viernes, 1 de noviembre de 2013

EL QUINTO PODER (7d10)

Muchas eran las ganas que tenía de ver esta película basada en el fundador de WikiLeaks, sobre todo después de la tremenda decepción que supuso Jobs.
Dirigida por Bill Condon (realizador de películas tan interesantes como Dioses y Monstruos, Kinsey y Dreamgirls, el capítulo piloto de Con C Mayúscula y –ejem, ejem-, Dios sabrá por qué extraño motivo, las dos últimas partes de la saga Crepúsculo) y con guion de Josh Singer a partir de la novela “Inside WikiLeaks: my times with Julian Assange at the world’s most dangerous webside” de Daniel Domscheit-Berg, David Leigh y Luke Harding, la película hace un detallado recorrido por las vidas de Julian Assange (brillante Benedict Cumberbatch) y Daniel Berg (Daniel Brühl) desde que se conocen hasta prácticamente la actualidad.
Tras unos arrebatadores títulos de crédito (como se echan de menos en la mayoría de películas de hoy en día) que sirven como metáfora del paso del tiempo en relación a los medios de comunicación, los protagonistas nos son presentados como una especie de frikis de la informática (se conocen en una feria del sector). Assange y Berg conectan casi de inmediato, siendo el segundo completamente seducido por la labia del primero y arrastrado a un mundo donde el dicho de “la información es poder” es terroríficamente real. Assange, un tipo tan carismático como misterioso, es el creador de un portal de internet donde, gracias a colaboraciones anónimas, documentos privados son revelados con la sana, aunque ingenua, intención de conseguir hacer de este mundo un lugar mejor. Con la ayuda de Berg pronto se convierten en una amenaza para bancos y gobiernos, siendo tildados tanto de héroes como de villanos, siempre dependiendo del cristal con que sean mirados.
¿Y Condon? ¿Qué opina él?
Aun siendo conscientes de que el retrato parte de un libro escrito en parte por el propio Berg, la película trata de mostrarse lo más imparcial posible, incluso cuando las diferencias entre ambos amigos comienzan a surgir y sus posturas respecto al bien que WikiLeaks hace a la sociedad se distancian hasta llegar a un punto de no retorno.
¿Cuáles son los límites de la libertad de prensa? ¿Hasta qué punto tienen derecho a revelar secretos que pueden afectar gravemente a terceras personas? Estas son las preguntas que marcan la existencia de WikiLeaks y a las que debe enfrentarse por sí mismo el espectador. ¿Es Assange un visionario o un lunático ególatra? No será Condon quien nos de las respuestas, simplemente dejará las cartas sobre las mesas y que cada cual se quede con la que más le guste, ya que no es pretensión del director sermonear sino informar (que de eso va todo el asunto). Y esto, que ha sido de lo más criticado respecto al film, es a mi entender su mejor virtud. La relación entre libertad e información es tal que trasciende la misma pantalla e invita al público a quedarse con la postura más acertada, unas posturas defendidas por sus protagonistas en un punto final sarcástico en el que Berg escribe el libro en que se basa el guion y Assange habla directamente a cámara para defenderse de las acusaciones contra él burlándose, incluso, de la propia película.
Con unos movimientos de cámara frenéticos, como corresponde la movimiento de la información en la red, el punto álgido del film se encuentra –como no podía ser de otra manera- en la interpretación de Benedict Cumberbatch, uno de los mejores actores contemporáneos que lejos de encasillarse en su magistral representación del famoso detective Sherlock Holmes continua escalando peldaños en la dura escalinata de Hollywood con personajes fascinantes y complicados (aún resuena en mi memoria su Khan de Star Trek: En la oscuridad), estando brillantemente secundado por un Brühl en estado de gracia tras su intensa visión del piloto Niki Lauda en Rush y David Thewlis (el popular Lupin de Harry Potter es solo la muestra más conocida de su extensa filmografía) como el periodista Nick Davies, aunque también destacan Anthony Mackie (muy activo últimamente), Laura Linney y Stanley Tucci en pequeños pero importantes papeles. Y es que si la historia de WikiLeaks parece el plato fuerte de la película no menos importante es la relación (casi podríamos definirla como de amor-odio) entre Assange y Berg y sus diferentes puntos de vista sobre el compromiso y la responsabilidad de saberse poseedores de un poder capaz de hacer temblar el mundo, aunque ello no les baste, en ocasiones, para conseguir mantener la estabilidad de sus propias vidas privadas.
La sana intención de explicar una historia que pese a lo compleja que pueda parecer es fácil de comprender para el profano en la materia es su principal diferencia con Jobs, otro personaje de relativas similitudes con Assange que no lograba seducir ni por su historia ni por su intérprete.
El quinto poder no es una película redonda, y quizá se acerque por momentos con cierto peligro hacia el formato telefilmico, pero cumple con creces el objetivo de descubrir al espectador una polémica que para muchos no era más que un concepto vago que durante unos meses repitieron constantemente en los telediarios.
Sin dejar de entretener en ningún momento, el trío Condom-Cumberbatch-Brühl me han convencido por completo, sin tratar de imponerme sus ideas ni decirme cómo debo pensar.

De eso ya me encargaré yo, gracias.

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