Parece que hay como una maldición según la cual es imposible que una serie que ha alcanzado la categoría de mítica tenga un final que no genere polémica. Sucedió con Perdidos, se repitió con Juego de Tronos e incluso ha alcanzado al mundo de las sitcoms con ejemplos como Cómo conocí a vuestra madre o The Big Bang Theory.
No
tenía yo la sensación de que Dexter,
cuyo desenlace es cierto que no gustó demasiado, hubiese provocado las iras de
sus seguidores, sobretodo porque a partir de la cuarta temporada la serie se
empezó a desinflar y a perder a gran parte de estos, pero repasando ahora las
crónicas de la época parece que sí, que el odio generado es superior, en muchos
casos, al provocado por los adeptos a J.J.Abrams o George R. Martin hasta tal
punto que, ocho años más tarde, los de Showtime
han dado el visto bueno a una nueva temporada (ahora considerada como
miniserie) para dar otro cierre a la historia del forense de la policía y su
pasajero oscuro.
Dexter: New Blood nos presenta la nueva vida de Dexter, una vida en
apariencia apacible y feliz, con una identidad falsa y capaz de haber
encontrado el amor en el seno de una agradable y fría población de montaña.
Vamos, todo lo apuesto a su Miami original.
Todo
parece ir de perlas para el asesino más carismático de la historia de la
televisión, pero el pasado es algo que siempre tiende a perseguirnos, y el suyo
no iba a ser una excepción. Además, su pasajero oscuro sigue ahí, y tarde o temprano
tiene que asomar para volver a tomar el control.
La
gran duda que debate la serie es si el protagonista, por más que solo asesine a
los «malos», siempre según el código que su padre le inculcó, merece redención por
sus pecados o no. Por eso, más allá de las subtramas que se vierten en esta
nueva temporada, con varios caminos abiertos entrecruzándose entre sí, es
cuestión de la propia moral decidir el destino, ahora sí definitivo, de Dexter
Morgan.
Para
ello, se ha construido una temporada de diez episodios que peca de un arranque
demasiado anodino. Para tratar de recuperar la conexión del público con el protagonista
y asegurarse de establecer bien las claves de su nuevo status, la serie se toma
demasiado tiempo, no teniendo demasiado claro si, de haberla visto al ritmo de
un episodio por semana, no la hubiese abandonado tras tres episodios donde,
aparte de organizar expediciones por el bosque en busca de un desaparecido, no
ocurre casi nada. Por suerte, la serie se endereza y va tomando velocidad de
cara a un final que, si bien considero adecuado para el propio Dexter, creo que
ningunea a los nuevos secundarios aquí presentados, a los que nos habían
enseñado a querer y cuyos destinos quedan demasiado en segundo plano. Otro
error podría ser el abuso de la voz en off, redundada por la presencia
fantasmal de la hermana de Dexter, la Debra de Jennifer Carpenter que resulta
demasiado cargante.
De
todas formas, la gran incógnita está en saber si el nuevo final del personaje
encarnado por Michael C. Hall va a ser del agrado de sus fans. Y ya os dogo yo que,
por más coherente y lógico que pueda parecer, la respuesta es no. Nunca puede
llover a gusto de todos, y menos cuando está la moral por en medio.
Como
sea, pese al peaje a pagar que supone el ritmo algo torpe de los primeros
episodios, ha sido agradable volver a encontrarse con Dexter y su pasajero
oculto. No soy muy partidario de reescribir finales, pero ya que lo han
decidido hacer, bienvenido sea. Ahora sí, hasta siempre, Dexter Morgan.
Intentaremos dejar de echarte de menos.
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