Entrado ya el año nuevo, se podría decir que estamos ya en la recta final para ver películas navideñas sin sentirnos culpables por ello. Ya he comentado muchas veces el uso y abuso de Netflix en el género, convirtiéndose casi en un abanderado de la materia, pero lo que no es muy frecuente es que lo hagan mediante producciones españolas, más allá de la maravillosa Klaus, aunque no entra de lleno en esta categoría.
De
hecho, la filmografía española no destaca precisamente por películas de
Navidad, a no ser que nos remontemos a épocas muy lejanas, por lo que más allá
de Barcelona, nit d’hivern o Noche de Reyes, poco hay que rascar.
Curiosamente,
dos plataformas han presentado este año propuestas muy bienintencionadas, lo
cual no es necesariamente equiparable a sus resultados. Si Cuidado con lo que deseas, de Amazon
Prime, es un espanto total, situándose entre lo peor que he soportado a lo
largo del 2020, no es que A 1.000 kilómetrosde la Navidad, de Netflix, sea
precisamente la cara opuesta, pues sus defectos son más que sus virtudes y se
le ven las costuras por todas partes. La diferencia es que esas pocas virtudes
son suficientes como apra justificar su visionado y acabar la experiencia con
una sonrisa, ya que eso es precisamente lo que pretende y no quiere aspirar
absolutamente a nada más.
El
punto de partida de alguien que odia las Navidades y trata de huir de ellas no
es nada novedoso (lo primero que me vino a la mente es Una Navidad de locos, que partía de esa rareza de novelita de John
Grisham), y que sin ser para nada un remiendo de Cuentos de Navidad de Charles Dickens sí tiene un regusto de tipo
amargado y desencantado que la agermana a la popular obra vistoriana.
El
guion está cargado de tópicos y hasta estupideces, y casi se puede intuir por
donde van a ir los tiros desde la primera escena, pero no importa. En este
caso, a diferencia del título ofrecido por Fernando Colomo, el director Álvaro
Fernández Armero (cuyo éxito pre-pandemico de Si yo fuera rico aún resuena) sí sabe dar con las claves para que
esto no sea más que un cuento bondadoso y edulcorado, que sin el reclamo de
grandes figuras de la interpretación consigue enternecer y meterse en el
bolsillo al espectador, contagiándolo del espíritu navideño que tanto pregona y
que, alejándonos de la gran ciudad y al amparo de un hermoso pueblecito de los
Pirineos, resulta mucho menos artificioso y capitalista de lo que nos hemos
acostumbrado a sufrir.
Buena
propuesta, por tanto, para despedir las fiestas sin muchas pretensiones y con
las expectativas bajas.
Valoración:
Seis sobre diez.
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