Un espectacular reparto no
siempre es suficiente para justificar las excelencias de una película, y si
encima su director es alguien con el prestigio y la calidad demostrada como
Robert Redford, las expectativas estarán por todo lo alto.
Es por ello que Pacto de silencio, aun siento sumamente
entretenida, sabe a poco.
Redford propone un
interesante thriller sobre un abogado viudo que se ve acosado por los fantasmas
de un pasado ligeramente turbio: su implicación en un grupo activista contrario
a la guerra de Vietnam que casi sin saber cómo pasa de los actos de protesta pacíficos
a tener sus manos manchadas de sangre y convertirse en prófugos del FBI incluso
treinta años después.
Ya en la actualidad la
tranquila vida de Jim Grant (Redford) se verá bruscamente interrumpida cuando
el periodista Ben Shepard (magnifico Shia LaBeouf) comienza a hurgar en su
pasado. Comienza así una frenética huida en la que Grant tratará de limpiar su
nombre antes de que otros inocentes (como su propia hija) sean salpicados por
la polvareda que Shepard está levantando.
Muchos son los buenos propósitos
que podemos adivinar en esta película, como una reflexión sobre el compromiso
social y la responsabilidad ciudadana frente a las malas gestiones políticas,
un análisis sobre el periodismo actual y la fina barrera de la ética que tan frecuentemente
se traspasa y, sobretodo, un discurso sobre la madurez y la prioridad de la
familia por encima incluso de los propios ideales, capas de cebolla, todos
ellos, demasiado finas como para que a la postre nos encontremos con poco más
que una simple historia de intriga, con giros de guion no excesivamente
sorprendentes pero narrada con la habitual elegancia que define el cine de Redford.
Quizá la nota más
desentonante sea la presencia del propio Redford en su faceta de actor,
demasiado mayor para el personaje y que no termina de hacerse nunca con él,
aunque para compensarlo están las apariciones, en algunos casos fugaces, de
Julie Christie, Terrence Howard, Chris Cooper, Brendan Gleeson, Brit Marling,
Susan Sarandon, Nick Nolte, Stanley Tucci, Richard Jenkins, Sam Elliott o Anna
Kendrick.
Menos alabado por la
crítica que otros compañeros de profesión como Eastwood, Redford es para mí el
más regular de los muchos actores metidos a realizadores del panorama actual,
con una dirección sencilla pero sobria (su anterior película, La Conspiración, le da mil patadas al Lincoln de Spielberg) y sin rehuir nunca
de ligeras gotas de compromiso. Lástima que en ocasiones esas gotas sepan a
poco.
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