derecha de Ender a la hora de defender a
la humanidad.
Otro
claro ejemplo es cuando tras encararse Ender a uno de sus superiores, el
sargento Dap (interpretado por Nonso Anozie, posiblemente uno de los peores
actores de la historia del cine), asegurándole que algún día el sargento será
quien le tenga que saludar a él y el militar se burla, diciendo que eso nunca
sucederá. Apenas una secuencia después Ender ya ha sido ascendido y el sargento
no solo le saluda, sino que lo hace con total satisfacción. Todo, absolutamente
todo, lo que le sucede a Ender es con suma facilidad, y por mucho que nos
quieran mostrar a un elegido, al poseedor de nuestro destino, es todo demasiado
plano como para que podamos identificarnos bien con el héroe.
En
medio de todo ello un mensaje de absoluto fascismo, un elogio insoportable a la
doctrina militar que algún compañero ha definido con acierto como “las
juventudes hitlerianas del espacio”. Cierto es que en un momento dado hay un
giro de los acontecimientos de los que hablaré en un momento y donde dije digo
digo diego, pero en cine ya es tarde para rectificaciones. Un giro argumental
puede sorprendernos con grado, pero no hacernos cambiar de parecer sobre la
doctrina que nos han estado inculcando hasta el momento. No si no hay un
detonante dramático suficiente como para hacer tambalearse nuestros
sentimientos. Y en Los juegos de Ender,
desde luego, no los hay.
¿Qué
se puede aprovechar de esta película? Evidentemente, se trata de un gran
espectáculo visual. Tiene unos efectos visuales de primera y su ritmo es
acertado, al menos hasta llegar a sus compases finales. Además, siempre es
interesante ver de nuevo en pantalla grande a Harrinson Ford, por más que lleve
ya unas cuantas películas que parece que lo único que le interesa del cine sea
que le pague la hipoteca. Afortunadamente, a su lado están Ben Kingsley y Viola
Davis, y eso ya son palabras mayores, y no deja de tener su gracia ver juntos
en pantalla al niño de La Invención de Hugo y a la niña de Valor de Ley, aparte de la breve presencia de Abigail Breslin a la
que siempre recordaré cargándose muertos en Bienvenido
a Zombieland.
Pese
a todo, la película no deja de ser entretenida durante su visionado, sin
conseguir por ello llegar a forzar la reflexión interna una vez finalizada a la
que aspira (y que imagino sí conseguía la novela). El problema principal viene
cuando hay un error de libro en su guion que voy a describir a continuación,
aclarando primero que se trata de un spoiler en toda regla y
que, si no conocéis el giro final y queréis seguir sin conocerlo, deberíais
dejar de leer de inmediato.
Pues
bien, la cosa es que Ender se prepara para su última misión. Una especie de
graduación, digamos. Debe comandar a su grupo en una simulación visual contra
los alienígenas. Ender, desde una pantallita de ordenador, dirige el ataque y,
ni corto ni perezoso, decide destruir el planeta entero. Muerto el perro, se acabó
la rabia que dicen por ahí. Es entonces cuando entre celebraciones y aplausos, se
espera que le digan que es el elegido para liderar la Tierra, pero no, porque
ya lo ha sido, y es que resulta que lo que ha hecho no era una simulación, sino
una realidad. Ha cometido un genocidio contra una raza extraterrestre en un
ataque preventivo sin provocación alguna.
¿Conclusiones?
Dos, principalmente. La primera a nivel estructural. Es la primera vez que me
encuentro con una película donde te indican que se ha llegado al clímax una vez
finalizado este. ¿Cómo puede emocionarnos la batalla final si no sabemos que es
la batalla final? ¿En serio nos tenemos que tragar esto? El segundo es a nivel
argumental. Si Ender ejecuta la misión como lo haría en la realidad, ¿por qué
se desespera cuando se entera de que ha matado a toda una raza? ¿Acaso si
hubiera sido en verdad una simulación habría actuado después de forma
diferente? ¿Para qué piensa que lo están entrenado, para un videojuego?
Así
que, me la vendan como me la vendan, el mensaje está claro. Dispara primero y
pregunta después. Supervivencia de la raza. Enemigo bueno, enemigo muerto.
Llámenlo como quieran. Kubrick se estará revolviendo en su tumba.
Dicen
que no está garantizada la secuela (por más que el final sea abierto), y que de
hacerse lo más seguro es que vaya directamente a vídeo. Quizá sea mejor así. Si
esto es lo mejor que saben hacer…
Creo
que me voy a leer las novelas. Será sin duda un tiempo mejor invertido.
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